////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

sábado, 24 de septiembre de 2022

ATENTADO A CFK: COPITOS, LOQUITOS Y POQUITOS…

  

 

Más de tres semanas de iniciada la instrucción del atentado y sólo cuatro copitos detenidos. Abogados relacionados al Pro y la Embajada, se ofrecen gratis para defender a uno de ellos, mientras nuevas sospechas abren nuevos sumarios contra la Policía Federal. Macri, sus medios y los de Magnetto, alientan la hipótesis de los "cuatro loquitos". La investigación debería detenerse ahí, y ahí se detiene por ahora.

 

COPITOS, LOQUITOS Y POQUITOS



 

 

“...dije casi, por no llorar”.

César Vallejo

 

A más de tres semanas -23 días- de comenzada la instrucción del mayor atentado de la democracia moderna, las únicas novedades de importancia se reducen a la aparición de poderosos abogados ligados al Pro para defender a uno de los detenidos; y una nueva sospecha sobre la actuación de la Policía Federal, que no sólo falló en la custodia, prevención y resolución del atentado, sino que perdió el contenido del celular del asesino -al cual atraparon los militantes, no la Federal-, y ahora se sabe que también demoraron más de tres inexplicables horas la captura de Blenda Uliarte. Mientras tanto, el responsable supremo de la Fuerza, el Ministro de Seguridad Aníbal Fernández -ratificado en su cargo por el fantasmal Alberto-, se iba de viaje a los Estados Unidos con las rodilleras bien puestas. Los días pasan, y no mucho más pasa.

Un nuevo sumario, el tercero, abre nuevas sospechas sobre los hombres de Aníbal. Una vez que la jueza Capuchetti ordenó la detención de Brenda Uliarte, la Federal debía localizar su celular, pero los encargados de la tarea tardaron tres horas en llegar a sus puestos. Al final Brenda Uliarte fue detenida por iniciativa de un secretario del juzgado, un joven de 23 años, que se dispuso a perseguirla, ante la pereza, impericia, desidia o complicidad de la Federal. Eso se verá. O no.

Porque pese que desde el propio juzgado no paran de trascender chats que implican directamente a muchas otras personas, incluyendo a la vecina de arriba, y a los líderes de las agrupaciones de extrema derecha Revolución Federal y Nación de despojados; hasta ahora hay sólo cuatro copitos detenidos: el asesino, su presunta novia, la presunta amante de la presunta novia del asesino, y el jefe del emprendimiento de los copos de nieve, pantalla de la célula. Pero ahí una de las pocas grandes novedades de la causa.

A este último, Nicolás Carrizo, sin más oficio conocido que los copos que nunca vende, le aparecieron sin embargo tres poderosos abogados, dos de ellos ligados al directamente al Pro, y el otro a dos espías “cuentapropistas” de la AFI de Macri, procesados por espionaje ilegal.

El primero en dar la cara, Gastón Marano, es conocido como uno de los abogados más caros del país, y él mismo se jacta de haber trabajado durante años como consultor de la Embajada de Estados Unidos. Y aunque ahora dice que ya no trabaja ahí, también es cierto que lo mismo dicen todos los que sí trabajan ahí, pero en forma encubierta. Debido a su experiencia y trayectoria -este altruista abogado dispuesto a defender gratis a un terrorista-, llegó a ser asesor del senador nacional por Chubut Ignacio Torres (Pro), y nada menos que ante la Comisión Bilateral de Inteligencia, con acceso a toda la información calificada que puedan soñar la CÍA, la DEA, el FBI, el Mosad, y/o cualquier agencia de espionaje que se precie. Es extraño que hasta ahora nadie en el Congreso hubiera notado semejante topo en operaciones.

A él lo asiste la doctora Brenda Salva, ex panelista y productora de LN+ y AM24, y asesora -hasta ayer nomás- de la diputada Pro Karina Bachey, que pocas horas después del atentado, tuiteó sin pudores: “Victimizarse, causas judiciales, penas, y ahora pobrecita!!!! El circo y sus artistas!!!”.

El otro abogado del “loquito suelto” de Carrizo, es también abogado de dos de los integrantes del grupo conocido como Super Mario Bros, procesado por espionaje ilegal en tiempos de la AFI de Gustavo Arribas y Silvia Majdalani. También es abogado del perito que falseó los informes que dieron inicio a la causa Gas Licuado, con la cual se persiguió a Julio De Vido. Hasta Carlos Pagni se preguntó cuántos copitos había que vender para pagar estos tres abogados. Toneladas, concluyó. Y sí.

El chiste de la semana fue que pocas horas antes de conocerse semejante dream team judicial, Mauricio Macri -nunca lerdo, aunque siempre perezoso-, se apuró a sentenciar que los responsables del atentado eran “cuatro loquitos”. Lo cual volvió aún más sorprendente la aparición de semejantes abogados para defenderlos.

Las crecientes sospechas sobre el accionar de la Policía Federal, serán pronto eclipsadas por las crecientes sospechas sobre el accionar de la jueza Capuchetti y su fiscal Rívolo. De arranque caratularon la causa como homicidio en grado de tentativa, agravado, con premeditación y alevosía, en concurrencia con otras personas, etc, etc, etc… pero se cuidaron muy bien de enmarcarla bajo las leyes antiterroristas, por eso la defensa de Carrizo no apeló la calificación. Detalles que pasan por la realidad sin romperla ni mancharla, pero que serán decisivos en la búsqueda de la verdad. Así la fila de los que desconfían de la jueza y su fiscal, es cada día más larga. Nosotros estamos ahí desde el 4/9.

Mientras tanto, siempre alineados con la Embajada, los medios de Magnetto y de Macri, y sus satélites asociados -América, Perfil, Telefé-, se agotan en largos intentos infructuosos por subestimar la gravedad del atentado, silenciarlo y hasta negarlo, o jugarse la suerte a la hipótesis de los “cuatro loquitos” aun a riesgo de sangrar audiencia y rifar los últimos vestigios de credibilidad. Todo sea por la causa.

Y la causa es parar a Cristina, frenarla, sortear ese último escollo para el saqueo final, encerrarla, de ser posible, y si no es posible, matarla.

Ayer en su alegato final, CFK recordó las piedras contra su oficina del Senado, y remarcó tres veces que ninguna -ninguna- fuerza del Estado se presentó para protegerla. Y para graficar mejor su indefensión, recordó, además, que uno de los abogados de quienes intentaron matarla, era asesor de un senador que se sienta a veinte metros de ella. La lista de sospechosos también se hace cada día más larga, pero la jueza y su fiscal se detienen y entretienen con sus cuatro copitos o loquitos. Poco. Poquito.

A dos semanas del atentado, en nuestro posteo del 15/9 avisábamos el temor a que el atentado contra CFK se convirtiera en uno de esos grandes misterios de la historia argentina que nos impiden la justicia, y por lo tanto la paz, y por lo tanto el mañana. Hoy, a tres semanas -23 días-, ese temor ya es casi una certeza.

Y decimos casi, por no llorar.


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martes, 20 de septiembre de 2022

PERONISMO-ANTIPERONISMO: LAS RUINAS CIRCULARES…

 

Rumbo al fracaso sin olvido de Alberto Fernández, la derecha sueña con un nuevo turno dispuesta a todo, como si fuera su última oportunidad de exterminar al peronismo y así entregar, por fin, lo que queda. Antiproyecto sin proyecto que lo reemplace, el antiperonismo no se cansa de fracasar, porque ese fracaso es la victoria de sus mandantes. Y aunque justamente por eso el peronismo siempre vuelve, a pesar de eso, la derecha también.

 

 

LAS RUINAS CIRCULARES

 

El mundo se convierte (acrílico de Daniel Santoro)

 

 

“De todos modos los interventores habrán visto por esta muestra que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”.

José de San Martín (carta a Tomás Guido después de Vuelta de Obligado).

 

“Seamos libres, y lo demás no importa nada”.

José de San Martín (Orden General del 27 de julio de 1819).

