Los chistes de Borges
Cuando le preguntan a María Kodama qué es lo que más extraña de Borges, ella no duda en responder: “su sentido del humor”. Uno de los hombres más divertidos de la historia del hombre, sin embargo, decidió pasearse por su siglo disfrazado de viejo aburrido, sin romances rimbombantes ni escándalos de vodeville, con su traje siempre gris, su bastón y su ceguera, su hablar lerdo y trabado, y su genio camuflado de sabio que no sabe. No es arbitrario pensar que esa sola caracterización, única y total, fuera su más secreta y grande broma.
En una librería del centro, Borges firmaba ejemplares. Un joven, emocionado, se le acerca, y mientras él le firma, no puede contenerse:
-- Maestro…-le dice- usted es inmortal…
-- Bueno, amigo… -respondió Borges ilusionado- no seamos tan pesimistas.
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