Los chistes de Perón
Si alguna vez los argentinos consiguiésemos el nirvana tangible de una divisa estable, esa nueva moneda debería llevar impresa, en sus dos caras sin ceca, las imágenes yuxtapuestas de Borges y Perón; como el yin y el yang de una Argentina sola, que en su doble anverso, grabara así la riqueza de nuestras más hondas contradicciones, unidas entonces por las solas banderas de la gracia de la inteligencia, la agudeza de la sensibilidad, y la sabiduría siempre que revela el humor. Por ello aquí El Martiyo, en un gesto estético histórico -pero histórico por estético-, reúne, funde, en un mismo marco, en idéntico formato, a este dueto imposible, y sin embargo… Esperamos que así como los peronistas disfrutan de Los chistes de Borges, así la otra Argentina disfrute de Los chistes de Perón, quien supo tener, indiscutido, el sentido de la risa que es propio de los grandes. Y que nos hace mejores.
Si alguna vez los argentinos consiguiésemos el nirvana tangible de una divisa estable, esa nueva moneda debería llevar impresa, en sus dos caras sin ceca, las imágenes yuxtapuestas de Borges y Perón; como el yin y el yang de una Argentina sola, que en su doble anverso, grabara así la riqueza de nuestras más hondas contradicciones, unidas entonces por las solas banderas de la gracia de la inteligencia, la agudeza de la sensibilidad, y la sabiduría siempre que revela el humor. Por ello aquí El Martiyo, en un gesto estético histórico -pero histórico por estético-, reúne, funde, en un mismo marco, en idéntico formato, a este dueto imposible, y sin embargo… Esperamos que así como los peronistas disfrutan de Los chistes de Borges, así la otra Argentina disfrute de Los chistes de Perón, quien supo tener, indiscutido, el sentido de la risa que es propio de los grandes. Y que nos hace mejores.
Una de las zonceras argentinas más trilladas a la hora de atacar a Perón, es la que reza que, concluida la segunda guerra, se trajo todos los nazis al país.
La verdad, en rápida síntesis, es que Perón enfrentaba en su primer gobierno el dilema de un crecimiento industrial y tecnólogico cuya velocidad superaba por mucho la formación de técnicos, y entonces trató de importarlos, por ejemplo, de Alemania, que terminada la segunda guerra, claro, los exportaba casi a patadas... Así por ejemplo llegó a la Argentina el doctor Ronald Richter para participar de lo que al cabo sería la luego tan prestigiosa Comisión Nacional de Energía Atómica. Perón, por otra parte, jamás negó que había traído técnicos alemanes, que previa –y casi inevitablemente- habían servido al IIIº Reich. Pero aclaraba:
-- Me traje todos los que no se llevó Estados Unidos.
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