En la noche de rayos y centellas de octubre de 2015, Magnetto
tocó el cielo de su gloria: la criatura que había fabricado con restos de otros
cadáveres políticos ¡cobraba vida propia!
Pero como en la fábula de Mary Shelley, al final el
monstruo lo destruyó todo, incluyendo al creador y su castillo de ilusiones amarillas.
La parábola de Frankenstein
Son pocos los mitos modernos, la antigüedad parece haberlos
agotado, sin embargo, bien podríamos considerar como tal la parábola que alcanzó
Mary Shelley con su Frankenstein, y que tan bien se aplica al trágico caso del
contador Héctor Magnetto y su espantosa criatura Mauricio Macri.
Cual doctor Frankenstein, Magnetto también logró darle vida propia a
un rejunte de muertos para fabricar un monstruo que al principio pareció toda una
promesa, y auguraba en sí mismo una revolución, en este caso no científica, sino
de la alegría. Pero el monstruo era un monstruo y todo terminó mal. Magnetto,
su criatura, y su inmenso castillo de ilusiones amarillas.
Bajo sus escombros, entre los vestigios ya irrecuperables de
la credibilidad de sus medios, hoy se oyen las voces agónicas de lanatas y
majules aplastados por sus propias operaciones, diatribas y mentiras de pronto reducidas
a gemidos. Son los bastardos sin gloria que referíamos en nuestro post del 30 de junio,
y que ahora Magnetto abandona en su retirada.
Para saber cómo es la soledad, basta pensar en Macri. A una
semana de las PASO ya no le atiende el teléfono ni Mirtha Legrand. El mundo que
tanto lo admiraba, rápido tomó nota de su completa extinción. El Financial
Times ya el martes le avisaba a ese mismo mundo que Macri “había perdido
contacto con la realidad”. De eso no vuelve ni Frankenstein.
Ni lerdo ni perezoso el círculo rojo dejó de circular por
Olivos y la Rosada y eligió las modestas oficinas de la calle México donde
atiende Alberto Fernández. Hasta Majul, completamente arrepentido, y debidamente
enmascarado, probó suerte allí.
Pero un largo escalofrío estremeció las filas y las bases
del Frente de Todos, cuando se conoció que también Magnetto se había reunido con
el candidato. Sin embargo, hoy desde un reportaje en Página 12, Alberto Fernández
coincide con El Martiyo: esos medios ya no sirven más. Cuando le preguntan cómo
se plantea la relación con ellos, responde:
“Yo tengo bastante menos conflicto con eso porque la verdad
no convencen a nadie. Si fuera verdad lo que dicen no nos hubieran votado. El
viernes publicaron ‘Los mercados ya votaron y hasta el viernes seguían
publicando encuestas diciendo que estábamos empatados, que la situación era
delicada y que Macri podía ganar: y sacamos 15 puntos de ventaja. A esta altura
deberíamos descubrir que es un bleff la historia de que ellos influyen, que con
tres tapas cambian la historia. Eso no existe más”.
Y luego agrega:
“Creo, y lo hablé con la gente de Clarín, que ellos
simbolizan una parte de la grieta y que tienen que hacer su esfuerzo para terminar
con eso. No se trata de hablar bien de mí sino de dejar de hacer las cosas que
hicieron. Es terminar con la etapa de Daniel Santoro que dijo que Nilda Garré y
Máximo tenían no sé cuántos millones de dólares en un banco. Esas cosas no
están bien y esa agenda hay que terminarla”.
Ya referimos aquí los motivos del origen de El Martiyo en
octubre de 2008, al cabo de la llamada crisis del campo –cuando cortar calles y
rutas era fino-, y la población en su mayoría salió a defender los intereses de
los cuatro machos del agronegocio. Una alucinación de ese tamaño sólo podía ser
proyectada por un conglomerado de medios del tamaño del Grupo Papel Prensa. La
resolución no-positiva de aquella crisis, era una prueba del tremendo poder que
había alcanzado Magnetto. Rota la alianza con Néstor Kirchner, ya nadie contuvo
a Cristina, y por fin un presidente se enfrentaba al gran enemigo abiertamente.
En paralelo por aquellos mismos días, y con el mismo
objetivo, nacía también el programa 678, rápidamente estigmatizado y perseguido
con la excusa de su militancia ka, escondiendo así el verdadero motivo: al
igual que El Martiyo, 678 se proponía descubrirle al gran público la trastienda de la
manufacturación de la realidad de esos grandes medios que tanto poder habían
demostrado.
Montados cínicamente en la vieja y lucrativa coartada de la
libertad de expresión, fundaron la volanta “la guerra con los medios”, y
comenzaron entonces su “periodismo de guerra”, donde todo, cualquier cosa,
creían permitida. La lucha fue intensa, y el desgaste mutuo. Pero el huracán
Cristina de 2011 le demostró a Magnetto que por primera vez enfrentaba un poder
de su tamaño. Trabajó duro.
Con restos y pedazos de todos los cadáveres políticos que
habían quedado a su alrededor, en los sótanos más tenebrosos de sus medios,
entre fulminantes descargas de odio, alentado por el miedo que le daba terminar
preso por sus crímenes de lesa humanidad; el viejo doctor comenzó a darle forma
a su muñeco. Trabajó duro.
Lanatas, santoros y dalessios, leucos y leucocitos, bonadíos
y extornellis, lilitas y vidalas, le dieron los pedazos necesarios para fabricar
su espantosa criatura: Mauricio Macri. Y en la tétrica noche de rayos y
centellas del 25 de octubre de 2015, el monstruo cobró vida y se echó a andar.
Magnetto lo había logrado.
De un plumazo abolió la Ley de Medios, puso a uno de sus
abogados al frente de la Corte Suprema, a uno de sus columnistas más opacos al
frente del Ministerio de Hacienda, a un gerente en el Incaa, al otro en el Anses…
Pero todos conocemos el final de Frankenstein. El monstruo lo destruyó todo. El
inmenso castillo de las ilusiones amarillas, la comarca que Magnetto creyó
suya, y a Magnetto también.
A menos de cuatro años de aquella noche tétrica de rayos y centellas,
al cabo de una persecución mediática y judicial que no reconoció éticas ni
reglas -ni verdades mucho menos-, y cuyo solo objetivo fue siempre la destrucción
total de Cristina Kirchner y su fuerza política, la fórmula dispuesta por
Cristina Kirchner arrasa en las urnas.
El enclenque canal de cable C5N, cuyos dueños mandó a
encarcelar, aplastó en la mediciones a su poderoso sistema de medios con TN y
El Trece a la cabeza. Las ventas del diario no paran de caer, y las visitas a
su portal no aumentan. El domingo el 70 por ciento del país le dijo basta a Macri, pero también a Clarín. Las caras de Lanata y todos sus lanatas en los últimos días
causaron más carcajadas que veinte temporadas de Los Simpson. Ellos tampoco
sirven más. Y mientras Magnetto se reúne con Alberto Fernández para felicitarlo
por la victoria, Santoro se prueba el traje a rayas. “Esas cosas no están bien,
y hay que terminarlas”, avisa el candidato vencedor.
Así termina Frankenstein.
* * *
Excelente gancho a la mandíbula del mosntruo, amigo.
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