En un trágico episodio gráfico, el periodista de Clarín Julio Blanck se estrelló en la edición de hoy contra su propia columna, en la que intenta una rara defensa que es peor que un buen ataque.
EL SILENCIO DE LOS INDECENTES
En un tiro por la culata que alguien debió haberle evitado, hoy Julio Blanck, alto empleado de Clarín, bajo el sorprendente –por confesional- titulo “Los periodistas de los grandes medios son todos una basura”, intenta una defensa de los periodistas tan luego de ese gran medio, y a medida que aclara, claro, oscurece.
En su primer párrafo, y en un dificultoso castellano, mientras pretende una humorada, una ironía (algo asi parece), nos explica que el título es una frase del mensaje de Hebe de Bonafini para el día del periodista. Y luego sí, acto seguido Blanck comienza su encendida defensa, mientras el mismo fuego que la enciende lo cocina.
Ya de arranque se empapa en nafta y prende su fósforo.
“Después de trabajar más de treinta años en el más grande de los grandes medios, quien esto escribe supone que tiene derecho a sentirse aludido. Y entonces dice:”.
Más allá de la obsecuencia intrínseca en la primera oración (que en su lugar y a su edad creíamos innecesaria); sorprende la obviedad retórica de la suposición que tantas palabras le cuesta. Dan ganas de avisarle: Claro que debés sentirte aludido, Julio, si a vos te están hablando…
Infelizmente, y pese a tantos años de profesionalismo, Blanck no consigue informarnos con precisión desde cuándo sirve a Clarín. Su vaguísimo “más de treinta años” nos deja por debajo de 1981, pero…
De cualquier forma, y luego de su pomposo y preambular “y entonces dice”, comienza en tercera persona el alegato con el que intenta defender a todos sus compañeros, quienes a esta hora deben pensar con nosotros: por qué no se calló este pibe...
Lo cierto es que en demasiada líneas, pero con un solito recurso, estira su recitado como quien bailara con orgullo un malambo sobre arenas movedizas.
Valgan aquí estos rápidos pasajes que en forma y sustancia no se distinguen de todo el resto:
“Que periodistas de este diario cubrieron y publicaron a lo largo de estos años las denuncias, investigaciones y juicios por violación a los derechos humanos…
Infelizmente aquí tampoco nos aclara qué periodistas, siendo que hace obvio que no han sido todos “los” periodistas; ni otra vez nos informa con precisión durante cuáles años fueron tan valientes dichos periodistas, ya que Clarín también salía en simultáneo con el genocidio…
“Que cuando el tema de los derechos humanos parecía sepultado por la cultura dominante entonces, despuès de las leyes de punto final y obediencia debida, y de los indultos a genocidas y jefes de la guerrilla, periodistas de este diario difundieron la paciente tarea de abogados como…
Aquí ya nos queda más claro que fue “después de las leyes de punto final y obediencia debida”; o sea: mucho después del genocidio, no durante el genocidio, cuando Clarín callaba, otorgaba, y sobre todo recibía.
En fin, como decíamos, el artículo se extiende mucho más sin variar nunca su solo recurso ni alcanzar tampoco su objetivo, sino por el contrario.
Y es que en cada línea de lo que allí tan encendidamente dice Blanck, contrasta no menos obvia la sombra de todo lo que calla.
El lector se adentra en su maraña de dignidades ultrajadas viendo que el tono sube de tono y ya espera aquél instante cumbre cuando Blanck resurge heroico de sus propias llamas y confiesa para la historia, desde las mismísimas páginas del diario Clarín, que aunque nunca se lo dejaron publicar, él siempre investigó el extraño caso de los Hermanos Herrera Noble, así como siempre le preocuparon las prácticas monopólicas de Papel prensa y su también extraño traspaso; que él antes que nadie anunció que ese negocio de las AFJP acabaría por emboscar a la gente; que nadie lo escuchó en su momento pero él sí les avisó que no había sido “la crisis” sino Duhalde quien se cargó a Kosteki y Santillán; que ya la sola sociedad con Techint les impedía el eslogan de Periodismo Independiente que colgaban como si nada en TN, que… pero no, dicho instante cumbre no llega nunca, y aun así todo eso y mucho más no dice Julio Blanck cuando dice lo que dice, y lo deja muy claro en el contraste de sus propias sombras…
Nos preguntamos con sincera curiosidad: al cabo de tantos años de redacción, ¿no se consiguió un amigo, un buen compañero que le evitara este tiro en el pie?...
Alguien que lo quiera de verdad debería colgar en su escritorio un cartelito que diga: "Papá no escribas, te esperamos"...
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ResponderEliminarSon de quinta.