////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

domingo, 24 de julio de 2022

EXCLUSIVO: NOVEDOSO MÉTODO QUÍMICO REEMPLAZA AL PERONÓMETRO…

 

Parte del folklore peronista consiste en medir el peronismo de un peronista. Así nació el peronómetro, un aparato de precisión muy útil que sin embargo no existe. A cambio, y en exclusiva, El Martiyo revela aquí un novedoso procedimiento químico que permite precisar sin errores la intensidad de peronismo de un dirigente, o de una gestión.

 

REACCIONARIOS Y REACTIVOS

"Naturaleza justicialista", óleo de Daniel Santoro.


 

El peronómetro es un aparato muy útil que mide el grado de peronismo de un dirigente, o, con mayor precisión, de una gestión. Pese a que dicho aparato no existe, cualquier peronista tiene uno, lo cual vuelve el método tan subjetivo como inútil. 

A cambio, existe sí un procedimiento que permite medir con cierta exactitud la intensidad de peronismo de un dirigente, y/o, mejor, de una gestión. Se trata de un procedimiento químico, podría decirse, ya que se ejecuta a partir de una solución de reactivos.

“Si quieres saber cómo me fue en la guerra, pregúntale a mi enemigo”, decía el Magno Alejandro. Y es que acaso pocas cosas nos dan la estatura de un hombre, de una mujer, o de una gesta, como sus enemigos.

Qué hubiese sido del Cristo, por ejemplo, de no haber irritado al imperio de su tiempo y a la autoridad eclesiástica de su nación. Bonaparte, por su parte, se midió con el resto de Europa, Gran Bretaña y toda la Rusia de los Zares. Habríamos olvidado incluso a Hitler, si sólo hubiese masacrado el África, la India, y/o, el sudeste asiático, como hacían entonces los imperios británicos, franceses, holandeses, y un poco antes, españoles y portugueses también, cuyos respectivos genocidios -igualmente racistas- ya son olvido… ¿Sería tan grande Evita sin el “viva el cáncer”, sin el odio de los sectores más reaccionarios de la Argentina?... Acaso el peronismo todo se hubiera licuado como el radicalismo de no haber sido por el bombardeo a Plaza de Mayo, los fusilamientos, la persecución, el decreto 4161, los exilios, las cárceles, los desaparecidos… Los enemigos, como los reactivos, revelan mejor que nada la composición de una sustancia.

El peronismo cuando es peronismo irrita sin error siempre los mismos sectores: la oligarquía, la Sociedad Rural, las cúpulas eclesiásticas y militares, la banca financiera internacional, los grandes grupos concentrados, sus grandes medios por supuesto, y antes y primero, el State Department y su Embajada porteña.

Con este sencillo método se resuelve por ejemplo la eterna discusión sobre el peronismo de Carlos Menem, que indultaba a los militares genocidas, que era aplaudido en la Rural, que extranjerizaba las empresas nacionales, que era adulado por los grandes diarios porque les entregaba las radios y los  canales, que era bendecido por la Iglesia Católica en gratitud por la desregulación educativa, y que, sobre todo, mantenía relaciones carnales con los Estados Unidos. Peronismo cero.

Del mismo modo, y por la inversa, se puede medir el peronismo del kirchnerismo, que todavía subleva los reactivos correspondientes, exceptuando, de momento, la Iglesia Católica, cuyo papado actual parece crispar a los mismos sectores. Aunque a buena parte de los propios también.

De más está decir que según este procedimiento químico, hoy nadie consigue un grado más alto de peronismo que Cristina Fernández de Kirchner.

Claro que también se pueden agitar los mismos reactivos sin hacer peronismo. 

Sólo que entonces ha de observarse que se encrespan al mismo tiempo las propias bases, los pobres, los desheredados, los excluídos, y por lo tanto y por supuesto, a CFK.


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jueves, 21 de julio de 2022

EUROPA EN GUERRA: EL INVIERNO TAN TEMIDO...

Mientras las tropas rusas ocupan el sur de Ucrania y siguen su avance por el este, Putin cerró por diez días la llave del gasoducto que alimenta Alemania y parte de Europa, cuyos países, despiertos por el miedo, ahora disponen planes de emergencia mientras descubren que el "eje del mal" al final no era tan malo, y mientras miran subir el rublo, caer el euro y dispararse la inflación. En la desesperación de su propio derrumbe, los Estados Unidos empujan a la viejísima Europa contra ese enemigo que ya supo acabar con Napoleón  y Hitler: el invierno ruso.

 

EL INVIERNO TAN TEMIDO



 

Al grito de animémonos y vayan, los Estados Unidos empujan a la viejísima Europa contra ese terrible enemigo que terminó primero con Napoleón, y después con Hitler: el invierno ruso.

