Muy a su pesar Mauricio Macri inauguró las sesiones
ordinarias del Congreso acaso por última vez, según el deseo de muchos propios
y de todo el resto.
En un discurso previsible por vacuo pero sorprendente por nervioso,
el presidente demostró que la foniatría no es una ciencia exacta, probó el
humor involuntario, la fantasía llana, la promesa vencida, y la mentira simple.
Una multitud lo acompañó.
Una multitud de policías.
EL RUIDO Y LA FURIA
Captura de pantalla de Página 12 |
Acaso
por última vez -según el deseo de muchos propios y de todo el resto-, Mauricio
Macri inauguró las sesiones ordinarias del Congreso con su viejo rosario de
inexactitudes, fantasías o alucinaciones, mentiras simples, y promesas vencidas
hace mucho.
Futbolero
de raza, así como existen “goles de otro partido”, probó suerte con un
“discurso de otro país”.
Mientras
la señorita maestra Gabriela Michetti trataba de poner orden en la clase
pisando el discurso presidencial, interrumpiéndolo constantemente; Macri
trataba de sobrevivir a su propia dicción entre rasgos de humor involuntario al
referirse a sus logros (“los jubilados ganan cada vez más”, “todos los
argentinos pueden acceder al crédito”. “hemos creado 700 mil puestos de trabajo”), y una bravura tan
sobreactuada al hablar de la lucha contra el narcotráfico, que terminó destacando “el apoyo del narcotráfico”, (con el fantasma del intendente Sergio Varisco sobrevolándolo
todo, la causa de los aportantes truchos perdida en el limbo de su justicia, y el
sobrino de su Escribano General de la Presidencia, famoso como agente de la DEA,
preso por asociación ilícita, extorsión y otros beneficios).
Acompañado
por una escueta claqué dirigida por los inestables Elisa Carrió y Fernando
Iglesias; ajeno a todas las encuestas como a la realidad, Macri intentaba
salvar los abucheos y las risas recordando que estaba allí porque lo había
votado la mayoría… hace ya tres larguísimos y penosos años que justamente nadie
quiere recordar.
No dejó
de pasar su aviso sobre la energía eólica –uno de sus últimos grandes negocios
junto al rompe-jugadores Carlos Tevez-, pero tanto le cobró el diablo semejante
matufia, que la expresión “radiación solar” se le hizo imposible. Probó con
algo así como “rasialón sosar”, luego intentó con “relación solar”, por fin
enganchó “radiación” pero volvió “sosar”, y a partir de allí ya su indómita
lengua prácticamente lo abandonó.
En uno
de sus grandes instantes consideró que el déficit fiscal cero que le impone tan
luego el FMI, será “el acto de justicia social más grande de los últimos 70
años”.
El
resto fue ruido y furia.
Las
risas, los abucheos, las puteadas, hervían.
La
claqué oficial aplaudía con rabia entre la fritura de los rechazos.
La
señorita maestra, también a los gritos, no paraba de retar a los alumnos más
díscolos, mientras en un segundo plano Macri probaba seguir, terminar y rajar.
Invulnerable
a cualquier verdad, volvió al desopilante “crecimiento invisible” del año
pasado, cuando al llegar al Congreso saludaba a sus multitudes también
invisibles. Inventarió escuelas, obras, planes, y otros progresos siempre invisibles.
Un auténtico visionario.
A los
150 mil millones de dólares por los cuales endeudó al país por más de cien
años, -embargando ya el 97 por ciento del PBI-, lo llamó “respaldo
internacional inédito”.
En
obediencia a su gran amo del norte, no olvidó castigar a Maduro, porque además
la paja ajena rinde más que la viga propia, sobre todo cuando en lo propio ya no
hay más que vigas para mostrar.
Abrazado
a la grieta como al último madero de un naufragio atroz, volvió a la carga con “la
herencia recibida”. Pero lo que ayer tanto enojaba a la oposición, hoy nada más
da risa.
Con el
país en recesión, la inflación imparable, la actividad industrial en caída libre,
el desempleo sangrando sin parar, las PYMES cayendo como moscas, y la tasa de
interés más alta del mundo; afirmó que “estamos mejor parados que en el 2015” .
Acaso
por temor a no ser visto, el pequeño canciller Fauri aplaudía de pie al hombre
que en pleno G20 lo burlara delante de Valdimir Putin en directo para todo el
mundo. Un gesto de genuflexión que resume toda la política exterior del Gobierno.
Cada
vez más nervioso, furioso, sacado, limitado el aplauso de su claqué paga, en el fondo de su alma
triste no pudo no sentir el rechazo de todo el resto del país. Lapsus y furcios se
multiplicaban conforme cada frase le salía al paso. Cuando quiso hablar de sus
políticas de género, la palabra “visibilizar” se lo llevó puesto.
Alrededor
la realidad se despegaba de su discurso como la suela de un zapato barato.
Afuera una
multitud lo acompañaba, pero eran todos policías.
El
pueblo que no lo quiere no fue. El otro tampoco, tal vez ya no existe.
Sin
siquiera terminar de escucharlo, el dólar y el riesgo país se disparaban.
Sólo
cuatro gobernadores presentes.
Su
escueta claqué.
Un
huracán de soledad, y en el ojo él, inconciente, indiferente o ignorante, señalando
el sol bajo la noche cerrada, prometiendo sin que se le entienda lo que ya nadie
le cree, naturalmente nervioso.
Perdido
por perdido, futbolero de raza, entre vaguedades últimas, inciertas o insustanciales,
terminó a lo barra brava, subido al paravalanchas invisible de sus logros
invisibles, gritando ya rojo de rabia vamos Argentina bajo un diluvio de
tomatazos invisibles, que sin embargo se veían reventar claramente contra su
rostro triste por desencajado y final.
Por más
que lo distraigan bufones y mandantes, sabe que deja su nombre en la historia, impreso
para siempre sobre el mayor de los fracasos de la democracia argentina.
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