 

 

 

Lo que en la Argentina llamamos la derecha -por englobar de alguna forma a los sectores locales asociados a los intereses extranjeros que saquean el país desde su fundación-, sólo tiene éxito a la hora de fracasar. Fracasos que son la victoria de sus verdaderos mandantes, pero...

Desde Bernardino Rivadavia, cuyo único triunfo fue para la Baring Brother; hasta el último gobierno macrista, pasando por Mitre y su Triple Alianza, el golpe del 30 y su década infame; la Fusiladora y sus 18 años sin peronismo; la dictadura cívico-militar-eclesiástica y su genocidio, Menem y su Cavallo, De la Rua y su Cavallo y sus muertos… todos fueron fracasos, siempre muy redituables para los grandes enemigos del país.

A partir de 1945, esa derecha adoptó un mote más amplio, y se llamó antiperonismo, incorporando así a sus luchas, socialistas, comunistas, anarquistas y lo que venga, con la sola premisa de enfrentar al peronismo. Ya no era un obstáculo proclamarse de izquierda para unirse a la derecha. Los siguientes fracasos parecían asegurados. Lo que restaba de Gran Bretaña, y los surgentes Estados Unidos, se llenaban de esperanzas.  

Pero una y otra vez, el peronismo volvía. Algo fallaba.

Con la debida obediencia de los dirigentes, la bendición de la Iglesia Católica, y los redobles triunfales de los grandes medios, una y otra vez los saqueos se llevaban a cabo sin demoras. Se destruían la moneda y la industria, y por lo tanto el movimiento obrero organizado; se remataban los recursos naturales, se precarizaba la economía, se vaciaban las reservas, se fugaban los activos, y se endeudaba al país una y otra vez asegurando así la eterna sumisión política. Todo salía bien. Pero el peronismo volvía. Algo fallaba.

En 1976 intuyeron que el problema era el pueblo, así que decidieron eliminarlo. Una tarea asas pretenciosa, pero con subordinación y valor -y el apoyo de los Estados Unidos, la bendición de la Iglesia, y el encubrimiento de los medios-, creyeron poder, y se largaron a matar. Y mataron y desaparecieron miles y miles de personas, quizás 30.000, quizás más… y aunque todavía quedaba bastante gente viva, se dieron por vencedores. Hasta que el peronismo volvió, y fueron todos a la cárcel, o murieron en el oprobio o todavía desfilan por los tribunales. Otra vez algo había fallado.

Sin embargo, después, la derecha también volvió. Con la fuerza de los medios y sus jueces, montados en inmensas mentiras (el asesinato de Nisman, La Morsa Aníbal, la corrupción que siguen probar), un día volvieron y llevaron el saqueo más lejos que nadie. Encadenaron al país a la Casa Blanca por más de cien años, destruyeron la industria, persiguieron, espiaron y encarcelaron adversarios políticos, y otra vez asesinaron (Santiago Maldonado, Rafael Nahuel), pero el peronismo volvió. O eso parecía.

Porque hoy la historia nos encuentra bajo un gobierno que no sería de derecha, pero como tampoco es peronista, resulta una suerte de suma cero cuyo letargo alienta al antiperonismo, que ahora sueña otro retorno dispuesto a un fracaso definitivo que así les garantice una definitiva victoria a sus verdaderos mandantes. Como si fuese la última chance, como si no hubiese un mañana…

Ya no habrá “gradualismo”, avisan, “haremos lo mismo pero más rápido”, se jacta Il Capo, “esto va a doler”, advierte la Bullrich, “a la Provincia hay que entrar con metra”, amenaza una tarada que la sigue, mientras todos compiten contra todos en un torneo de ferocidades que sería cómico de no ser dramático… Esta vez nada puede -debe- fallar, saben. Pero…

Porque, valoraciones aparte, el peronismo es un proyecto de país, mientras el antiperonismo, como su nombre lo indica, es un antiproyecto, sin proyecto que lo reemplace.

Entonces vendrán, y harán, como siempre, mucho daño. Con sus medios y sus jueces cumplirán como sea con lo que resta del saqueo, y cada 4 de julio les servirán su copa en la Embajada… pero justamente por todo eso, más antes que después, el peronismo volverá… Y es que otra vez fallará lo de siempre: el pueblo.

El de las dos invasiones inglesas, el de la Semana de Mayo, el de la Vuelta de Obligado, el del 17 de octubre, el de los 18 años de resistencia, el del 30 de marzo y el del 15 de junio del 82; el único pueblo que juzgó a sus genocidas; el de diciembre de 2001, el del 2x1, el del último agosto en Recoleta… ese pueblo que la derecha ignora, y porque ignora, la desbarata. Es fácil de entender.

Más complejo y no del todo posible, es responder por qué la derecha, que siempre fracasa, también siempre vuelve… ¿Qué es lo que falla?...  ¿Debilidad del peronismo? ¿Banalidad popular? ¿Locura colectiva?... ¿O es acaso la suerte de las colonias?, que pueden lograr tiempos mejores, pero como no son de verdad libres, lo demás no importa nada...


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jueves, 15 de septiembre de 2022

ATENTADO A CFK: VIVOS, IDIOTAS Y PESADOS…

 

A dos semanas del atentado, hay cuatro detenidos, cuatro marginales de esos que hacen las delicias de los profesionales del magnicidio. Sin embargo la cadena de dudas se inicia con la Policía Federal, sigue por la AFI, involucra a la policía de Larreta, incluye a los grande medios; y basta preguntarse quién se beneficiaría con esta muerte, para que la lista de sospechosos se haga tan densa -en nombres, móviles y capacidades-, que el hecho podría convertirse en otro de esos grandes misterios de nuestra historia.

 

 

VIVOS, IDIOTAS Y PESADOS

 

 



Como las voladuras de la Embajada de Israel y de la AMIA, o el destino de los desaparecidos; el atentado contra Cristina Kirchner corre el riesgo de convertirse en otro de los grandes misterios de la historia argentina.

A dos semanas del hecho, medios y funcionarios cuestionan la actuación de la Policía Federal, responsable de la custodia de la vicepresidenta. Fallaron en la prevención del atentado, y una vez realizado, fallaron en la inmediata protección de CFK, y hasta perdieron inmediatamente el contenido del celular del asesino. Pero nadie recuerda que también fallaron en la detención de Sabag Montiel, quien fue atrapado por los militantes, o tal vez escapaba, y chau.

Pese a tan extraordinario fracaso, nadie renunció, ni en la Federal, ni tampoco su máximo responsable, el Ministro de Seguridad Aníbal Fernández. Por el contrario, fue ratificado en su cargo por el Presidente, quien así se apropió del extraordinario fracaso.

Se olvida también la inoperancia de la Agencia Federal de Inteligencia, al mando del rossista Agustin Rossi, que recién ayer, quince días tarde, detectó una organización dispuesta al atentado. Una justicia lenta no es justicia, y una inteligencia tardía no es inteligencia. Pero tampoco allí renunció nadie.  

Durante los días previos al atentado, el gobierno de Larreta fue denunciado porque su policía filmaba ilegalmente a los manifestantes. También, y desde antes, está siendo procesado por el uso irregular de datos biométricos. Sin embargo, durante días de filmar y filmar, no detectaron allí ningún sospechoso, ningún infiltrado; ni aportaron todavía dichas filmaciones en la justicia.

Es famosa la furia con que la policía de Larreta persigue a los vendedores ambulantes. Tanto fue así, que después del papelón de las vallas, Jorge Macri, Ministro de Gobierno de la Ciudad, se jactó -sin sonrojarse- de haber secuestrado “seis parripollos”. Por eso resulta tan extraño que durante más de una semana de filmar manifestantes y perseguir ambulantes, se le hayan escapado justamente los vendedores de copitos.