El 75% del petróleo y el 50% del gas consumidos por Europa, son importados. Del 50% del gas, el 40 proviene de Rusia. En Alemania, potencia industrial, el suministro de gas ruso es del 49%. Era. Porque el 11 de julio, Vladimir Putin cerró la llave de paso del Nordstream 1 que alimenta a Alemania y parte de Europa. Prometió abrirlo en diez días, y cumplió. Esta madrugada el gasoducto volvió a funcionar, pero sólo a un tercio de su capacidad. Diez días que conmovieron a Europa, y la dejaron temblando.

Tal es el miedo que el gobierno alemán ya declaró el gas “un bien escaso”, en el marco de un plan de emergencia que contempla -si todo sigue como va-, la intervención de las empresas distribuidoras, y el racionamiento casero con cortes programados.

La página del Ministerio de Economía incluye desde hace días un instructivo que, entre otras sugerencias, recomienda "duchas más cortas", "agua fría de vez en cuando", "sombra en lugar de aire acondicionado" y "el horno apagado antes de terminar la cocción para aprovechar el calor residual". El documento lleva la firma del vicecanciller y ministro de economía, Robert Haceck, que allí advierte: “el escenario es grave, y el invierno llegará. Nunca estuvimos en una situación así. Algunas fábricas tendrán que cerrar, y para algunos sectores será una catástrofe”. Tal vez por eso en abril el gobierno nacionalizó la filial alemana de la energética rusa Gazprom, pero ningún alemán salió a la calle con un cartelito que diga “yo soy Gazprom”.

Porque entre las primeras cosas que se lleva puesta la crisis energética en ciernes, están los principios ideológicos de los líderes occidentales. En Francia, por ejemplo, el neoliberal Emanuel Macrón decretó la estatización de la empresa EDF, Electricité de France. El gobierno español, por su parte, anunció impuestos extraordinarios a las ganancias extraordinarias de las enérgicas locales; y en Hungría, el derechoso Víktor Orban, se resistió a las sanciones contra el petróleo ruso.

Tampoco el “eje del mal” resulta de pronto tan malo. La semana pasada el ministro de Relaciones Exteriores de Italia recibió en Roma a su par iraní entre pompas y abrazos, mientras Macron reclama a viva voz la vuelta al mercado del crudo iraní, y ya que está, del venezolano también. Pedro Sánchez -que muy cocorito había reconocido la presidencia de Juan Guaidó-, ahora dejó trascender sus intenciones de reanudar las importaciones de crudo venezolano, mientras promueve el acercamiento con Caracas. Igual que los Estados Unidos, que de golpe descuben que Nicolás Maduro no es tan mal muchacho, como así tampoco el príncipe saudí Mohamed Bin Salman, a quien Biden, en campaña -cuando hablar es gratis- había prometido tratar como un “paria” por el asesinato, descuartizamiento y cocción del periodista Jamal Khashoggi… pero que hace unos días terminó viajando a Yeda para implorarle al mismo “paria” el incremento de su producción de petróleo. Marxistas de Groucho, los líderes de Occidente tienen principios muy sólidos, pero si no gustan…

Tampoco sobrevivieron las ilusiones ambientalistas de ninguno de ellos. De regreso al pasado más sucio, Europa vuelve al carbón. El gobierno de Macrón redactó una nueva ley que entre otras cosas autoriza la reapertura de la central carbonífera de Saint-Avold, que había clausurado apenas en marzo y “definitivamente”. La misma decisión tomaron los gobiernos de Alemania y Austria, reabriendo o prolongando la actividad de sus centrales de carbón; Italia incrementará su compra de suministros; y en lo que va del año España ya duplicó la quema de carbón, mientras según la agencia Bloomberg, Europa la aumentó en un 51%. Se trata del recurso más contaminante de la historia, pero...

Así las cosas, la prensa occidental abandona de a poco su triunfalismo inicial hecho de imágenes de tristes refugiados, de víctimas civiles y de valientes soldados ucranianos; porque ya el todo sur y casi todo el este del país están en manos de las tropas rusas, mientras las reservas armamentistas de Europa se agotan. Algunos de estos medios todavía sueñan con la resistencia, recostados en una presunta “lentitud” del avance ruso. Pero olvidan que en esa lentitud se recuesta también el progresivo deterioro de toda la economía europea.

El euro ya alcanzó su cotización más baja desde 2002, y sigue en caída espantando capitales y recalentando la inflación, que en junio del año pasado era del 1,9%, y que ahora promedia el 9%, con países que alcanzaron el 19, el 20, y hasta el 22% (Letonia, Lituania y Estonia). Poco, visto desde la Argentina, pero demasiado para una Europa que desconocía el fenómeno. Porque más que el número, la tendencia es lo que aterra. Un horizonte de conflictos políticos y sociales que los triunfalistas de ayer hoy ni siquiera se animan a imaginar. Tal vez por eso el presidente de la Reserva Federal norteamericana, Jerome Powel, dijo a principios de julio, en el foro anual del Banco Central Europeo: “Creo que ahora entendemos mejor lo poco que entendemos sobre la inflación”. Seguro.  

