////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

domingo, 19 de septiembre de 2021

AGRUPACIÓN LA VANDOR: EL SUEÑO DE UN PERONISMO SIN CRISTINA…

 

Desde que asumió Alberto Fernández, El Martiyo guardó silencio. Quisimos otorgarle los primeros cien días, y el día 99 estalló la pandemia y su dominó de consecuencias. Durante ese lapso, las dudas sobre la marcha del gobierno fueron y vinieron, y volvieron. Ahora sabemos que también Cristina callaba y esperaba. La hecatombe de las últimas PASO detonó todos los silencios. También el nuestro.

 

La Derrota de la Victoria


 

"Si ganábamos, perdíamos"

Hebe de Bonafini


Inspirada en el hombre que en vida de Perón soñó un peronismo sin Perón, así en 2017 Florencio Randazzo soñó un peronismo sin Cristina, y fundó sin fundar lo que aquí bautizamos la Agrupación Augusto Vandor. (Ver aquí).

Una agrupación sin destino, se dirá, sin embargo allí está por ejemplo la izquierdita argentina, celebrando como una victoria un 5 por ciento en las elecciones que marcaron el récord histórico de baja participación. Minucias de la alegría que la democracia prodiga. Pero la Vandor es otra cosa.

La Unión Democrática primero -con socialistas y comunistas-, la Fusiladora después -con don Alfredo Palacios como embajador, por ejemplo-, dejaron en claro para siempre que la derecha argentina odia al peronismo, pero la izquierdita también. Sin embargo, es la Vandor el primer experimento de un antiperonismo peronista. Randazzo fue apenas su big bang, un estallido que así lo dejó. Hoy mal puede protagonizar una serie de spots involuntariamente cómicos para delicia del gorilaje. Pero la Agrupación fue mucho más allá del pedo que la parió.

El espectral Eduardo Duhalde, Il Capo Luis Barrionuevo, el despechado Guillermo Moreno, los vestigios de Julio Bárbaro, el viscoso Fernando Chino Navarro, el resucitado Julián Domínguez, son apenas fragmentos de esa galaxia que gira alrededor del sol del sueño de un peronismo sin Cristina. Y hoy vale recordar que en los albores de esa nebulosa, Alberto Fernández fue una de sus estrellas más brillantes.

Alejado del primer gobierno de Cristina luego de la crisis de la 125 -cuando él se oponía a confrontar con Magnetto-, a partir de entonces fue número puesto en los programas de TN, desde donde criticaba y horadaba al gobierno y la figura de Cristina con su tono siempre calmo, amable hasta lo meloso. En 2015 diseñó la campaña de Sergio Massa, en el 17 la de Florencio Randazzo. Sería injusto desconocer el impulso que le dió a la Vandor.

Desde los inicios de El Martiyo -harán ahora 13 años-, advertimos que considerarnos un blog cristinista, era apenas una ilusión óptica. Lo que de verdad sucede es que Cristina es martiyista, hace lo que nosotros queremos, y también afirmábamos allí, que así se apartara apenas de nuestras convicciones, la criticaríamos como a cualquiera.

Pero esto sucedió solo dos veces: cuando decidió reivindicar en vida la figura del gorila de Raúl Alfonsín; y cuando eligió a Alberto Fernández para presidente.

Olvidemos el primer caso, casi sin consecuencias para el país. Ahora el que importa es el segundo, la elección de Alberto Fernández para encabezar la fórmula presidencial.

Aterrados por la velocidad de la destrucción de la Argentina durante el gobierno macrista, como millones de compatriotas decidimos tragar ese sapo con la trémula esperanza de que el beso de Cristina pudiera convertirlo en príncipe. Pero la trémula esperanza pronto fue vana ilusión.

Apenas elegido candidato, frente al propio Magnetto, llamándolo “Don Héctor”, Alberto daba por terminada “la guerra con los medios”. Por supuesto Magnetto se cagó de la risa: un acuerdo de paz unilateral, no es más que un eufemismo por una rendición incondicional.  

Durante los dos primeros años de gobierno de Alberto Fernández, El Martiyo, diría don Bernardo de Irigoyen, guardó un silencio muy parecido a la estupidez. En un principio decidimos concederle los clásicos primeros 100 días, y ya garabateábamos algo cuando el día 99 se impone la pandemia y su dominó de consecuencias. Nos pareció innoble juzgar a un gobierno atravesado por un desastre universal sin precedentes, y seguimos callados.

En todo ese tiempo, las dudas que teníamos sobre Alberto Fernández y su gobierno, fueron y vinieron, sobrevolaban, y se quedaban. Nos ilusionamos con la imprescindible y urgente reforma judicial, pero poco a poco, la ilusión degeneró en fantasía. Nos ilusionamos con la investigación de la aberrante deuda externa contraída por el gobierno de Macri… pero pronto la renegociación de esa deuda, fue más importante que su origen espurio. Por un instante el caso Vincentín borró todos los temores. Pero enseguida los instaló definitivos. Nacía la sospecha de la tibieza del gobierno, mientras al mismo tiempo los medios de la “paz unilateral” lo acusaban de títere. Ya nadie se ilusionaba con la reposición de la Ley de Medios Audiovisuales, aprobaba por ambas cámaras, refrendada por la Corte Suprema, abolida por un decreto de Macri, y fin de la historia. Tremenda lucha, perdida así… Total, que durante estos dos años de silencio nos ilusionamos y nos desilusionamos muchas veces. Pero nunca olvidamos que la alternativa era el abismo, y preferímos callar, esperar.

Porque además las apariciones puntuales y precisas de Cristina, mientras tanto, dejaban la esperanza de una conducción lúcida, enfocada en una gestión a la altura de lo esperado, reclamando coraje de los funcionarios, pero también salarios, jubilaciones, reavivar el consumo para reavivar la producción, una distribución más justa… reclamando, en síntesis, más peronismo. A su lado Alberto, entre arengas y más promesas, se limitaba a sobreactuar su amistad con ella y la unidad del Frente de Todos, ante un pueblo que esperaba algo más, mucho más.

El domingo 12 de setiembre por fin enfrentó las urnas y obtuvo la mayor derrota electoral del peronismo. El propio entorno presidencial fue sorprendido…  ¿No la vieron venir? La derrota estaba ahí, en los altos índices de pobreza e indigencia, en la suba imparable de precios, y la caída libre del poder adquisitivo; en el vacunatorio vip y la fiesta de Fabiola, hechos que hubiesen pasado inadvertidos en otro gobierno, pero que los medios de la “paz unilateral” supieron magnificar hasta el delirio. La derrota estaba ahí, no la vieron venir, porque no quisieron mirarla.

