////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

viernes, 2 de septiembre de 2022

BRULOTES BRUTALES – Hoy: Aníbal Fernández, de caníbal a vegano…


 

Una operación mediática lo dejó para siempre sin chances electorales, pero no le impidió volver a la función pública como Ministro de Seguridad  de “mi amigo Alberto”, a quién alguna vez acusó de estar “al servicio de Héctor Magnetto”. Durante demasiado tiempo Aníbal Fernández encantó a vastos sectores del kirchnerismo con sus desboques virtuales y sus bravatas televisivas. Pero entre la impericia y la inoperancia, sus días de burlesque se terminaron.

 

 

TRISTEZAS DE UN PAYASO


 

 

"Alberto Fernández trata de desmentir, en una carta llena de agravios a la Presidenta, lo que no se ha cansado de confirmar en su constante trajinar mediático: que es una persona al servicio de Héctor Magnetto”, así comenzaba la carta que Aníbal Fernández le dedicaba a Alberto Fernández desde el diario La Nazión el 28 de julio de 2011.

Guapo del tuiter, recitador de frases hechas y refranes defectuosos, ex funcionario de Duhalde, de Ruckauf, de Néstor y de Cristina, hoy habla de “mi amigo el Presidente”; y en defensa del calamitoso acuerdo con el FMI, no dudó en atacar a Máximo cuando renunció a la presidencia del bloque, acusándolo de “portación de apellido”, y por elevación, de atrás, a Cristina.   

Víctima fatal de una campaña mediática orquestada por la inestable Elisa Carrió y el operador Jorge Lanata, en 2015 perdió las elecciones por la Provincia, y aunque demostró su inocencia -y la patraña de los otros-, nunca pudo limpiarse del todo, ni dejar de ser, para muchos, La Morsa, el rey de la efedrina. La injuria es un balde de agua, una vez arrojado, es imposible juntarlo, se sabe.

Así marcado, sin posibilidades electorales ni para concejal en Pinamar, se dedicó de lleno al panelismo televisivo y el exabrupto virtual, sin más esperanzas que volver un día a la función pública. Por fin lo consiguió. Roscando y operando desde el programa Caníbales, y entre rosarios de alabanzas al Presidente Fernández, un día volvió como Ministro de Seguridad, cargo desde el cual se dedica a elogiar las Fuerzas bajo su mando, hagan lo que hagan, y si no hacen nada también. La genuflexión como liderazgo, digamos.  

Con su clásico bigote castrense, y el ceño siempre fruncido -para mostrar compromiso, seriedad y bravura-, más allá del burlesque de sus intervenciones públicas, su gestión actual se hace difícil de evaluar porque es invisible, secreta o nula. A no ser por el viejo truco de correr punteros de barrio para simular una lucha contra el narcotráfico internacional. De tanto en tanto se jacta por el decomiso de unos cuantos kilos de marihuana, o la detención de “dos mulas”, o de cuatro perejiles. Nunca un fiscal, un juez, un comisario, un banquero, un funcionario político, sin los cuales dicho inmenso negocio sería imposible. Nunca.

Durante demasiado tiempo Aníbal Fernández encantó a vastos sectores del kirchnerismo con sus bravatas virtuales y sus payasadas televisivas. Como pescaba en su propia pecera, no ganaba adeptos, pero espantaba indecisos creyéndose sin embargo divertido. En nombre de Cristina y de Néstor, repartía para todos lados y hasta lo acusaba a Alberto de “empleado de Magnetto”, y entonces Alberto lo llamaba  “energúmeno verbal”. Días de vino y alegría que ya no volverán. 

Hoy Aníbal ya no causa gracia. De a poco sus tristes chistes ya no daban risa sino bronca, y por fin las jornadas de agosto se lo llevaron puesto.

El último fin de semana alcanzaba el mediodía de su inoperancia, cuando, como responsable de la Policía Federal -responsable a su vez de la seguridad de la vicepresidenta- se la pasó mirando por televisión cómo una policía municipal la sitiaba en su casa, mientras apaleaba manifestantes, diputados y gobernadores de su propio partido. Esta vez ni un tuit. Ningún chiste, ningún sarcasmo, ningún “mamerto”. Nada. Como si fuera nadie, ningún ministro, ninguna seguridad.

Tarde, tres días después, reapareció por televisión en el programa por supuesto de Gustavo Sylvestre, el último albertista. Una vez más, como siempre, habló mucho y no dijo nada. Intentó explicar la represión de Larreta hasta parecer justificarla, y desestimó la filmación ilegal de militantes por parte de la policía, mientras destacaba su buena relación con su par de la Ciudad Marcelo D´alessandro, responsable del desastre. Pero como toda enérgica respuesta a su mucha ineficacia, allí anunció la ampliación de la custodia de Cristina. Apenas 48 horas después, el jueves por la noche, se demostraba también su peligrosa impericia de charlatán.

Anoche, pocos minutos después del atentado, apurado por salir en la tele, reapareció en C5N para subestimar los hechos reduciendo el intento de magnicidio a "una persona que según los que estaban cerca, muestra que tenía un arma", cuando en ese mismo momento lo cortan para presentar las imágenes del arma en la cabeza de Cristina. The end. 

Al cabo de largos y muy duros párrafos, aquella carta de La Nazión dirigida a Alberto cerraba así: “La verdad es que da pena que de jefe de Gabinete de Néstor Kirchner termine de operador de Héctor Magnetto. Da pena. Porque, ¿sabe qué?, en la vida lo más importante no es cómo se comienza, sino cómo se termina”.

Ahora Aníbal habla de “mi amigo el Presidente”, y se borra cuando hace falta.

Terminó así. 


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lunes, 29 de agosto de 2022

CFK: EL HURACÁN Y SUS DESTROZOS…

 

Como una fuerza de la naturaleza, una vez más Cristina Fernández de Kirchner cruzó la realidad, y se la llevó puesta. Ni los que soñaban un país sin ella, ni los que soñaban un peronismo sin ella, saben ahora qué soñar. La reacción popular clausuró la interna del FdT, y detonó la de JxC. De un lado y del otro de la grieta, nada quedó como estaba.

 

LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ

 

Museo de Cera de la Ciudad

 


Con sus hábitos de huracán que pasa y arrasa, Cristina Kirchner cruzó una vez más la realidad sin dejar nada en su lugar, ni de un lado ni del otro de la grieta.

Como advertimos el viernes, la reacción popular clausuró la interna en el Frente de Todos: manda ella, y el que no se encuadre, afuera, tal como entendieron ahora tantos  que hasta ayer nomás soñaban un peronismo sin Cristina, desde los dirigentes eviteros y cegetistas, hasta lo que queda de Alberto y lo que se crea Massa. Y también dejó claro, la reacción popular, que Cristina es inmune al fracaso de uno, y al ajuste del otro. El pueblo peronista es de ella, las penas son ajenas.

Despiertos de sus pequeñas ambiciones, los dirigentes del Frente de Todos se apuraron a correr del Parque Chacabuco al Lezama, y del Lezama a Recoleta para ponerse a la cabeza de lo que hacía ya cinco días el pueblo había decidido con la cabeza de ellos. Entonces desfilaron frente a las cámaras el remolón Gabriel Katopodis, el radical Leandro Santoro, y hasta Juan Grabois -que hace tan poco consideraba el lawfare apenas un “asunto de Cristina”-, o descerrajaban sus tuits urgentes los últimos albertistas, Julio Vitobello, Santiaguito Cafiero, y hasta Vilma Ibarra, ex de Alberto y autora de un libro contra Cristina… Ya nada era lo que era, ni nadie lo que se creía.