Sin embargo, según observadores, analistas y expertos -algunos del tamaño del interminable Henry Kissinger-, parece que Joe Biden no deja de hacer puntería contra sus propios pies. Las sanciones a Rusia no sólo desataron las referidas crisis energéticas y económicas por toda Europa y sus Estados Unidos, sino también una fuerte mejora en la balanza comercial rusa, el alza del rublo, la creación de nuevas formas de pago por fuera el dólar, y de remate, un mayor acercamiento de Rusia con China -el gran enemigo americano-, reforzando así el grupo Shangai, que ambas potencias integran junto a la India, que ahora compra el petróleo ruso, lo refina, y se lo vende al mundo, por supuesto más caro. Maniobra a la que rápido se sumaron China y Arabia Saudita. Todo salió mal.

No por nada esta semana en Londres, Tony Blair -ex premier británico y ex socio de W. Bush en la invasión a Irak-, advirtió que la guerra en Ucrania marcaba el ocaso de una era: “estamos llegando al final del dominio político y económico de Occidente”.

Pero los imperios no caen mansamente, se derrumban, y en su derrumbe, desesperan, y en su desesperación, se vuelven torpes, erráticos, inconsistentes, y finalmente, insustentables. 

Hora de estar alertas. Porque en la dinámica de su destrucción, destruyen primero sus periferias.




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viernes, 8 de julio de 2022

ALBERTO Y CRISTINA: HOY UN JURAMENTO, MAÑANA UNA TRAICIÓN...

 

En los inicios de su mandato Alberto Fernández llamó a un periodista de La Nazión para hacerle un pedido y una promesa que marcaron la suerte de su desgracia. En exclusiva, El Martiyo tuvo acceso a esa charla, y aquí la revela. Cualquier parecido con la realidad, es la verdad.

 

AMORES DE ESTUDIANTES

 




Así como el canto del grillo resalta el silencio que lo envuelve, así las repetidas promesas de Alberto Fernández destacan la inoperancia de su gobierno. Desde la estatización de Vicentin o la Hidrovía, a la guerra contra la inflación, pasando por la investigación de la deuda externa, la reforma judicial, el fin del lawfare, y tantas otras que se repiten como un lejano crip-crip en la monotonía de su ineficacia.

En su favor hay que decir que algunas de esas promesas ya ni siquiera se oyen, como aquella de los inicios cuando afirmaba que “jamás volveré a pelearme con Cristina”.

Otra promesa que tampoco cumplió, pero que intentó hasta las últimas horas del domingo pasado, fue la que le hizo en privado al periodista de La Nazión Jorge Fernández Diaz en los inicios de su mandato, y a la cual El Martiyo tuvo acceso exclusivo a través de fuentes propias. Y que aquí pasamos a revelar públicamente. 

Una tarde de enero de 2020, cuando aún el covid era un problema de los chinos, el autor de estas líneas tuvo un amable encuentro con un viejo amigo y colega, a la sazón entonces -y todavía-, alto jerarca de la redacción de Clarín, y cuyo nombre por supuesto nos reservamos. Pero así fue como supimos que Alberto Fernández tenía una relación de casi amistad con el periodista de La Nazión y Radio Mitre Jorge Fernández Díaz, formidable gorila. El caso es que según nuestra fuente, a poco de asumir, Alberto llamó a Fernández Díaz para hacerle un pedido puntual:

-- No me peguen hasta que arregle con el Fondo, y después yo les prometo que me “la” saco de encima.

Creer o reventar, el mismo día en que se anunció el acuerdo con el FMI, Máximo Kirchner renunció como eyectado a la presidencia del bloque, poco después aparecieron aquellos afiches contra CFK, apedrearon su ventana del Congreso -sólo la de ella-, y así la distancia entre los dos se abrió en grieta y se volvió abismo.

A partir de entonces Alberto Fernández se perdió en la niebla de los grandes problemas argentinos. Aún hoy intenta esconderse bajo la excusa ya raída de la pandemia. Pero en nuestro posteo El Gran Prometedor recordábamos que la pandemia en la Argentina se inauguró con la cuarentena establecida el 20 de marzo de 2020, a los 99 días exactos de su asunción. Y que en esos primeros cien días siempre cruciales, no reformó la justicia, no investigó la deuda, ni siquiera restituyó la Ley de Medios, aprobada por ambas cámaras y refrendada por la Corte Suprema. Nada. 99 días tocando la guitarrita y posteando fotos de Dylan. Luego llegó la pandemia, y se escondió debajo. Porque semejante desgracia universal no le sirvió para enfrentar a los poderosos, negarse al Fondo, estatizar Vicentin, la Hidrovía, alguna energética (Edesur y/o Edenor), subir las retenciones, o salir a la caza de las cuentas offshore de los grandes fugadores… ni siquiera se animó al aporte solidario, que fue una iniciativa de los diputados Máximo Kirchner y Carlos Heller, no del Ejecutivo. Y entonces llegó setiembre, y se estrelló contra las urnas.