Entonces apareció Cristina, con su costumbre de terremoto nacional que no deja nada en pie. El novio de la periodista de LN+ que diera a conocer las fotos de la fiesta de Fabiola, el vocero Juan Pablo Biondi, fue eyectado. El gabinete saltó por el aire y la oposición quedó congelada en su festejo. Los vencedores del domingo ya no importaban más. Vilma Ibarra salía a negar lo que el propio gobierno acababa de afirmar. Alberto tuiteaba cosas. Un terremoto nacional.

Los medios del miedo y sus pinochos intentaron instalar una crisis institucional, incluso hablaron de "golpe de estado". Son los mismos que encubren un tráfico de armas en apoyo del golpe de estado que aún niegan en Bolivia. Los que tanto se quejan porque los políticos transan a espaldas del pueblo, los mismos que reclaman transparencia, no pudieron soportar el saque de transparencia de quien una vez más demostró que se debe a sus votantes, y no a quienes estos votan. Al peronismo, no a sus dirigentes. Al pueblo. Que la Vandor es otra cosa.


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miércoles, 25 de agosto de 2021

ANÉKDOTAS, hoy: 70 Stones… con Diego Maradona y Daniel Grinbank…


 Anékdotas 


Hoy: 

70 Stones 


(Con Diego Maradona y Daniel Grinbank)







La muerte de Charlie Watts me trajo entre otros recuerdos la gira del Voodoo Lounge de 1994/95, cuando vi a los Stones en vivo por primera vez. Por primera vez ellos se presentarían en la Argentina, pero por entonces yo era editor de espectáculos del diario La Prensa, así que me auto-envié a Río de Janeiro para cubrir como anticipo la última de sus presentaciones en el Maracaná. 
 De regreso a Buenos Aires, el vuelo hacía una escala técnica en Misiones, cambiábamos de avión, así que hubo que esperar un rato en el preembarque. En el mismo vuelo viajaba Daniel Grinbank, el productor que traía a los Stones a la Argentina. Me acerqué para charlar, y alimentar mi nota. Y no recuerdo cómo ni por qué, en un momento surgió el nombre de Maradona, y entonces le pregunté si lo había invitado al concierto. 
-- Le mandé cuatro entradas, para él, la mujer y las nenas, ¿pero sabés qué me dijo?... ¿¡Cómo me mandás cuatro entradas si nosotros somos setenta!?




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martes, 24 de agosto de 2021

El Martiyo saluda a Charlie Watts...

 

FOR EVER CHARLIE


 

Era una hermosa mañana del febrero de 1995, y yo cruzaba San Telmo caminando, como todo los días, de casa al trabajo, en el diario La Prensa, en Chile y Azopardo. Como parte del recorrido, elegía cruzar la plaza Dorrego, me gustaban sus mesitas al sol y las fachadas de sus casas del primer Buenos Aires.

Los bares ya habían desplegado sus mesas sobre la plaza, pero todavía no había nadie, o casi nadie… tal vez por eso esplendía como una rareza un tipo sentado ahí, tomando un café, con su evidente esposa y todo el aspecto de un caballero británico: su flemática postura, cruzado de piernas, el torso recto, el cuello erguido, la mirada calma, el pelo corto, blanco y bien peinado, y sobre todo, su traje, un impecable traje beige, con chaleco, la camisa celeste y la corbata turquesa. Llamaba tanto la atención, que tardé unos segundos en descubrir que era él, y otros tantos segundos para poder creerlo. Fulminado por la visión, allí me detuve para mirarlo bien, para terminar de creerlo.

Por entonces yo era editor de espectáculos de La Prensa, y una semana antes, como tal, había cubierto en el Maracaná la última presentación de los Stones en Brasil antes de su primera vez en la Argentina. Hasta Menem los esperaba para el autógrafo. El hotel Hyatt tuvo que ser vallado para contener las multitudes, y cualquier intento de entrevista con alguno de ellos, daba directo en el fracaso.

Y de pronto allí tenía yo a uno de ellos, sentado, tranquilo, haciendo nada, servido…  Pero yo seguía parado ahí, fulminado por la visión.

No sé si volví a ver entonces la vidriera de la disquería de mi adolescencia en la calle Acoyte cuando por fin apareció la tapa de Sticky Fingers con aquél cierre relámpago real; seguro no pude recuperar la lejanísima vez que un amigo me los descubrió con un simple que de un lado tenía Brown Sugar, y del otro Damas de Honky Town; ni cuando empezamos a delinearnos los ojos como Jagger para ir a bailar a Ramos Mejía; ni de dónde recordaba tan claramente la imagen de Brian Jones flotando en su piscina; ni los largos e infructuosos esfuerzos por aprender con una guitarra criolla los acordes de Wild Horses, ni el entusiasmo que nos agarraba con cada álbum nuevo, Sus Majestades Satánicas, Banquete de pordioseros, Es sólo rocanrol, Algunas chicas, Tatuados… a lo mejor yo pensé todas esas cosas o ninguna, pero seguía parado ahí, a unos diez, quince metros de él, encandilado… fulminado.

Entonces me miró.

Él a mí.

Charlie Watts me miraba.

No pensé más nada, levanté el puño derecho, casi amenazante, manoteé un par de palabras en inglés, y de pronto me escucho gritar.

-- ¡Great, Charlie!... ¡For ever!...

Como un lord inglés, Charlie sonrió y apenas inclinó la cabeza, pero levantó su pocillo de café. Como brindando a mi salud.

Tuve el impulso de acercarme, decirle quién era y pedirle una nota. Pero me contuve, hubiera ensuciado comercialmente aquel instante de pura amistad, fugaz pero sentida, del todo desinteresada.

Me incliné como un japonés, y seguí para el diario.  

Charlie se quedó tranquilo, con su señora y su café, y yo todavía lo recuerdo brindando a mi salud.

For ever.


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sábado, 10 de julio de 2021

ANÉKDOTAS - Hoy: “LA POESÍA SECRETA”, con Pablo Neruda y García Lorca…

 

 

Hoy: La Poesía Secreta

Con Pablo Neruda y Federico García Lorca

 



Hubo un tiempo que fue hermoso, cuando los verdaderos influencers eran los grandes poetas, y entonces recorrían los pueblos y se presentaban en público para decir sus versos, y las gentes los aplaudían porque disfrutaban y crecían y aprendían...

Así cierta vez, Federico García Lorca y Pablo Neruda viajan hasta un pueblo para hacer una de sus presentaciones, y contrariamente a lo habitual, al llegar, en la estación de tren, no los recibe nadie.

Había una nutrida comisión de ciudadanos esperándolos, pero en aquellos días sin internet y sin tele, los versos eran más famosos que las caras, y no los reconocieron. Después uno de los anfitriones se excusó.

-- Es que esperábamos a dos hombres vestidos de poetas, y ustedes visten como personas normales...

Lorca le explicó:

-- Es que somos de la poesía secreta.




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viernes, 9 de julio de 2021

9 DE JULIO, DECLARACIÓN DE LA INDEPENDENCIA, NO INDEPENDENCIA…

 

 

La economía argentina hipotecada en Washington, el aparato mediático-cultural alineado con la Embajada de Estados Unidos, y parte del territorio nacional ocupado por Gran Bretaña y las fuerzas de la OTAN.

