Hermes Binner, Mauricio Macri, Pino Solanas, Hugo Moyano,
Elisa Carrió, Patricia Bullrich, Raúl Castells, Ricardo Alfonsin, Victoria
Donda y Cecilia Pando, entre otros –tan
iguales o parecidos como distintos- conforman lo que ligeramente suele
llamarse la oposición, y que son, en realidad, la suma de varias, muchas, miles
de oposiciones. Tantas como individuos la componen. Un fenómeno similar al
manojo de nieve, hecho de cristales todos parecidos y ninguno igual, y que aún
amalgamados, y compactados, una vez arrojados contra el muro de la verdad de
las urnas, revientan como bolas.
EL VACÍO DE LAS CACEROLAS
Otra vez ruidosa, dispersa, hueca y mostrenca, numérica y
políticamente inestimable, la tan anunciada y fogoneada marcha del 18-A, pasó,
y sin sorpresas para nadie, el 19-A el sol volvió a salir por el lugar de
siempre. Ni el gobierno cambiaba su rumbo, ni era alumbrada ninguna nueva
esperanza de oposición en serio.
Alrededor de algunos eslóganes –que los medios que los
crearon llamaban “consignas”-durante un par de horas los manifestantes
caminaron sin rumbo, sin líderes, sin propuestas, sin respuestas, vomitaron su
odio, su fracaso, sus miedos, sus resentimientos y su confusión; intentaron
romper el Congreso; les pegaron a los periodistas que no les gustaban; quisieron
linchar un pibe del Pro pensando que era de La Cámpora ; y sin traer ni
llevarse ni dejar nada de nada, vencedores de una batalla sin adversarios, doblaron sus
cartelitos y se volvieron a sus casas. Y aquí no pasó nada.
Tan claro quedó tácitamente para todos, que temprano el 19,
sin esperar ninguna repercusión, los medios del miedo echaron a repetir una
endeble teoría sobre un impreciso silencio
oficial debido al supuesto tremendo impacto de la marcha. Silencio que
tampoco pudo evidenciarse, entre otras cosas, porque era “temprano el 19” .
Pero por supuesto, la verdad no les impidió seguir con la mentira.
En su confusión no se entiende qué esperaban, acaso que todo
el periodismo monolíticamente repitiera sus improbables estimaciones; porque de
hecho funcionarios y políticos del oficialismo desfilaron por todas las radios
y los canales opinando sobre la marcha, y Página
12 y El Argentino –por dar sólo dos ejemplos de medios oficialistas-, le dedicaron buena parte de sus ediciones del viernes,
y el tema todavía los ocupa. ¿Qué esperaban? Bien lo dice uno de nuestros
aforismos: no hay peor sordo que el que
no para de hablar.
El Martiyo, en cambio, sí calló. No supimos qué decir, o
mejor dicho… nos aburría repetirnos. Tan parecida esta marcha a la del 13S y la
del 8N, que todo lo que podíamos decir, ya lo habíamos dicho, incluso que ya
todo lo que podíamos decir lo habíamos dicho mucho antes de la primera marcha,
en junio del 2012, en nuestro post Como abrazado a un rencor, cuando los
primeros brotes caceroleros… Más aún: ya el 19-A todo lo que oíamos y leíamos,
de un lado y del otro, nos sonaba a cosa ya leída, ya oída. Todo. El tema del día
traía el tufo rancio de la noticia vieja. Nada nuevo había sucedido, nada nuevo
podía decirse.
Acaso la única novedad fuera la presencia de algunos políticos
del “arco opositor” –como les gusta llamarse a los extras de TN-, resabios de
la terrible Alianza, vestigios radicales, reaccionarios pro, travestis ideológicos,
caras que después de mucho se animaron a poner la cara, y ni siquiera todos.
Sus asesores además del propio miedo le aconsejaron a Mauricio
Macri que apoye la protesta todo lo que quiera, pero que se quede en su casa o
se vuelva a Trancoso. La mayoría de los manifestantes venía tan luego de
Belgrano, Palermo, Nuñez, y toda la inundación.
En cambio Elisa Carrió, lider natural del uno por ciento del
electorado –nunca lo olvidemos-, se ganó algún aplauso –ninguna ovación -, y
hasta se llevó la visión de un cartelito que le pedía perdón por haberla
considerado loca. El portador, sin embargo, no era psiquiatra.
Jorge Lanata –el rival de Rial- también fue aplaudido por ahí,
por supuesto (para eso pasó). Pero no firmó autógrafos, ni se mezcló con la
gente. Más ancho que nunca, se expandía dentro de un auto saludando como el
Papa.
Infaltable Patricia Bullrich, a la mañana siguiente diría
desde La Nación “la
protesta la articulé yo”, para desmentirlo y pedir disculpas apenas esa misma
tarde a través de un comunicado y en una nueva y rápida demostración de su atlética
flexibilidad moral.
Un enclenque Raúl Strassera –que en tiempos de democracia
perseguía a los mismos militares que en tiempos de dictadura obedecía-, advirtió
enérgico que “así, en democracia, comenzó
Hitler”. Muy enclenque, subrayamos. Sin embargo a su lado asentía Ricardito
Alfonsín como un perrito de luneta con los bigotes del padre.
Esperanzados aunque aturdidos, muchos soñaban con la unión
en un frente único de Binner con Macri, y Solanas y Pinedo, y la Donda
y la Pando , y la Carrió y la Rural , y la Bullrich más Lanata y we are the world más allá de todas las
diferencias y los enfrentamientos, de la
falta de programas, de ideas y proyectos… como esos cristales de nieve que
después revientan como bolas. La gente soñaba, cómo no.
Y se expresaba. Aquí y allá cobraban algunos periodistas –todos
de medios oficialistas, que nadie se asuste-; otros en cambio intentaban
invadir el Congreso cuando confundieron a un pibe del Pro con uno de La Cámpora (por eso son tan
importantes las pecheras), y no lo lincharon porque tuvo buenas piernas para
correr, junto a un par de vigilantes que corrían más que el pibe. El pibe gritaba
que era del Pro, y que sólo trató de evitar un desmán… pero la turba no quiso
escuchar razones. El odio enceguece, es entendible.
Inestimable de tan dispersa, sabido era que al día siguiente
unos hablarían de millones absolutos, y otros de unos cuantos miles relativos. Para
que nadie se ofenda, digamos aquí que estaban allí los que no ganaron en las urnas a
fuerza propuestas, y ahora quieren imponerse arruinando sus cacerolas. (Si tuvieran
una sola, lo pensarían dos veces).
Cuando por fin se volvieron a sus casas, los canales
participantes retomaron a sus programaciones habituales, y aquí no ha pasado
nada.
El 19 el sol apareció por el lugar de siempre, hizo el
camino de todos los días, y no alumbró nada nuevo debajo. No había un nuevo líder,
ni un partido nuevo, ni un proyecto mejor, ni siquiera peor, ninguna
alternativa, ningún programa de gobierno, ninguna idea, ninguna respuesta a ningún
problema. Nada.
Apenas acaso las calles más sucias, y los medios que recogían
los mismos ecos oídos después del 13-S, y del 8-N… sólo que ya más lejanos, más
tenues, más cansados… acaso más aburridos de repetirse a sí mismos otra vez y
otra vez, y otra, y van…
Desesperados al ver que la bomba arrojada no hacía ni pif, el
Grupo Clarín-La Nazión echó a rodar
entonces la simpática teoría del sugestivo
silencio oficial.
Como esos cómicos vencidos que acusan al público de
insensible, y llevan décadas contando el mismo chiste.
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