Sergio Massa, el superministro que negaba serlo, tendrá que retocar sus fantasías de gloria. Aún si el ajuste planificado por el prócer neoliberal y tuitero arrepentido Gabriel Rubinstein tuviera alguna posibilidad de éxito, no sería conveniente emprender una campaña prometiendo otra vez “meter presa a Cristina”, y menos aún enfrentarse con ella en una interna, por mucho apoyo que le prometa la Embajada norteamericana. El horno ya no está para esos bollos.

Y en cuanto al propio Alberto… bah. Cada día más borroso, acaso demasiado ocupado en defenderse de sus propios dichos -y de sus “amigos” de TN-, en todo el fin de semana apenas retuiteó algo -que no le importo a nadie-, y siguió mirando por televisión desde Olivos, cómo la historia pasaba por Recoleta, y lo olvidaba. A sus órdenes, el influencer Aníbal Fernández, Ministro de Seguridad de la Nación, y por lo tanto responsable de la Policía Federal -responsable a su vez de la custodia de CFK-, también será recordado por su sonoro silencio, mientras la vicepresidenta era sitiada en su domicilio por una fuerza municipal, que de paso apaleaba a los votantes del FdT. Dos Fernández, que no hacen uno.

Y del otro lado de la grieta, tampoco quedó nada en pie.

Varias veces medalla de oro en la disciplina Tiro por la Culata, el gorilaje demostró hasta qué punto es idiota esperar resultados distintos usando los mismos procedimientos. En el 45 creyeron que bastaba encerrar y proscribir a Perón. Los resultados de la ocurrencia son por todos conocidos. Sin embargo, 78 años después, repitieron la astucia. Los resultados están a la vista.

Rehén del espionaje de su propio su jefe, Horacio Rodríguez Larreta quiso a hacerse el duro con sus vallas y sus hidrantes, para terminar reculando con sus vallas y sus hidrantes decorados por la militancia entre pintadas y afiches de Todos con Cristina; y allí se largó Todos contra Todos de los cambistas. Bullrich que le pega a Larreta, Carrió que lo defiende a coro con Ritondo, al que antes Carrió acusó de narco... Es dable pensar que Macri le ordenó la represión como quien lo baña en nafta, y le arroja un fósforo. Pero sumiso, desconcertado o extorsionado, el intendente se arrojó nomás sobre la granada, y bueno...

Tarde, vencido y chamuscado, hacia la noche del sábado salió a explicar por televisión lo que ya ni los vecinos de Recoleta habrían de escucharle. Indignado porque se hablaba de “la policía de Larreta”, y para limpiar su desastre, intentó un gracioso reconocimiento de esa misma policía que asesinó a Lucas Gonzáles y a otras 130 personas desde el 1 de enero de 2017; la que reprimió en el Borda, la que les pegó a los maestros tantas veces, y a las enfermeras en plena pandemia; la misma policía que tiene un agente desparecido hace más de tres años -Arshak Karahnyan-, y que ni siquiera busca, porque, todo indica, lo desapareció ella misma: la policía de Larreta.

La foto será inolvidable. A su alrededor, como embalsamados, se plantaron algunos de los máximos referentes cambieros, cuyos rictus amargos, resultaban por lo mismo cómicos. El primo de su jefe -el jefe no fue-; María Eugenia Vidal -dura como trabada-, siempre firme y detrás de ella, el pistolero Cristian Ritondo; el infaltable Diego Santilli, serio como una moneda; el exliberal, exradical, exkirchnerista, expro, exconservador, exneoliberal, y ahora radical de nuevo, Martín Lousteau; y hasta la minúscula hormiguita Graciela Ocaña, casi insustancial en un extremo de la foto. Qué risa. Diría Discépolo: una risa que dan ganas de llorar.

Y es que en política ignorar al pueblo, conlleva ese riesgo: no entender nada. 

Por impedir la candidatura de Cristina, la lanzaron. Por acabar con el peronismo, lo revivieron. Por romper el Frente de Todos, lo organizaron. Por intentar someter a un país, lo levantaron. Por perseguir a Cristina sin pruebas, Cristina hizo públicas las pruebas que ahora habrán de perseguirlos. Todo salió mal.

Pero ahora los políticos argentinos, de Alberto a Macri, saben ya que hablan para nadie. Para los empleados de Magnetto, acaso; para esos cuantos cacerolos y guillotinadores que alborotaban la esquina de Juncal y Uruguay, y que ya difícilmente vuelvan; para el público menguante de Leuco y sus leucocitos; para esa porción de la ciudadanía que en 2019 -aun con Alberto de candidato, y tras más de una década de persecución mediática y judicial-, no les sirvió para nada. Por muchos ruidos que hagan con la boca, las masas sólo escuchan a Cristina, y sólo a ella le creen.

Pero esto recién comienza. Como una buena serie que ninguna plataforma ofrece, los capítulos por venir requerirán tres toneladas de pochoclo.

¿Cómo terminará la causa vialidad? ¿Se animarán a condenarla, encerrarla y proscribirla? ¿O recularán en chancletas, como hicieron con el 2x1?... ¿Investigará la justicia los cientos de chats entre Nicky Caputo y José López? ¿Y la procedencia de los dólares de sus bolsitos?... El embajador norteamericano Marc Stanley ¿seguirá oficiando de cupido entre Larreta y Massa?... Cuando le explote en las manos la bomba que está armando ¿cómo hará Massa para atarse los zapatos?... ¿Los eviteros Chino Navarro y Emilio Pérsico, recuperarán el habla? ¿Confesará el fiscal Luciani que es kirchnerista? ¿O dejará que la gloria de esta resurrección se la lleve cualquiera?...

Muchas son las intrigas de una serie a la que le sobra reparto, pero sólo tiene dos protagonistas: Cristina, y su pueblo.



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viernes, 26 de agosto de 2022

LAS JORNADAS DE AGOSTO: UN NUEVO OCTUBRE…

 

 

Abusada la paciencia, ahora truena el escarmiento. Pasacalles, pintadas, muros de redes y de calles lo avisaban: Si la tocan a Cristina… Ni oposición ni oficialismo lo entendieron. Los unos creyeron que bastaba proscribirla y encerrarla como hicieron con Perón en el 45. Los otros organizaban un operativo clamor que les explotó en la cara, y que no cesa. Ahora nadie se anima a predecir dónde, cómo ni en qué terminará todo esto. Sólo el pueblo y la historia pueden saberlo.

 

EL RAYO QUE NO CESA

 





 “Ya somos el pasado que seremos”.

Jorge Luis Borges

 

Lo que es muy grande, lo inmenso, para ser comprendido, requiere distancia, perspectiva. No se puede contemplar una montaña sin alejarse de ella. Con la historia sucede lo mismo, se teje con los días del presente, pero se entiende en el futuro, cuando ya es pasado.