En dicho estado colonial, nos pretendemos un país libre y soberano.

Menos que una fantasía, se trata apenas de un oxímoron.


LA NOCHE BAJO EL SOL




 

“Seamos libres y lo demás no importa nada”.

José de San Martín

 

 

Tal y como nos enseñaron a repetir desde la escuela primaria sin hacernos reparar jamás en el detalle, el 9 de julio se conmemora el Día de la Declaración de la Independencia, ninguna independencia. La distancia entre declararse libres y serlo es tan grande, que sigue todavía.

205 años después de aquella notable jornada, cuando un distinguido consorcio regional manifestó su voluntad política de liberar del yugo extranjero a estas provincias del sur, tenemos la economía en manos de Washington, el aparato mediático-cultural alineado con la Embajada de Estados Unidos, y parte del territorio nacional ocupado por Gran Bretaña y las fuerzas de la OTAN. Pretendernos un país soberano, libre, es infantil. Como creer que el 9 de julio es el Día de la Independencia Nacional. Ninguna independencia.

Una suerte de nuevo plan cóndor blando -y no tanto- se despliega sobre la región sin tantas balas –mientras no hagan falta-, pero armado mejor con la fuerza de los grandes medios de comunicación y la corrupción personal de los abogados que ejercen el poder judicial de cada país. 

Por eso Maduro gana las elecciones y es aislado y amenazado, por eso Lula arrasa en las encuestas y va preso, Correa parte al exilio, por eso Macri colabora con el golpe en Bolivia, y Cristina lleva ya más de diez años de persecución mediático-judicial sin que aparezca todavía una sola prueba concreta en su contra. Porque no somos libres.

Mucho menos en la Argentina, que además de sufrir todos los males de la región, mantiene –y es preciso repetirlo una vez y otra vez-, parte de su territorio ocupado por un país extranejro.

Diarios, portales, radios, canales, editoriales y librerías, productoras de cine y series, el 90 por ciento de todo ese aparato mediático-cultural está en manos del Grupo Papel Prensa, cuyo alineamiento con la Embajada de Estados Unidos no sólo es obvio desde hace mucho, sino que además hace mucho quedó al descubierto y en detalle con las filtraciones de Wikileaks.

Podemos llamar a elecciones todos los días pero la historia del mundo seguirá sin registrar un solo caso de colonia de verdad democrática. Se trata de un vacío lleno, una noche soleada, un oxímoron, una figura retórica, ninguna realidad.

Hace 39 años tropas y más tropas argentinas desembarcaban en las Islas Malvinas y se parapetaban dispuestas a una guerra que desde entonces tratamos de olvidar. Poco días antes, nuestra soberanía territorial había sido recuperada en forma completa.

En respuesta inmediata la CEE bloqueaba comercialmente a la Argentina, mientras Juan Alemann -entonces ministro de economía- se apuraba a garantizarle al enemigo el pago puntual y completo de nuestra formidable deuda externa. Ningún bloqueo a nadie. Así empezó la rendición. Ese espíritu cipayo del gobierno de facto, pesaría más que todos los pertrechos y todos los cuerpos de todas las tropas, y volvería inútil cualquier sacrificio en el frente.   

Esa misma cúpula genocida y cipaya que había endeudado al país en forma record –al menos hasta la llegada de Macri-, cuando vio a los ingleses de cerca, se rindió sin chistar. Incluso agradecida.

El retorno al estatus de colonia fue entonces tan rápido –y era ya tan antiguo-, que ni siquiera lo sentimos. Primero nos distrajo el Mundial de España -¡debutaba Maradona!-, y luego la campaña de desmalvinización llevó la derrota bélica al plano moral, y la extendió desde las Islas a todo el país y hasta nuestros días.

Los mismos grandes medios que tanto apoyaban la gesta cuando “estábamos ganando”, a partir de entonces se dedicaron a explicarnos que todo había sido un gran error y una locura. La locura de un solo tipo: un borracho, que ya no precisaban más. Y chau.

Nunca más debíamos desafiar a ningún imperio, a ningún poderoso. No era importante tener parte del país ocupado por otro país, qué va. Tonterías escolares. Teníamos un territorio inmenso, ¿para qué pelear por dos islas más o menos? Pronto nos dejarían votar, y chau.

La flor de la derrota fue la democracia. Una democracia nominal, endeble, encorsetada por los vencedores de la guerra, teledirigida desde los grandes medios más grandes que nunca, y que voló por los aires en 2001 pariendo con dolor el primer proceso político de liberación nacional desde los ya lejanos días del general Perón… y que al cabo de 12 años de lucha, desbarrancó en Mauricio Macri y su destrucción total y su entreguismo absoluto, porque un oxímoron es un oxímoron y una colonia es una colonia.  

El 9 de julio de 1816 se declaró la independencia.

Y eso es todo por ahora.

La lucha continúa.





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martes, 6 de julio de 2021

BRULOTES BRUTALES - Hoy: JORGE ASÍS, entre la ficción y la realidad...

 

Autor de un best-seller histórico, y más de veinte novelas entre otros libros, negar a Jorge Asís como escritor, según sus propias palabras, “es por lo menos pretencioso”. Como periodista, en cambio, surge durante la dictadura protegido bajo la acuarela costumbrista, no se le conocen grandes investigaciones ni denuncias, y sin embargo logró instalarse como “analista político”. Pero desde entonces ambula como perdido entre la realidad y la ficción.

EL TURCO EN SU NEBLINA



Subestimado como escritor, sobrestimado como periodista, Jorge Asís, el Turco, supo componer un personaje -un muñeco, diría un teatrista- que le permitió a un mismo tiempo tranquilidad económica, un incierto prestigio, pero prestigio al fin, y lo mejor de todo: tiempo libre. Ahí, quizá, su gran obra: él.

Habitué infaltable de ese limbo de espías, periodistas y bucaneros que era en los 80 y los 90 el Florida Garden; caminador infatigable de los mentideros porteños y los almuerzos por donde pasan todas las verdades -y todas las operaciones-; Asís ambula como perdido entre la ficción y la realidad sin asentarse en ninguna. Ahí su neblina.  

