La docencia pública en la Argentina sigue siendo desde sus inicios una actividad poco rentable. Más allá de sus cómodos horarios, sus largas vacaciones o sus variados beneficios sociales, difícilmente permite el lujo, los viajes, las joyas y las pieles.
Hice el primario en la década del 60 y pocas cosas recuerdo con tanta alegría como los súbitos feriados que nos regalaban los maestros con sus paros y sus huelgas. De pronto mañana no había clases, ¡de pronto una semana entera no había clases!, y todos, ignorantes, nos abrazábamos y festejábamos…
Me regodeo en el recuerdo pero lo que busco decir es que ya desde aquellos días los maestros ganaban mal, y hacían paros, y no conseguían gran cosa: al poco tiempo volvían al paro. Ya desde aquellos días, ya desde mucho antes, de hecho, la primera huelga docente en el país fue en 1881, gobernaba Roca. Muchísimo tiempo.
Tanto tiempo que bien vale preguntarse a esta altura: entre los maestros de hoy, ¿alguno de todos emprendió la carrera por sus buenos salarios?... ¿qué esperaban?.. ¿qué habían visto?... ¿qué clase de Eldorado alucinaron entre aulas públicas y pizarrones rotos?...
Por vocación no fue. La vocación no repara en beneficios materiales.
No imaginamos un escritor que deje de escribir porque su editor no le paga. Ja. La literatura no existiría hace mucho, nada sabríamos de Balzac, de Dostoievski, de Cervantes. No imaginamos a Van Gogh colgando sus pinceles porque no cobra. No imaginamos a Motzart preguntando si está la moneda o no toco. No, la vocación no funciona así.
Pero descartada la vocación ¿queda qué?...
Descartada la vocación, en cualquier actividad, queda poco más que una intención mercantil, del todo legítima, sí… pero entonces vuelve la misma pregunta: ¿cómo se les ocurrió que harían guita en la docencia?... Peor aún: ¡en la docencia pública!... ¿dónde lo vieron?, ¿cuándo?...
Ningún oficio, comercio, industria o profesión que viene en rojo desde siempre, puede ser considerado un buen negocio. Es de locos, o de ignorantes. (Tachará cada maestro lo que no corresponda).
El Martiyo, en lo personal, sueña con un mundo donde cada uno haga lo que más le gusta, y que gane muy bien por hacerlo, duplicando así su dicha espiritual con la fortuna material correspondiente.
Que nadie precise hacer lo que no le gusta para ganar lo que no le alcanza, o le sobra pero no lo alegra.
Escritores, pintores, músicos, artistas en general, pero médicos y enfermeras también, no sólo maestros, astronautas y ambulantes. Todos deberíamos ser felices y ricos y por qué no bellos y ya que está jóvenes hasta la muerte.
Pero por ahora la vida tampoco funciona así, y cuando uno elige una vocación donde la fortuna material es esquiva, o directamente imposible… no puede parar el mundo por su error, mejor reflexionar en su impericia.
No es obligatorio ser maestro. Hay muchas actividades muy redituables, el petróleo, las finanzas, la construcción, los bienes raíces, cosas que además no involucran la educación de los pibes…
Porque mientras tanto, los pibes, rehenes de la batalla, permanecen ajenos, ignoran, claro, ignoran hasta cuánto habrán de ignorar con todo esto...
Ignoran tanto, que acaso festejen como hacíamos nosotros.
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