La jueza María Eugenia Capuchetti, ahijada política de Daniel Angelici, fue nombrada en Comodoro Py por Mauricio Macri, pero por recomendación expresa de su operador judicial, el prófugo Pepín Rodríguez Simón. El fiscal de la causa, Carlos Rívolo, tenaz perseguidor de Julio de Vido -y de otros funcionarios ka (nunca un macrista)-, fue también fiscal de la Causa Los Sauces, cuando auguraba a viva voz la prisión para “Cristina Kirchner y sus hijos”. Ahora Capuchetti y Rívolo están a cargo de la instrucción del atentado. Por eso aquí no resulta extraño que a dos semanas del hecho la investigación no pueda salir del ámbito de los copitos, y haya sólo cuatro detenidos, pese que desde el mismo juzgado no paran de filtrarse chats, audios y fotos de muchos otros implicados en actos violentos (las antorchas contra la Rosada, el ataque a periodistas y al coche de Massa), relacionados con los detenidos, y aún con amenazas expresas al Presidente de la Nación. Total normalidad.

Los cuatro detenidos -Fernando Sabag Montiel, Brenda Uliarte, Agustina Díaz y Nicolás Carrizo-, así como los otros integrantes de los grupos de extrema derecha -Nación de Despojados y Revolución Federal-; tienen, todos, el perfil preciso de los marginales, embrutecidos por el resentimiento, enloquecidos por la propaganda, y por lo tanto temerarios. Lo cual a su vez los convierte en una deliciosa carne de cañón para los profesionales del magnicidio. Debidamente operados -y financiados-, idiotas así resultan muy útiles.

En los días previos al atentado, dos de los integrantes de estas agrupaciones de extrema derecha, tuvieron acceso al edificio de CFK, merced a la famosa vecina de arriba, Ximena Tezanos Pinto, según su propia confesión pública, refrendada por fotos, videos, audios y publicaciones. La vecina, además, le subalquila una habitación en su departamento -encima del departamento de CFK- a la abogada de uno de esos extremistas, a la sazón procesado por atacar el coche del Ministro Massa, y a los periodistas de C5N. Como si algo faltara, un hijo de Tezanos Pinto está en conexión con los hijos del fiscal procesado Carlos Stornelli, Julian y Mateo Stornelli, el primero ex agente de la AFI de Macri, el segundo empleado de la Dirección de Asistencia Judicial en Delitos Complejos y Crimen Organizado (Dajudeco), dependiente de la Corte Suprema. Sin embargo, a dos semanas del atentado, la casa de Tezanos Pinto -repetimos: justo encima del departamento de CFK-, no fue allanada, ni ella indagada, ni su extraña inquilina, ni sus visitantes, ni su hijo. Nadie.

Tampoco sorprende que los medios de Magnetto, que acosaban en manada a la fiscal Vivian Fein durante la instrucción de la muerte del play boy Alberto Nisman, ahora ni siquiera pregunten por la salud del fiscal Carlos Rívolo. Por el contrario, luego del infantil intento de presentar el atentado como un “autoatentado”, y luego de los infructuosos esfuerzos por despegarse del odio que esparcen desde hace tantos años; ahora prueban con ningunear el caso bajo la hipótesis de los cuatro loquitos, mientras operan en Comodoro Py para presionar a la jueza, como si de verdad supieran dónde y con quiénes acabarían las investigaciones.

Todo es raro.

Por fin antes de ayer Cristina Fernández decidió presentarse como querellante con el patrocinio del doctor José Manuel Ubeira, lo cual presupone variadas dificultades para cualquier intento de ocultamiento y/o dilación por parte de la jueza y su fiscal. Ojalá.

Por ahora, una y otro parecen concentrados en los la banda de los copitos. Pero seis, diez, doce o quince, los copitos no son infinitos. Más antes que después la jueza y su fiscal tendrán que preguntarse lo primero que se pregunta cualquier buen investigador ante cualquier crimen: ¿quién se beneficiaría con esta muerte?...

Entonces tendrán que recordar que atentaron contra la única figura política argentina que inquieta a los Estados Unidos y a los poderes económicos concentrados nacionales y transnacionales: a la Sociedad Rural, a los machos de la UIA, la AEA y el agronegocio; a los grandes fugadores de dinero, a los apropiadores de Papel Prensa, desde luego a la oposición, y antes y desde siempre a todos los que soñaron el 2x1, a los genocidas condenados, a los procesados, y a los buscados... todos grandes enemigos, todos grandes sospechosos.

Porque si la investigación se diluye en media docena de idiotas útiles, el atentado contra CFK será otro de esos misterios de nuestra historia que nos hacen imposibles la paz, la justicia, y el mañana.

 


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domingo, 11 de septiembre de 2022

ATENTADO A CFK: VIAJE AL FONDO DEL ODIO…


 

En 2008 -a partir de la crisis por la 125- los medios de Magnetto y sus aliados iniciaron su confeso “periodismo de guerra”, cuyo enemigo declarado era CFK y el kirchnerismo. Desde entonces, las mentiras se caen pero se suceden. Mientras encarpetada o asociada, una pandilla de jueces y fiscales le da a sus ficciones realismo judicial, sin pruebas, pero con histrionismo. Casi una década y media agitando la ira de un pueblo roto en dos, con una de sus mitades dispuesta a cualquier cosa.  

 

VIAJE AL FONDO DEL ODIO

 




Resulta muy cómodo adjudicarle a Adolfo Hitler el exterminio de millones de personas, pero él tampoco fue un lobo solitario. No solo estaban sus ministros y sus generales, sus asesores, su plana mayor y su mesa chica, sino, y sobre todo, su pueblo. Porque los nazis fueron terribles, seguro, pero mucho más terrible es que los hombres -y las mujeres- fueron nazis.

Si no se quiere leer, basta mirar las imágenes de la época, esas multitudes que lo adoraban eufóricas, las concentraciones descomunales que convocaba y lo vivaban, esos miles y miles de alemanes formados en escuadras perfectas, disciplinadas, voluntariosas, marchando a un mismo paso tras sus pasos…

El pueblo alemán no era mejor ni peor que otros. Pero derrotado y humillado, empobrecido, hambreado, sin destino, se hundía en la frustración y el resentimiento. Era un pueblo cuyo espíritu agonizaba sin esperanzas ni motivaciones. Hitler, en tal caso, fue quien mejor lo comprendió. Le encontró un enemigo común razón de todos sus males, y a fuerza de propaganda, convirtió tanta desolación en odio puro, y desató su furia.

Remontémonos por algunas líneas a las trágicas jornadas del año 33. Poncio Pilatos no aspira a la posteridad. Es un burócrata mediocre confinado a la administración de una colonia periférica, y conflictiva. Trata de llevarse bien con los principales sectores en pugna, terratenientes, comerciantes, usureros, y sobre todo, con la jerarquía religiosa de ese pueblo tan intenso. No quiere problemas. Sólo piensa en su retiro, y en volver a Roma… cuando un día, ese día, la vida o la muerte del Hijo del Hombre, quedan en sus manos.

La ciudad estalla y se divide, el caos se anuncia, grupos de fanáticos ya se enfrentan por las calles. De un lado presionan el Sanedrín, los comerciantes, los prestamistas, los terratenientes; y del otro las multitudes que siguen al carpintero de Galilea. Unos piden su cabeza, y los otros su libertad. Después de orinar, mientras se lava las manos, Pilatos tiene una idea genial: elecciones directas ya.

Desairados y enfurecidos pero astutos, Caifás, su Sanedrín, sus burócratas y sus financistas, sin perder un minuto, lanzan un ejército de agitadores pagos que se infiltra en la multitud recalentando los ánimos en contra del que había multiplicado los panes y los peces, para mantener vagos, y que en una demostración de autoritarismo mesiánico inaceptable, había echado a patadas en el culo a los pobres usureros del Templo, que era gente de bien, de trabajo, amigos de Caifás, incluso, personas prósperas, no como ese populista que defendía putas, leprosos y cabecitas...

Los resultados de aquellos comicios son por todos conocidos: la turba gritó Barrabás.

La fundación de la democracia libre y universal resultó así una catástrofe que dos mil años después todavía sufrimos. Y el pobre Pilatos pagó su gran invento con el oprobio eterno ¿Qué falló?

El sistema acaso era el mejor que podía pensarse, pero ya desde el principio mostró su fisura fatal: antes o después terminaba en manos de los más ricos, de los más poderosos, de los poderes concentrados, o sea: de quienes pudieran pagar la mayor cantidad de agitadores. El sistema era buenísimo, descubrieron los malos. Nacían los medios de comunicación masiva.

