Benedicto XVI supo animar con su renuncia la semana mediática mundial. Y allí donde algunos vieron valentía o virtud, otros aprovecharon para recordar la mugre y el óxido que carcomen la cúpula de una iglesia que así se les viene abajo.
En exclusiva para todo el mundo, aquí El Martiyo anticipa el nombre del nuevo Papa, un fabricante de armas.
EL CIELO PUEDE ESPERAR
¿Por qué más allá de su latín y su pompa y de todo lo que pretendan los medios que lo encubren, nosotros lo vemos a Bendecito XVI huyendo a los pedos con las manos hacia adelante bajo la lluvia de tomatazos de todos los curas?... ¿Por qué por encima de todo el incienso encendido ni los medios más católicos lograron disipar el olor a podrido de todo este final, la estela de pedófilos protegidos, el paraíso fiscal que es el Estado Vaticano, su banco, su IOR, sus 33.000 cuentas, sus seis mil millones de euros, sus otros incontables bienes, su propia historia… que así termina sin resurrección quizá.
La Santa Iglesia Católica, representante exclusiva de Dios aquí en la Tierra desde hace más de 2000 años, ya casi no gravita, moralmente, sobre los hombres. La merma de fieles es sólo superada por la de los seminaristas. Siglos de jolgorio y autodestrucción la convirtieron en este sacro hazmerreír temible, encarnación extraordinaria de la Hipocresía Humana, repulsa de los sensatos que no olvidan con rezos los muchos pecados seculares de una institución complicada en guerras, invasiones, golpes de estado y genocidios.
Célibes contra natura, sus agentes 24x24, sin armas ni torturas consiguen la confesión, y así suponen una de las redes de inteligencia más antiguas y poderosas del mundo, que a cambio apenas de perdones inciertos, recogieron y recogen información calificada.
Retrógrados, reaccionarios, medievales, sus jerarcas aguantan contra cualquier evolución mil delirios vencidos, y no a la distribución de la riqueza, y no al aborto, y no al matrimonio igualitario, y no al preservativo, y no al sexo, y no a la autopurificación, y… ¿y dónde se han ido todos?...
Crípticos, herméticos, insustanciales, incluso este último Papa, ya entrado el siglo XXI, prefirió volver al latín para alejarse mejor de los hombres.
Y ahora se aleja de todo.
Cansado, viejo, sin fuerzas, conciente de que no puede hacer lo que hay que hacer, de que todo eso está demasiado sucio como para limpiarlo con agua bendita y un par de oraciones; se va, chau, se las toma… Y como en un policial barato donde el autor al final se burla de sus lectores, la culpa de todo la tenía el mayordomo.
Digan lo que digan, la renuncia del Papa es su fracaso y su fracaso es mucho más que un detalle en esta historia de la Iglesia de Roma. Es un símbolo de la impotencia o inutilidad de su más alta investidura. Sin saber, poder o querer, mediar entre las facciones en pugna, ahora se hace a un lado, y que por fin colisionen. Como quien dice “ma´sí, que se maten”.
Oímos voces incluso que nos quisieron hablar de “la valentía de su renuncia”, de la “grandeza de su abdicción”… Bah.
El Papa cae, no se va: no hizo pie, esa es la historia.
Supo de ese lugar donde revientan las estrellas, y pumba. Ya era.
En un gesto de adiós inconfundible, antes de ayer a los apurones acomodó las piezas de su bendito banco tan sospechoso, y nombró presidente de la institución a un fabricante de armas.
Ja, sí, parece un chiste, pero qué va: Ernst von Freyberg, abogado, alemán, noble de estirpe, caballero de la Orden de Malta -fundada con las Cruzadas (apunten)-; pertenece a la junta asesora de la agencia de empleo temporario Manpower GMBH, de la firma de administración de activos Flossbach von Storch AG, pero es además presidente de los astilleros Blohm-Voss, que también fabrican naves de guerra. ¿Parece un chiste? No.
El cardenal Lombardi, que lo anunció en conferencia de prensa, incluso se enojó cuando se lo recordaron, y aclaró: “Es presidente de una naviera que construye barcos en todo el mundo, después, lo que introduzcan en ellos no depende de él”. Aaah…
El Papa se va. Chau. Se pueden bien guardar el cetro de Pedro, Castel Gandolfo, el Papamóvil, los viajes gratis, sus internas sangrientas y sus festivales de la traición. Chau. Cualquier duda, hablen con von Freyberg. “Yo me voy a ocultar para dedicarme a la oración”, dijo. En términos mortales: si te he visto no me acuerdo.
Mientras tanto, desde su corazón puro y sencillo, una grey en extinción pero expectante se pregunta quién será entonces el nuevo Santo Padre.
El Martiyo, con la contundencia que le falta a los grandes medios (por grandes anquilosados) anticipa acá, sin más, el nombre completo del nuevo Papa: Ernst Conrad Rudolf von Freyberg-Eisenberg-Allmendingen, así se llama el hombre que de ahora en adelante cortara el bacalao en el Vaticano.
El resto, quedó claro, es pura pompa, muñecos de ocasión, show-bussines.
(La buena noticia es que quizá este Papa sea el último).
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