Pasaron las primarias nacionales como una tempestad que sólo deja en pie lo que está bien agarrado. Aquí El Martiyo intenta una primera visión del nuevo paisaje, cuando todavía el viento de cola, del que tanto hablaba la oposición, revolea sus propios restos.
EL HURACÁN CRISTINA
No se ganaron las presidenciales, se ganaron nada más unas primarias abiertas. Pero todos sabemos lo que pasó ayer: el pueblo -casi el 80 por ciento-, soberano, se manifestó y dijo. Quien no sepa oírlo, ya está fuera de juego.
Con la voz de hierro de las matemáticas, los números cantan la canción de la verdad: ganó Cristina con mucho más del 40 por ciento que precisaba para barrer todas las dudas más los muchos y desesperados intentos de una oposición que así ayer, del otro lado de la victoria, estalló y se astilló entre varios candidatos que en su conjunto suman ninguno.
Este es el modelo, y Cristina su conductora indiscutida, dijo la gente, la mayoría en su conjunto, y dijo muchas más cosas que recién con los días se entenderán mejor…
Hoy es apenas el día después, la polvareda se asienta de a poco, pero aún así divisamos algunas siluetas que el ayer ya se lleva…
Allí los vemos a Eduardo Duhalde y al hijo de Alfonsín peleando por un puñado de votos, dijera Borges, “como dos pelados por un peine”…
Allí se va ya para siempre, envuelta en sus propios delirios, con sus denuncias de cotillón, por fin en silencio, la extinta Elisa Carrió, cuya muerte política nosotros ya habíamos anunciado hace rato (Ver Toda bomba que camina…)
Allí se va también, con todos sus millones, su propio canal, su Legrand y sus votitos, Francisco de Narvaez, tan falso todo él como un dólar colorado…
Allí queda también, ya lejana en su pasado reciente, la victoria municipal de Macri, y la gran ilusión porteña de un país limpio de negros, de bolitas y esas cosas…
Allí quedan los hermanos Rodríguez Saá, reducidos a San Luis, desterrados en su propia patria ajena…
¿Y quién era -se pregunta de repente la Historia- Julio no sé cuánto Cobos?...
Así por fin pagan Magnetto y sus arlequines la aventura moral que emprendieron cuando creyeron posible subestimar el amor de muchos, sobreestimar el odio de pocos, y pensar que bastaban María Laura Santillán, Inmorales Solá y cosas así como Bonelli o Tinelli para engañar a un pueblo entero…
Así acaban los ataques a las Abuelas, a las Madres, a Zafarroni… a Cristina; y por efecto reflejo, así acaban las defensas a las causas y las personas que aquellos atacan: los asesinos, los especuladores, los traficantes, los mentirosos, o sea, Videla, Bussi, Macri, Duhalde...
Así acaban las trampitas legales, los jueces cautelares, los recursos infinitos, los monopolios…
Así acaba todo eso, y sobre todo, claro, así acaba Clarín, pisoteado boca abajo en el mismo barro de sus mentiras…
Estúpidamente, en un show que no hace reír pero da mucha risa, los dos segundos, perdedores absolutos, festejan su propia victoria fantasma bajo los escombros de sí mismos… Una risa, sí. Con los días se calmarán, y el tiempo hará el resto.
No se ganaron las presidenciales, se ganaron nada más unas primarias abiertas. Pero todos sabemos lo que pasó ayer.
Con la confesa subjetividad ya declarada a la izquierda en la presentación –y que a la vez garantiza nuestra honestidad-, confesamos aquí la franca alegría que nos produce el triunfo contundente de Cristina, pero tanto, o más, la noticia de un país habitado por un pueblo que entiende su destino sin que venga Clarín y se lo explique.
No se ganaron las presidenciales, tranquilos todos: se ganó mucho más.
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