El 25 de mayo de 1810 frente al Cabildo de Buenos Aires, los vecinos de la ciudad no hablaban del feriado nacional que inauguraban, ni de los muchos chocolates patrióticos que servirían ese día para siempre, ni de la incipiente industria de la escarapela nacional. Más bien puteaban al virrey, algunos a Saavedra, otros a Moreno, en fin: hacían el futuro, no lo habitaban.  

Así también transcurren ahora estas jornadas de agosto, que recién el tiempo sabrá dimensionar como, acaso, otra semana de mayo que sigue más allá de su semana, o como un largo 17 de octubre que estalló un día, pero que no se calmó ese mismo día...

Con el tiempo los historiadores evaluarán sin pasiones coyunturales los elementos de la realidad. La espectacularidad mediática de una causa judicial plagada de inconsistencias, irregularidades, ilegalidades; las fotos de fiscales y jueces jugando a la pelota, compartiendo asados en la quinta del expresidente, a la sazón enemigo acérrimo de la acusada… pero no habrá registro documental de pruebas concretas que expliquen el pedido de cárcel y proscripción contra la acusada, a la sazón, lideresa indiscutida del único movimiento que inquieta a los Estados Unidos. La historia sabe separar el trigo de esa paja.

Entonces contará la inmediata, espontánea reacción de las masas populares tomando las calles de todo el país, rodeando su casa durante días y noches de vigilia festiva, creciendo con las horas, copando el recoleto barrio de la Recoleta, agotada su paciencia, tronando como un escarmiento en el corazón gorila de la ciudad gorila.

Referirá también el apuro tardío de los dirigentes, corriendo para ponerse a la cabeza de esas masas cansadas de esperarlos, mientras muchos de ellos todavía soñaban con un peronismo sin Cristina, cuando el pueblo se levantó con la cabeza de ellos, y tomó las calles de una vez por todas. El operativo clamor no pudo ser organizado: les explotó en la cara. La historia se ocupará de esas cosas.

Campeón mundial en la disciplina Tiro por la Culata, el antiperonismo marcará otro hito en la extensa trayectoria de sus fracasos. Será inevitable la analogía entre estas jornadas de agosto, y aquellas de octubre, cuando los mismos sectores creyeron que bastaba con encerrar y proscribir al líder que el pueblo había elegido, y chau… No habrá diarios de la época hablando de “aluvión zoológico”, pero tendrán en cambio el silencio furioso de Clarín y La Nazión obviando el asunto, callando las movilizaciones, ignorando las multitudes, injuriando a Cristina como antes hacían con Perón y Evita, y con sus tres toneladas de mentiras ya del todo expuestas, porque el tiempo es maula y no perdona… La historia recogerá esas cosas.

De momento, nada más transcurre. Las jornadas de agosto no se detienen. En todo el país, y ahora también en el exterior, continúan las movilizaciones, espontáneas o autoconvocadas; mientras el PJ dispone el estado de alerta y movilización permanente. La reacción popular clausuró la interna del Frente de Todos: manda Cristina. Es difícil distinguir si es que su candidatura para el 23 madura, o más bien se impone. Pero es muy probable que las jornadas de agosto, sigan más allá de setiembre hacia un nuevo octubre.

La historia y el pueblo lo dirán.




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jueves, 25 de agosto de 2022

BRULOTES BRUTALES – Hoy: Gustavo Sylvestre, la marca de la derrota…

 

 

El animador televisivo Gustavo Sylvestre es todo un fenómeno de tenacidad y superación. Se hace difícil encontrar otro ejemplo de alguien tan exitoso con tan pocas condiciones para serlo. Sin formación ni lucidez, sin calle y sin gracia, alcanzó a convertirse en un referente periodístico para vastos sectores del público progre-peronista. Sin embargo, es a Héctor Magnetto y su Mauricio Macri a quienes debe su buena suerte.

 

LA MARCA DE LA DERROTA



 

Así como los fabricantes de salvavidas se fundirían sin los naufragios, o los bomberos no serían sin los incendios; así también el animador televisivo Gustavo Sylvestre le debe su buena suerte al desastre macrista que tanto critica. Paradojas de la vida.

Mientras enceguecido por la furia, Héctor Magnetto le regalaba a C5N y Página 12 todo el público pogre-peronista; apenas asumido Macri, aniquilaban a 678 de la TV Pública, echaban a Víctor Hugo Morales de Radio Continental, a Roberto Navarro de C5N, y por fin a Horacio Verbitsky de Página 12, sin contar el exterminio ejecutado en Télam, la violenta irrupción en la redacción de Tiempo Argentino, y tantos otros casos de censura brutal. Despejado -devastado- así el panorama mediático, de sus vestigios surgía Gustavo Sylvestre como el único, el gran referente periodístico opositor, y hasta llegó a dominar el horario central de la televisión. Diría Ungaretti: “tú no creces, te empinan las circunstancias”.

Se lo considera -y se autopercibe- periodista, cuando en realidad su trabajo se reduce a conducir-por no decir animar-un programa periodístico. Pero el periodismo es otra cosa. Es, ante todo, investigación, y no se puede mencionar ninguna suya a lo largo de su extensa trayectoria. De hecho, su programa se nutre de los buenos trabajos de sus buenos columnistas -Irina Hauser, Pedro Brieguer, David Cufré, Juan Amorín-, quienes sí investigan, pero que, por lo general, difunden sus investigaciones, primero, en sus respectivos medios. Sylvestre las presenta de segunda mano.

Por lo demás, no pasó por la gran escuela de la gráfica -se inició en radio, y de allí pasó a la tele-; y aunque dice ser egresado de una escuela de locución -o sobre todo por eso- sorprenden sus severos problemas de dicción, las eses que se traga como si fueran garrapiñada, las dificultades de pronunciación -sus Acsel Quichilós, sus jastags, sus Kirgsners-, su escaso vocabulario hecho de 70 vocablos y ninguna flor; sus latiguillos añejos, sus infructuosos esfuerzos por expresarse; sus tremendas dificultades para leer un párrafo sin tropezarse en cada signo de puntuación; su incapacidad para leer sin ayuda una cantidad de más de nueve cifras…

Tampoco destaca como entrevistador, imposibilitado de repreguntar porque simplemente no escucha a su entrevistado, pisándolo en cada respuesta, como hace también con cada intervención de sus columnistas. Nunca nadie, tan poco dotado para el periodismo, alcanzó tanto prestigio como tal.

Su programa va en vivo, pero eso no le importa. Con burocrático rigor, afuera puede incendiarse el país que él seguirá con la pauta que le prepararon seis horas antes. Cuando el futbolista Diego Luciani pidió la condena para CFK, mientras la militancia se lanzaba a las calles con espontaneidad diecisieteoctubresca, y se enfrentaba la policía de Larreta, Sylvestre ignoraba su móvil para escuchar al doctor Carlos Beraldi decir las mismas cosas que dice desde hace años. Falta de reflejos, pero también de imaginación.

Sin calle y sin gracia personal, grita su programa como si tampoco tuviera micrófono, y con el tono propio de un animador de carnavales, pretende “clarificar la realidad” mientras se enreda en sus confusos monólogos entre frases inconclusas y conceptos abortados por su propia ansiedad. Pero acaso su lado más gracioso está en su interpretación de los hechos, casi siempre viciada por su falta de formación, y de lucidez.

