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lunes, 3 de septiembre de 2018

DISCURSO PRESIDENCIAL: …crip… crip… crip…




Como una bomba atómica que al caer no hace ni pif, así el discurso presidencial más esperado de la era Macri, acabó una vez más en el repetido vacío de las promesas de campaña, las culpas del pasado, y los brillos del porvenir. Lamentó no poder hacer más, pero aquí manda el FMI.

No maten al mensajero



Más maquillado que De Niro en Frankestein, ya sin ninguna esperanza de presentarlo en vivo por más auriculares que le metan, ya grabado y editado, con tono evangélico y gestualidad espástica, Macri otra vez repitió como pudo lo que dice siempre: nada.
Más promesas de campaña, más arengas de vestuario, más reparto de culpas, más metáforas malogradas, más lugares comunes, más mentiras simples, más autoelogios inauditos, y como toda novedad, un suspiro inesperado, raro, del todo inverosímil.
Como mucho lo habían criticado por la desastrosa brevedad de su discurso anterior, esta vez estiró el desastre a 25 minutos.
Para que el pueblo vea que no es el único que sufre, nos contó lo mal que la está pasando, como en los días del secuestro, imaginate…
Perdido por perdido, probó dar lástima. Con una tristeza técnicamente increíble, lloró su suerte maula de muchacho bueno: China, Brasil, ¡la lira turca!, todas las tormentas ¡y sin embargo la sequía! ¿no es para balearse en un rincón?...
Por unas retenciones que no son tales, casi de rodillas les pidió perdón a los cuatro machos del agronegocio como jamás lo hizo con los millones de laburantes, maestros, jubilados, discapacitados y desocupados que lo votaron.
Ajeno a la calle y a las encuestas como a la realidad, se justificó en los votos que aún sueña propios, vivos y muchos. Culpó al pasado, auguró el futuro, obvió el presente.  
Prometió algunas limosnas para los hambrientos, para los comedores y para los pobres que se vienen, así no joden.
Pero dejó en claro, eso sí, que lo único que importa es el FMI y sus exigencias. A él nos debemos. Todos. Juntos. Unidos. Con esperanza.  
Lamentó mucho la situación.
Sólo le faltó decir: “no maten al mensajero”.



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