Como periodista no se le recuerdan grandes investigaciones, primicias ni denuncias. Su trayectoria se remite a los años duros de la dictadura, cuando supo protegerse en Clarín detrás de la crónica costumbrista y las acuarelas de Oberdan Rocamora. De a poco se revelaba como escritor, hasta que en 1980 estalló su novela Flores robadas en los jardines de Quilmes, inmediato best-seller. Como el éxito no se perdona, pronto fue acusado de colaboracionista, pese a que la novela estaba dedicada al recientemente desaparecido Haroldo Conti. Nace entonces la grieta entre los escritores exiliados, y los que se quedaron. Los de adentro, y los de afuera. En fin. Flores robadas no paraba de venderse, así que un día Asis dejó Clarín y denunció su interna -no su poder- en Diario de la Argentina, algo menos que una novela, pero con una fuerza narrativa irresistible que le costó el exilio de la patria periodística, y allí cayó en el destierro sin haberse ido nunca. Proscripto por los unos y los otros, en 1990 recuperó todos los derechos de sus libros y los sacó de circulación. Perdido por perdido, pecé en su juventud, cuando vio llegar a Menem se abrazó al paisano, y fue embajador en la UNESCO, en Portugal, y hasta Secretario de Cultura de la Nación. Desde entonces no falta quien lo cree peronista. Incluso él.

Hoy posa de analista político limitado sin embargo al augurio, la proyección y la sospecha, pero alambicado por un estilo personal que al menos en televisión destaca como un diamante entre carbones. Sobre todo en contraste con sus entrevistadores de ocasión, Alejandro Fantino, Paulo Vilouta, relatores deportivos, y en el mejor de los casos, el animador y conductor Fabian Doman, cuando no el genuflexo Luis Novaresio.

Así Asís -así cualquiera- resulta desde luego indiscutible como quien habla solo, y entonces, con tono suficiente, canchero, ralajado, se lanza al “análisis político”… una maraña subjetiva de especulaciones, profecías, interpretaciones personales de las psiquis ajenas, más algunos chismes y rumores que él mismo califica de “información probablemente mala”. Así en 2015, por ejemplo, anticipó la victoria de Daniel Scioli.

También en su portal acaso lo más interesante es el manejo de sus recursos literarios para tejer la sarasa referida. Astuto, en sus proyecciones considera todas las posibilidades, como quien apuesta en la ruleta a los 36 números. A la usanza de los antiguos textos griegos, a cada personaje le adjudica su apodo (La Doctora, El Ángel Exterminador, El Furia, etc), mientras se maneja con un estilo cablegráfico que agiliza la lectura, permite la humorada, y facilita el efecto. Información, lo que se llama información, no hay.

La manifestación, Los reventados, Don Abdel Salim, La calle de los caballos muertos, Flores robadas… sus novelas acaso no guardan los rigores técnicos de las de Osvaldo Soriano, ni la solidez de sus argumentos -que en Asis se diluyen o resultan innecesarios porque se limita a la voz del narrador para unificar el relato-, pero juntos rompían entonces la monotonía de un paisaje literario devastado por la dictadura -cuando se publicaba mucho pero no sorprendía nadie-, y ensombrecido por los viejos titanes todavía vivos: Borges, Bioy, Cortazar… Con una prosa a veces apurada, y por lo tanto a veces desprolija; un lenguaje descarado, vivo, y por lo tanto familiar; un ojo agudo para el costumbrismo, y el tono irónico que impone la derrota, Asis logra en sus libros una regia pintura de época, que negar, según sus propias palabras, “sería por lo menos pretencioso”.

Ahí su neblina.

Porque en sus libros, con los recursos de la ficción, supo hacer la crónica de sus días. Hoy intenta lo mismo en el periodismo, y con los mismos recursos. Pero como no es ficción, con frecuencia la realidad lo desbarata.  

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sábado, 3 de abril de 2021

DIARIO DE LA GUERRA POR LAS MALVINAS…

 

 

El Martiyo pone online una vez más el blogMalvinas, diario de la guerra”, una crónica de aquellos días narrada por quien tuvo la suerte de ser un corresponsal periodístico cuando tenía la edad para ser un soldado.

Se advierte al lector que este diario no responde a los lugares comunes acuñados por el Foreign Office y difundidos por sus repetidores locales: la cortina de humo de Galtieri, los pobres chicos de la guerra, la desigualdad frente al imperio… Malvinas fue otra cosa.

 

LAS ISLAS MALDITAS




 

 

La Guerra por las Malvinas es el hecho maldito de la intelectualidad nacional. Por izquierda o por derecha, surge el tema y ya nadie sabe muy bien dónde ponerse.

Cuesta ponerse en contra cuando se trata de la única gesta soberana concreta frente al aborrecido invasor británico en ya entonces 150 años de ocupación del territorio nacional. Las Malvinas son argentinas, eso sólo puede dudarlo Macri, ni siquiera sus votantes.

Pero cuesta ponerse a favor cuando esa gesta la decide y conduce la cúpula de la última dictadura militar y su banda de genocidas, quienes, en un broche de oro a su medida, ni bien vieron a los ingleses de cerca, salieron corriendo con sus camperas de duvet intactas. Yo lo vi.

Si bien la derrota facilitó las conclusiones fáciles, agota escuchar y leer a través de los años siempre los mismos lugares comunes que, a partir de reducciones formidables, pretenden explicar uno de los episodios más complejos de nuestra historia.

La cortina de humo de Galtieri, los pobres chicos muertos de frío y de hambre, los borceguíes que nunca llegaron, ¡la locura de enfrentar tan luego nosotros a un enemigo tanto más poderoso!, el pic-nic que se hicieron los ingleses... Además de su facilismo, es innegable el fervor colonial que todas estas teorías entrañan.

Los chicos de la guerra. La expresión quedó impresa apenas terminó la guerra merced a un libro urgente para la venta titulado así. El libro consistía en una serie de entrevistas a un puñado de conscriptos que allí contaban lo mal que la pasaron en la guerra como cualquier soldado en cualquier guerra, el frío, el hambre, el miedo, en fin, no había novedad, y sin embargo, todavía hoy, tantos años después, el clisé no cesa y mientras llaman “héroes” a los excombatientes, al mismo tiempo se los trata como “víctimas” ¿En qué quedamos? Daría risa si no fuera triste la pretensión argentina que supone cierta originalidad en la juventud de sus tropas, como si existiera una sola guerra en la historia librada por “adultos mayores”. Desde las huestes de Alejandro hasta las actuales contiendas en Afganistan, Siria o Irak, pasando por Waterloo, Vietnam o cualquiera de las grandes guerras, la primera línea nunca superó, con suerte, los 20 años promedio. En la noche infernal de Monte Longdon también cayeron los británicos Ian Scrivens, Jason Burt y Neil Grose, pertenecientes al regimiento 3 de Paracaidistas. Los dos primeros tenían 17 años, el otro esa noche cumplía 18. Desde siempre y por siempre, los mayores deciden las guerras, pero las hacen los chicos.

La tremenda superioridad británica... ¿Y qué tan “igual” habrá sido la guerra que libró el flamante Ejército Argentino contra el invasor español?... También entonces se enfrentaba a una de las dos grandes potencias de la hora con soldados dispuestos “a pelear en pelotas, como nuestros paisanos los indios”… ¿O qué tan superior sería el equipamiento del Vietcong frente al ejército norteamericano?... Malvinas también fue una guerra de independencia.