Insiste hasta la carcajada con elogios a Raúl Alfonsín, como si no quedaran sobrevivientes de su espantoso gobierno; y aún hoy se refiere a la UCR con el lugar común del “partido centenario”, como si eso supusiera en sí mismo un elogio, y como si nadie tampoco supiera de las Juntas Consultivas que dieron sustento político a la Fusiladora, ni de los Comandos Civiles que limpiaron los sindicatos a sangre y fuego; ni de Miguel Ángel Zabala Ortíz, cerebro entonces del bombardeo a la Plaza de Mayo, y luego canciller del “honestísimo” Arturo Illía, quien tan democrático era, que mantuvo proscripto al peronismo. Como el bobo que insiste en clavarse el helado en la frente, ninguna realidad enturbia sus ilusiones.

Hasta su instante final defendió al extinto Martín Guzman y su entrega al FMI, y cuando todo voló por el aire, sin mudar el tono, se largó a inventariar las muchísimas virtudes de Silvina Batakis, para arrojarse inmediatamente en los brazos de Sergio Massa con la misma certeza, y siempre a los gritos.  

Consumado el (des)arreglo con el FMI, su cándido albertismo lo llevó a atacar a Máximo Kirchner ni bien éste se eyectó de la presidencia del bloque, y ahí nomás entró a pegarle a La Cámpora, y por lo tanto, de atrás, a Cristina. Eran los días cuando en su programa no faltaba el payaso Aníbal hablando de “portación de apellido” y de “qué diría su padre”, y… y después fue Guzmán el que se cagó en su Alberto, y entonces Sylvestre guardó su espantasuegras ya nos imaginamos dónde.

Ante la reciente y brutal injerencia en los asuntos internos de la Argentina por parte del embajador norteamericano Marc Stanley -exigiendo la urgencia de una coalición política (de la derecha, claro)-, el animado animador no dudó en entender en cambio un amable consejo para la unión de los argentinos. Qué risa.

Pero si hasta se autopercibe “elegante” porque se viste como un viejo maniquí de Modart, mientras desbarata cualquier buen intento con su infaltable lapicera de inspector municipal expuesta en el bolsillo superior del saco. Basta mirarlo como se mira a Los Simpson para descubrir la delicadeza de su comicidad.

La derrota del peronismo en las presidenciales de 2015 fue tan pavorosa, que su onda expansiva todavía nos barre. El endeudamiento impagable que nos someterá por diez o más generaciones, multiplicando la pobreza, la inequidad y la entrega; la fuga de divisas que alcanzó su récord histórico; la desactivación de la Ley de Medios Audiovisuales, asegurándole a Magnetto & Co. un largo reinado fatal; la transformación de la Corte Suprema en un estudio de abogados al servicio de un puñado de empresas; el vaciamiento del periodismo hasta la agonía de su mediocridad… Muchos fueron -son- los daños, y, botón de muestra, Gustavo Sylvestre es una de las marcas de esa derrota.


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lunes, 15 de agosto de 2022

SERGIO MASSA, O EL MISTERIO DE CFK…

 

Atónito, desconcertado, el núcleo duro del kirchnerismo se pregunta qué hace Massa en el lugar donde soñaba a Boudou, tan luego como resultado del error histórico que será para siempre el hoy fantasmal Alberto Fernández. Detractores hasta la traición, uno y otro, Alberto y Massa, resultaron al cabo las mejores opciones de la gran electora nacional ¿Por qué?

 

LA RAZON DE SU VIDA





Mientras la imagen de Alberto Fernández pierde sustancia hasta ser poco más que un holograma; mientras Sergio Massa descubre que los días felices cuando hablar era gratis, se terminaron; mientras más atento a los grandes diarios que a la Constitución Nacional, el partido judicial sigue con su fulbito de ilegalidades, protegidos y perseguidos; el desconcierto recorre las filas del Frente de Todos, y cada día son más los fieles de Cristina, incluso, que se preguntan cómo votamos esto, cómo llegamos hasta aquí, cómo Alberto, cómo Massa… qué podemos esperar del Frente Renovador de pronto en el gobierno.

El Martiyo también se lo pregunta. Y aunque la respuesta precisa la dará, otra vez, la historia -y con el tiempo-, nos permitimos sin embargo ensayar hoy algunas posibilidades.

CRISTINA SE CANSÓ: El récord de denuncias contra un dirigente político, lo tenía, desde luego, Juan Domingo Perón con 120. Cristina ya suma 548, lo cual la convierte en la figura más perseguida de la historia argentina. Una persecución mediática-judicial inaugurada en junio de 2008, cuando la crisis llamada “del campo”, y que no dejó afuera ni a sus hijos ni a su madre, y que sigue todavía. 14 años de causas, denuncias, indagatorias, allanamientos, y ríos de tinta injuriosa que no cesan de correr. Harta, humanamente harta, un día decidió que probaran suerte dos de los grandes críticos de sus gobiernos, cuñas de su mismo palo: Alberto Fernández y Sergio Massa. Como quien hastiada dice por fin: “a ver vos que sos tan vivo…”

CRISTINA ENTENDIÓ: consecuente con el llamado hecho el 13 de abril del 16, ante a las multitudes que desbordaban Comodoro Py, cuando planteó la necesidad de un frente nacional -que entonces llamó frente ciudadano, y que acabaría en el Frente de Todos-, y en coincidencia con la síntesis originaria de Alberto Fernández –“con Cristina sola no se puede, sin Cristina no se puede”-, CFK decidió tender puentes hacia esa Argentina empecinada del otro lado de la grieta. Ayer en su columna dominical de La Política Online, Diego Genoud revelaba que “cerca de la vicepresidenta, no tienen dudas de que Massa es el mejor piloto de tormentas al que podían aspirar en este momento. "Si no le prestan a él que es de ellos, no le prestan a nadie. A nosotros directamente nos quieren voltear", dicen”.

CRISTINA SE RINDIÓ: harta, cansada, perseguida, injuriada, y tantas veces traicionada -Lousteau, Cobos, Alberto, Bossio, Massa, y otra vez Alberto, de a ratos Aníbal, y hasta Moreno, y siempre, otra vez, Alberto-, un día pateó el tablero y que se arreglen ellos, que siempre supieron más, que siempre fueron mejores, que siempre se llevaron bien con Magnetto, con Macri, con esta justicia que apesta, y con el “amigo Horacio”. Si así fuera, en tal caso, sería inhumano, no sólo ingrato, reprocharle nada. Hasta el mejor de nosotros tiene derecho a descansar un día.

Claro que esta última posibilidad impone otra pregunta brutal: ¿Y el pueblo?... el pueblo que siempre y tanto defendió, la razón de su vida, ¿no le importa más?...

Según las encuestas más favorables, el núcleo duro de Cristina no supera el 35% del electorado, con suerte, aquel 37 obtenido en las legislativas del 17. Si bien ningún otro político mide tanto, el sesenta y pico por ciento restante se divide entre los que dudan de ella, los que no la quieren, y los que la odian. Y por supuesto, aritmética pura, son mayoría, y también son el pueblo.

