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jueves, 3 de marzo de 2022

ALBERTO FERNÁNDEZ: UN PRESIDENTE QUE PROMETE…


En el comienzo de la última mitad de su mandato, el Presidente Alberto Fernández inauguró las sesiones ordinarias del Congreso con un discurso que mantuvo las mismas convicciones, los mismos objetivos y las misma promesas que ya expresara en su campaña de 2019. Nobles aspiraciones que más rápido que despacio el tiempo convierte en tristes chistes amargos. Pero no hay que desesperar…

 

EL GRAN PROMETEDOR




 

Inoperante, ambiguo pero gran hablador como buen radical, Alberto Fernández inauguró este martes la mitad final de su gobierno con un discurso que por tercera vez renovó las promesas hechas en campaña y todavía pendientes: la reforma judicial, la investigación del origen y destino de la deuda externa, el castigo a sus responsables, trabajo para todos, salarios dignos, jubilaciones justas, y otras palabras hermosas que tal vez un día...

Quedó claro que el Presidente no duda de la urgente necesidad de una reforma judicial sin la cual, entre otros infinitos riesgos, cualquiera de sus políticas puede ser abatida en cualquier juzgado, como bien le enseñaron ya oportunamente su “amigo Horacio”, o su otro amigo “Don Héctor”.

Sin embargo, y pese a tan honda convicción, el Presidente todavía no pudo ni siquiera indicar un reemplazante para Highton de Nolasco, manteniendo así la Corte Suprema en manos de cuatro abogados que se le cagan de la risa.

Con respecto a la investigación de la deuda mundialmente histórica contraída por el gobierno anterior -y blanqueada por el actual-, el Presidente tampoco ignora la sed de justicia de este pueblo que todos los días se hunde un poco más en la pobreza, mientras mira por tevé a los responsables de ese endeudamiento pasando sus vacaciones en Punta del Este, en Suiza o Miami, o en una reposera en Lago Escondido junto al usurpador inglés… quien dicho sea de paso, sigue sin ser incomodado por nadie.

Tan consciente está, el Presidente, de esa sed de justicia, que no sólo prometió en campaña investigarlos, sino que una vez asumido realizó la correspondiente denuncia penal. Pero tal y como le explicó hace unos días al animador televisivo Gustavo Sylvestre, “yo la denuncia la hice, ya si la justicia no avanza, qué más puedo hacer”. No pocos se preguntan si de verdad no sabía cómo eran las cosas cuando hacía esas promesas.

En el plano económico, y con debido orgullo, remarcó el fabuloso crecimiento del último año de casi un 10%. Con debido orgullo y cierta nostalgia, porque ya para el año próximo el FMI le puso un techo del 2%. Aunque eso no lo dijo, como tampoco dijo que, tal y como le había advertido Cristina, tanto crecimiento “se lo quedaron los cuatro vivos de siempre”.  

Infelizmente pese a los esfuerzos de Martín Guzman y su equipo, el acuerdo con el Fondo -que tantos anunciaban que allí anunciaría- no llegó a tiempo para la ocasión. Sin embargo, y pese a que expertos, analistas, propios y ajenos consideraron esa deuda impagable; el Presidente apostó a pagarla confiando en el futuro de “un sendero de crecimiento posible”. Sin entrar en detalles, ni reparar en los misterios del insondable porvenir, allí nomás bosquejó algunos planes de prosperidad que a su vez evitarán -o evitarían- que el pueblo la pase todavía peor. Como suele decirse: “si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”.

Y mientras una familia tipo precisa un ingreso de 80 mil pesos -sin contar alquiler- para no caer bajo la línea de la pobreza; el salario mínimo es de 33.000, y la jubilación mínima -la PUAM, que es la verdadera mínima – apenas supera los 22.000.

Por eso cuando habló de la inflación imparable que pulveriza la subsistencia de los argentinos, no le tembló la voz a la hora de responsabilizar a “esa costumbre seriamente arraigada en muchos sectores de remarcar los precios por las dudas”, y a “la complicidad judicial con el poder económico real”. Los cuatro varones de la Corte, allí presentes, más ocultos que protegidos detrás de sus barbijos, ni siquiera pestañearon.

Si hasta ahora ninguna de estas promesas pudo ser cumplida, explicó también, fue por la pandemia, iniciada el 20 de marzo de 2020, a sólo 99 días de haber asumido. Esos primeros 100 días -cruciales para cualquier gobierno que pretenda ejecutar cambios profundos- se fueron, infelizmente también, entre canciones y guitarreadas junto a Dylan y Lito Nebbia.

Pero no hay que desesperar.  

Este primero de marzo una vez más, como en 2020 y 2021, el Presidente renovó todas aquellas promesas de campaña, y así parece decidido a hacerlo hasta el último día de su mandato.


* * *

1 comentario:

  1. Así es nuestra triste realidad, un presidente de cartón pintado.
    Pero a no preocuparse, ya piensa en la reelección. O sea, tenemos varios otros marzos de promesas sin comprometerse.

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