Almorzar durante un siglo, no sería saludable.
CIEN AÑOS DE SOLILOQUIO
“Con la comida no se jode”
Daniel Scioli
Mirtha Legrand puede parecer un tema menor, apenas farandulesco, pero lejos está de serlo. Su vigencia a través de los siglos (comenzó a mediados del anterior), es clara clara expresión y termómetro del pensamiento y el sentir de amplias capas sociales que, no por desorientadas, dejarán de votar. Por eso este brulote brutal a manera de barquito en llamas, pretende, más que incendiar una reliquia de la pantalla, alertar a la sociedad en su conjunto.
La señora Mirtha Legrand lleva como 40 años almorzando por la tele argentina, y casi sin interrupciones, a no ser por una breve primavera alfonsinista, cuando los radicales se quedaron con todos los canales y la bajaron a ella por la baranda a dictadura que le había quedado después de tantos años de comer con –y de- los milicos.
Mucho fue el daño que le hizo el gobierno de Alfonsín al país –no tanto por acción como por omisión, ni tanto por maldad como por impericia-, pero nada, nada, ni la ley de obediencia debida, ni el falaz felices pascuas, ni la hiperinflación, ni el desgobierno ni el caos del final, ni Menem como único destino; nada tan grave como dejarla a Mirtha sin sus almuerzos. Eso la señora no se los perdonó jamás.
Por eso tan complaciente casi obsecuente por no decir caliente parecía con el fiestero doctor Carlos Menem, quien comía con ella más seguido que con sus hijos, y que siempre coronaba sus risueñas presentaciones danzando con alguna odalisca semidesnuda que allí le entregaba Mirtha, así como a otros les daba un reloj…
Tiempos felices.
Después volvieron los radicales, pero esta vez no se animaron a tocarla porque esta vez ya no se animaron a nada, como bien recordamos todos.
De a poco el país empezó a reventar por todos los costados como un vestido apenas hilvanado y seis números más chico.
A Mirtha le chupó todo un huevo duro. Ella igual encantada con el sonámbulo de Fernando, el suchi de Antonito y su Shakira, qué lindo, no?… una pena que se rajaran todos así, sin saludar, en helicóptero... y que no se la llevaran...
Porque nadie se la llevaba nunca. Todos pasaban y se iban, pero ella no, ella se quedaba y se quedaba… Pasaba el tiempo y muchas cosas, y ella así nomás se masticaba despacio más jefes de estado que albóndigas de merluza disfrazadas de salmón.
Llegó Duhalde. Alguna vez Mirtha, con el índice clavado en la mejilla, le había preguntado al aire y en la cara si él “era narcotraficante, como se decía”, pero después Chiche le avisó que Cristina era un yegua y se hicieron los tres como chanchos. Comían y comían sin parar, y aunque cada tanto se preguntan qué suerte le esperaba a la Argentina, por suerte enseguida llegaba el corte y volvían a darle a las salchichas art decó.
Todo venía fenómeno a no ser el país. Entonces ella decidió arreglarlo. Con su campanita y sus mucamas de uniforme, ya le daba consejos sino órdenes a cuanto político, ministro, diputado, senador, gobernador o presidente pasara por su mesa, o no. El país se iba al carajo pero ella lo estaba arreglando Todo iba fenómeno… ¡cuando volvieron los Montoneros!...
¡El horror entonces se abatió sobre la patria como una noche negra de sangre de morcilla!
Con la memoria de un elefante –o de un gorila (ambos son animalitos de gran cerebro)- ya desde un principio Mirtha supo que cualquier cosa anterior sería mejor que lo que entonces comenzaba.
Terroristas disfrazados de políticos elegidos por el pueblo, ¡tomaban el poder en la Argentina!
El tiempo le dio la razón y hoy nuestro pueblo vive sojuzgado por un grupo armado insurgente.
La miseria, el crimen y la corrupción, es todo lo que existe en la Argentina de sus visiones… (bueno, y una valiente oposición compuesta por sus distinguidos comensales, por supuesto).
Aislados del mundo, somos algo así como Ruanda...
¡El demonio nos gobierna!
Como se ve, un cuadro a todas luces preocupante.
No el de la Argentina, precisamente.
La señora de Tinayre, Rosa María Martínez de Tinayre, tal su verdadero nombre, es, ella -reconocido esto incluso por quienes más la quieren-, una persona profundamente ignorante, además de inculta. La información superficial y mundana que maneja a diario, no impresionan a nadie. Sí en cambio, sus conclusiones y sus reflexiones.
Dama de la beneficencia transportada a nuestros días sin aviso desde la década infame (cuando los ricos le donaban a los pobres una partecita de lo que previamente le robaban); experta en bisutería, modistos y peluqueros, sin más lecturas que Radiolandia, Gente y Caras, durante los años 90, sin embargo, ganó fama de entrevistadora punzante, incluso inteligente. Lo cual nos habla menos de sus progresos personales que del vacío de la hora. Ungaretti le diría: “tú no creces, te empinan las circunstancias”. Pero como ella jamás oyó hablar de Ungaretti, allí alcanzó su mejor momento. Los vientos soplaban a favor.
Una generación de televidentes, invitados y periodistas nacidos después del proceso, parecían en su ignorancia indultarla de todo su pasado. Incluso de su edad.