La cortina de humo de Galtieri. ¿Puede una cortina de humo coyuntural ser sin embargo planificada años antes? El imaginario sin imaginación gusta porfiar que el paro con movilización organizado por la CGT el 30 marzo, desató la recuperación de las Islas el 2 de abril. Pero esa campaña llevaba por lo menos dos años de planificación, incluso fue una de las condiciones que Anaya le impuso a Gatieri para apoyar la destitución de Viola y su ascenso al poder. Pensada para principios de la primavera, el episodio Davidoff en Georgias desató la escalada en el inicio del otoño.

El pic-nic que se hicieron los ingleses. Justamente No pic-nic es el título del libro escrito por el comandante británico Julian Thompson, donde recuerda la batalla de Monte Longdon y qué tan cerca estuvo de ordenar la retirada de sus tropas espantado “por aquellos adolescentes disfrazados de soldados que nos estaban provocando tantas bajas”. El 13 de junio el almirante John Sandy Woodward, comandante de la flota británica, le advierte a Londres en su despacho diario: “todo esto se viene abajo”. Ya el 14, mientas Menéndez decidía su rendición, Woodward es más explícito: “si los argentinos pudieran soplarnos, nos derrumbarían”. Ningún pic-nic.

En el fondo de todas nuestras desgracias nacionales está la banalidad con que encaramos la historia.

Este blog no es un ensayo ni pretende una teoría original sobre esa guerra. Es un diario retrospectivo, una crónica elaborada con la información que alumbran los años, apuntes que guardé de entonces, y lo que retuvo la memoria, diálogos, momentos, escenas, esas cosas que nunca se olvidan.

La historia de la Guerra por las Malvinas es un poco mucho más compleja que las reducciones del Foreign Office y sus repetidores locales. Sus protagonistas, sus testigos, sus cronistas, entre todos, con los años, acaso, logremos algo de luz sobre tanta noche.

Este diario y su crónica son solo eso. Un aporte más a la memoria de esa guerra que tratamos de olvidar, y que acaso por eso seguimos sin entender. Sin querer entender.

Porque toda guerra es maldita, pero esta más que ninguna.

 

M A L V I N A S

diario de la guerra


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domingo, 21 de febrero de 2021

GINÉS-VERBITSKY: EL VERDADERO DELITO…

 

 

El viernes último, mientras colapsaba la página del gobierno de CABA para la vacunación, y eran procesados por espionaje ilegal los exjefes de la AFI Silvia Majdalani y Gustavo Arribas entre otros; apenas presentado el Consejo Económico y Social con todas sus expectativas, un hecho inesperado frenaba las rotativas y eclipsaba cualquier noticia: el periodista Horacio Verbitsky confesaba haberse vacunado contra la covid merced a sus buenas relaciones con el Ministro de Salud Ginés González García. Nada importaron las sendas trayectorias de los protagonistas. Un diluvio de piedras de los que jamás pecaron, no deja de caer. 

Pero el verdadero delito es muy otro.

 

LA CORRUPCIÓN NO IMPORTA




 

Según su propia confesión, Horacio Verbitsky accedió a la vacuna contra la Covid-19 merced a su amistad con el ahora ex Ministro de Salud Ginés González García. El Ministro fue echado, Verbitsky linchado.

En su portal, El Cohete a la Luna, hoy se disculpa, Verbitsky, reconoce el error, y lo lamenta. Y por mucho que nadie le crea o se lo permita, admite que él también es capaz de una estupidez. De un lado y del otro de la grieta, no paran de llover las piedras de los que jamás pecaron, y lo sepultan.

El affaire recuerda el explosivo caso de “los bolsos de López”, cuando la indignación gorila desbordó su propia pecera y anegó incluso el núcleo duro del kirchnerismo. Vestiduras rasgadas de un lado y del otro. Pero en ambos asuntos, la razón del escándalo es la misma: el error, el desliz, la falta -“el crimen”, si se quiere- no estaba ni está en los bolsos llenos de dinero inexplicable, ni en la vacuna otorgada a un “amigo”. El problema, en ambos casos, consiste en la ideología que ostentan los responsables: ser o pertenecer o apoyar un gobierno peronista. El resto son apenas excusas.

Porque un presidente argentino puede tener 50 off-shores, y no pasa nada. Es más, un presidente argentino puede modificar por decreto una ley aprobada por ambas cámaras del Congreso para permitir el blanqueo de la fortuna que él y su propia familia amasaron a partir de largos de años de fuga de divisas y evasión impositiva. Todo bien.

Un presidente argentino puede incluso entregarle a sus amigos centrales eléctricas, parque eólicos, infinitos buenos negocios; intervenir la justicia a través de una mesa judicial desde luego ilegal; utilizar los servicios de inteligencia del Estado para perseguir adversarios y de paso encarcelarlos; puede hostigar, presionar o eliminar fiscales y jueces para limpiar sus propios delitos; aumentar las tarifas de las autopistas de su propiedad para inmediatamente venderlas más caras; robarse el Correo y perseguir a quien lo investigue; reunirse con jueces para instruirlos sobre su fallos, y hasta sacrificar un submarino de la Armada Argentina con sus 44 tripulantes, y mucho más. Todo le es permitido.

Mejor, peor: un presidente argentino, incluso ilegítimo, puede saquear el Estado, destruir la industria nacional, secuestrar, torturar, asesinar y desaparecer miles y miles de personas, arrojar seres vivos pero narcotizados a las aguas del Río de la Plata, traficar recién nacidos, y mucho más, y tampoco pasará nada, los grandes medios lo seguirán aplaudiendo, y la justicia seguirá ausente. Apenas debe tomar la precaución de no ser peronista, y bueno, y por lo tanto, facilitar los grandes negocios de las grandes corporaciones que lo sustentan. Caso contrario…

De hecho en la Argentina ni siquiera hace falta ser presidente para transgredir la ley o carecer de la más mínima ética y seguir como si nada, basta apenas con ser antiperonista, y la protección mediática -y por lo tanto judicial-, estará asegurada.

La diputada Carolina Píparo y su marido intentaron asesinar a unos motociclistas, y ella sigue sin renunciar a su banca ni a su cargo como directora de Asistencia a las Víctimas. Todo bien. Pero un diputado peronista, en cambio, no podrá tocarle una teta a su esposa sin perder la banca.

Un presidente del Banco de la Nación Argentina puede otorgar créditos récords aun sabiéndolos incobrables, siempre y cuando los beneficiarios sean amigos, por muy fundidos que estén -caso González Fraga-Vicentín-, y ni siquiera será llamado a indagatoria, ya no detenido. Pero un ministro peronista, aún muriendo de cáncer, sufrirá prisión domiciliaria sin siquiera el permiso para tratar su enfermedad tan solo porque los grandes diarios lo acusan de encubrir a los responsables de la voladura de la AMIA. Tampoco importarán, ni se admitirán, las pruebas de su inocencia.