Con el apoyo de la oposición -siempre alineada con los intereses norteamericanos- cerró el acuerdo con el FMI, blanqueando así la deuda que prometía investigar, y negando un ajuste que practica diario.

Peor que solo, mal acompañado, se aferró a un entorno menguante que le trajo más problemas que soluciones. Desde su anterior vocero, Juan Pablo Biondi, creador de incontables operaciones contra CFK, y cuya novia, Guadalupe Vázquez -empleada del diario La Nazión-, filtró las mentadas fotos del cumpleaños de Fabiola Yañez; hasta su adorado Martín Guzmán, que ni siquiera le explicó que el acuerdo que llevaba con el FMI no era más que una refinanciación, y que terminó renunciando sin previo aviso y en pleno sábado, para mejor agitar los mercados y atizar la crisis. O su exmujer Vilma Ibarra, autora del libro contra CFK “Cristina vs. Cristina”, o del otro escritor antiká, Matías Kulfas, guapo del off que lo dejó out. Y sin olvidar a sus queridos Emilio Pérsico y Fernando Chino Navarro, CEOs de la pobreza del Movimiento Carolina, cuyo virulento anticristinismo se hizo público por fin apenas Cristina cuestionó la caja que el macrismo les había regalado. Todos ellos y muchos otros encolumnados tras Alberto en pos del sueño imposible de un peronismo sin Cristina. Pero como todo sueño imposible, por definición, su destino era el fracaso.

Y mientras los salarios suben por escalera, y los precios en cohete, con una excusa que reduce a ficción nuestra Guerra de la Independencia, el 17 de octubre, la guerra de Vietnam, la Revolución Francesa, la rusa, la china, la cubana, y muchas otras; el presidente invoca la “correlación de fuerzas” para justificar esa inoperancia tan parecida a la impericia, y que con frecuencia el pueblo en general percibe como una incapacidad, y sus votantes en especial como una traición.

El 10 de diciembre de 2019, frente a una Plaza de Mayo desbordada y feliz, Cristina le aconsejó creer en el pueblo, confiar en él, ignorar las tapas de los diarios y las presiones del establishment. Pero político de gabinete, profesor de aulas adentro, palaciego y leguleyo, Alberto no cree en el pueblo, en su fuerza, en su existencia. Para él es una entelequia, un abstracto, un decorado, un montón de estadísticas... La prueba es que ya van dos 17 de octubre de gobierno peronista, y en ninguno de ambos el presidente convocó a la Plaza, y ni siquiera apareció ante los que otros convocaron o se autoconvocaron.

Dialoguista dialogador dialoga con todos, con la UIA, la AEA, la Adepa, que parecen oírlo como quien oye llover. Le implora a uno de los mayores tiburones de la industria alimenticia que resigne su codicia y lo ayude a bajar los precios, y esa misma noche, el tiburón se los aumenta. Y aunque ya no llama "amigo" a Rodríguez Larreta, ni comparte misas con Macri, hasta ayer nomás insistía en dialogar con cualquiera, menos con Cristina, su base electoral. Magnetto chocho.

Única estrella con luz propia en todo el sistema, sol alrededor del cual giran opacos los demás astros, Cristina detiene el país en cada aparición pública, y arrasa con toda la actividad mediática y política por días y semanas y ecos que no se apagan hasta su siguiente aparición pública. Pero ella tampoco es inocente, y lo sabe.

Un proverbio árabe reza “si me traicionas una vez, te maldigo; si me traicionas dos, te maldigo y me maldigo; si me traicionas tres, me maldigo”. Y Alberto Fernández ya la traicionó tres veces.

La primera en 2008, cuando en plena crisis con los machos del agronegocio, abandonó el gobierno, según sus propias palabras, “porque confrontar con Clarín era ser revolucionario, y nosotros no somos un gobierno revolucionario, somos un gobierno reformista”. Y allí nomás se instaló en los estudios de TN para atacar a Cristina, preguntar por Nisman, y llorar por el “cepo”. La segunda fue en 2017, cuando infló a su muñeco Florencio Randazzo para romper el peronismo y evitar la victoria de CFK contra Esteban Bullrich. Su actual gestión es la tercera.