Es ese pueblo dispuesto a votar al gorila de Alfonsín, al segundo Menem, a Macri, a De la Rua, a la izquierdita inocua y reaccionaria, a cualquiera contra el real peronismo… es el pueblo capaz de aplaudir la llegada de los militares, o implorar su retorno; el pueblo que lleva ya demasiado tiempo intelectualmente intoxicado por un complejo mediático-cultural alineado hasta los años 40 con la Embajada Británica, y luego con el State Department. Ese pueblo también elige su destino.

En la escalofriante película La Caída, que cuenta los últimos días del Reich en el bunker de Berlín, y que está basada en el testimonio personal de Traudl Junge -mecanógrafa privada de Hitler-, hay una rápida escena sin embargo crucial. Ante la avanzada de las tropas soviéticas, ya en las puertas de Berlín, uno de sus generales le sugiere a Hitler la posibilidad de una rendición negociada. Hitler se opone, y ordena continuar con la resistencia hasta el último hombre. Entonces otro de sus generales intenta hacerlo reflexionar: ¿y el pueblo?, le dice... “¿El pueblo?”, le responde Hitler, “el pueblo me trajo hasta aquí”. 

Desde luego es imposible comparar a Hitler con Cristina, pero sí, en cambio, a ese pueblo con éste. Porque los pueblos eligen su destino, y envenenados por la propaganda, enceguecidos por el odio, son muy proclives a suicidarse eufóricamente al grito de "Barrabás, Barrabás"... y ya ni Dios los salva.


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domingo, 24 de julio de 2022

EXCLUSIVO: NOVEDOSO MÉTODO QUÍMICO REEMPLAZA AL PERONÓMETRO…

 

Parte del folklore peronista consiste en medir el peronismo de un peronista. Así nació el peronómetro, un aparato de precisión muy útil que sin embargo no existe. A cambio, y en exclusiva, El Martiyo revela aquí un novedoso procedimiento químico que permite precisar sin errores la intensidad de peronismo de un dirigente, o de una gestión.

 

REACCIONARIOS Y REACTIVOS

"Naturaleza justicialista", óleo de Daniel Santoro.


 

El peronómetro es un aparato muy útil que mide el grado de peronismo de un dirigente, o, con mayor precisión, de una gestión. Pese a que dicho aparato no existe, cualquier peronista tiene uno, lo cual vuelve el método tan subjetivo como inútil. 

A cambio, existe sí un procedimiento que permite medir con cierta exactitud la intensidad de peronismo de un dirigente, y/o, mejor, de una gestión. Se trata de un procedimiento químico, podría decirse, ya que se ejecuta a partir de una solución de reactivos.

“Si quieres saber cómo me fue en la guerra, pregúntale a mi enemigo”, decía el Magno Alejandro. Y es que acaso pocas cosas nos dan la estatura de un hombre, de una mujer, o de una gesta, como sus enemigos.

Qué hubiese sido del Cristo, por ejemplo, de no haber irritado al imperio de su tiempo y a la autoridad eclesiástica de su nación. Bonaparte, por su parte, se midió con el resto de Europa, Gran Bretaña y toda la Rusia de los Zares. Habríamos olvidado incluso a Hitler, si sólo hubiese masacrado el África, la India, y/o, el sudeste asiático, como hacían entonces los imperios británicos, franceses, holandeses, y un poco antes, españoles y portugueses también, cuyos respectivos genocidios -igualmente racistas- ya son olvido… ¿Sería tan grande Evita sin el “viva el cáncer”, sin el odio de los sectores más reaccionarios de la Argentina?... Acaso el peronismo todo se hubiera licuado como el radicalismo de no haber sido por el bombardeo a Plaza de Mayo, los fusilamientos, la persecución, el decreto 4161, los exilios, las cárceles, los desaparecidos… Los enemigos, como los reactivos, revelan mejor que nada la composición de una sustancia.

El peronismo cuando es peronismo irrita sin error siempre los mismos sectores: la oligarquía, la Sociedad Rural, las cúpulas eclesiásticas y militares, la banca financiera internacional, los grandes grupos concentrados, sus grandes medios por supuesto, y antes y primero, el State Department y su Embajada porteña.

Con este sencillo método se resuelve por ejemplo la eterna discusión sobre el peronismo de Carlos Menem, que indultaba a los militares genocidas, que era aplaudido en la Rural, que extranjerizaba las empresas nacionales, que era adulado por los grandes diarios porque les entregaba las radios y los  canales, que era bendecido por la Iglesia Católica en gratitud por la desregulación educativa, y que, sobre todo, mantenía relaciones carnales con los Estados Unidos. Peronismo cero.

Del mismo modo, y por la inversa, se puede medir el peronismo del kirchnerismo, que todavía subleva los reactivos correspondientes, exceptuando, de momento, la Iglesia Católica, cuyo papado actual parece crispar a los mismos sectores. Aunque a buena parte de los propios también.

De más está decir que según este procedimiento químico, hoy nadie consigue un grado más alto de peronismo que Cristina Fernández de Kirchner.

Claro que también se pueden agitar los mismos reactivos sin hacer peronismo. 

Sólo que entonces ha de observarse que se encrespan al mismo tiempo las propias bases, los pobres, los desheredados, los excluídos, y por lo tanto y por supuesto, a CFK.


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jueves, 21 de julio de 2022

EUROPA EN GUERRA: EL INVIERNO TAN TEMIDO...

Mientras las tropas rusas ocupan el sur de Ucrania y siguen su avance por el este, Putin cerró por diez días la llave del gasoducto que alimenta Alemania y parte de Europa, cuyos países, despiertos por el miedo, ahora disponen planes de emergencia mientras descubren que el "eje del mal" al final no era tan malo, y mientras miran subir el rublo, caer el euro y dispararse la inflación. En la desesperación de su propio derrumbe, los Estados Unidos empujan a la viejísima Europa contra ese enemigo que ya supo acabar con Napoleón  y Hitler: el invierno ruso.

 

EL INVIERNO TAN TEMIDO



 

Al grito de animémonos y vayan, los Estados Unidos empujan a la viejísima Europa contra ese terrible enemigo que terminó primero con Napoleón, y después con Hitler: el invierno ruso.

El 75% del petróleo y el 50% del gas consumidos por Europa, son importados. Del 50% del gas, el 40 proviene de Rusia. En Alemania, potencia industrial, el suministro de gas ruso es del 49%. Era. Porque el 11 de julio, Vladimir Putin cerró la llave de paso del Nordstream 1 que alimenta a Alemania y parte de Europa. Prometió abrirlo en diez días, y cumplió. Esta madrugada el gasoducto volvió a funcionar, pero sólo a un tercio de su capacidad. Diez días que conmovieron a Europa, y la dejaron temblando.

Tal es el miedo que el gobierno alemán ya declaró el gas “un bien escaso”, en el marco de un plan de emergencia que contempla -si todo sigue como va-, la intervención de las empresas distribuidoras, y el racionamiento casero con cortes programados.

La página del Ministerio de Economía incluye desde hace días un instructivo que, entre otras sugerencias, recomienda "duchas más cortas", "agua fría de vez en cuando", "sombra en lugar de aire acondicionado" y "el horno apagado antes de terminar la cocción para aprovechar el calor residual". El documento lleva la firma del vicecanciller y ministro de economía, Robert Haceck, que allí advierte: “el escenario es grave, y el invierno llegará. Nunca estuvimos en una situación así. Algunas fábricas tendrán que cerrar, y para algunos sectores será una catástrofe”. Tal vez por eso en abril el gobierno nacionalizó la filial alemana de la energética rusa Gazprom, pero ningún alemán salió a la calle con un cartelito que diga “yo soy Gazprom”.

