Los chistes de Borges
Cuando le preguntan a María Kodama qué es lo que más extraña de Borges, ella no duda en responder: “su sentido del humor”. Uno de los hombres más divertidos de la historia del hombre, sin embargo, decidió pasearse por su siglo disfrazado de viejo aburrido, sin romances rimbombantes ni escándalos de vodeville, con su traje siempre gris, su bastón y su ceguera, su hablar lerdo y trabado, y su genio camuflado de sabio que no sabe. No es arbitrario pensar que esa sola caracterización, única y total, fuera su más secreta y grande broma.
En 1980, plena dictadura, proclamó sin alterarse que “los militares argentinos jamás habían oído el silbido de una bala”, y que “ya no eran guerreros, sino burócratas”.
La reacción oficial no se hizo esperar, y entre las muchas críticas, un alto oficial del ejército le respondió en carta pública, que él había participado de una misión pacificadora de la Naciones Unidas , en no importa aquí qué guerra. Inmediatamente, Borges se retractó en otra carta no menos pública:
“Me he equivocado y es mi deber rectificarme. Quiero dejar constancia de que hay un militar argentino que una vez oyó silbar una bala”.
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Como tantos medios públicos, EL Martiyo no deja de ser privado, y por lo tanto se reserva el derecho de pubicar o no los comentarios recibidos.