Atónito,
desconcertado, el núcleo duro del kirchnerismo se pregunta qué hace Massa en el
lugar donde soñaba a Boudou, tan luego como resultado del error histórico que
será para siempre el hoy fantasmal Alberto Fernández. Detractores hasta la
traición, uno y otro, Alberto y Massa, resultaron al cabo las mejores opciones
de la gran electora nacional ¿Por qué?
LA RAZON DE SU
VIDA
Mientras la imagen
de Alberto Fernández pierde sustancia hasta ser poco más que un holograma; mientras
Sergio Massa descubre que los días felices cuando hablar era gratis, se
terminaron; mientras más atento a los grandes diarios que a la Constitución
Nacional, el partido judicial sigue con su fulbito de ilegalidades, protegidos
y perseguidos; el desconcierto recorre las filas del Frente de Todos, y cada
día son más los fieles de Cristina, incluso, que se preguntan cómo votamos
esto, cómo llegamos hasta aquí, cómo Alberto, cómo Massa… qué podemos esperar
del Frente Renovador de pronto en el gobierno.
El Martiyo
también se lo pregunta. Y aunque la respuesta precisa la dará, otra vez, la
historia -y con el tiempo-, nos permitimos sin embargo ensayar hoy algunas posibilidades.
CRISTINA SE
CANSÓ: El récord de denuncias contra un dirigente político, lo tenía, desde luego,
Juan Domingo Perón con 120. Cristina ya suma 548, lo cual la convierte en la
figura más perseguida de la historia argentina. Una persecución mediática-judicial
inaugurada en junio de 2008, cuando la crisis llamada “del campo”, y que no
dejó afuera ni a sus hijos ni a su madre, y que sigue todavía. 14 años de causas,
denuncias, indagatorias, allanamientos, y ríos de tinta injuriosa que no cesan
de correr. Harta, humanamente harta, un día decidió que probaran suerte dos de
los grandes críticos de sus gobiernos, cuñas de su mismo palo: Alberto
Fernández y Sergio Massa. Como quien hastiada dice por fin: “a ver vos que sos
tan vivo…”
CRISTINA ENTENDIÓ:
consecuente con el llamado hecho el 13 de abril del 16, ante a las multitudes que
desbordaban Comodoro Py, cuando planteó la necesidad de un frente nacional -que
entonces llamó frente ciudadano, y que acabaría en el Frente de Todos-,
y en coincidencia con la síntesis originaria de Alberto Fernández –“con Cristina
sola no se puede, sin Cristina no se puede”-, CFK decidió tender puentes hacia
esa Argentina empecinada del otro lado de la grieta. Ayer en su columna
dominical de La Política Online, Diego Genoud revelaba que “cerca de la
vicepresidenta, no tienen dudas de que Massa es el mejor piloto de tormentas al
que podían aspirar en este momento. "Si no le prestan a él que es de
ellos, no le prestan a nadie. A nosotros directamente nos quieren voltear",
dicen”.
CRISTINA SE
RINDIÓ: harta, cansada, perseguida, injuriada, y tantas veces traicionada -Lousteau, Cobos, Alberto, Bossio, Massa, y otra vez Alberto, de a ratos Aníbal, y hasta Moreno,
y siempre, otra vez, Alberto-, un día pateó el tablero y que se arreglen ellos,
que siempre supieron más, que siempre fueron mejores, que siempre
se llevaron bien con Magnetto, con Macri, con esta justicia que apesta, y con el
“amigo Horacio”. Si así fuera, en tal caso, sería inhumano, no sólo ingrato,
reprocharle nada. Hasta el mejor de nosotros tiene derecho a descansar un día.
Claro que esta última
posibilidad impone otra pregunta brutal: ¿Y el pueblo?... el pueblo que siempre
y tanto defendió, la razón de su vida, ¿no le importa más?...
Según las encuestas
más favorables, el núcleo duro de Cristina no supera el 35% del electorado, con
suerte, aquel 37 obtenido en las legislativas del 17. Si bien ningún otro
político mide tanto, el sesenta y pico por ciento restante se divide entre los que
dudan de ella, los que no la quieren, y los que la odian. Y por supuesto,
aritmética pura, son mayoría, y también son el pueblo.
Es ese pueblo
dispuesto a votar al gorila de Alfonsín, al segundo Menem, a Macri, a De la Rua,
a la izquierdita inocua y reaccionaria, a cualquiera contra el real peronismo…
es el pueblo capaz de aplaudir la llegada de los militares, o implorar su
retorno; el pueblo que lleva ya demasiado tiempo intelectualmente intoxicado por
un complejo mediático-cultural alineado hasta los años 40 con la Embajada
Británica, y luego con el State Department. Ese pueblo también elige su
destino.
En la escalofriante película La Caída, que cuenta los últimos días del Reich en el bunker de Berlín, y que está basada en el testimonio personal de Traudl Junge -mecanógrafa privada de Hitler-, hay una rápida escena sin embargo crucial. Ante la avanzada de las tropas soviéticas, ya en las puertas de Berlín, uno de sus generales le sugiere a Hitler la posibilidad de una rendición negociada. Hitler se opone, y ordena continuar con la resistencia hasta el último hombre. Entonces otro de sus generales intenta hacerlo reflexionar: ¿y el pueblo?, le dice... “¿El pueblo?”, le responde Hitler, “el pueblo me trajo hasta aquí”.
Desde luego es imposible comparar a Hitler con Cristina, pero sí, en cambio, a ese pueblo con éste. Porque los pueblos eligen su destino, y envenenados por la propaganda, enceguecidos por el odio, son muy proclives a suicidarse eufóricamente al grito de "Barrabás, Barrabás"... y ya ni Dios los salva.
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