Porque entre las primeras cosas que se lleva puesta la crisis energética en ciernes, están los principios ideológicos de los líderes occidentales. En Francia, por ejemplo, el neoliberal Emanuel Macrón decretó la estatización de la empresa EDF, Electricité de France. El gobierno español, por su parte, anunció impuestos extraordinarios a las ganancias extraordinarias de las enérgicas locales; y en Hungría, el derechoso Víktor Orban, se resistió a las sanciones contra el petróleo ruso.

Tampoco el “eje del mal” resulta de pronto tan malo. La semana pasada el ministro de Relaciones Exteriores de Italia recibió en Roma a su par iraní entre pompas y abrazos, mientras Macron reclama a viva voz la vuelta al mercado del crudo iraní, y ya que está, del venezolano también. Pedro Sánchez -que muy cocorito había reconocido la presidencia de Juan Guaidó-, ahora dejó trascender sus intenciones de reanudar las importaciones de crudo venezolano, mientras promueve el acercamiento con Caracas. Igual que los Estados Unidos, que de golpe descuben que Nicolás Maduro no es tan mal muchacho, como así tampoco el príncipe saudí Mohamed Bin Salman, a quien Biden, en campaña -cuando hablar es gratis- había prometido tratar como un “paria” por el asesinato, descuartizamiento y cocción del periodista Jamal Khashoggi… pero que hace unos días terminó viajando a Yeda para implorarle al mismo “paria” el incremento de su producción de petróleo. Marxistas de Groucho, los líderes de Occidente tienen principios muy sólidos, pero si no gustan…

Tampoco sobrevivieron las ilusiones ambientalistas de ninguno de ellos. De regreso al pasado más sucio, Europa vuelve al carbón. El gobierno de Macrón redactó una nueva ley que entre otras cosas autoriza la reapertura de la central carbonífera de Saint-Avold, que había clausurado apenas en marzo y “definitivamente”. La misma decisión tomaron los gobiernos de Alemania y Austria, reabriendo o prolongando la actividad de sus centrales de carbón; Italia incrementará su compra de suministros; y en lo que va del año España ya duplicó la quema de carbón, mientras según la agencia Bloomberg, Europa la aumentó en un 51%. Se trata del recurso más contaminante de la historia, pero...

Así las cosas, la prensa occidental abandona de a poco su triunfalismo inicial hecho de imágenes de tristes refugiados, de víctimas civiles y de valientes soldados ucranianos; porque ya el todo sur y casi todo el este del país están en manos de las tropas rusas, mientras las reservas armamentistas de Europa se agotan. Algunos de estos medios todavía sueñan con la resistencia, recostados en una presunta “lentitud” del avance ruso. Pero olvidan que en esa lentitud se recuesta también el progresivo deterioro de toda la economía europea.

El euro ya alcanzó su cotización más baja desde 2002, y sigue en caída espantando capitales y recalentando la inflación, que en junio del año pasado era del 1,9%, y que ahora promedia el 9%, con países que alcanzaron el 19, el 20, y hasta el 22% (Letonia, Lituania y Estonia). Poco, visto desde la Argentina, pero demasiado para una Europa que desconocía el fenómeno. Porque más que el número, la tendencia es lo que aterra. Un horizonte de conflictos políticos y sociales que los triunfalistas de ayer hoy ni siquiera se animan a imaginar. Tal vez por eso el presidente de la Reserva Federal norteamericana, Jerome Powel, dijo a principios de julio, en el foro anual del Banco Central Europeo: “Creo que ahora entendemos mejor lo poco que entendemos sobre la inflación”. Seguro.  

Sin embargo, según observadores, analistas y expertos -algunos del tamaño del interminable Henry Kissinger-, parece que Joe Biden no deja de hacer puntería contra sus propios pies. Las sanciones a Rusia no sólo desataron las referidas crisis energéticas y económicas por toda Europa y sus Estados Unidos, sino también una fuerte mejora en la balanza comercial rusa, el alza del rublo, la creación de nuevas formas de pago por fuera el dólar, y de remate, un mayor acercamiento de Rusia con China -el gran enemigo americano-, reforzando así el grupo Shangai, que ambas potencias integran junto a la India, que ahora compra el petróleo ruso, lo refina, y se lo vende al mundo, por supuesto más caro. Maniobra a la que rápido se sumaron China y Arabia Saudita. Todo salió mal.

No por nada esta semana en Londres, Tony Blair -ex premier británico y ex socio de W. Bush en la invasión a Irak-, advirtió que la guerra en Ucrania marcaba el ocaso de una era: “estamos llegando al final del dominio político y económico de Occidente”.

Pero los imperios no caen mansamente, se derrumban, y en su derrumbe, desesperan, y en su desesperación, se vuelven torpes, erráticos, inconsistentes, y finalmente, insustentables. 

Hora de estar alertas. Porque en la dinámica de su destrucción, destruyen primero sus periferias.




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viernes, 8 de julio de 2022

ALBERTO Y CRISTINA: HOY UN JURAMENTO, MAÑANA UNA TRAICIÓN...

 

En los inicios de su mandato Alberto Fernández llamó a un periodista de La Nazión para hacerle un pedido y una promesa que marcaron la suerte de su desgracia. En exclusiva, El Martiyo tuvo acceso a esa charla, y aquí la revela. Cualquier parecido con la realidad, es la verdad.

 

AMORES DE ESTUDIANTES

 




Así como el canto del grillo resalta el silencio que lo envuelve, así las repetidas promesas de Alberto Fernández destacan la inoperancia de su gobierno. Desde la estatización de Vicentin o la Hidrovía, a la guerra contra la inflación, pasando por la investigación de la deuda externa, la reforma judicial, el fin del lawfare, y tantas otras que se repiten como un lejano crip-crip en la monotonía de su ineficacia.

En su favor hay que decir que algunas de esas promesas ya ni siquiera se oyen, como aquella de los inicios cuando afirmaba que “jamás volveré a pelearme con Cristina”.

Otra promesa que tampoco cumplió, pero que intentó hasta las últimas horas del domingo pasado, fue la que le hizo en privado al periodista de La Nazión Jorge Fernández Diaz en los inicios de su mandato, y a la cual El Martiyo tuvo acceso exclusivo a través de fuentes propias. Y que aquí pasamos a revelar públicamente. 

Una tarde de enero de 2020, cuando aún el covid era un problema de los chinos, el autor de estas líneas tuvo un amable encuentro con un viejo amigo y colega, a la sazón entonces -y todavía-, alto jerarca de la redacción de Clarín, y cuyo nombre por supuesto nos reservamos. Pero así fue como supimos que Alberto Fernández tenía una relación de casi amistad con el periodista de La Nazión y Radio Mitre Jorge Fernández Díaz, formidable gorila. El caso es que según nuestra fuente, a poco de asumir, Alberto llamó a Fernández Díaz para hacerle un pedido puntual:

-- No me peguen hasta que arregle con el Fondo, y después yo les prometo que me “la” saco de encima.

