Resulta casi tierno el folclórico resentimiento nacional que produjo en todo el Brasil la elección de un papa argentino.
Desde el mismo día de la renuncia de Ratzinger, el cardenal Odilio Scherer, ya era número puesto.
Desde el mismo día de la renuncia de Ratzinger, el cardenal Odilio Scherer, ya era número puesto.
Las banderas estaban listas, el cotillón a punto; día a día se ampliaba su biografía, hablaban sus amigos, sus parientes; el miércoles toda la televisión abierta transmitiendo en directo desde Roma, y doscientos millones de brasileros prendidos a las pantallas...
cuando entonces se oyó "Bergoglio".
EL MARACANAZO DE DIOS
Cardenal Odilio Scherer. |
"El papa es argentino, pero Dios es brasilero", llegó a decir apenas salió de su encuentro con Francisco en el Vaticano la sin embargo siempre flemática presidenta Dilma Rouseff, expresando así, con su broma, su bronca, o mejor dicho: la bronca de su pueblo, que ya se veía consagrado por ese Dios, que sin más ni más va y les elige un argentino como papa... sacanagen...
Fue un golpe tremendo y más tremendo por inesperado. Quedaron verdes, más verdes que amarillos.
Desde luego todo esto es improbable, se trata de un clima, una atmósfera, nada abiertamente manifiesto, un juego de tonos y de códigos, la garúa constante de los detalles, que termina por empaparlo todo.
El Martiyo, ya lo hemos explicado, habita en el Brasil desde hace años, y alguna vez referimos (ver aquí) las grandes diferencias de estos países sin embargo "hermanos" (como nos llaman por aquí, en español, con ironía); y ratificamos antes de continuar la buena leche de este pueblo tan amable, tan fácil de querer. Pero lo del papa fue un golpe, una derrota coparable al maracanazo del 50...
Estaban seguros de la victoria, acaso con las titulares ya impresos como aquella vez...
Conforme se acercaba el cónclave, tal vez consciente de sus pocas chances ciertas, el cardenal Odilio Scherer no paraba de pedir calma desde Roma, "hay que mantener los pies en el piso", gritaba ya con un hilo de voz, mientras sus amigos, parientes, vecinos, colegas, y el grueso de la prensa masiva, lo ungían cada mañana. Pelé, Airton, Fittipaldi, Ronaldo, tierra de campeones, nadie quiso escucharlo...
Los medios locales peregrinaban a Roma para la gran transmisión...
Copa de las confederaciones, Mundial, Olimpíadas, "el país con más católicos del mundo", sólo faltaba un papa propio, y ya casi lo tocaban...
Todo estaba listo, cuando llegó el día, el momento, y el papa elegido, que pudo haber sido italiano, sino brasilero, o español, o africano o cualquier cosa menos argentino... Dios, que es brasilero, quiso que fuera argentino... ¿En quién cagarse?...
Apenas oído el anuncio estalló una bomba de silencio... por unos segundos el nombre "Bergoglio" les sonó a más latín, y pasó de largo... O no, o sí lo entendieron pero no pudieron o no quisieron creerlo... o lo creyeron, sí, pero entonces quedaron en blanco.
Los primeros que lo comprendieron emergieron del hongo de silencio como de un desmayo, como si no entendieran bien qué había pasado ni dónde estaban.
¡El nuevo papa era argentino!
No era un sueño. Ni siquiera una pesadilla. Era la realidad como una pesadilla.
¿Qué le había pasado a Dios?
Al grito de "Joao maricón", como contaba el viejo chiste, la gloria de Odilio Scherer se esfumó en el mismo instante.
Por la noche el corresponsal de la O'Globo, desde Roma, improvisó una simpática teoría sobre una supuesta conspiración cardenalicia contra el derrotado Scherer porque decían que el cardenal confundía los mandamientos y se le piantaba la hostia de las manos en plena misa... pero nadie levantó la historia, ni el mismo corresponsal la amplió, y ya a la mañana siguiente, el gran Odilio, era un fracaso nacional, y chau.
Ese fin de semana el Vasco da Gama había perdido la final de la copa Guanabara contra el Botafogo. Segundos otra vez, como el año anterior y el otro; la camiseta del Vasco es blanca, con una banda negra y una cruz de malta roja... como la que le pusieron a Scherer en la foto que ilustra este post y que apenas el jueves ya inundaba las redes sociales.
Impedidos de agarrárselas con Dios directamente, nada tardaron tampoco en echarse sobre las denuncias contra Bergoglio, recordar la relación de la Iglesia argentina con la dictadura, y ya que está, echar un poco de vinagre en las heridas... parecían rabiosos.
El argentino por lo general ignora hasta qué punto el brasilero vive esa rivalidad, y en todos sus niveles y formas, arriba y abajo, en el fútbol y en cualquier cosa. Nada los decepciona tanto como advertir que la bronca no es así correspondida. Si se les dice que el gran rival a vencer para Argentina seguirá siendo siempre Inglaterra, fican tristes como niños solos. "Deus é brarsileiro", es un absurdo local aún más antiguo y aceptado que el otro que afirma "Dios es argentino". Por eso la presidenta Dilma lo repite sin pensar.
Pero de pronto el Papa es argentino... y ahora Dios, por aquí, tiene mucho que explicar.
Brasil es el país con más católicos del mundo, sí, pero también el que más católicos perdió en la última década a manos de la iglesia evangélica (que no usa papas, y menos argentinos)...
Cuando en junio para el Congreso de las Juventudes Católicas Francisco visite el Brasil por primera vez, pondrá a prueba su mentado carisma frente a un pueblo dispuesto a quererlo, sí... pero que también acaba de saber que Dios, siendo brasilero, es capaz de elegir un argentino como papa.
Tan luego en vísperas de un mundial.
Maracanazos así, te dejan sin fe, más bien.
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