Oscar Aguad, Ministro de Defensa del gobierno macrista, puede perder un submarino, ocultar durante meses que ya lo encontró, mentir públicamente, cagarse en la tripulación sacrificada y en todos sus familiares, y seguir de vacaciones. Pero un ministro kirchnerista debe ir preso por una tragedia ferroviaria por mucho que el maquinista confiese que fue su culpa.

En dicha línea, las analogías posibles son innúmeras, ni vale la pena el inventario, porque la corrupción no importa: el corrupto es lo que importa. Si es peronista, o no. Ahí el error, el desliz, el verdadero delito: ser o pertenecer o apoyar a un gobierno peronista. El resto es espuma mediática, su consecuente agitación judicial, y desde luego, la correspondiente indignación pequeño burguesa, esa vieja tentación hipócrita de sentirse mejor que nadie apenas porque el otro fue descubierto, y nosotros no.


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martes, 8 de diciembre de 2020

MEDIOS MEDIOS: LA LENTA MUERTE DE PÁGINA 12…

 

 

La agonía de la prensa gráfica es universal, ecuménica. La virtualidad y sus redes se la comen de a poco, y la terminan. Reducidos a instrumentos de poder y de negocios, los medios pierden credibilidad, y se autodestruyen. La falta de oficio y de imaginación de sus hacedores, hacen el resto. Clarín es una prueba. Le sigue, ahora, Página 12.

 

LOS DIARIOS TAMBIÉN SE MUEREN


 


Crítica, El Mundo, La Prensa, La Razón, Última Hora, Noticias… los diarios también se mueren. Algunos de manera abrupta, súbita, otros agonizan durante años, como Clarín, La Prensa o Página 12.

La Prensa, el viejo La Prensa, murió con la vuelta de la democracia, alcanzó su mediodía con la Fusiladora, y de allí el lento declinar hacia el ocaso. Resucitó en formato tabloide allá por 1994, para agonizar desde entonces, ya casi fantasmal.

Clarín resultaba incontestable, mucho más desde que distribuía el papel para la competencia. Y pese a su expresa complicidad con la Fusiladora primero y la dictadura genocida después, y pese a ser ya desde entonces un instrumento de poder, más que un producto periodístico, mantuvo su hegemonía en la opinión pública hasta su enfrentamiento con el kirchnerismo, cuando su credibilidad fue popularmente cuestionada, y definitivamente dañada. Según el IVC (Instituto de Verificación de Circulación), fue el diario que más lectores perdió en el quinceno 2003-2018. La constante caída en las mediciones de sus productos audiovisuales, marcan el pulso de su agonía. Pero este cronista había visto ya a fines de los años 80 una pintada en la esquina de Carlos Calvo y Defensa que avisaba desde entonces: “Nos mean, y Clarín dice que llueve”. Una muerte anunciada.

Página 12 fue la última novedad en diarios en la Argentina. Atento al avance de los medios audiovisuales, decidió ser un diario de análisis, investigación y opinión, más que de información, y sus tapas, lejos de anunciar, editorializaban con buena gráfica y humor. Jorge Lanata ya estaba en venta pero todavía nadie lo había comprado, eran los días dorados de Pasquini Duran, del mejor Bonasso, Horacio Verbitsky, las contratapas de Osvaldo Soriano, Eloy Martínez, Juan Gelman, el Tano Dal Masseto… altri tempi.  

Sombra de lo que fue, hoy Página 12 es un diario mal escrito y peor corregido, cuyas notas, apuradas o desganadas -cuando no pretensiosas- no llegan a ser artículos justamente por su falta de articulación en el desarrollo, y más bien parecen una pegatina de informaciones que se deshilachan como quien se desangra.

La imprecisión en la información era hasta no hace tanto algo impensable para Página. Hoy son frecuentes las fes de erratas, las aclaraciones y las explicaciones sobre lo que se quiso decir cuando se dijo lo que no se dijo -caso reciente, Acuña-Priebke-, cuando no los errores y las falsedades que, si pasan, pasan.

Pero si algo distinguía a Página 12 era su independencia frente al poder político, más allá de su orientación jamás oculta, de su parcialidad, sin renunciar al rigor informativo, la investigación y la primicia. Eso también se terminó allá por 2016, cuando el “sindicalista y empresario” Víctor Santa María, presidente del PJ Capital, y Secretario General del sindicato de los porteros, se hizo cargo del diario, y a poco de andar, echó a Verbitsky porque este insistía con denunciar a Mauricio Macri. Allí quedó expuesta la fractura que lo rompió.

Desde entonces Página, como Clarín, dejó de ser un producto periodístico para convertirse en un instrumento de poder político, y por lo tanto, de negocios. Inspirado en Magnetto, Santa María comprendió el asunto.

Ahora, mientras se cocina por dentro entre problemas gremiales y económicos, amenazado como todos los diarios del mundo por la virtualidad y sus redes, reducida su suerte al público progre-peronista que le regalan los otros medios, Página 12 agoniza despacio, pero seguro.

Convertido ya en un suplemento de su propio suplemento Las 12, la temática feminista casi no deja espacio para el deporte o las internacionales, mientras abunda en historias autorreferentes, repetitivas, y previsibles desde sus títulos.

Sus viejos grandes columnistas sobrevivientes -Wainfeld, Bruchstein, Granovsky- parecen apurados o desganados. Wainfeld insiste con un tono enunciativo que nunca se resuelve en conclusiones ni información, sino apenas en interpretaciones que se presumen análisis, y conjeturas y proyecciones que la realidad desbarata con frecuencia. Bruchstein se limita a comentar la actualidad como en una sobremesa por escrito, sin aportar información ni sorpresa tampoco. Granosvky también parece cansado.

Eduardo Aliverti, alambicado y lento, capaz de complicar la frase más simple, se extiende durante párrafos y párrafos entre sinónimos y rebusques para decir lo que ya sabíamos que iba a decir. Mempo Giardinelli, siempre indignado, dice lo de siempre y siempre a los gritos, pero nada nuevo nunca. Y a la semana se repite.

Algunos redactores, como Fernando Cibeira, Werner Pertot, y/o  Romina Calderaro, son literalmente ilegibles, y no solo por sus problemas sintácticos y gramaticales.

Exceptuando el Cash, sostenido por los buenos trabajos de Alfredo Zaiat, Raúl Dellatorre y David Cufré, los otros suplementos son cada vez más elitistas, endogámicos, y fatuos, como el Radar. El Radar Libros, en cambio, no pasa de ser un chivo de las novedades editoriales que lo sustentan. ¿Sátira 12 sería gracioso? Las 12 no hace falta, fue dicho, para eso está el diario. Líbero, el deportivo, acaso por su propia esencia, parece escrito con los pies.