Con los siglos de los siglos aquellos agitadores se autoproclamaron periodistas y/o publicistas, hicieron de su rebusque una industria muy lucrativa, refinaron sus técnicas de extorsión a gran escala, y supieron aprovechar cada invento moderno: la imprenta, la radio, la tele, el Internet, y lo que venga. Soportes, los llamamos ahora. Quizás Caifás también los llamó así en su arameo irrecuperable.

Llamen como les llamen, el fin es siempre el mismo: los medios.

Y si hoy los grandes capitales avanzan sobre ellos sin parar, es porque saben de su importancia decisiva en las democracias modernas, electrónicas y teledirigidas. Allí donde los medios hacen el viejo trabajo: agitar.

Por prepotencia de volúmen, ahora son ellos la auténtica autoridad religiosa de un pueblo que no precisa de verdades para creer, y sus empleados -Lanata, Leuco, Majul & Co.- los agitadores de la furia de los frustrados y los resentidos, que enceguecidos por ese odio, ya no buscan soluciones sino culpables, y no quieren justicia, sino venganza. 

Desde la crisis de la 125 en 2008, son ya catorce años de mentiras que se caen y se suceden… catorce años acusando a CFK sin pausa y sin pruebas de chorra, asesina, jefa de la banda, yegua, loca, enferma, mierda… Casi una década y media elaborando infantiles teorías sobre comandos iraníes-venezolanos capaces de desmaterializarse para atravesar paredes y matar fiscales… Viajando por el mundo detrás de las cuentas offshores de Cristina, sin encontrar siquiera las de Macri… Presentando testigos siempre "clave", que pronto los desmienten ante la justicia (Federico Elaskar, los hermanos Lanatta, el propio Alconada Mom)… Denunciando cuentas en Estados Unidos de funcionarios ka (Nilda Garré, Máximo Kirchner), al cabo negadas por la propia Reserva Federal… Casi quince años ya de mentiras, injurias, campañas y ficciones que una pandilla de fiscales y jueces -encarpetada, extorsionada o asociada-, luego consagra en los tribunales con realismo televisivo.

Como ejemplo de esa promiscuidad mediática-judicial, baste recordar la serie de acción y suspenso del fiscal Marijuan escarbando la Patagonia en busca de un PBI enterrado, como quien se presenta en los Estudios Walt Disney y pide hablar con el Pato Donald. Y así nomás el absurdo se hacía realidad.   

En la novela fundacional de la novela moderna, Viaje al fin de la noche, Ferdinand Bardamu -protagonista y alter ego de Céline-, se encuentra de golpe en medio de una batalla en el frente francés de la Primera Gran Guerra. Entonces comprende lo que pasa, y reflexiona: “uno es virgen del horror como lo es de la voluptuosidad, ¿quién podía prever, antes de entrar verdaderamente en la guerra, el contenido de la cochina alma heroica y holgazana de los hombres? En aquel momento estaba agarrado por el engranaje de la fuga en masa hacia el asesinato en común, hacia el fuego. Aquello surgía de las profundidades, y había llegado.” 

El magnicida fallido Fernando Sabag Montiel, y sus aún incontables cómplices, también surgían de las profundidades... y un día, una noche, llegaron. 



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domingo, 4 de septiembre de 2022

ATENTADO A CFK: EL ABISMO POSIBLE…


Un blanco a pocos centímetros, imposible errarle. Cinco balas en el cargador, más que suficientes. Dos disparos, con uno hubiese bastado. Todo estaba listo para encender un infierno nacional cuyas consecuencias y desenlace superan por mucho la imaginación de un pueblo y su dirigencia al borde de un abismo, y separados por una muralla de vidrio a través de la cual se gritan sin escucharse. Mientras Estados Unidos acecha y desespera.

 

EL TIRO DEL FINAL



 


En el fondo de todas nuestras desgracias nacionales está la banalidad con que encaramos la historia.

Con una candidez tan tierna que por ráfagas parece estúpida, políticos y habladores mediáticos soñaban que el atentado a CFK marcaría “un antes y un después”, “un punto de inflexión” que hasta podría cerrar la grieta. Nada más ñoño.

El intento de magnicidio contra la figura política más importante del país, ahonda eso que llamamos grieta, y que más bien funciona como una muralla de vidrio. De un lado y del otro nos gritamos de todo, alzamos los puños, retorcemos las bocas, las caras, nos vemos, sí, porque la muralla es de vidrio, pero tan gruesa, que hace rato no podemos oírnos.

Los unos no escuchan a los otros, cada cual pesca en su propia pecera, ni gritos, ni mucho menos razones atraviesan la muralla. Al contrario, la engrosan, la fortalecen. Pero sigue siendo de vidrio, y el día menos pensado, podría astillarse y reventar como una noche de cristal que se hace añicos.

El jueves 2 de setiembre, estuvo a punto. Por lo que tiene todas las características de un milagro, la cabeza de Cristina Kirchner no estalló por televisión. Pero insumiría el tiempo y el trabajo de una gran novela imaginar qué hubiera pasado si ese milagro no se operaba. De arranque, basta considerar la reacción popular que desató apenas el pedido de condena del futbolista Diego Luciani.

Por lo pronto una era política hubiera terminado en ese preciso instante. Y para todos, oficialismo y oposición. El desorden inmediato desbordaría a los unos y los otros, y por su propia dinámica derivaría en un caos social que sólo crecería con las horas. Al Presidente Fernández la pandemia y la guerra en Ucrania, ya no le servirían de excusa para nada: hartos de estar hartos, los primeros que pedirían su cabeza, son los mismos que lo votaron. Ríos de sangre y mierda correrían por las redes y los medios arrastrando en sus torrentes a políticos y jueces, fiscales, funcionarios y periodistas que ya no podrían salir de sus casas sin temer en cada esquina un linchamiento. Antes o después, Alberto o no, el desborde social exigiría la represión, y entonces la nafta llovería sobre el fuego. Como se vio en Recoleta -y tantas veces en la historia-, los palos y los gases multiplicarían las protestas, y los disturbios seguirían por días, semanas, acaso más; demasiado tiempo para un país endeudado y sin reservas con un 40% de pobreza. La hecatombe económica se tragaría el resto. Sobre esas bases habría que empezar esa novela, cuyo desenlace precisaría de un Stephn King, o del propio Lovecraft. Apenas un milagro nos salvó de tanto horror.

Ahora todo es fiesta como en la casa de Lázaro cuando lo vieron andar. Superado el espanto del infierno posible, la oposición se divierte negando la veracidad del atentado, lamentando por redes la mala suerte del asesino, culpando a Cristina de buscar prensa; los cuatro de la Corte se preocupan por los fiscales y los jueces que participan de la investigación, y “Cristina que se joda”, les faltó agregar; mientras Alberto decreta un feriado que no todos acatan, y se abraza al fracaso de su Ministro de Seguridad Aníbal Fernández, responsable de las fuerzas que custodiaban a la vicepresidenta, y que ahora también perdieron las pruebas del celular del asesino.

De la ciénaga de estiércol de Comodoro Py, surge la figura de la jueza María Eugenia Capuchetti como toda esperanza de saber un día la verdad de la verdad.

Niña mimada del reconocido operador judicial macrista Daniel Angelici, en 2016 María Eugenia Capuchetti se convirtió en la segunda mujer en ocupar un juzgado federal, pese a no tener las mejores calificaciones, pero en cambio, sí, muy buenas relaciones.

Visitante frecuente de la AFI de Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, de su trayectoria como magistrada se recuerda, por ejemplo, que dispuso excluir como prueba un informe que revelaba la actuación de la mesa judicial macrista; y que se excusó de actuar en la causa contra el agente de inteligencia macrista, falso abogado y extorsionador, Marcelo Dalessio. Ahora tiene un trabajo duro. Sobre todo, que le crean su trabajo.

