Diluido Macri en su propio fracaso, Vidal encapsulada en su
derrota, Carrió empastillada y a la deriva, aterrado Larreta por el remolino
que se los lleva, sólo el osado Miguel Ángel Pichetto mantiene bien en alto las
banderas del odio, agita todos los miedos, y reparte resentimientos como si
fueran promesas.
Es su hora protagónica, y la disfruta...
¿O sabe que viene en caída y sueña que vuela?
EL SUELO PUEDE ESPERAR
Caricatura de sí mismo, suficiente, canchero, mezcla rara de
sabihondo y de suicida, Miguel Ángel Pichetto atraviesa por estos días su
instante protagónico, y en ese mismo brillo se consume como una cañita voladora
que se incendia si se enciende, y cuyo propio esplendor a la vez la fulmina.
Sin territorio y sin votos, sin mañana y sin retorno,
abrazado a Macri como a Di Caprio en el final de Titanic, cuenta Verbitsky que ya
un compañero le dijo: “Miguelito, Miguelito, tantos años en el peronismo para
terminar velado en un local del Pro”.
Oficialista inquebrantable, otrora mártir de la 125, alguna
vez supo enfrentarse a los machos del agronegocio, para acabar ahora a su entero
servicio. Bravo y fiel escudero de Cristina en el Senado, apenas asumió Macri
gritó que por fin se “sentía libre”; y así, negando hoy lo afirmado ayer, al
cabo de una rápida metamorfosis -como en un karma kafkiano repleto de kas-, una
mañana Pichetto despertó convertido en una misteriosa kukaracha pro.
La malas lenguas hablan todavía de un carpetazo contra su
hijo, Juan Manuel Pichetto, hoy de regreso al ruedo en Río Negro como asesor
del gobernador Wereltinekc, pero ayer mano derecha en el Anses del también
encarpetado y no menos adaptable Diego Bossio. Resulta que una auditoría realizada
por el gobierno en 2016 habría
descubierto un más que extraño manejo del Fondo de Garantía de Sustentabilidad,
negociados con el plan Procrear, y otras peripecias financieras que además involucrarían a grandes empresarios. Nota
del redactor: aquí valen los potenciales porque aquél informe nunca se hizo
público. El gobierno, antes, prefirió charlar con Bossio y los dos Pichetto. Las
consecuencias de esas charlas, diría La Biblia, “por sus frutos las conocéis”.
Fuera por lo que haya sido, un día Pichetto se arrancó la
careta y dio el gran saltó.
Pero un salto es un salto y nadie se vuelve en el aire sin
antes alcanzar el piso. Y como el gran salto era muy grande, el piso quedaba
muy lejos y desde entonces Pichetto no para de caer.
Empezó descubriendo virtudes ocultas en el gobierno fallido
de Cambiemos, y cuanto más fallido, más virtudes. Se lanzó a la campaña acusando
a sus adversarios de marxistas y comunistas. Ante la carcajada general, llegó a
decir que había sido una broma, pero enseguida metió quinta y ya no paró. Sin
perder la calma displicente de su tono, con ira coloquial, embistió contra lo pobres
y los negros -nacionales o extranjeros, pero sobre todo extranjeros
(tercermundistas siempre)-, le adjudicó el inmenso negocio del narcotráfico a
los villeros paraguayos, bolivianos y peruanos; todos los africanos se
volvieron delincuentes ante sus ojos, y ya casi en éxtasis propuso dinamitar
las villas. Todo. “Hay que dinamitarlo todo, que vuele todo por el aire”, decía
el candidato a vicepresidente, muy suelto de cuerpo, tranquilo, como recostado
en su caída, canchero, sabihondo… suicida.
Aunque tal vez en el fondo de su alma triste, jugado por
jugado, perdido por perdido, el único sueño que le queda es heredar ese 30 por
ciento de odio que Macri dejará mostrenco la noche del 27.
Esa multitud ciega de furia que lo llenó de ilusiones en
Barrancas de Belgrano, por mucho que ahora se deshilache y se deshaga conforme
se aleja de la General Paz… ese pueblo entusiasta y rabioso capaz de aplaudirlo
sólo porque había abjurado del peronismo… esa buena gente que no pide más que abolir
a los ká y a cambio está dispuesta a votar la destrucción nacional, el
endeudamiento infinito, la miseria absoluta, desde luego el 2x1… esa señora de
bien que en 1968 tocó un pobre; esa otra, que aún mayor consiguió descubrir por
sí sola la dependencia de Cristina del “populismo cubano” que a su vez “ya se
sabe de dónde viene”… ese buen hombre que “trabajó toda la vida” y que hoy no
pide más que “el fusilamiento de los peronistas”… toda esa pobre gente, todo
ese pueblo que pronto perderá a su líder aplastado por la derrota, ¿en quién
podrá confiar entonces si no en él?... El hombre sin pelos en la lengua, el
héroe decidido a exterminar cabecitas, pobres, inmigrantes, narcos, planeros,
franelitas, gays, lesbianas y travestis, zurdos, diestros o ambidiestros,
vendedores ambulantes, hormigas, mendigos, monotributistas, jubilados, cartoneros, sindicalistas,
electricistas, intermediarios, organizaciones, opositores, indecisos, socios y
exsocios, todo, “dinamitarlo todo” para por fin reinar sobre el 30 de los
escombros del odio…
Aunque tal vez tampoco.
Tal vez en el fondo de su alma triste sabe que el salto que
dio fue un salto al vacío, que el próximo 27 él también encontrará el suelo de su suerte, y mientras tanto nada más disfruta su cuarto de hora como el que alucina que vuela en caída libre...
Porque sabe también que cuando se salta al vació el suelo queda demasiado lejos y nunca se alcanza. Nada más se revienta.
Porque sabe también que cuando se salta al vació el suelo queda demasiado lejos y nunca se alcanza. Nada más se revienta.
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