En un
país serio -de esos que alucina el tilingo argentino con fervor colonial-, ayer
la historia se hubiera detenido.
Un juez
federal denuncia ante el Congreso y con pruebas un esquema delictivo que
involucra jueces, fiscales, periodistas, servicios de inteligencia nacionales y
extranjeros, pero los grandes medios y sus grandes próceres en la lucha contra
la corrupción, no observaron nada raro.
Un
silencio parecido, precede a los terremotos.
EL QUE
CALLA OTORGA
Un juez
federal se presenta ante el Congreso y descubre para los legisladores, públicamente,
por televisión para todo el mundo, un esquema delictivo que involucra jueces,
fiscales, periodistas, servicios de inteligencia nacionales y extranjeros, complicados
en maniobras extorsivas, intimidatorias, conspirativas, con injerencia en otros
países, más inexplicables “extracciones” de seres humanos, y
los grandes medios argentinos y sus mayores próceres republicanos, no se
enteraron de nada.
Los
mismos próceres y los mismos grandes medios cuyos empleados a diario se rasgan
las vestiduras por la corrupción, ahora, desde ayer, al cabo de las históricas
denuncias del juez federal Alejo Ramos Padilla, hablan simplemente de otra
cosa.
Apenas
terminada la extensa y demoledora presentación del juez, El Martiyo recorrió
las cadenas de noticias más importantes del país, y en su silencio era posible oír
la desesperación oficial, propia. Terminal.
Crónica
TV hablaba de unos hinchas que entraron a balazos en una cancha. Incluso los presentadores parecían animados.
TN sin embargo allí redoblaba durante demasiados segundos la placa URGENTE y sus trompetas, pero al
cabo la noticia era la clausura del teatro donde se había accidentado Sergio
Denis.
Siendo
que Eduardo Feinman había sido mencionado durante la exposición de Ramos
Padilla, y aunque el juez no lo acusó, sí lo excluyó puntualmente de la lista
de “periodistas víctimas”, en la que apenas dejó al pelotudo
confeso de Alejandro Fantino, y a Romina Mangel; y pese a eso a esa hora A24 no encontraba
mayor problema para el país, que los motochorros.
El
portal de La Nazión abría con un “Messi, brillante”, y la buena noticia del
día: “el dólar dio un respiro”. Institución decana del periodismo argentino, “tribuna de doctrina”, de Ramos Padilla no sabían nada.
Clarin
tampoco, más bien. A esa hora su portal nos contaba de la reunión de su
columnista Dujovne con la presidente Christine, algo de Messsi, claro, desde
luego un palo para Cristina, y eso si: ¡la verdadera historia de la prostituta
polaca que interpreta la China Suárez en la nueva serie que por supuesto
producen ellos!... Del continente de corrupción descubierto por Ramos Padilla minutos
antes en el Congreso y en detalle, ni un comentario, nada. Periodismo de guerra en pleno combate,
digamos.
Los
legisladores del oficialismo, profetas de la transparencia, y sus pares del
Peronismo Zero, no se interesaron en lo que el juez tenía para contarles. Ninguno.
Con el
sentido de la oportunidad propia de una catástrofe ambiental, Elisa Carrió se
burlaba por Twitter de la posibilidad de ser detenida, justamente el mismo día
en que rodaba otra vez por las redes la biografía de su hijo radicado en México,
Enrique Santos Carrió, marcado por la DEA como uno de los jefes del cartel de
Jalisco.
El Ministro
de Justicia de la Nación, German Garavano, tuvo allí en el Congreso, durante más de cuatro horas, a un juez federal revelando un manantial de podredumbre en el ámbito de
su cartera, pero apenas cuestionó el espacio. Debió haber sido en la comisión
de inteligencia, no en la de libertad de expresión, observó. Y nada más raro
observó.
Ernesto Tenenbaum, Reynaldo Sietecase, María O´Donell, y otros grandes líderes de la
inexistente Corea del Medio, elevaban oraciones al cielo para que nada de “todo
esto” obstruyera la causa (de las fotos de las fotocopias) de los Cuadernos,
que llevan tan luego el de pronto fantasmal Carlos Stornelli, y su cada vez más nervioso
Claudio Bonadío Glock.
Celestial
y divina como insustancial, indiferente o ajena, la Corte Suprema de Justicia,
aludida en más de un pasaje como responsable directa de la falta de apoyo al
juez, mantiene un silencio, dijera don Bernardo de Irigoyen, “muy parecido a la
estupidez”.
Hoy
ninguna de las tapas de los grandes diarios y ninguna de sus ediciones
digitales mencionan el tema, lo relegan a sus últimas páginas, como un hecho menor,
intrascendente.
Y Eduardo Feinman, Luis Novaresio, Jorge Lanata, la
descabellada Carrió y su triste Majul, Leuco y Leucocito, y todos esos grandes próceres vivos
de la lucha contra la corrupción, de pronto se esconden y se callan, aunque al
callar también otorguen.
Algunas
cámaras empresariales (ADEPA, FOPEA, la SIP), todavía intentan enfáticas
defensas del agente Daniel Santoro, pero son ecos lejanos, que se alejan y se
apagan, ecos sin eco entre sus compañeros de redacción. Apenas sí lo apoyan los del
espionaje.
Y es que la caja
de Pandora ya fue abierta.
En lo
sucesivo asistiremos a un festival de maniobras oficiales y mediáticas como un
desfile de inclemencias que a lo sumo, y con suerte, retrasarán lo inevitable,
pero nada más.
La
declaración espontánea del fiscal de Mercedes Juan Bidone en pos de limpiarse cuanto
antes de Marcelo Dalessio y Asociados -enchastrando a la justicia, a los
servicios, pero también al Gobierno-, anuncia que habrá nuevos y más
arrepentidos del lado de los fabricantes de arrepentidos.
Son días
inmensos.
Quienes
hayan vivido en zonas de terremotos frecuentes, saben que los temblores se
anuncian, segundos antes, con un silencio que se puede oír de tan absoluto… y
luego sí, luego procede la destrucción.
Así suena
ahora, desde ayer, el silencio atronador de todos los grandes medios y sus grandes
próceres en la lucha contra la corrupción.
La
destrucción parece inevitable.
* * *