Pero Cristina se mira en la historia como otros en el espejo, y consciente de su responsabilidad y su estatura, un día dejó de maldecirse, y volvió al ruedo. Tal vez a eso se refirió el ministro de acción social de la Provincia de Buenos Aires, Andrés Larroque, cuando dijo “se terminó el tiempo de la moderación, y de la autoflagelación”.

En las últimas horas del último domingo, contra toda su voluntad, acosado por el fracaso -y hasta por Estela de Carlotto-, rodeado por el fuego de un país en llamas, y con el caballo completamente exhausto, Alberto rindió la promesa hecha Fernández Díaz, y por fin llamó a Cristina.

Si fue demasiado tarde, temprano lo sabremos. 

Suele ocurrir que el grillo todavía canta cuando ya nadie lo escucha.


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viernes, 1 de julio de 2022

LOS CHISTES DE PERÓN – HOY: Más peronistas que Perón…

 

Los Chistes de Perón

 

Si alguna vez los argentinos consiguiésemos el nirvana tangible de una divisa estable, esa nueva moneda debería llevar impresas, en sus dos caras sin ceca, las imágenes yuxtapuestas de Borges y Perón como el yin y el yang de una Argentina sola, que en su doble anverso, grabara así la riqueza de nuestras más hondas contradicciones, unidas entonces por las solas banderas de la gracia de la inteligencia, la agudeza de la sensibilidad, y la sabiduría siempre que revela el humor. Por ello aquí El Martiyo, en un gesto estético histórico -pero histórico por estético-, reúne, funde, en un mismo marco, en idéntico formato, a este dueto imposible, y sin embargo... Esperamos que así como los peronistas disfrutan de Los chistes de Borges, así también la otra Argentina disfrute de Los chistes de Perón, quien supo tener, indiscutido, el sentido de la risa que es propio de los grandes. Y que nos hace mejores.



 


En las elecciones presidenciales de 1958, Perón ordena votar por la fórmula de la UCRI encabezada por Arturo Frondizi. Sin embargo, algunos dirigentes intermedios resisten la directiva y ordenan votar en blanco. Frondizi ganó, la UCR de Ricardo Balbín quedó en segundo lugar, pero los votos en blanco fueron sustantivos alcanzando el millón. Pocos días después le preguntan a Perón qué pensaba de esos dirigentes que lo habían ordenado.

-- Es que esos son más peronistas que yo.



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lunes, 27 de junio de 2022

LAS TAPITAS DE CLARÍN – Hoy 27/6/02: Kosteki y Santillán, o el asesino abstracto…

 

 Las tapitas de Clarín

 

 

Un día Clarín agregó un “atractivo” a su deslucido portal, que nos atrajo a nosotros también, y por ello saludamos al monstruoso monopolio, no sin gratitud. Lo cortés no quita nada, suma.

Y lo saludamos con gratitud porque pese a que pretendieron restringir el recurso a un juego de autorreferencias narcisistas titulando desde el vamos “Mirá la tapa del día que naciste”; El Martiyo advirtió allí, en cambio, una maravillosa herramienta para revisar, día por día, la historia argentina de las últimas décadas, a partir de la confesión de parte uno de sus principales gestores: Clarín.

Y maravillados por la maravilla, decidimos consagrarle una sección que de alguna manera encierra el juego  “dime qué dijiste y te diré quién eres”, pero que en gratitud a tan generoso recurso, optamos por reconocer la marca que lo brinda, y le pusimos directamente: Las tapitas de Clarín. Que se hagan cargo.

Esperamos la disfruten, los entretenga, les recuerde, o los despierte.

 

Nacido en 1945 -paradójico congénere del peronismo-, en sus 77 años de historia, el diario Clarín publicó ya más de 28 mil tapas. Sin embargo, apenas dos se volvieron inolvidables: la del 25 de marzo de 1976, inaugurando la dictadura genocida con su “TOTAL NORMALIDAD”; y la del 27 de junio de 2002, cuando intentó encubrir el asesinato policial de dos militantes sociales, culpando a un abstracto.

Apenas dos (2).

77 años de periodismo cero.  


Clarín, 27 de junio de 2002.


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jueves, 3 de marzo de 2022

ALBERTO FERNÁNDEZ: UN PRESIDENTE QUE PROMETE…


En el comienzo de la última mitad de su mandato, el Presidente Alberto Fernández inauguró las sesiones ordinarias del Congreso con un discurso que mantuvo las mismas convicciones, los mismos objetivos y las misma promesas que ya expresara en su campaña de 2019. Nobles aspiraciones que más rápido que despacio el tiempo convierte en tristes chistes amargos. Pero no hay que desesperar…

 

EL GRAN PROMETEDOR




 

Inoperante, ambiguo pero gran hablador como buen radical, Alberto Fernández inauguró este martes la mitad final de su gobierno con un discurso que por tercera vez renovó las promesas hechas en campaña y todavía pendientes: la reforma judicial, la investigación del origen y destino de la deuda externa, el castigo a sus responsables, trabajo para todos, salarios dignos, jubilaciones justas, y otras palabras hermosas que tal vez un día...