Las contratapas, las famosas contratapas de Página, hace rato que no importan más. José Pablo Feinmann divaga, se enrosca en sus propios silogismos para terminar desparramado entre conceptos confusos, neblinosos. Noé Jitrik sabe mucho de literatura, lo que no lo convierte en escritor, y confunde el artículo con el ensayo en ripios ilegibles, sobre todo por aburridos. Fresán, con sus módulos inarticulados y su “homo-ego”, sólo habla de sí mismo, y de otras minucias que tampoco importan. Enrique Medina parece escribir las suyas mientras hace otra cosa. Las contratapas, las famosas contratapas de Página 12, tampoco importan ya.

El chiste de tapa es cada día más triste, como Rudy, y ni el pirulo de tapa se salvó, cuyo espíritu destacaba en muy pocas líneas un detalle revelador y relevante, mientras hoy suele ser una especie de copete de una de las notas interiores, o una curiosidad rescatada de las redes dos o tres días tarde.

Encorsetado por las operaciones políticas y los variados negocios del propio Santa María -que por ejemplo le cedió el hotel de los porteros en la Triple Frontera a la hermana de Horacio Rodríguez Larreta, mientras al mismo tiempo impulsaba la candidatura de su pareja Gisella Marziota junto a Lamens contra aquél-, hirviendo en conflictos internos, financieros y fiscales, sin control de calidad, sin ideas o sin ganas, Página 12 también se muere.

La agonía de la prensa gráfica, es ecuménica, universal. La virtualidad y sus redes se la comen de a poco. Pero la degeneración del oficio del periodismo en propaganda, y sobre todo, la falta de imaginación de sus propios hacedores, son su tiro de gracia.


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martes, 1 de diciembre de 2020

EL MARTIYO SALUDA A DIEGO MARADONA…


 

Se puede escribir sobre la tristeza, incluso con tristeza, pero no cuando la tristeza te saca las ganas de escribir. Pasan los días y su ausencia se instala definitiva, inadmisible pero cierta. Diego Maradona ha muerto, y por lo tanto, ya nunca morirá. El Martiyo lo saluda.

 

UN MUNDO SIN MARADONA




 

“Yo ya viví”.

Diego A. Maradona

 

Sus ojos se cerraron y el mundo se detuvo. Las multitudes de toda la tierra, los desheredados y los jefes de estado, los pueblos y sus naciones suspendieron su día y se olvidaron de la pandemia y salieron a llorarlo, a despedirlo. Las rotativas de todos los diarios y todas las revistas, se pararon; se interrumpieron las transmisiones de todos los canales y todas las radios del mundo. Los estadios vacíos de todo el planeta, se llenaron de un silencio distinto, absoluto. Un duelo global, sin precedentes, como la peste, ennegreció de luto las redes sociales, las calles y las paredes de Quito a Pekín, de Londres a Damasco, de Fiorito a Montmartre. Había muerto un dios.

Nada más natural que la muerte, y sin embargo nada igual había sucedido nunca. Jamás antes una muerte había conmovido a la gran humanidad. Ni un hombre, ni mucho menos un futbolista. Había muerto una creencia, una fe, otra ilusión de eternidad. Murió lo que nunca iba a morir y que sin embargo murió. Lo inconcebible había sucedido.  

Las palabras no servían más. Nada bastaba para decir el dolor, el estupor. Periodistas y comentaristas, artistas, políticos, todos, nadie decía nada. Balbuceaban entre frases hechas y adjetivos inútiles la tremenda tristeza de perder un solo hombre que había sido tantos, todas esas multitudes que pasan los días y lo siguen llorando mientras su ausencia se establece lenta pero definitiva, inadmisible y cierta. Parafraseando a Bioy con Borges, ahora habrá que pensar, y vivir, un mundo sin Maradona.

Pero en ese mundo, Maradona ya es inmortal, ya nunca morirá. Los hombres como él no mueren nunca, un día se diluyen en su pueblo y son para siempre. Y su pueblo fue el mundo, la buena gente de todo el mundo, la que supo perdonarle sus miserias porque nunca les mintió, porque los hizo felices, la que sufrió sin resentimientos la fortuna del anonimato, la que comprendió su vida sin paz entre la pobreza y la gloria, la que se  alegró con él, por él, la que sintió propias sus victorias, y sus derrotas, la que nunca lo vio del lado de los poderosos, de los opresores, de los traidores… esa gente le dará vida toda la vida.

Diego, el hombre, Diego el tangible, se murió. Capaz de cualquier hazaña, por qué no pensar que se murió simplemente porque se le dio la gana, porque no quería más, cansado de una vida que ya no le gustaba, que nunca más iba a darle lo que tanto le había dado, solo o mal acompañado, inválido, enfermo, harto, “yo ya viví”, dijo y se fue, como se fue siempre, de cualquier lado, cuando se le dio la gana… ¿Por qué no?.

Pasan los días y el mundo vuelve a andar. Despacio, dolorido como aturdido, sin olvido, con pena. Los medios, entusiasmados con las ventas y las mediciones, no sueltan el hueso y revuelven su tumba. Un ejército de abogados se dispone a la batalla de sus sucesores y sus bienes. El circo no se va. Habladores a sueldo, médicos de pronto, jueces de siempre, buscan culpables y los encuentran de a montón. Pero todo eso también pasará, se acallarán sus gritos, se perderán sus nombres, serán olvido. Todo pasará. Diego, en cambio, no. 

Nunca. 

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viernes, 6 de noviembre de 2020

DEL QUE HABLA DE IRSE, Y DEL QUE SE FUE Y VOLVIÓ…

Sin más esperanza que el caos, los grandes medios alientan la diáspora, y varios de sus figurines más sonoros amenazan con dejar el país sin que ninguno termine de explicar en qué consistiría exactamente la amenaza.
Pero alrededor del circo, de sus payasos y sus bestias, está el público expectante, la masa de ilusos que alucina la tierra prometida de “un país serio” que a la vez sin embargo nunca encuentran en los mapas.
En primera persona, apenas aterrizado de regreso a la patria al cabo de veinte años en el extranjero, me permito estas líneas.   