Creer o reventar, el mismo día en que se anunció el acuerdo con el FMI, Máximo Kirchner renunció como eyectado a la presidencia del bloque, poco después aparecieron aquellos afiches contra CFK, apedrearon su ventana del Congreso -sólo la de ella-, y así la distancia entre los dos se abrió en grieta y se volvió abismo.

A partir de entonces Alberto Fernández se perdió en la niebla de los grandes problemas argentinos. Aún hoy intenta esconderse bajo la excusa ya raída de la pandemia. Pero en nuestro posteo El Gran Prometedor recordábamos que la pandemia en la Argentina se inauguró con la cuarentena establecida el 20 de marzo de 2020, a los 99 días exactos de su asunción. Y que en esos primeros cien días siempre cruciales, no reformó la justicia, no investigó la deuda, ni siquiera restituyó la Ley de Medios, aprobada por ambas cámaras y refrendada por la Corte Suprema. Nada. 99 días tocando la guitarrita y posteando fotos de Dylan. Luego llegó la pandemia, y se escondió debajo. Porque semejante desgracia universal no le sirvió para enfrentar a los poderosos, negarse al Fondo, estatizar Vicentin, la Hidrovía, alguna energética (Edesur y/o Edenor), subir las retenciones, o salir a la caza de las cuentas offshore de los grandes fugadores… ni siquiera se animó al aporte solidario, que fue una iniciativa de los diputados Máximo Kirchner y Carlos Heller, no del Ejecutivo. Y entonces llegó setiembre, y se estrelló contra las urnas.

Con el apoyo de la oposición -siempre alineada con los intereses norteamericanos- cerró el acuerdo con el FMI, blanqueando así la deuda que prometía investigar, y negando un ajuste que practica diario.

Peor que solo, mal acompañado, se aferró a un entorno menguante que le trajo más problemas que soluciones. Desde su anterior vocero, Juan Pablo Biondi, creador de incontables operaciones contra CFK, y cuya novia, Guadalupe Vázquez -empleada del diario La Nazión-, filtró las mentadas fotos del cumpleaños de Fabiola Yañez; hasta su adorado Martín Guzmán, que ni siquiera le explicó que el acuerdo que llevaba con el FMI no era más que una refinanciación, y que terminó renunciando sin previo aviso y en pleno sábado, para mejor agitar los mercados y atizar la crisis. O su exmujer Vilma Ibarra, autora del libro contra CFK “Cristina vs. Cristina”, o del otro escritor antiká, Matías Kulfas, guapo del off que lo dejó out. Y sin olvidar a sus queridos Emilio Pérsico y Fernando Chino Navarro, CEOs de la pobreza del Movimiento Carolina, cuyo virulento anticristinismo se hizo público por fin apenas Cristina cuestionó la caja que el macrismo les había regalado. Todos ellos y muchos otros encolumnados tras Alberto en pos del sueño imposible de un peronismo sin Cristina. Pero como todo sueño imposible, por definición, su destino era el fracaso.

Y mientras los salarios suben por escalera, y los precios en cohete, con una excusa que reduce a ficción nuestra Guerra de la Independencia, el 17 de octubre, la guerra de Vietnam, la Revolución Francesa, la rusa, la china, la cubana, y muchas otras; el presidente invoca la “correlación de fuerzas” para justificar esa inoperancia tan parecida a la impericia, y que con frecuencia el pueblo en general percibe como una incapacidad, y sus votantes en especial como una traición.

El 10 de diciembre de 2019, frente a una Plaza de Mayo desbordada y feliz, Cristina le aconsejó creer en el pueblo, confiar en él, ignorar las tapas de los diarios y las presiones del establishment. Pero político de gabinete, profesor de aulas adentro, palaciego y leguleyo, Alberto no cree en el pueblo, en su fuerza, en su existencia. Para él es una entelequia, un abstracto, un decorado, un montón de estadísticas... La prueba es que ya van dos 17 de octubre de gobierno peronista, y en ninguno de ambos el presidente convocó a la Plaza, y ni siquiera apareció ante los que otros convocaron o se autoconvocaron.

Dialoguista dialogador dialoga con todos, con la UIA, la AEA, la Adepa, que parecen oírlo como quien oye llover. Le implora a uno de los mayores tiburones de la industria alimenticia que resigne su codicia y lo ayude a bajar los precios, y esa misma noche, el tiburón se los aumenta. Y aunque ya no llama "amigo" a Rodríguez Larreta, ni comparte misas con Macri, hasta ayer nomás insistía en dialogar con cualquiera, menos con Cristina, su base electoral. Magnetto chocho.

Única estrella con luz propia en todo el sistema, sol alrededor del cual giran opacos los demás astros, Cristina detiene el país en cada aparición pública, y arrasa con toda la actividad mediática y política por días y semanas y ecos que no se apagan hasta su siguiente aparición pública. Pero ella tampoco es inocente, y lo sabe.

Un proverbio árabe reza “si me traicionas una vez, te maldigo; si me traicionas dos, te maldigo y me maldigo; si me traicionas tres, me maldigo”. Y Alberto Fernández ya la traicionó tres veces.

La primera en 2008, cuando en plena crisis con los machos del agronegocio, abandonó el gobierno, según sus propias palabras, “porque confrontar con Clarín era ser revolucionario, y nosotros no somos un gobierno revolucionario, somos un gobierno reformista”. Y allí nomás se instaló en los estudios de TN para atacar a Cristina, preguntar por Nisman, y llorar por el “cepo”. La segunda fue en 2017, cuando infló a su muñeco Florencio Randazzo para romper el peronismo y evitar la victoria de CFK contra Esteban Bullrich. Su actual gestión es la tercera.

Pero Cristina se mira en la historia como otros en el espejo, y consciente de su responsabilidad y su estatura, un día dejó de maldecirse, y volvió al ruedo. Tal vez a eso se refirió el ministro de acción social de la Provincia de Buenos Aires, Andrés Larroque, cuando dijo “se terminó el tiempo de la moderación, y de la autoflagelación”.

En las últimas horas del último domingo, contra toda su voluntad, acosado por el fracaso -y hasta por Estela de Carlotto-, rodeado por el fuego de un país en llamas, y con el caballo completamente exhausto, Alberto rindió la promesa hecha Fernández Díaz, y por fin llamó a Cristina.

Si fue demasiado tarde, temprano lo sabremos. 

Suele ocurrir que el grillo todavía canta cuando ya nadie lo escucha.


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viernes, 1 de julio de 2022

LOS CHISTES DE PERÓN – HOY: Más peronistas que Perón…

 

Los Chistes de Perón

 

Si alguna vez los argentinos consiguiésemos el nirvana tangible de una divisa estable, esa nueva moneda debería llevar impresas, en sus dos caras sin ceca, las imágenes yuxtapuestas de Borges y Perón como el yin y el yang de una Argentina sola, que en su doble anverso, grabara así la riqueza de nuestras más hondas contradicciones, unidas entonces por las solas banderas de la gracia de la inteligencia, la agudeza de la sensibilidad, y la sabiduría siempre que revela el humor. Por ello aquí El Martiyo, en un gesto estético histórico -pero histórico por estético-, reúne, funde, en un mismo marco, en idéntico formato, a este dueto imposible, y sin embargo... Esperamos que así como los peronistas disfrutan de Los chistes de Borges, así también la otra Argentina disfrute de Los chistes de Perón, quien supo tener, indiscutido, el sentido de la risa que es propio de los grandes. Y que nos hace mejores.