Quedó claro que el Presidente no duda de la urgente necesidad de una reforma judicial sin la cual, entre otros infinitos riesgos, cualquiera de sus políticas puede ser abatida en cualquier juzgado, como bien le enseñaron ya oportunamente su “amigo Horacio”, o su otro amigo “Don Héctor”.

Sin embargo, y pese a tan honda convicción, el Presidente todavía no pudo ni siquiera indicar un reemplazante para Highton de Nolasco, manteniendo así la Corte Suprema en manos de cuatro abogados que se le cagan de la risa.

Con respecto a la investigación de la deuda mundialmente histórica contraída por el gobierno anterior -y blanqueada por el actual-, el Presidente tampoco ignora la sed de justicia de este pueblo que todos los días se hunde un poco más en la pobreza, mientras mira por tevé a los responsables de ese endeudamiento pasando sus vacaciones en Punta del Este, en Suiza o Miami, o en una reposera en Lago Escondido junto al usurpador inglés… quien dicho sea de paso, sigue sin ser incomodado por nadie.

Tan consciente está, el Presidente, de esa sed de justicia, que no sólo prometió en campaña investigarlos, sino que una vez asumido realizó la correspondiente denuncia penal. Pero tal y como le explicó hace unos días al animador televisivo Gustavo Sylvestre, “yo la denuncia la hice, ya si la justicia no avanza, qué más puedo hacer”. No pocos se preguntan si de verdad no sabía cómo eran las cosas cuando hacía esas promesas.

En el plano económico, y con debido orgullo, remarcó el fabuloso crecimiento del último año de casi un 10%. Con debido orgullo y cierta nostalgia, porque ya para el año próximo el FMI le puso un techo del 2%. Aunque eso no lo dijo, como tampoco dijo que, tal y como le había advertido Cristina, tanto crecimiento “se lo quedaron los cuatro vivos de siempre”.  

Infelizmente pese a los esfuerzos de Martín Guzman y su equipo, el acuerdo con el Fondo -que tantos anunciaban que allí anunciaría- no llegó a tiempo para la ocasión. Sin embargo, y pese a que expertos, analistas, propios y ajenos consideraron esa deuda impagable; el Presidente apostó a pagarla confiando en el futuro de “un sendero de crecimiento posible”. Sin entrar en detalles, ni reparar en los misterios del insondable porvenir, allí nomás bosquejó algunos planes de prosperidad que a su vez evitarán -o evitarían- que el pueblo la pase todavía peor. Como suele decirse: “si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”.

Y mientras una familia tipo precisa un ingreso de 80 mil pesos -sin contar alquiler- para no caer bajo la línea de la pobreza; el salario mínimo es de 33.000, y la jubilación mínima -la PUAM, que es la verdadera mínima – apenas supera los 22.000.

Por eso cuando habló de la inflación imparable que pulveriza la subsistencia de los argentinos, no le tembló la voz a la hora de responsabilizar a “esa costumbre seriamente arraigada en muchos sectores de remarcar los precios por las dudas”, y a “la complicidad judicial con el poder económico real”. Los cuatro varones de la Corte, allí presentes, más ocultos que protegidos detrás de sus barbijos, ni siquiera pestañearon.

Si hasta ahora ninguna de estas promesas pudo ser cumplida, explicó también, fue por la pandemia, iniciada el 20 de marzo de 2020, a sólo 99 días de haber asumido. Esos primeros 100 días -cruciales para cualquier gobierno que pretenda ejecutar cambios profundos- se fueron, infelizmente también, entre canciones y guitarreadas junto a Dylan y Lito Nebbia.

Pero no hay que desesperar.  

Este primero de marzo una vez más, como en 2020 y 2021, el Presidente renovó todas aquellas promesas de campaña, y así parece decidido a hacerlo hasta el último día de su mandato.


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martes, 23 de noviembre de 2021

BUENOS POLICÍAS: CASOS AISLADOS...

 

Alentados por esos políticos que a falta de ideas desbordan de odio, en apenas una semana la policía argentina asesinó a dos personas, reventó a golpes a otras dos -todos inocentes-, y hasta consiguió herir a otra -también inocente- mientras intentaba controlar a un loco armado con un cuchillo, al que le hicieron, entre cinco efectivos, 14 disparos. Y todo por impericia, por ignorancia, por falta de preparación, por mala leche, y en gran medida, porque van sacados, duros de merca.  

 

MALDITOS FALOPEROS

 

 
Gabriel Issasi, José Nievas y Fabián López.
Otros tres policías asesinos.