La investigación recién comienza, pero ya se perdieron pruebas cruciales. De alguna forma, se borró el celular del magnicida. “La historia demuestra que nada es imposible”, diría Michael Corleone, y la humanidad ya está demasiado curtida como para comerse el cuento del “lobo solitario”. De ser esa la verdad, costará imponerla, y tal vez nunca nadie la crea del todo.

La sombra siniestra de Lee Harvey Oswald, se abate sobre cualquier facilismo, y enciende cualquier teoría, por más disparatada que suene.

La patraña de Dallas, murió en Hollywood, y no cerró nunca. Aún hoy, 59 años después, nadie se anima a afirmar quién mató a Kennedy. La mafia, la CIA, el FBI, los Rusos, la policía de Dallas, todos juntos... las dudas y los sospechosos crecen y se multiplican, mientras Oswald cae y cae en las apuestas.

El pueblo norteamericano nunca más fue el mismo. Nunca más creyó del todo en nadie. Pronto mataban al hermano de Kennedy y a Luther King, eyectaban a Nixon, se colgaban de los helicópteros para salir de Vietnam, volteaban las Torres Gemelas, mentían en Irak, fracasaban en Siria, en Libia y Afganistán, votaban a Trump y los arrasaba la pandemia... hasta que por fin un día marcharon al Capitolio, y lo rompieron todo.

Si no se tratara de Cristina, se podría hablar de un magnicidio simple. Pero Cristina no es una mandataria a secas, sino, y sobre todo, la única figura política argentina que inquieta a los Estados Unidos, justo en el preciso instante en que los Estados Unidos comprenden su decadencia, y desesperan, y entonces se enfrentan a Rusia, provocan a China, sacrifican a Europa, mientras la pobreza y la desolación se los comen por dentro; y así desesperados, claro, están dispuestos a todo. Desde luego, a matar a cualquiera.

“Si algo me pasa, no miren a Oriente, miren hacia el norte”, avisó CFK alguna vez.

Tal vez la jueza Capuchetti es capaz de llegar al hueso de la verdad de este atentado… o tal vez nada más se estrelle contra la muralla de vidrio, y la haga añicos.

Es difícil creer en milagros, pero si existen, son infrecuentes.


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viernes, 2 de septiembre de 2022

BRULOTES BRUTALES – Hoy: Aníbal Fernández, de caníbal a vegano…


 

Una operación mediática lo dejó para siempre sin chances electorales, pero no le impidió volver a la función pública como Ministro de Seguridad  de “mi amigo Alberto”, a quién alguna vez acusó de estar “al servicio de Héctor Magnetto”. Durante demasiado tiempo Aníbal Fernández encantó a vastos sectores del kirchnerismo con sus desboques virtuales y sus bravatas televisivas. Pero entre la impericia y la inoperancia, sus días de burlesque se terminaron.

 

 

TRISTEZAS DE UN PAYASO


 

 

"Alberto Fernández trata de desmentir, en una carta llena de agravios a la Presidenta, lo que no se ha cansado de confirmar en su constante trajinar mediático: que es una persona al servicio de Héctor Magnetto”, así comenzaba la carta que Aníbal Fernández le dedicaba a Alberto Fernández desde el diario La Nazión el 28 de julio de 2011.

Guapo del tuiter, recitador de frases hechas y refranes defectuosos, ex funcionario de Duhalde, de Ruckauf, de Néstor y de Cristina, hoy habla de “mi amigo el Presidente”; y en defensa del calamitoso acuerdo con el FMI, no dudó en atacar a Máximo cuando renunció a la presidencia del bloque, acusándolo de “portación de apellido”, y por elevación, de atrás, a Cristina.   

Víctima fatal de una campaña mediática orquestada por la inestable Elisa Carrió y el operador Jorge Lanata, en 2015 perdió las elecciones por la Provincia, y aunque demostró su inocencia -y la patraña de los otros-, nunca pudo limpiarse del todo, ni dejar de ser, para muchos, La Morsa, el rey de la efedrina. La injuria es un balde de agua, una vez arrojado, es imposible juntarlo, se sabe.

Así marcado, sin posibilidades electorales ni para concejal en Pinamar, se dedicó de lleno al panelismo televisivo y el exabrupto virtual, sin más esperanzas que volver un día a la función pública. Por fin lo consiguió. Roscando y operando desde el programa Caníbales, y entre rosarios de alabanzas al Presidente Fernández, un día volvió como Ministro de Seguridad, cargo desde el cual se dedica a elogiar las Fuerzas bajo su mando, hagan lo que hagan, y si no hacen nada también. La genuflexión como liderazgo, digamos.  

Con su clásico bigote castrense, y el ceño siempre fruncido -para mostrar compromiso, seriedad y bravura-, más allá del burlesque de sus intervenciones públicas, su gestión actual se hace difícil de evaluar porque es invisible, secreta o nula. A no ser por el viejo truco de correr punteros de barrio para simular una lucha contra el narcotráfico internacional. De tanto en tanto se jacta por el decomiso de unos cuantos kilos de marihuana, o la detención de “dos mulas”, o de cuatro perejiles. Nunca un fiscal, un juez, un comisario, un banquero, un funcionario político, sin los cuales dicho inmenso negocio sería imposible. Nunca.

Durante demasiado tiempo Aníbal Fernández encantó a vastos sectores del kirchnerismo con sus bravatas virtuales y sus payasadas televisivas. Como pescaba en su propia pecera, no ganaba adeptos, pero espantaba indecisos creyéndose sin embargo divertido. En nombre de Cristina y de Néstor, repartía para todos lados y hasta lo acusaba a Alberto de “empleado de Magnetto”, y entonces Alberto lo llamaba  “energúmeno verbal”. Días de vino y alegría que ya no volverán. 

Hoy Aníbal ya no causa gracia. De a poco sus tristes chistes ya no daban risa sino bronca, y por fin las jornadas de agosto se lo llevaron puesto.

El último fin de semana alcanzaba el mediodía de su inoperancia, cuando, como responsable de la Policía Federal -responsable a su vez de la seguridad de la vicepresidenta- se la pasó mirando por televisión cómo una policía municipal la sitiaba en su casa, mientras apaleaba manifestantes, diputados y gobernadores de su propio partido. Esta vez ni un tuit. Ningún chiste, ningún sarcasmo, ningún “mamerto”. Nada. Como si fuera nadie, ningún ministro, ninguna seguridad.

Tarde, tres días después, reapareció por televisión en el programa por supuesto de Gustavo Sylvestre, el último albertista. Una vez más, como siempre, habló mucho y no dijo nada. Intentó explicar la represión de Larreta hasta parecer justificarla, y desestimó la filmación ilegal de militantes por parte de la policía, mientras destacaba su buena relación con su par de la Ciudad Marcelo D´alessandro, responsable del desastre. Pero como toda enérgica respuesta a su mucha ineficacia, allí anunció la ampliación de la custodia de Cristina. Apenas 48 horas después, el jueves por la noche, se demostraba también su peligrosa impericia de charlatán.

Anoche, pocos minutos después del atentado, apurado por salir en la tele, reapareció en C5N para subestimar los hechos reduciendo el intento de magnicidio a "una persona que según los que estaban cerca, muestra que tenía un arma", cuando en ese mismo momento lo cortan para presentar las imágenes del arma en la cabeza de Cristina. The end. 

Al cabo de largos y muy duros párrafos, aquella carta de La Nazión dirigida a Alberto cerraba así: “La verdad es que da pena que de jefe de Gabinete de Néstor Kirchner termine de operador de Héctor Magnetto. Da pena. Porque, ¿sabe qué?, en la vida lo más importante no es cómo se comienza, sino cómo se termina”.

Ahora Aníbal habla de “mi amigo el Presidente”, y se borra cuando hace falta.

Terminó así. 


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lunes, 29 de agosto de 2022

CFK: EL HURACÁN Y SUS DESTROZOS…

 

Como una fuerza de la naturaleza, una vez más Cristina Fernández de Kirchner cruzó la realidad, y se la llevó puesta. Ni los que soñaban un país sin ella, ni los que soñaban un peronismo sin ella, saben ahora qué soñar. La reacción popular clausuró la interna del FdT, y detonó la de JxC. De un lado y del otro de la grieta, nada quedó como estaba.

