Tiempos
veloces los tiempos argentinos, ayer nomás Sergio Massa se alzaba como la gran
esperanza blanca de la
Argentina llena de negros. Nacido en la UCD , ungido por Clarín, aunque
surgido del oficialismo, Magnetto lo soñó la cuña del mismo palo que tanto iba
a doler. Pero licuada en el Pro la
UCR ; el crédito de Tigre no les interesó más, y lo olvidaron.
Hoy se hunde en las encuestas y en silencio, triste, solitario y banal.
¿Tabajaí?
"Roma no
paga traidores".
Escipión
Otra
vez la triste historia de la modelito que en su sueño de protagonizar una
novela, va y se acuesta con todos sus productores para que después los muy
despiadados se queden con otra, y chau.
En su
instante mejor, allá por el 2013, cuando los medios del miedo lo ungían
victorioso, Sergio Massa creyó que de verdad había ganado algo. Que la traición
al proyecto que lo había proyectado, que adoptar la forma del recipiente que Magnetto
dictaba, por fin rendía sus frutos. Más habrá creído: habrá creído que Magnetto
sabía. No sólo que lo quería.
Era
tapa del gran diario día por medio, siempre sonriente, siempre promisorio, los
periodistas de TN -tan aguerridos con el oficialismo-, de pronto con él se
comportaban como auténticas alternadoras; y María Laura Santillán no le ladraba
más.
Todo
estaba bien.
Había
llegado.
Narciso
ahogado en esa pobre imagen propia, el querido Pepe Parada diría: “el problema
de Sergio Massa, es que se creyó Sergio Massa”.
Disfrazado
de pibe bueno lleno de nobles y nuevas intenciones; con su vocecita de Spinetta
sin guitarra, y un repertorio de lugares comunes y eslóganes baratos, salió a
cantar la canción que el público (de Magnetto) quería escuchar. Hizo fácil.
Se
mostró comprensivo con los fondos buitres, con Inglaterra, con Occidente, con
los pobres y los ricos, con Dios y con el Papa al mismo tiempo.
Joven
maravilla, peleaba cual Robin sin Batman contra la corrupción de un gobierno
que no sólo había integrado, sino que era su sola trayectoria. Magnetto vivaba.
Más TN,
más Van der Koy más amable, más Inmorales Solá más amable todavía, María Laura
Santillán, lejos de ladrarle, ahora le chupaba las botas cada vez que lo veía.
No se podía pedir más. El protagónico era suyo. Podía sentir la victoria.
Pero Roma no paga traidores.
Pero Roma no paga traidores.
Verdad
más antigua que la antigua Roma.
Porque
un día inesperado la UCR
se fundió con el Pro, y se fundió del todo; y de golpe Magneto ya tenía otro
chico para su novela.
Todo,
así, de golpe, había terminado.
El
sueño de una noche de verano de ser el Kennedy argentino sin más apoyo que Clarín
y los country de Tigre, le explotaba en la cara como un chasco barato.
Adiós
presidencia de la Nación ,
adiós historia, adiós María Laura Santillán.
A
manera de treinta dineros por los servicios prestados, los medios del miedo
todavía le dan espacio en sus noticieros, sus cámaras algo muestran de las andanzas
de Robin lejos de ciudad Gótica, acompañado aquí, y allá, de unas cuantas
personas, que –no sin piedad- los medios del miedo se abstienen de contar. Algo
es algo.
Pero nada
nuevo.
Otra
vez la triste historia de la modelo que en su sueño de protagonizar una novela,
se acuesta con todos sus productores, para que después los muy hijos de puta se
queden con otra, y chau.
Conocedor
del ambiente y sus trastiendas, El Martiyo está en condiciones de afirmar que
más de uno de esos hijos de puta, debe estar diciendo ahora: “que se joda por
boluda”.