 


En las elecciones presidenciales de 1958, Perón ordena votar por la fórmula de la UCRI encabezada por Arturo Frondizi. Sin embargo, algunos dirigentes intermedios resisten la directiva y ordenan votar en blanco. Frondizi ganó, la UCR de Ricardo Balbín quedó en segundo lugar, pero los votos en blanco fueron sustantivos alcanzando el millón. Pocos días después le preguntan a Perón qué pensaba de esos dirigentes que lo habían ordenado.

-- Es que esos son más peronistas que yo.



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lunes, 27 de junio de 2022

LAS TAPITAS DE CLARÍN – Hoy 27/6/02: Kosteki y Santillán, o el asesino abstracto…

 

 Las tapitas de Clarín

 

 

Un día Clarín agregó un “atractivo” a su deslucido portal, que nos atrajo a nosotros también, y por ello saludamos al monstruoso monopolio, no sin gratitud. Lo cortés no quita nada, suma.

Y lo saludamos con gratitud porque pese a que pretendieron restringir el recurso a un juego de autorreferencias narcisistas titulando desde el vamos “Mirá la tapa del día que naciste”; El Martiyo advirtió allí, en cambio, una maravillosa herramienta para revisar, día por día, la historia argentina de las últimas décadas, a partir de la confesión de parte uno de sus principales gestores: Clarín.

Y maravillados por la maravilla, decidimos consagrarle una sección que de alguna manera encierra el juego  “dime qué dijiste y te diré quién eres”, pero que en gratitud a tan generoso recurso, optamos por reconocer la marca que lo brinda, y le pusimos directamente: Las tapitas de Clarín. Que se hagan cargo.

Esperamos la disfruten, los entretenga, les recuerde, o los despierte.

 

Nacido en 1945 -paradójico congénere del peronismo-, en sus 77 años de historia, el diario Clarín publicó ya más de 28 mil tapas. Sin embargo, apenas dos se volvieron inolvidables: la del 25 de marzo de 1976, inaugurando la dictadura genocida con su “TOTAL NORMALIDAD”; y la del 27 de junio de 2002, cuando intentó encubrir el asesinato policial de dos militantes sociales, culpando a un abstracto.

Apenas dos (2).

77 años de periodismo cero.  


Clarín, 27 de junio de 2002.


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jueves, 3 de marzo de 2022

ALBERTO FERNÁNDEZ: UN PRESIDENTE QUE PROMETE…


En el comienzo de la última mitad de su mandato, el Presidente Alberto Fernández inauguró las sesiones ordinarias del Congreso con un discurso que mantuvo las mismas convicciones, los mismos objetivos y las misma promesas que ya expresara en su campaña de 2019. Nobles aspiraciones que más rápido que despacio el tiempo convierte en tristes chistes amargos. Pero no hay que desesperar…

 

EL GRAN PROMETEDOR




 

Inoperante, ambiguo pero gran hablador como buen radical, Alberto Fernández inauguró este martes la mitad final de su gobierno con un discurso que por tercera vez renovó las promesas hechas en campaña y todavía pendientes: la reforma judicial, la investigación del origen y destino de la deuda externa, el castigo a sus responsables, trabajo para todos, salarios dignos, jubilaciones justas, y otras palabras hermosas que tal vez un día...

Quedó claro que el Presidente no duda de la urgente necesidad de una reforma judicial sin la cual, entre otros infinitos riesgos, cualquiera de sus políticas puede ser abatida en cualquier juzgado, como bien le enseñaron ya oportunamente su “amigo Horacio”, o su otro amigo “Don Héctor”.

Sin embargo, y pese a tan honda convicción, el Presidente todavía no pudo ni siquiera indicar un reemplazante para Highton de Nolasco, manteniendo así la Corte Suprema en manos de cuatro abogados que se le cagan de la risa.

Con respecto a la investigación de la deuda mundialmente histórica contraída por el gobierno anterior -y blanqueada por el actual-, el Presidente tampoco ignora la sed de justicia de este pueblo que todos los días se hunde un poco más en la pobreza, mientras mira por tevé a los responsables de ese endeudamiento pasando sus vacaciones en Punta del Este, en Suiza o Miami, o en una reposera en Lago Escondido junto al usurpador inglés… quien dicho sea de paso, sigue sin ser incomodado por nadie.

Tan consciente está, el Presidente, de esa sed de justicia, que no sólo prometió en campaña investigarlos, sino que una vez asumido realizó la correspondiente denuncia penal. Pero tal y como le explicó hace unos días al animador televisivo Gustavo Sylvestre, “yo la denuncia la hice, ya si la justicia no avanza, qué más puedo hacer”. No pocos se preguntan si de verdad no sabía cómo eran las cosas cuando hacía esas promesas.

En el plano económico, y con debido orgullo, remarcó el fabuloso crecimiento del último año de casi un 10%. Con debido orgullo y cierta nostalgia, porque ya para el año próximo el FMI le puso un techo del 2%. Aunque eso no lo dijo, como tampoco dijo que, tal y como le había advertido Cristina, tanto crecimiento “se lo quedaron los cuatro vivos de siempre”.  

Infelizmente pese a los esfuerzos de Martín Guzman y su equipo, el acuerdo con el Fondo -que tantos anunciaban que allí anunciaría- no llegó a tiempo para la ocasión. Sin embargo, y pese a que expertos, analistas, propios y ajenos consideraron esa deuda impagable; el Presidente apostó a pagarla confiando en el futuro de “un sendero de crecimiento posible”. Sin entrar en detalles, ni reparar en los misterios del insondable porvenir, allí nomás bosquejó algunos planes de prosperidad que a su vez evitarán -o evitarían- que el pueblo la pase todavía peor. Como suele decirse: “si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”.

Y mientras una familia tipo precisa un ingreso de 80 mil pesos -sin contar alquiler- para no caer bajo la línea de la pobreza; el salario mínimo es de 33.000, y la jubilación mínima -la PUAM, que es la verdadera mínima – apenas supera los 22.000.

Por eso cuando habló de la inflación imparable que pulveriza la subsistencia de los argentinos, no le tembló la voz a la hora de responsabilizar a “esa costumbre seriamente arraigada en muchos sectores de remarcar los precios por las dudas”, y a “la complicidad judicial con el poder económico real”. Los cuatro varones de la Corte, allí presentes, más ocultos que protegidos detrás de sus barbijos, ni siquiera pestañearon.

Si hasta ahora ninguna de estas promesas pudo ser cumplida, explicó también, fue por la pandemia, iniciada el 20 de marzo de 2020, a sólo 99 días de haber asumido. Esos primeros 100 días -cruciales para cualquier gobierno que pretenda ejecutar cambios profundos- se fueron, infelizmente también, entre canciones y guitarreadas junto a Dylan y Lito Nebbia.

Pero no hay que desesperar.  

Este primero de marzo una vez más, como en 2020 y 2021, el Presidente renovó todas aquellas promesas de campaña, y así parece decidido a hacerlo hasta el último día de su mandato.


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