 

LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ

 

Museo de Cera de la Ciudad

 


Con sus hábitos de huracán que pasa y arrasa, Cristina Kirchner cruzó una vez más la realidad sin dejar nada en su lugar, ni de un lado ni del otro de la grieta.

Como advertimos el viernes, la reacción popular clausuró la interna en el Frente de Todos: manda ella, y el que no se encuadre, afuera, tal como entendieron ahora tantos  que hasta ayer nomás soñaban un peronismo sin Cristina, desde los dirigentes eviteros y cegetistas, hasta lo que queda de Alberto y lo que se crea Massa. Y también dejó claro, la reacción popular, que Cristina es inmune al fracaso de uno, y al ajuste del otro. El pueblo peronista es de ella, las penas son ajenas.

Despiertos de sus pequeñas ambiciones, los dirigentes del Frente de Todos se apuraron a correr del Parque Chacabuco al Lezama, y del Lezama a Recoleta para ponerse a la cabeza de lo que hacía ya cinco días el pueblo había decidido con la cabeza de ellos. Entonces desfilaron frente a las cámaras el remolón Gabriel Katopodis, el radical Leandro Santoro, y hasta Juan Grabois -que hace tan poco consideraba el lawfare apenas un “asunto de Cristina”-, o descerrajaban sus tuits urgentes los últimos albertistas, Julio Vitobello, Santiaguito Cafiero, y hasta Vilma Ibarra, ex de Alberto y autora de un libro contra Cristina… Ya nada era lo que era, ni nadie lo que se creía.

Sergio Massa, el superministro que negaba serlo, tendrá que retocar sus fantasías de gloria. Aún si el ajuste planificado por el prócer neoliberal y tuitero arrepentido Gabriel Rubinstein tuviera alguna posibilidad de éxito, no sería conveniente emprender una campaña prometiendo otra vez “meter presa a Cristina”, y menos aún enfrentarse con ella en una interna, por mucho apoyo que le prometa la Embajada norteamericana. El horno ya no está para esos bollos.

Y en cuanto al propio Alberto… bah. Cada día más borroso, acaso demasiado ocupado en defenderse de sus propios dichos -y de sus “amigos” de TN-, en todo el fin de semana apenas retuiteó algo -que no le importo a nadie-, y siguió mirando por televisión desde Olivos, cómo la historia pasaba por Recoleta, y lo olvidaba. A sus órdenes, el influencer Aníbal Fernández, Ministro de Seguridad de la Nación, y por lo tanto responsable de la Policía Federal -responsable a su vez de la custodia de CFK-, también será recordado por su sonoro silencio, mientras la vicepresidenta era sitiada en su domicilio por una fuerza municipal, que de paso apaleaba a los votantes del FdT. Dos Fernández, que no hacen uno.

Y del otro lado de la grieta, tampoco quedó nada en pie.

Varias veces medalla de oro en la disciplina Tiro por la Culata, el gorilaje demostró hasta qué punto es idiota esperar resultados distintos usando los mismos procedimientos. En el 45 creyeron que bastaba encerrar y proscribir a Perón. Los resultados de la ocurrencia son por todos conocidos. Sin embargo, 78 años después, repitieron la astucia. Los resultados están a la vista.

Rehén del espionaje de su propio su jefe, Horacio Rodríguez Larreta quiso a hacerse el duro con sus vallas y sus hidrantes, para terminar reculando con sus vallas y sus hidrantes decorados por la militancia entre pintadas y afiches de Todos con Cristina; y allí se largó Todos contra Todos de los cambistas. Bullrich que le pega a Larreta, Carrió que lo defiende a coro con Ritondo, al que antes Carrió acusó de narco... Es dable pensar que Macri le ordenó la represión como quien lo baña en nafta, y le arroja un fósforo. Pero sumiso, desconcertado o extorsionado, el intendente se arrojó nomás sobre la granada, y bueno...

Tarde, vencido y chamuscado, hacia la noche del sábado salió a explicar por televisión lo que ya ni los vecinos de Recoleta habrían de escucharle. Indignado porque se hablaba de “la policía de Larreta”, y para limpiar su desastre, intentó un gracioso reconocimiento de esa misma policía que asesinó a Lucas Gonzáles y a otras 130 personas desde el 1 de enero de 2017; la que reprimió en el Borda, la que les pegó a los maestros tantas veces, y a las enfermeras en plena pandemia; la misma policía que tiene un agente desparecido hace más de tres años -Arshak Karahnyan-, y que ni siquiera busca, porque, todo indica, lo desapareció ella misma: la policía de Larreta.

La foto será inolvidable. A su alrededor, como embalsamados, se plantaron algunos de los máximos referentes cambieros, cuyos rictus amargos, resultaban por lo mismo cómicos. El primo de su jefe -el jefe no fue-; María Eugenia Vidal -dura como trabada-, siempre firme y detrás de ella, el pistolero Cristian Ritondo; el infaltable Diego Santilli, serio como una moneda; el exliberal, exradical, exkirchnerista, expro, exconservador, exneoliberal, y ahora radical de nuevo, Martín Lousteau; y hasta la minúscula hormiguita Graciela Ocaña, casi insustancial en un extremo de la foto. Qué risa. Diría Discépolo: una risa que dan ganas de llorar.

Y es que en política ignorar al pueblo, conlleva ese riesgo: no entender nada. 

Por impedir la candidatura de Cristina, la lanzaron. Por acabar con el peronismo, lo revivieron. Por romper el Frente de Todos, lo organizaron. Por intentar someter a un país, lo levantaron. Por perseguir a Cristina sin pruebas, Cristina hizo públicas las pruebas que ahora habrán de perseguirlos. Todo salió mal.

Pero ahora los políticos argentinos, de Alberto a Macri, saben ya que hablan para nadie. Para los empleados de Magnetto, acaso; para esos cuantos cacerolos y guillotinadores que alborotaban la esquina de Juncal y Uruguay, y que ya difícilmente vuelvan; para el público menguante de Leuco y sus leucocitos; para esa porción de la ciudadanía que en 2019 -aun con Alberto de candidato, y tras más de una década de persecución mediática y judicial-, no les sirvió para nada. Por muchos ruidos que hagan con la boca, las masas sólo escuchan a Cristina, y sólo a ella le creen.

Pero esto recién comienza. Como una buena serie que ninguna plataforma ofrece, los capítulos por venir requerirán tres toneladas de pochoclo.

¿Cómo terminará la causa vialidad? ¿Se animarán a condenarla, encerrarla y proscribirla? ¿O recularán en chancletas, como hicieron con el 2x1?... ¿Investigará la justicia los cientos de chats entre Nicky Caputo y José López? ¿Y la procedencia de los dólares de sus bolsitos?... El embajador norteamericano Marc Stanley ¿seguirá oficiando de cupido entre Larreta y Massa?... Cuando le explote en las manos la bomba que está armando ¿cómo hará Massa para atarse los zapatos?... ¿Los eviteros Chino Navarro y Emilio Pérsico, recuperarán el habla? ¿Confesará el fiscal Luciani que es kirchnerista? ¿O dejará que la gloria de esta resurrección se la lleve cualquiera?...

Muchas son las intrigas de una serie a la que le sobra reparto, pero sólo tiene dos protagonistas: Cristina, y su pueblo.



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viernes, 26 de agosto de 2022

LAS JORNADAS DE AGOSTO: UN NUEVO OCTUBRE…

 

 

Abusada la paciencia, ahora truena el escarmiento. Pasacalles, pintadas, muros de redes y de calles lo avisaban: Si la tocan a Cristina… Ni oposición ni oficialismo lo entendieron. Los unos creyeron que bastaba proscribirla y encerrarla como hicieron con Perón en el 45. Los otros organizaban un operativo clamor que les explotó en la cara, y que no cesa. Ahora nadie se anima a predecir dónde, cómo ni en qué terminará todo esto. Sólo el pueblo y la historia pueden saberlo.

 

EL RAYO QUE NO CESA

 





 “Ya somos el pasado que seremos”.