 

 

DEL QUE VUELVE 
AL QUE SE VA


 
 



“Partir es morir un poco”
Jorge Luis Borges
 
“La vida es vida en todas partes”
Fiodor Dostoievski
 
 


Más divertidos que Los Tres Chiflados de pronto algunos mediáticos amenazan con irse del país sin que se entienda del todo en qué consiste la amenaza.
La evasora y fugadora serial Susana Giménez, el engolado Oscar Martínez, el despechado González Oro, el payaso rabioso de Alfredo Casero; la pobre Cristina Pérez, el pobre Eduardo Feinman (nadie quisiera ser ellos); Juanita Viale y Jonatan Viale -que no son hermanos aunque operen para el mismo páter-; el desgraciado Baby Echecopar –quería ser actor, y acabó siendo él-, son sólo algunos de los que impulsan el éxodo. Sin embargo lo dicen con tono de amenaza. Es gracioso.
¿Seríamos un país más pobre, menos culto, si por fin se va Susana Giménez?... Hoy que el gremio actoral sufre como pocos los rigores de la pandemia, ¿sería tan grave que Oscar Martínez y Alfredo Casero dejaran espacio a otra gente?... ¿Seríamos incapaces, como nación, de reemplazar a la mínima Cristina Pérez, al insignificante Eduardo Feinman?... ¿Baby Echecopar?... qué risa.
Tampoco saben muy bien a dónde ir, en este mundo apestado y en plena recesión. Los grandes medios -cuya sola esperanza es el caos-, alientan la diáspora y hablan de Uruguay, Australia, Suecia, Júpiter… pero las ilusiones duran lo que tarda el público en informarse de verdad.
Porque debajo y detrás de todos esos habladores, está la masa de ilusos que sueña un nuevo Eldorado en un planeta que revienta por todas sus costuras entre una pandemia universal, y la ruina sucesiva de cualquiera de sus economías, grandes, medianas, chicas, o miserables. Creen que existe eso que llaman “un país serio”, y aunque nunca consiguen ubicarlo en los mapas, saben que allí sin sudar demasiado reconocerán sus talentos aquí inadvertidos. 
Creen que en “cualquier lugar” estarán mejor que “en este país de mierda”, porque el mismo delirio les impone el desprecio por el lugar donde nacieron y donde tienen todos los derechos que en ningún otro lado volverán a tener.
Y esto porque la inmensa mayoría de ellos no conoce ningún otro país. Tal vez visitó alguno, o varios, puede ser, pero no vivió en ninguno, no conoce ninguno. Hizo turismo, claro, fue de vacaciones a gastar dólares, y creyó que la gente le sonreía porque “allá” era más amable. Pero en ninguno de esos países sufrió su justicia, su salud, su seguridad, su fisco, su burocracia, su día a día, y sus otros… Pasó una semana en un all inclusive de Punta Cana, y desde entonces cree que República Dominicana es una potencia mundial.
Nunca fue un chicano en los Estados Unidos, ni un sudaca en Europa, ni un gringo en Brasil, ni siquiera un curepí en el Paraguay. Que se vaya. Que pruebe. Que se entere.
En sus locas ilusiones cree que la inseguridad es un invento argentino. Bueno. Que pruebe en Brasil, donde las grandes organizaciones del crimen como el Comando Vermelho, y sobre todo el PCC -o en su defecto los comandos paramilitares que nacieron para combatirlas-, funcionan como estados paralelos en guerra permanente en cualquier calle de cualquier ciudad y a cualquier hora. Que prueben si no en los Estados Unidos, meca de los serial killers, los asesinos en masa, y el crimen organizado; (y eso cuando el peligro no es la propia policía, racista y brutal, sobre todo con los negros y los chicanos y los inmigrantes en general). Que vaya, sí. Que vaya a Europa si quiere seguridad, pero que no tome el tren en Atocha, que evite los subtes de Londres, los teatros de Francia, las plazas de Alemania, y que ni se le ocurra mencionar a Alá… Que vaya, sí. Que pruebe. Que se entere.
Alucinan que los problemas económicos o laborales se resuelven con solo cruzar la frontera, que “allá” el provenir existe y reluce, que entonces no habrá más pena ni olvido, y está bien, porque ese espejismo es la chispa de la historia de todas las migraciones del mundo. Que vayan. Si temen que tales fantasías puedan redundar en futuras frustraciones, que vayan, que no se queden con las ganas. Pero que sepan.
Dejar el país, irse, vivir en Europa, en una playa tropical, en París o Nueva York, son fantasías habituales, como jugar en la Selección, triunfar en Hollywood, o ganarse el Nobel… Pero luego hay que irse de verdad, dejarlo todo, afectos, amigos, calles, bares, lengua, y partir… porque como dicen los italianos, una cosa es morir, y otra molto diverso é parlare de morire. Nada que ver.
El que de verdad se vaya -no el hablador- debe saber que allí donde vaya será un extranjero. Parece una obviedad, pero es un badajo de hierro colgando del cuello para siempre. Si se quiere tener una idea más precisa de lo  que digo, vale reparar en cómo se trata a los extranjeros en la Argentina. Bolivianos, paraguayos, peruanos… el que de verdad se vaya, que mire, que observe, que se ponga en sus lugares. Porque más antes que después, allí donde vaya, escuchará el viejo grito “si no te gusta volvete a tu país”.
Debe saber que además de un extranjero, será, en cualquier lugar del mundo, un argentino. Y entonces la descarga de la sorpresa que significa descubrir la diferencia que hay entre lo que un argentino cree que es un argentino, y lo que el resto del mundo cree que es un argentino.
Debe saber que las gracias por Maradona duran cinco minutos, que rara vez somos bienvenidos, que los brasileros nos sonríen cuando vamos de vacaciones porque llevamos dólares, no porque son más alegres; que en Europa nos miran de reojo porque ni todos somos Messi, que algunos ni siquiera nos distinguen de colombianos o mexicanos o bolivianos, que muchos ni siquiera saben muy bien dónde queda la Argentina; que el resto de los latinoamericanos nos mira incluso algo peor porque en general nos creemos algo mejor, en fin… que el resto del mundo también está lleno de prejuicios y xenofobias y racismos y chauvinismos, que no inventamos nada, que no somos más que nadie, si te vas mejor saberlo.
Y es importante además recordar que si no sos astrónomo, físico nuclear, cardiocirujano cuando menos, entonces tu mayor virtud será tu indefensión social, y si conseguís trabajo es porque tenés apremios pero no papeles, y entonces tampoco tendrás vacaciones, aguinaldos ni francos… y eso siempre y cuando las cosas vayan bien. En general, lejos y solo, se complican.
Escribo estas líneas con la autoridad que me confieren veinte años de exilio, acaso voluntario, podría decirse, pero si bien se los revisa, los exilios nunca son del todo voluntarios. Veinte años. Cinco en Europa -protegido y muy bien acompañado- y los últimos quince en una playa tropical de esas que salen en todas las postales, y donde tampoco la pasé del todo mal. Nada reclamo. Agradezco a los dos países. Pero no me limito a mi experiencia. Hablo de lo que sé, de lo que viví y lo que vi, de la cantidad de historias de extranjeros que un día dejaron de hablar y lo dejaron todo y se fueron en serio, y de muchos a los que les fue bien, y a muchos mal, y a la gran mayoría igual que en cualquier parte, pero ninguno jamás encontró el paraíso de sus fantasías, y todos en todas partes llegaron a decir, en algún momento, ¡qué país de mierda!, y tampoco dejaron jamás de sentir esas ganas de volver que siempre vuelven.
Porque eso también tiene que saberlo el que se va: irse es difícil, seguro… pero volver puede serlo mucho más.  A veces, incluso, imposible.
Ahora que se vayan.  
Yo estoy de vuelta.


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