 

La policía volvió a matar. La Policía de la Ciudad, la Bonaerense, la de Córdoba, toda la policía mata. La Metropolitana, desde su creación, hace cinco años, ya mató 121 personas. Dos por mes. En 2020, en todo el país, fueron 538 los asesinatos policiales. Desde que volvió la democracia -1983- hasta hoy, son ya más de ocho mil los casos. Los gobiernos pasan, cambian, pero la policía no para de matar.

El miércoles pasado tres oficiales de la Metropolitana interceptaron un auto con cuatro chicos de 17 años, futbolistas que venían de entrenar, y los acribillaron. Pese al esfuerzo, consiguieron matar a uno solo, Lucas Gonzáles, de dos tiros en la cabeza. Luego se dedicaron a encubrir el hecho con -va de suyo- una serie de cómplices, pares y superiores. Todos delincuentes.


El fin de semana previo, en Córdoba, una pareja de chicos en moto (18 ella, 20 él), son detenidos por tres policías. Dos de ellos empiezan a moler a golpes al chico, y cuando la chica saca su celular para filmarlos, el otro de los policías le rompe la boca de un culatazo, le arranca varios dientes, y una vez en el piso de una sola patada le fisura dos costillas.


El jueves, al día siguiente del fusilamiento de Lucas Gonzáles, otra vez la Metropolitana supo destacarse. En el barrio de Constitución, en pleno día, en una plaza (la Garay), cinco efectivos precisaron de 14 disparos para controlar a un loquito armado con un cuchillo. Un transeúnte fue herido. Hubo suerte.

Al día siguiente, en cambio, viernes, ya madrugada del sábado, la Bonaerense, en la ciudad de San Clemente del Tuyú, retira detenido de un hotel a un hombre que encerrado en su cuarto provocaba disturbios. Alejandro Martínez, 35 años. Cincuenta minutos más tarde el hombre aparecía muerto en un calabozo de la comisaría interviniente. Hay 9 policías detenidos. Pero en el frente de la comisaría una pintada decía: “No son 9, son todos”.

Y dejamos para otra ocasión los policías que no matan pero encubren a los que matan, en una actitud corporativa que ellos sueñan “espíritu de cuerpo”… y dejemos también para otro momento los involucrados en robos, golpes comandos, secuestros, narcotráfico, coimas, “peajes”, zonas liberadas, trata de personas, espionaje ilegal, y otros beneficios de la repartición.


Por supuesto detrás, debajo, arriba y en el fondo de todos estos crímenes, están los políticos que los alientan en busca de votos caiga quien caiga, porque qué carajos importa el hijo ajeno. Candidatos sin ideas pero llenos de odio que sólo piden “meter bala” porque no se les ocurre otra cosa. “Que los dejen como un queso gruyere, y después vemos”, dice el guapo televisivo José Luis Espert. El fracasado López Murphy, en cambio, sugiere que esto se arregle “como sea” (¡?). Mientras Milei, payaso trágico, asegura que sólo “cuando todos estemos armados habrá más seguridad”, y pone de ejemplo a la sociedad norteamericana, donde los asesinos en masa, seriales, policiales y comunes, son moneda corriente. No le importa la verdad, sólo el odio. Es su estrategia.

Sin falta y sin vergüenza, mientras tanto, frente a cada caso de estos, los empleados de los medios sacan a relucir uno de sus lugares comunes predilectos: “la mayoría son buenos policías“ (sic, porque también desconocen el castellano), y/o “no todos los policías son iguales”, y/o “no hay que juzgar a toda la fuerza por un caso aislado”, y bla, bla, blá. Pero si dichas frases se convirtieron en lugares comunes, fue justamente de tanto repetirlas, lo cual demuestra que no son “casos aislados”, sino, por el contrario, frecuentes. Cada vez más.

¿Por qué?... Por una mezcla de impericia, ignorancia, inoperancia, falta de preparación, y también, y en gran medida, por faloperos. Están muy sacados.

Y es que además de la falta de estado físico (policías gordos, adiposos, lentos, cuya única gimnasia es mangar comida); además de la falta de formación intelectual (casi todos semianalfabetos), y de la falta de adiestramiento práctico (botón de muestra: los 14 tiros contra un cuchillo); uno de los mayores problemas de la repartición, es la cantidad de cocaína que consumen sus miembros.  

Allá por 2017, el malevo Cristian Ritondo, Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, anunció controles toxicológicos para sus “93 mil policías en 90 días”. Pero para 2019 sólo habían sido testeados 4.038 efectivos, de los cuales apenas el 3 por ciento dio positivo. Parecen pocos, sin embargo, el número a tener en cuenta es que de esos 4038, el 82 por ciento había sido advertido del control, y apenas el 18 por ciento fue de sorpresa. Con lo cual ese 3 por ciento se eleva al infinito. Esto en la Bonaerense, de la Metropolitana no hay ninguna información al respecto. O sea… consumo liberado.