Jorge Luis Borges

 

Lo que es muy grande, lo inmenso, para ser comprendido, requiere distancia, perspectiva. No se puede contemplar una montaña sin alejarse de ella. Con la historia sucede lo mismo, se teje con los días del presente, pero se entiende en el futuro, cuando ya es pasado.

El 25 de mayo de 1810 frente al Cabildo de Buenos Aires, los vecinos de la ciudad no hablaban del feriado nacional que inauguraban, ni de los muchos chocolates patrióticos que servirían ese día para siempre, ni de la incipiente industria de la escarapela nacional. Más bien puteaban al virrey, algunos a Saavedra, otros a Moreno, en fin: hacían el futuro, no lo habitaban.  

Así también transcurren ahora estas jornadas de agosto, que recién el tiempo sabrá dimensionar como, acaso, otra semana de mayo que sigue más allá de su semana, o como un largo 17 de octubre que estalló un día, pero que no se calmó ese mismo día...

Con el tiempo los historiadores evaluarán sin pasiones coyunturales los elementos de la realidad. La espectacularidad mediática de una causa judicial plagada de inconsistencias, irregularidades, ilegalidades; las fotos de fiscales y jueces jugando a la pelota, compartiendo asados en la quinta del expresidente, a la sazón enemigo acérrimo de la acusada… pero no habrá registro documental de pruebas concretas que expliquen el pedido de cárcel y proscripción contra la acusada, a la sazón, lideresa indiscutida del único movimiento que inquieta a los Estados Unidos. La historia sabe separar el trigo de esa paja.

Entonces contará la inmediata, espontánea reacción de las masas populares tomando las calles de todo el país, rodeando su casa durante días y noches de vigilia festiva, creciendo con las horas, copando el recoleto barrio de la Recoleta, agotada su paciencia, tronando como un escarmiento en el corazón gorila de la ciudad gorila.

Referirá también el apuro tardío de los dirigentes, corriendo para ponerse a la cabeza de esas masas cansadas de esperarlos, mientras muchos de ellos todavía soñaban con un peronismo sin Cristina, cuando el pueblo se levantó con la cabeza de ellos, y tomó las calles de una vez por todas. El operativo clamor no pudo ser organizado: les explotó en la cara. La historia se ocupará de esas cosas.

Campeón mundial en la disciplina Tiro por la Culata, el antiperonismo marcará otro hito en la extensa trayectoria de sus fracasos. Será inevitable la analogía entre estas jornadas de agosto, y aquellas de octubre, cuando los mismos sectores creyeron que bastaba con encerrar y proscribir al líder que el pueblo había elegido, y chau… No habrá diarios de la época hablando de “aluvión zoológico”, pero tendrán en cambio el silencio furioso de Clarín y La Nazión obviando el asunto, callando las movilizaciones, ignorando las multitudes, injuriando a Cristina como antes hacían con Perón y Evita, y con sus tres toneladas de mentiras ya del todo expuestas, porque el tiempo es maula y no perdona… La historia recogerá esas cosas.

De momento, nada más transcurre. Las jornadas de agosto no se detienen. En todo el país, y ahora también en el exterior, continúan las movilizaciones, espontáneas o autoconvocadas; mientras el PJ dispone el estado de alerta y movilización permanente. La reacción popular clausuró la interna del Frente de Todos: manda Cristina. Es difícil distinguir si es que su candidatura para el 23 madura, o más bien se impone. Pero es muy probable que las jornadas de agosto, sigan más allá de setiembre hacia un nuevo octubre.

La historia y el pueblo lo dirán.




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jueves, 25 de agosto de 2022

BRULOTES BRUTALES – Hoy: Gustavo Sylvestre, la marca de la derrota…

 

 

El animador televisivo Gustavo Sylvestre es todo un fenómeno de tenacidad y superación. Se hace difícil encontrar otro ejemplo de alguien tan exitoso con tan pocas condiciones para serlo. Sin formación ni lucidez, sin calle y sin gracia, alcanzó a convertirse en un referente periodístico para vastos sectores del público progre-peronista. Sin embargo, es a Héctor Magnetto y su Mauricio Macri a quienes debe su buena suerte.

 

LA MARCA DE LA DERROTA



 

Así como los fabricantes de salvavidas se fundirían sin los naufragios, o los bomberos no serían sin los incendios; así también el animador televisivo Gustavo Sylvestre le debe su buena suerte al desastre macrista que tanto critica. Paradojas de la vida.

Mientras enceguecido por la furia, Héctor Magnetto le regalaba a C5N y Página 12 todo el público pogre-peronista; apenas asumido Macri, aniquilaban a 678 de la TV Pública, echaban a Víctor Hugo Morales de Radio Continental, a Roberto Navarro de C5N, y por fin a Horacio Verbitsky de Página 12, sin contar el exterminio ejecutado en Télam, la violenta irrupción en la redacción de Tiempo Argentino, y tantos otros casos de censura brutal. Despejado -devastado- así el panorama mediático, de sus vestigios surgía Gustavo Sylvestre como el único, el gran referente periodístico opositor, y hasta llegó a dominar el horario central de la televisión. Diría Ungaretti: “tú no creces, te empinan las circunstancias”.

Se lo considera -y se autopercibe- periodista, cuando en realidad su trabajo se reduce a conducir-por no decir animar-un programa periodístico. Pero el periodismo es otra cosa. Es, ante todo, investigación, y no se puede mencionar ninguna suya a lo largo de su extensa trayectoria. De hecho, su programa se nutre de los buenos trabajos de sus buenos columnistas -Irina Hauser, Pedro Brieguer, David Cufré, Juan Amorín-, quienes sí investigan, pero que, por lo general, difunden sus investigaciones, primero, en sus respectivos medios. Sylvestre las presenta de segunda mano.

Por lo demás, no pasó por la gran escuela de la gráfica -se inició en radio, y de allí pasó a la tele-; y aunque dice ser egresado de una escuela de locución -o sobre todo por eso- sorprenden sus severos problemas de dicción, las eses que se traga como si fueran garrapiñada, las dificultades de pronunciación -sus Acsel Quichilós, sus jastags, sus Kirgsners-, su escaso vocabulario hecho de 70 vocablos y ninguna flor; sus latiguillos añejos, sus infructuosos esfuerzos por expresarse; sus tremendas dificultades para leer un párrafo sin tropezarse en cada signo de puntuación; su incapacidad para leer sin ayuda una cantidad de más de nueve cifras…

Tampoco destaca como entrevistador, imposibilitado de repreguntar porque simplemente no escucha a su entrevistado, pisándolo en cada respuesta, como hace también con cada intervención de sus columnistas. Nunca nadie, tan poco dotado para el periodismo, alcanzó tanto prestigio como tal.

Su programa va en vivo, pero eso no le importa. Con burocrático rigor, afuera puede incendiarse el país que él seguirá con la pauta que le prepararon seis horas antes. Cuando el futbolista Diego Luciani pidió la condena para CFK, mientras la militancia se lanzaba a las calles con espontaneidad diecisieteoctubresca, y se enfrentaba la policía de Larreta, Sylvestre ignoraba su móvil para escuchar al doctor Carlos Beraldi decir las mismas cosas que dice desde hace años. Falta de reflejos, pero también de imaginación.

Sin calle y sin gracia personal, grita su programa como si tampoco tuviera micrófono, y con el tono propio de un animador de carnavales, pretende “clarificar la realidad” mientras se enreda en sus confusos monólogos entre frases inconclusas y conceptos abortados por su propia ansiedad. Pero acaso su lado más gracioso está en su interpretación de los hechos, casi siempre viciada por su falta de formación, y de lucidez.

Insiste hasta la carcajada con elogios a Raúl Alfonsín, como si no quedaran sobrevivientes de su espantoso gobierno; y aún hoy se refiere a la UCR con el lugar común del “partido centenario”, como si eso supusiera en sí mismo un elogio, y como si nadie tampoco supiera de las Juntas Consultivas que dieron sustento político a la Fusiladora, ni de los Comandos Civiles que limpiaron los sindicatos a sangre y fuego; ni de Miguel Ángel Zabala Ortíz, cerebro entonces del bombardeo a la Plaza de Mayo, y luego canciller del “honestísimo” Arturo Illía, quien tan democrático era, que mantuvo proscripto al peronismo. Como el bobo que insiste en clavarse el helado en la frente, ninguna realidad enturbia sus ilusiones.

