UNA NECROLÓGICA FELIZ
La primera víctima del último gran gesto de Néstor Kirchner (entrar a la inmortalidad en plena vida) fue -como era de esperar si bien se piensa- Julio Cleto Cobos, el hombre que jamás se cansó de traicionar(lo).
Si bien en vida Cobos nunca estuvo vivo del todo, era más bien un exitoso caso de zombie político a quien una vez le insuflaron vida los radicales, y otra vez los Kirchner –y las dos veces pagó con la sola moneda de su naturaleza iscariota-, pero desde el miércoles pasado, ya, es un perfecto cadáver político más muerto que Fernando De La Rua (a quien a su vez ya ni la càpsula Fénix podría desenterrar).
Como era previsible, tratándose de un alto traidor, Cobos acabó suicidándose. Judas al fin, Cleto se colgó. Moderno él, en vez de una soga, eligió un cable. La tevé por cable.
Parece, trascendió, se dijo –era ya tan poco lo que importaba este hombre-, que durante los funerales del ex presidente -mientras la gente llenaba la Plaza y el dolor se llenaba de fuerza-, Cobos anduvo por ahí como un alma en pena, recorriendo canales invisibles explicando por qué ya nadie lo quiere en ningún lado, mientras al mismo tiempo, claro, más y más se le apartaban todos…
El arco político entero se apuraba a distinguirse de este raro apóstol de sí mismo. Los radicales, porque los traiconó, los peronistas, porque los traiciona, los demás, por temor a que los traicione, y su jefe natural, Héctor Magnetto, porque hoy menos que nunca precisa de un espantapájaros al lado…
Acaso en la inercia de su desesperación algunos de sus columnistas (suyos de Magnetto) aún intenten resucitarlo, le golpearán un rato el pecho con la Ley medios que no pudo parar, con el caso de los hijos de la Noble que tampoco pudo parar (le cobrarán uno por uno los 30 dineros que le dieron); boba a boca le soplarán el últmo aliento a la espera de una nueva traicón… pero pronto comprenderán que ya es tarde, que Cobos se ha ido, Cobos no es más…
El Cobos aquél, el líder no-positivo que alucinaron en él desde la noche de su triste gloria; ese Cobitos, el ángel putativo de la Sociedad Rural y la Santa Iglesia Católica, patrono de la delación y custodio del poder ajeno… ese Cobos ya no existe más.
Reducido a cenizas su infame pasado junto a su pérfido porvenir, su presente hoy ese eso: cenizas nada más.
Políticamente hablando -que es lo que importa en este caso-, El Martillo está en condiciones de anunciar que Judas Cleto Cobos ha fallecido.
Decir que lo lamentanos, sería decir todo lo contrario de lo que sentimos, y nos obligaría a cambiar el título del post, el cual nos gusta así.
Se murió Cobos. Por fin. Se suicidó colgándose del cable que le acercaron sus amigos de Clarín y La Nación porque Roma no paga traidores. Chau, Cleto.
Tal vez su cuerpo sin alma ambule algún tiempo por ahí, pero no ya como el zombie que fue en vida, sino más bien como un extaño fantasma fracasado porque no puede atravesar ninguna puerta ni meterse en ningún despacho; porque aún insustancial igual todos pueden verlo -¡y encima no se cruza con nadie a quien no haya traicionado en vida!-, porque al final el más allá era igual de triste que toda su gestión, y porque ni siquiera muerto se saca de encima el hedor de su perjurio.
La primera víctima del último gran gesto de Néstor Kirchner (entrar a la inmortalidad en plena vida) fue -como era de esperar si bien se piensa- Julio Cleto Cobos, el hombre que jamás se cansó de traicionar(lo).
Si bien en vida Cobos nunca estuvo vivo del todo, era más bien un exitoso caso de zombie político a quien una vez le insuflaron vida los radicales, y otra vez los Kirchner –y las dos veces pagó con la sola moneda de su naturaleza iscariota-, pero desde el miércoles pasado, ya, es un perfecto cadáver político más muerto que Fernando De La Rua (a quien a su vez ya ni la càpsula Fénix podría desenterrar).
Como era previsible, tratándose de un alto traidor, Cobos acabó suicidándose. Judas al fin, Cleto se colgó. Moderno él, en vez de una soga, eligió un cable. La tevé por cable.
Parece, trascendió, se dijo –era ya tan poco lo que importaba este hombre-, que durante los funerales del ex presidente -mientras la gente llenaba la Plaza y el dolor se llenaba de fuerza-, Cobos anduvo por ahí como un alma en pena, recorriendo canales invisibles explicando por qué ya nadie lo quiere en ningún lado, mientras al mismo tiempo, claro, más y más se le apartaban todos…
El arco político entero se apuraba a distinguirse de este raro apóstol de sí mismo. Los radicales, porque los traiconó, los peronistas, porque los traiciona, los demás, por temor a que los traicione, y su jefe natural, Héctor Magnetto, porque hoy menos que nunca precisa de un espantapájaros al lado…
Acaso en la inercia de su desesperación algunos de sus columnistas (suyos de Magnetto) aún intenten resucitarlo, le golpearán un rato el pecho con la Ley medios que no pudo parar, con el caso de los hijos de la Noble que tampoco pudo parar (le cobrarán uno por uno los 30 dineros que le dieron); boba a boca le soplarán el últmo aliento a la espera de una nueva traicón… pero pronto comprenderán que ya es tarde, que Cobos se ha ido, Cobos no es más…
El Cobos aquél, el líder no-positivo que alucinaron en él desde la noche de su triste gloria; ese Cobitos, el ángel putativo de la Sociedad Rural y la Santa Iglesia Católica, patrono de la delación y custodio del poder ajeno… ese Cobos ya no existe más.
Reducido a cenizas su infame pasado junto a su pérfido porvenir, su presente hoy ese eso: cenizas nada más.
Políticamente hablando -que es lo que importa en este caso-, El Martillo está en condiciones de anunciar que Judas Cleto Cobos ha fallecido.
Decir que lo lamentanos, sería decir todo lo contrario de lo que sentimos, y nos obligaría a cambiar el título del post, el cual nos gusta así.
Se murió Cobos. Por fin. Se suicidó colgándose del cable que le acercaron sus amigos de Clarín y La Nación porque Roma no paga traidores. Chau, Cleto.
Tal vez su cuerpo sin alma ambule algún tiempo por ahí, pero no ya como el zombie que fue en vida, sino más bien como un extaño fantasma fracasado porque no puede atravesar ninguna puerta ni meterse en ningún despacho; porque aún insustancial igual todos pueden verlo -¡y encima no se cruza con nadie a quien no haya traicionado en vida!-, porque al final el más allá era igual de triste que toda su gestión, y porque ni siquiera muerto se saca de encima el hedor de su perjurio.
A vos también te saludamos: tomatelá...
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