La
economía argentina se decide en Washington, el aparato mediático-cultural está
alineado con la Embajada de Estados Unidos, y parte del territorio nacional ocupado
por Gran Bretaña y las fuerzas de la OTAN.
En
dicho estado colonial se pretende un proceso democrático, libre y soberano.
Menos que
una fantasía, se trata apenas de un oxímoron.
LA NOCHE
BAJO EL SOL
“Seamos libres y
lo demás no importa nada”.
José de San Martín
Tal y
como nos enseñaron a repetir desde la escuela primaria sin hacernos reparar jamás en el detalle, el 9 de julio se conmemora el Día de la Declaración de
la Independencia, ninguna independencia. La distancia entre declararse libres y
serlo es tan grande, que sigue todavía.
203
años después de aquella notable jornada cuando un distinguido consorcio
regional manifestó su voluntad política de liberar del yugo extranjero a estas
provincias del sur, tenemos la economía en manos de Washington, el aparato
mediático-cultural alineado con la Embajada de Estados Unidos, y parte del territorio
nacional ocupado por Gran Bretaña y las fuerzas de la OTAN. Pretendernos un
país soberano, libre, es infantil. Como creer que el 9 de julio es el Día de la
Independencia Nacional. Ninguna independencia.
Por eso
causa risa y a la vez tristeza escuchar a tanto político de izquierda a derecha
hablando de la democracia apenas porque votamos en base a un escueto menú que
ni siquiera disponemos nosotros.
Una
suerte de nuevo plan cóndor blanco se despliega sobre la región sin disparar un
solo tiro –mientras no haga falta-, pero armado en cambio mejor con la fuerza
de los grandes medios y la corrupción personal de los abogados que ejercen el
poder judicial de cada país.
Por eso
Maduro gana las elecciones y es aislado y amenazado, por eso Lula arrasa en las
encuestas y va preso, Correa lo mismo y parte al exilio, y Cristina lleva ya más de diez
años de persecución mediático-judicial sin que aparezca todavía una sola prueba concreta en su contra. Elegimos en base a una elección que ya nos hicieron. No somos
libres.
Mucho
menos en la Argentina, que además de sufrir todos los males de la región, mantiene –y es preciso
repetirlo una vez y otra vez-, parte de su territorio ocupado por un
país extranejro.
Diarios,
portales, radios, canales, editoriales y librerías, productoras de cine y
series, el 90 por ciento de todo ese aparato mediático-cultural está en manos
del Grupo Papel Prensa, cuyo alineamiento con la Embajada de Estados Unidos no
sólo es obvia desde hace mucho, sino que además hace mucho quedó al descubierto y en detalle con las
filtraciones de Wikileaks.
Mientras
tanto la presidencia de la Nación -más allá de minucias domésticas-, la ejerce
virtualmente madame Christine Lagarde y su FMI.
Podemos
llamar a elecciones todos los días pero la historia del mundo seguirá sin
registrar un solo caso de colonia democrática. Se trata de un vacío lleno, una
noche soleada, un oxímoron, una figura retórica, ninguna realidad.
Un día
como hoy hace 37 años tropas y más tropas argentinas desembarcaban en las Islas
Malvinas y se parapetaban dispuestas a una guerra que desde entonces tratamos
de olvidar. Dos semanas antes nuestra soberanía territorial había
sido recuperada en forma completa.
En
respuesta inmediata la CEE bloqueaba comercialmente a la Argentina, mientras
Juan Alemann -entonces ministro de economía- se apuraba a garantizarle al
enemigo el pago puntual y completo de nuestra formidable deuda externa. Ningún
bloqueo a nadie. Así empezó la rendición. Ese espíritu cipayo en la retaguardia pesaría más que
todos los cuerpos de todas las tropas, y volvería inútil cualquier sacrificio en el frente.
Esa
misma cúpula genocida y cipaya que había endeudado al país en forma record –al menos hasta la
llegada de Macri-, cuando vio a los ingleses de cerca se rindió sin chistar. Incluso
agradecida.
El
retorno al estatus de colonia fue entonces tan rápido –y era ya tan antiguo-,
que ni siquiera lo sentimos. Primero nos distrajo el Mundial de España
-¡debutaba Maradona!-, y enseguida la campaña de desmalvinización llevó la
derrota bélica al plano moral, y la extendió desde las Islas a todo el país y
hasta nuestros días.
Los
mismos grandes medios que tanto apoyaban la gesta cuando “estábamos ganando”, a
partir de entonces se dedicaron a explicarnos que todo había sido un gran error
y una locura. La locura de un solo tipo: un borracho, que ya no precisaban más. Y chau.
Nunca más
debíamos desafiar a ningún imperio, a ningún poderoso. No era importante tener
parte del país ocupado por otro país, qué va. Tonterías escolares. Teníamos un
país inmenso, ¿para qué pelear por dos islas más o menos? Pronto nos dejarían
votar, y chau.
La flor
de la derrota fue la democracia. Una democracia nominal, endeble, encorsetada
por los vencedores de la guerra, teledirigida desde los grandes medios más
grandes que nunca, y que voló por el aire en 2001 pariendo con dolor el primer proceso
político de liberación nacional desde los ya lejanos días del general Perón… y
que al cabo de 12 años de lucha desbarrancó en Mauricio Macri y su destrucción total y
su entreguismo absoluto, porque un oxímoron es un oxímoron y una colonia es una
colonia.
El 9 de
julio de 1816 se declaró la independencia.
Y eso es todo por ahora.
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Como tantos medios públicos, EL Martiyo no deja de ser privado, y por lo tanto se reserva el derecho de pubicar o no los comentarios recibidos.