Hasta su instante final defendió al extinto Martín Guzman y su entrega al FMI, y cuando todo voló por el aire, sin mudar el tono, se largó a inventariar las muchísimas virtudes de Silvina Batakis, para arrojarse inmediatamente en los brazos de Sergio Massa con la misma certeza, y siempre a los gritos.  

Consumado el (des)arreglo con el FMI, su cándido albertismo lo llevó a atacar a Máximo Kirchner ni bien éste se eyectó de la presidencia del bloque, y ahí nomás entró a pegarle a La Cámpora, y por lo tanto, de atrás, a Cristina. Eran los días cuando en su programa no faltaba el payaso Aníbal hablando de “portación de apellido” y de “qué diría su padre”, y… y después fue Guzmán el que se cagó en su Alberto, y entonces Sylvestre guardó su espantasuegras ya nos imaginamos dónde.

Ante la reciente y brutal injerencia en los asuntos internos de la Argentina por parte del embajador norteamericano Marc Stanley -exigiendo la urgencia de una coalición política (de la derecha, claro)-, el animado animador no dudó en entender en cambio un amable consejo para la unión de los argentinos. Qué risa.

Pero si hasta se autopercibe “elegante” porque se viste como un viejo maniquí de Modart, mientras desbarata cualquier buen intento con su infaltable lapicera de inspector municipal expuesta en el bolsillo superior del saco. Basta mirarlo como se mira a Los Simpson para descubrir la delicadeza de su comicidad.

La derrota del peronismo en las presidenciales de 2015 fue tan pavorosa, que su onda expansiva todavía nos barre. El endeudamiento impagable que nos someterá por diez o más generaciones, multiplicando la pobreza, la inequidad y la entrega; la fuga de divisas que alcanzó su récord histórico; la desactivación de la Ley de Medios Audiovisuales, asegurándole a Magnetto & Co. un largo reinado fatal; la transformación de la Corte Suprema en un estudio de abogados al servicio de un puñado de empresas; el vaciamiento del periodismo hasta la agonía de su mediocridad… Muchos fueron -son- los daños, y, botón de muestra, Gustavo Sylvestre es una de las marcas de esa derrota.


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lunes, 15 de agosto de 2022

SERGIO MASSA, O EL MISTERIO DE CFK…

 

Atónito, desconcertado, el núcleo duro del kirchnerismo se pregunta qué hace Massa en el lugar donde soñaba a Boudou, tan luego como resultado del error histórico que será para siempre el hoy fantasmal Alberto Fernández. Detractores hasta la traición, uno y otro, Alberto y Massa, resultaron al cabo las mejores opciones de la gran electora nacional ¿Por qué?

 

LA RAZON DE SU VIDA





Mientras la imagen de Alberto Fernández pierde sustancia hasta ser poco más que un holograma; mientras Sergio Massa descubre que los días felices cuando hablar era gratis, se terminaron; mientras más atento a los grandes diarios que a la Constitución Nacional, el partido judicial sigue con su fulbito de ilegalidades, protegidos y perseguidos; el desconcierto recorre las filas del Frente de Todos, y cada día son más los fieles de Cristina, incluso, que se preguntan cómo votamos esto, cómo llegamos hasta aquí, cómo Alberto, cómo Massa… qué podemos esperar del Frente Renovador de pronto en el gobierno.

El Martiyo también se lo pregunta. Y aunque la respuesta precisa la dará, otra vez, la historia -y con el tiempo-, nos permitimos sin embargo ensayar hoy algunas posibilidades.

CRISTINA SE CANSÓ: El récord de denuncias contra un dirigente político, lo tenía, desde luego, Juan Domingo Perón con 120. Cristina ya suma 548, lo cual la convierte en la figura más perseguida de la historia argentina. Una persecución mediática-judicial inaugurada en junio de 2008, cuando la crisis llamada “del campo”, y que no dejó afuera ni a sus hijos ni a su madre, y que sigue todavía. 14 años de causas, denuncias, indagatorias, allanamientos, y ríos de tinta injuriosa que no cesan de correr. Harta, humanamente harta, un día decidió que probaran suerte dos de los grandes críticos de sus gobiernos, cuñas de su mismo palo: Alberto Fernández y Sergio Massa. Como quien hastiada dice por fin: “a ver vos que sos tan vivo…”

CRISTINA ENTENDIÓ: consecuente con el llamado hecho el 13 de abril del 16, ante a las multitudes que desbordaban Comodoro Py, cuando planteó la necesidad de un frente nacional -que entonces llamó frente ciudadano, y que acabaría en el Frente de Todos-, y en coincidencia con la síntesis originaria de Alberto Fernández –“con Cristina sola no se puede, sin Cristina no se puede”-, CFK decidió tender puentes hacia esa Argentina empecinada del otro lado de la grieta. Ayer en su columna dominical de La Política Online, Diego Genoud revelaba que “cerca de la vicepresidenta, no tienen dudas de que Massa es el mejor piloto de tormentas al que podían aspirar en este momento. "Si no le prestan a él que es de ellos, no le prestan a nadie. A nosotros directamente nos quieren voltear", dicen”.

CRISTINA SE RINDIÓ: harta, cansada, perseguida, injuriada, y tantas veces traicionada -Lousteau, Cobos, Alberto, Bossio, Massa, y otra vez Alberto, de a ratos Aníbal, y hasta Moreno, y siempre, otra vez, Alberto-, un día pateó el tablero y que se arreglen ellos, que siempre supieron más, que siempre fueron mejores, que siempre se llevaron bien con Magnetto, con Macri, con esta justicia que apesta, y con el “amigo Horacio”. Si así fuera, en tal caso, sería inhumano, no sólo ingrato, reprocharle nada. Hasta el mejor de nosotros tiene derecho a descansar un día.

Claro que esta última posibilidad impone otra pregunta brutal: ¿Y el pueblo?... el pueblo que siempre y tanto defendió, la razón de su vida, ¿no le importa más?...

Según las encuestas más favorables, el núcleo duro de Cristina no supera el 35% del electorado, con suerte, aquel 37 obtenido en las legislativas del 17. Si bien ningún otro político mide tanto, el sesenta y pico por ciento restante se divide entre los que dudan de ella, los que no la quieren, y los que la odian. Y por supuesto, aritmética pura, son mayoría, y también son el pueblo.

Es ese pueblo dispuesto a votar al gorila de Alfonsín, al segundo Menem, a Macri, a De la Rua, a la izquierdita inocua y reaccionaria, a cualquiera contra el real peronismo… es el pueblo capaz de aplaudir la llegada de los militares, o implorar su retorno; el pueblo que lleva ya demasiado tiempo intelectualmente intoxicado por un complejo mediático-cultural alineado hasta los años 40 con la Embajada Británica, y luego con el State Department. Ese pueblo también elige su destino.

En la escalofriante película La Caída, que cuenta los últimos días del Reich en el bunker de Berlín, y que está basada en el testimonio personal de Traudl Junge -mecanógrafa privada de Hitler-, hay una rápida escena sin embargo crucial. Ante la avanzada de las tropas soviéticas, ya en las puertas de Berlín, uno de sus generales le sugiere a Hitler la posibilidad de una rendición negociada. Hitler se opone, y ordena continuar con la resistencia hasta el último hombre. Entonces otro de sus generales intenta hacerlo reflexionar: ¿y el pueblo?, le dice... “¿El pueblo?”, le responde Hitler, “el pueblo me trajo hasta aquí”. 

Desde luego es imposible comparar a Hitler con Cristina, pero sí, en cambio, a ese pueblo con éste. Porque los pueblos eligen su destino, y envenenados por la propaganda, enceguecidos por el odio, son muy proclives a suicidarse eufóricamente al grito de "Barrabás, Barrabás"... y ya ni Dios los salva.


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