De pronto Mirtha era joven de vuelta, y en un repunte inesperado de su carrera, consiguió hasta el respeto de la prensa más arisca, porque ahora ella también opinaba y preguntaba de todo, como si de pronto hubiese descubierto al país y los demás… y le importaran.
De remate el 2001 y su “que se vayan todos” ahondó aquel vacío, y de su pozo sin fondo, surgió Mirtha monstruosa, ya no estúpida pero inocua, sino ahora convertida de golpe en algo así como un “referente social” que decía “lo que otros callaban” y “lo que todos sentían pero nadie decía”..
Una especie de Evita al revés, dijéramos, rubia y actriz, pero ésta revelada hacia el final de su vida, eternamente anciana, embanderada de los estancieros, protectora de los reaccionarios, y patrona de los que más tienen .. Monstruosa, sí.
Un monstruo de la tevé
El Martiyo es un medio periodístico, un blog, no un consultorio psiquiátrico, pero nos parece obvio a simple vista, que Mirtha no está bien.
Desde el triunfo providencial –admitamos eso al menos- de Néstor Kirchner en el 2003, esta mujer alucina públicamente el retorno de los Montoneros, y con ellos, se ve, la subversión, la violencia, los secuestros, las bombas… (No deja saber si con dicho retorno avista a su vez el retorno de los secuenciales militares. y otros siete años más de almuerzos alegres para ella, como la última vez)…
Pese al odio visceral evidente y manifiesto, y su absoluta negativa a reconocer el más mínimo acierto que todo gobierno tiene (sobre todo para quien le ha reconocido tantos aciertos a gobiernos genocidas), aún así Mirtha repite como un pájaro de los trópicos que su oposición no tiene nada de personal, al contrario, “el matrimonio Kirchner siempre fue muy amable conmigo…¡pero una ve cosas!”, dice sin decir, y allí sus ojos se pierden en quién sabe qué abismos de espectros y terrores… No está para nada bien, pobre.
Nos consta que su sensato productor Carlos Rotemberg, hizo lo posible por ayudarla… pero no sirvió de nada, pues para entonces Mirtha ya tenía el fantasma de Galimberti merodeándole por las noches la heladera… Finalmente, por salvar al menos su propia salud, Rotemberg se le despegó públicamente en una valiente carta publicada para mejor en el diario La Nación, Santa Biblia de la señora. Un horror.
Para colmo de males, una sucesión de periodistas, actores y televidentes, empezaron de pronto a cambiar de canal, a contradecirla en la mesa, a rechazarle la invitación... y eso ya fue demasiado para ella, para su mente, una mente que, saturada exclusivamente por frivolidades durante casi un siglo, ¡de pronto debía conducir una nación!.
Desde entonces las cosas se pusieron peor. Los Montoneros rodearon Villa Parque y avanzan por Libertador enrojecidos sus ponchos rumbo a su casa de José Ignacio. ¡Para colmo Mujica es tupamaro y Obama negro! “Jamás estuvimos tan mal”, repite alienada. Exceptuando el menú del día, “todo está peor que nunca”.
“La izquierda pasó de moda”, reduce, dictamina y mastica...
“Yo sé de toda la vida que todos los que van a los actos peronistas, van porque les pagan”, masca, rumia y escupe…
En fin… afirmaciones improbables, generalizaciones absurdas -cuando no directamente falsas-, percepciones inexactas de la realidad, alucinaciones, espejismos, en síntesis: la enajenación, la demencia… acaso la senectud, por qué no si a todos nos cabe…
El caso es que nosotros lo vemos y lo admitimos, y lo denunciamos públicamente, pues por mucho que se trate de una diva, se trata también de un demente, es decir: de una amenaza para la sociedad, cuando no para ella misma.
Por ello también nos gustaría hacer reflexionar a la señora Legrand, pues pareciera ser que su entorno y sus invitados no le están diciendo nada. Ni la Carrió, ni De Narváez, ni Morales el radical, ni los pendejos del Pro, ni muchos otros bravos opositores que sin embargo en su mesa no se le oponen nada. Al contrario: diga lo que diga ella, ¡todos le dan la razón como a los locos!, pobre...
Los médicos aún no pueden precisar si almorzar durante cien años sin parar traería trastornos más que digestivos, pero Mirtha no está nada bien. Ojo.
No les sugerimos a nuestros lectores que dejen de mirar su programa, porque eso ya lo están haciendo. Pero a quienes todavía la siguen, sí les recomendamos mirarla siempre con un buen profiláctico punto de vista, como quien mira las proezas de un equilibrista ebrio, de un motociclista ciego… de una mente demente, bah.
¡Aguante La Colifata!....
Todo tiene un tiempo bajo el sol.
Mirtha tiene varios.
Excelente posteo. Me hiciste, no sé si reir, pero sí sonreir bastante. Yo estoy en Alemania. Si querés propongo de hacer una baquita que segura a Rosa le deben quedar varios amigos por acá. Aunque están tan viejitos como ella, los pobres. En fin, todo tiene su tiempo y su lugar. Un abrazo. El negro (rodrigo6diaz@hotmail.com)
ResponderEliminarParece que despues del encuentro con el turco tuvieron un vastago que ahora esta guardado en un cofre de plomo (es radiactivo)y clarin piensa usarlo contra la humanidad ¡que bestias!
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