////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

martes, 1 de octubre de 2019

ANTIPERONISMO: EL AMOR AL ODIO…



Cadáver a cuerda, fantasma creado por su sola ilusión, Mauricio Macri inició el sábado en Barrancas de Belgrano una marcha nacional destinada apenas a disimular que ya todo ha terminado. 
Una multitud lo acompañó sin embargo. 
Senil o escueta, no basta para negar esa tercera parte de la Argentina capaz de obviar cualquier desastre y siempre dispuesta a cualquier fracaso en su fervor antiperonista.

EL PUEBLO DEL ABISMO





Terminado, fantasmal, entre el adiós y el ridículo, en la agonía de una gestión cuyo deslumbrante fracaso le asegura la inmortalidad, el sábado en Barrancas de Belgrano Mauricio Macrí aparecía sobre el escenario alzando un cartelito que decía, todavía, “sí se puede”. Todo final es triste, cuando no patético.
El Martiyo le pega a Macri desde sus inicios. Basta recorrer en especial su sección La patria escrita. Nunca nos engañamos con el hijo de Franco ni con su famiglia, nunca ignoramos su pasado delictivo, ni dejamos de apreciar jamás su formidable precariedad personal, su incultura general, su dislexia galopante, esa impronta de pelotudo que tanto le endilgaba su padre (ver Un vivo bárbaro). Pero aquí nos detenemos.
Árbol caído hace mucho, ya ni para leña da. Todo en él es final, escarnio, burla. Sus candidatos se despegan de su figura, lo borran de los afiches, lo niegan mil veces antes de que cante cualquier gallo. Sus funcionarios ya no le responden más ocupados en prevenir sus propios porvenires judiciales. Sus periodistas más fieles ya no se endulzan con sus dulces sobres. Amores de estudiantes, nunca más supo nada de Christine Lagarde y su FMI. Ni noticias del amigo Donald… si hasta Mirtha Legrand lo llamó “fracasado”.
Nos parece suficiente.
No es de caballero pegarle en el piso, mejor taparlo con diarios y pasar a otro tema.
Desde el fondo de esa montaña de escombros que es hoy el gobierno de Cambiemos, surge viva, intacta más allá del tiempo y los fracasos, esa tercera parte de la Argentina que todavía lo apoya, que todavía lo sigue como al flaco Abel del tango, que se les fue y aún los guía. Pero es que no siguen a Macri, sino apenas la ilusión que encarna: el viejo sueño de abolir al peronismo. Un sueño imposible, y sin embargo…
Y sin embargo allí estaban el sábado en Barrancas de Belgrano, corazón gorila de la ciudad gorila, una multitud senil, cierto, irrelevante en términos electorales, sí, pero representativa de esa tercera parte aún briosa, llena de fe más allá de cualquier evidencia, vivando con entusiasmo la destrucción nacional, la decadencia social que al mismo tiempo la succiona hacia abajo como un remolino; la miseria que la rodea y la acosa; la deuda eterna que pagarán hasta los nietos de sus nietos, y allí estaban igual… sin necesidad de propuestas, de ideas, soluciones, argumentos, nada, ¿para qué?... arriba del escenario tenían al hombre que había prometido pobreza cero, y se va en emergencia alimentaria; que se burlaba de la inflación, y la duplicó; que auguraba una lluvia de inversiones, y acabó en default, y sin embargo, ellos allí como si nada, abrazados al fantasma en el eco de sus arengas, repitiendo como una victoria no se inunda más, eufóricos, en trance, más allá de Macri, más allá de cualquier realidad…
En otra clara demostración de su incapacidad para comprender lo que sucede, arriba del escenario Macri parecía contento. Una y otra vez le agradecía a la multitud como si fuera propia. El 28 de octubre sabrá que no. Desilusionada, defraudada, despechada, derrotada, toda esa gente lo habrá abandonado ya la noche del 27, y que pase el que sigue… Vidal o Videla, Onganía o De la Rua, Illía, Alfonsín, Macri, Braden o Lagarde, no importa, nadie importa, nada importa. Sus líderes son coyunturales y por lo tanto descartables, sus convicciones son pocas, elementales, pero férreas. Todo lo que les importa es el peronismo. Abolirlo.
En esa obsesión, cualquier cosa se entiende. Tanto clausurar el Congreso como bombardear Buenos Aires en defensa de la República. Tanto violar la Constitución, como fusilar en su nombre. Tanto invocar a Dios, como desaparecer, torturar y asesinar porque Cristo Vence. Todo vale menos el peronismo.
A través de las generaciones cargan en la memoria de su sangre las tremendas imágenes del aluvión zoológico y sus patas en la fuente. Desde entonces nunca más durmieron tranquilos. Un pueblo horrible, oscuro, sucio de aceite industrial, un pueblo que creían lejano y sentían ajeno, de pronto surgía de las profundidades y había llegado.
Y eran muchos. Más.
Y no se iban, se quedaban.
Y ocupaban sus mesas en sus mismos restaurantes, y ensuciaban las playas con sus hijos, y llegaron a usar sus mismas ropas hasta que ya cualquiera parecía igual a cualquiera. Las divisas sociales se volvieron difusas. Distinguirse era cada día más arduo, más inútil. Llegó un momento en que cualquier cabeza se te compraba un plasma. Algo había que hacer.
Se unieron. Por la gracia de todos los espantos, de ningún amor. Y marcharon.
Arrancaron un día de noviembre allá por el 45, del brazo del embajador norteamericano y de radicales y socialistas y comunistas y lo que venga, y así, cantando La Marsellesa en francés, o no se inunda más en castellano, así marchan desde entonces, a través de las calles y del tiempo, hasta pasar el sábado por Belgrano ya dispuestos a seguir por todo el país, detrás de un hombre vencido entre consignas inútiles, no importa, hasta el final de la historia si hiciera falta, sin ideas, sin propuestas, sin más combustibles que el odio rumbo al abismo que ni siquiera pueden advertir… porque ellos son el abismo.  



* * *

3 comentarios:

  1. Excelente! De lo mejor! Felicitaciones señores

    ResponderEliminar
  2. Amigo Martiyo, googleando la frase "peronistas somos todos" descubro recién hoy tu blog. De esto hace media hora, y ya me hice fanático. Geniales los comentarios breves,desintelectualizados, pero plenos de un profundo contenido. Te sigo.

    ResponderEliminar

Como tantos medios públicos, EL Martiyo no deja de ser privado, y por lo tanto se reserva el derecho de pubicar o no los comentarios recibidos.