Mientras
el borroso Ricardo Lorenzetti deja girones de prestigio en cada giro y
contragiro de sus marchas y contramarchas, el fantasma del juez Carlos Fayt nos
asusta con aparecerse de pronto, cuando
una niebla espesa desciende desde los medios del miedo y lo cubre –o lo
encubre- todo.
OBRAS
SUPREMAS DEL TERROR
Hay que
ser muy argentino para entender la Argentina.
El lector extranjero queda muy lejos.
El
primero de marzo en el Congreso de la
Nación , frente a los otros dos poderes del Estado, el
presidente de la Corte Suprema
de Justicia, en nombre de la misma, y con un rápido gesto, dejó bien en claro
porqué ya nadie cree en ella –en la Justicia-, y mucho menos en ellos, sus
representantes.
Ese
día, allí, cuando la presidenta reclamó el esclarecimiento del atentado a la
embajada de Israel –causa que lleva la Corte Suprema-, Ricardo Lorenzetti,
su presidente, se encogió de hombros, para luego subtitular, con sus propias
palabras, y muy suelto de cuerpo, que eso ya era “cosa juzgada”.
Apenas
al día siguiente, era desmentido por su propia oficina, pero a través de un
comunicado. Él no dio la cara, ni se encogió de hombros. O tal vez sí.
Pomposo
y espectacular, pocos días después iniciaba inusual sus propias sesiones, con
derecho a invitados muy escogidos, discurso imperial, y hasta video en colores.
Un extraño video que refería la inseguridad general –desde el punto de vista de
quien es ajeno al tema-, pero cerraba de golpe con el rostro del muerto Alberto
Nisman… Diría cualquiera: ¿oia?... ¿Qué
fue eso, Ricardo?... ¿Entonces Nisman fue víctima de la inseguridad general,
así, medio en abstracto?... ¿Pero no son ustedes, la Justicia , quienes aún están
investigando su muerte?... ¿O vos ya sabés que lo mataron, y quién? ¡Decílo,
Ricardo, decílo!...
Mientras
la oposición en paralelo rechazaba cualquier propuesta de cubrir la vacante
dejada por Raúl Zaffaroni –porque a falta de ideas propias, bueno es destruir
las ajenas-, el doctor Ricardo Lorenzetti, ni lerdo ni perezoso, anticipó en casi un año su propia recontrarreelección a partir del 2016, en una clara, atlética y contundente demostración de que la Justicia no siempre es lenta.
Pero
algo falló: se enteró Verbitsky.
La
recontrarreelección fue pública, sí, pero sus pormenores no trascendieron hasta
que el domingo 3 de mayo los denunció el mencionado Perro en Página 12. Es entonces
cuando aparece, espectral, el centenario juez Carlos Fayt.
Y aquí
vale una digresión.
La edad
no tiene nada que ver, y sí. Ya nos gustaría tener a Maradona todavía en las
canchas, pero no es posible. Y cualquier lector que supere los 30 años de edad,
sabe que la máquina se desgasta. El doctor Carlos Fayt puede estar muy bien
para un hombre de 97 años. Pero quizás el cargo no es para un hombre de 97
años, tal como lo demostró sin ir más lejos el propio festival de
irregularidades que fue esta recontraelección expres del ya vitalicio
Lorenzetti.
Según
Verbitsky, pese a que el documento que lo encumbraba decía –y dice- “reunidos
en la sala del tribunal todos sus mienbros”, la verdad fue que Carlos Fayt no
había estado allí, dos de sus secretarios le llevaron el papel a su domicilio,
y a uno de ellos no lo reconoció, afirma Verbitsky, y hasta ahora no fue
desmentido por nadie.
Lorenzetti
tampoco negó esos hechos, muy por el contrario: otra vez pomposo, pero ya más
mediático, renunció por “cansancio moral” en una carta dirigida a Verbitsky.
Sí,
estimado lector extranjero: el presidente de la Corte Suprema de Justicia,
renuncia a su cargo y le avisa primero a un periodista, por carta.
Aunque igual
no se fue.
Bailando
por un sueño, Lorenzetti dio vueltas y vueltas mientras los tres colegas que le
quedan -acaso hartos de todo-, le pedían por favor que se quede, que sin él no
serían nada. Y entonces Lorenzetti, de buen pibe, de gauchito que es, agarró y se
quedó. Porque además la hija de Fayt y su abogado, dicen que Fayt está vivo, y
que un día se nos va a aparecer.
Incluso
se nos concedió oír su voz grabada, lejana… como desde el más allá, sí.
Así
funciona hoy la Corte
Suprema de Justicia de la República Argentina.
Pero
hay algo más, lector extranjero: a esta obra maestra del terror -plena de
oscuridades y fantasmas-, los medios del miedo pretenden presentarla como una
embestida del gobierno contra la independencia de la justicia.
Y
aunque usted no lo crea, lector extranjero, hay gente que todavía les cree.
Eso es aún
más raro que un juez que se va pero se queda, y otro que no vemos pero existe.
Brrrr.