Los chistes de Borges
Cuando le preguntan a María Kodama qué es lo que más extraña de Borges, ella no duda en responder: “su sentido del humor”. Uno de los hombres más divertidos de la historia del hombre, sin embargo, decidió pasearse por su siglo disfrazado de viejo aburrido, sin romances rimbombantes ni escándalos de vodeville, con su traje siempre gris, su bastón y su ceguera, su hablar lerdo y trabado, y su genio camuflado de sabio que no sabe. No es arbitrario pensar que esa sola caracterización, única y total, fuera su más secreta y grande broma.
Parte y proa del Grupo Florida, Borges sin embargo, por esa extraña grandeza de su destino, fue un hombre de Boedo, y tanto, que hasta se confesó públicamente hincha de San Lorenzo de Almagro.
En 1938, cuando murió su padre, el excelso Franciso Luis Bernárdez –amigo suyo y de su familia-, le consiguió un empleo como auxiliar en la Biblioteca Municipal Miguel Cané, del barrio de Almagro, en Carlos Calvo y Muñiz. Muchos años despuès, en diálogos radiales con Osvaldo Ferrari, Borges recordaba aquellos días y esas visiones, con dos anécdotas como dos de sus chistes..
1. Una extraña ocupación
“Yo debí haber dejado esa biblioteca –era un ambiente asaz mediocre-, pero seguí trabajando. Bueno, no sé si la palabra “trabajando” es exacta; éramos, creo, cincuenta empleados, y nos asignaron un trabajo que tenía que ser lento. Yo recuerdo que me dieron algunos libros para clasificar el primer día... Yo trabajé, y creo que clasifiqué casi ochenta libros... y eso se supo, y al día siguiente, uno de los compañeros vino a recriminarme, me dijo que eso era una falta de compañerismo, porque ellos se habían fijado un promedio de cuarenta libros para clasificar por día. Ahora, para fines de realismo, esos cuarenta no eran siempre cuarenta, podían ser treinta y nueve, treinta y ocho, cuarenta y uno, para que todo resultara más verosímil, ¿no?. Entonces me dijo que yo no podía seguir así, y yo, al día siguiente, clasifiqué treinta y ocho, para no quedar como presuntuoso. Pero entonces ¿qué sucedía?, el trabajo que teníamos que hacer, se cumplía, digamos, en media hora o tres cuartos de hora, y luego quedaban el resto de las seis horas, que estaban dedicadas a conversaciones sobre fútbol –tema que ignoro profundamente-, o si no chismes, o si no, por qué no, cuentos verdes. Ahora, yo me escondía porque había encontrado una extraña ocupación: leer los libros de la biblioteca”.
2. Yo soy hincha del Ciclón
“Cierta vez me preguntaron a mí qué cuadro prefería, y yo pensé que se referían a telas o a óleos. Pero parece que no: se referían al cuadro de fútbol. Entonces yo les dije que no sabía absolutamente nada de fútbol, y ellos me dijeron que ya que estábamos en ese barrio de Boedo y San Juan, yo tenía que decir que era de San Lorenzo de Almagro. Yo aprendí de memoria esa contestación, siempre decía que era de San Lorenzo de Almagro, para no ofender a mis compañeros. Pero pronto noté que San Lorenzo de Almagro, casi nunca ganaba. Entonces yo hablé con ellos, y me dijeron que no, que el hecho de ganar o perder era secundario –en lo que tenían razón.-, pero que San Lorenzo era el cuadro más científico de todos. Eso me dijeron, sí... Se ve que no sabían ganar, pero lo hacían metódicamente”.
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