La actualidad y sus desmanes nos llevó la semana y no tuvimos tiempo para nuestros barruntes habituales. Por eso postergamos hasta hoy el comentario sobre algunos comentarios que nos llegaron a propósito de nuestro post sobre la muerte de Sábato (ver aquí).
No hay sorpresa. Cada vez que publicamos ese post nos sentamos a esperar cuál de todos nuestros sagaces lectores preguntará primero, ante la viga enorme del ojo de Ernesto, por la paja del ojo de Jorge Luis Borges.
Y así fue esta vez también.
¿Por qué denunciamos a Sábato y no a Borges que también comió con Videla y bla bla blá?...
Y no importa el preguntón, ni siquiera la pregunta: importan las respuestas.
Sabida es la devoción que siente El Martiyo por la obra y la figura de Jorge Luis Borges… hay que andar por el mundo y decir su nombre para conocer ese orgullo parecido a una bandera…
Ahora bien, estimados lectores, admiradores y amigos, parientes y demás deudos y acreedores de Ernesto Sàbato, comparar a éste con Borges, con todo respeto, es comparar un dios con un tahúr.
Como escritores, no hace falta decir mucho. La aceptación, el reconocimiento, el prestigio obtenido en todo el mundo, y sobre todo, la influencia ejercida en todos los escritores del mundo por la obra de Borges; es de una envergadura tal que, frente a la repercusión oportuna de las oportunas declaraciones políticas de Sàbato, nos evoca la imagen de un mínimo chinchorro junto a un tremendo trasatlántico… Preferimos, por piedad, no extendernos sobre el punto.
Como hombre público, Borges, aunque muy a su pesar, fue poco menos que escandaloso. Pero en un mundo como el nuestro, admitámoslo, la sencilla franqueza corre ese riesgo.
Borges, como Sàbato, también es un antiperonista biológico, o sea, en términos científicos: un gorila.
Borges, como Sàbato, abrazó y celebró, hasta morirse, el violento golpe de estado que incluso él también se permitió llamar “Revolución Libertadora”. Borges, a cambio de Sábato –quien recién mucho después iba a condenar fusilamientos y bombardeos (qué vivo)- no los condenó, puntualmente, nunca. Murió con sus botas puestas.
Borges, al igual que Sàbato, también almorzó con Videla. Borges, como Sábato, también saludó la llegada de los militares en marzo de 1976; y Borges, como Sàbato, también condenó esa dictadura más tarde que temprano…
Pero hay entre los dos, además de sus obras -océano la una, estanque la otra- una diferencia esencial y decisiva que los vuelve sin solución impares.
Borges nunca nos mintió. Se educó en Ginebra, no le gustaba Gardel –“que le aportó al tango lo peor de los argentinos: el rezongo”-, ignoraba el fútbol, descendía de un linaje que pretendió alternativamente nórdico, sajón, criollo, judío y portugués, estimaba a Laprida, no quería a Rosas, nunca mintió. Nunca mudó o modificó sus declaraciones públicas según la forma del recipiente de las circunstancias coyunturales que lo contenían, y mucho menos, de las financiaciones políticas de los jurados literarios de su tiempo.
Borges nunca se disfrazó de populista, no se lava la conciencia en sus ficciones llorando el llanto de dos sirvientitas que lloran la caída del Tirano Depuesto. Borges prefirió la antipatía popular -que lo castigó toda la vida- a esa demagogia televisiva que Sàbato regaba con sus lágrimas de payaso.
Sábato, al cabo de años de silencio, y después de llamar a Videla “soldado de la democrcia” , se permitió el Nunca más. Borges, al respecto, comentó: “no me hubiese gustado ser inquisidor”.
Borges no recibió un solo premio que pueda ser sospechado de recompensa política.
Al contrario, pagó con el no-Nobel su indómita bocaza.
Sábato, en cambio, no ha recibido un solo premio que pueda ser considerado estrictamente literario. De hecho, durante los últimos 40 años de su vida se la pasó recibiendo premios sin publicar nada que el mundo literario le pueda agradecer…
…Y optamos por callar aquí la infinidad de anécdotas recogidas en años de periodismo sobre las incontables maniobras de Sàbato y su Matilde detrás del premio Nobel nada menos…
Paramos. Somos humanos pero capaces de compasión
Algún día la historia, en sus enciclopedias, quizá permita confundirlos. Ambos son escritores argentinos del siglo XX, ambos fueron reconocidos y muy premiados, ambos atravesaron sin inconvenientes el tiempo de los asesinos, uno era ciego, el otro no pero tenía ganas… en fin, sí, tal vez los confundan algún día…
Pero Mozart y Salieri también pudieron correr la misma suerte, y de no haber sido por la película de Milos Forman, a Salieri ya no habría ni siquiera que olvidarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Como tantos medios públicos, EL Martiyo no deja de ser privado, y por lo tanto se reserva el derecho de pubicar o no los comentarios recibidos.