Como el problema no es nuevo, ni se trata de “casos aislados”, en noviembre de 2019, después de las elecciones -sabiendo ya que se iba-, la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, como quien le pasa la bomba al que sigue, creó la Unidad de Pruebas Toxicológicas para todos los miembros de las fuerzas de seguridad, advirtiendo controles “obligatorios y sorpresivos”. Desde entonces no hubo más noticias al respecto.

Por falta de información, de imaginación, y de profesionalismo, los medios -todos-, convocados por los hechos, llevan ya más de una semana dedicados a los crímenes, abusos y disparates policiales, y ni siquiera los medios que se pretenden “progres” rozaron el tema del consumo. Pese a que dos de los familiares de los chicos que viajaban con Lucas Gonzáles, llamaron a los policías “faloperos”.

Y es comprensible que lo sean porque la consiguen gratis -la incautan, cuando no es parte de la "cuota" que reciben de los punteros que protegen-; les insufla un coraje del que por lo general carecen; y saben que nadie va a denunciarlos, porque sus superiores toman de la misma. Y porque nadie los controla.

Mientras los controles toxicológicos no sean constantes, sorpresivos y obligatorios para todos -todos- los policías, uniformados y encubiertos -Grupos de Tareas que se pretenden “brigadas”-; seguirán así, patrullando las calles armados y rabiosos, resentidos y racistas, envalentonados por la química, y alentados por los políticos que piden más muertes.

Hasta que al fin por fin un día entenderemos que los “casos aislados” no son los malos policías, sino los buenos.

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lunes, 15 de noviembre de 2021

EL IMPERIO ANGLOSAJÓN: ESA LUZ A LO LEJOS…

 

La dominación anglosajona que desde 1827 somete a la Argentina, entra sin embargo en una fase incierta. En los Estados Unidos el Congreso acaba de aprobar una suba en el techo de su deuda a solo cuatro días del default, mientras el Gobierno admite haber repartido, en lo que va del año, seis mil millones de platos de comida para mitigar el hambre de un pueblo que ya no sueña el sueño americano. En tanto en la Gran Bretaña -cada vez más Bretaña y menos Gran- sobre la pandemia llovida, el Brexit se revela como un formidable cañonazo en el pie de los súbditos. En dicho contexto, cómo no preguntarse qué será ahora de nuestros compatriotas los kelpers.

 

DE IMPERIOS Y LUCIERNAGAS



 

Con la soberanía económica en manos de Washington, parte del territorio nacional ocupado por Gran Bretaña, y el aparato mediático-cultural (Clarín, etc) alineado con la Embajada norteamericana, negar nuestro estatus de semicolonia, es sólo eso: una negación.

Pero mientras el mundo sigue sin resolver la silenciosa hecatombe de la peste, y la Argentina se dobla a punto de romperse, vale considerar, no ya como consuelo, sino más bien como oportunidad -y alerta-, el derrumbe del imperio que hace tanto la somete.

La aventura Trump, que concluyó con la toma del Capitolio en manos de hordas brutales, sí, pero norteamericanas; los cientos y cientos de miles de muertos de la pandemia que suman y siguen, detonando al gobierno anterior y acechando al actual; la desocupación, creciendo en paralelo con la pobreza, la guerra comercial con China -que tampoco están ganando-, más el viejo enfrentamiento con Rusia, que sigue y crece; y como broche del espanto, la reciente retirada de Afganistán -flashback terrible de la derrota sufrida en Vietman-, y al cabo de un rosario de fracasos en Irak, Libia y Siria. Todos síntomas de cualquier cosa. pero no de una primavera. 

Basta recordar que una de las primeras medidas de Joe Biden al asumir, fue implementar un plan para combatir la pobreza extrema; y que según cifras del propio Gobierno -difundidas no se entiende si por honestidad, error o jactancia- ya repartieron en lo que va del año seis mil (6.000) millones (millones) de platos de comida. Ninguna primavera.

Ahora, sobre el minuto final, el último 14 de octubre, a cuatro días del default, el congreso norteamericano aprobó elevar el techo de la deuda del país en 480 mil millones de dólares. Pocos días antes, el 4 de octubre, el Presidente Biden había advertido que, de no aprobarse, “un meteorito se estrellaría contra la economía norteamericana”. Y vale recordar que luego del propio pueblo y su Tesoro, el mayor acreedor de los Estados Unidos es China, su nuevo gran enemigo. O sea…

Por su parte Gran Bretaña, la madre patria que los parió, tampoco es lo que era. Mientras crece la inflación y decrece el PBI (2% el año pasado, 4 este año), aumenta la asistencia social porque siguen sin controlar la pandemia, y cada día reparten más cajas de comida entre sus cada vez más numerosos choriplaneros. Y en tanto asesinan diputados por sus calles, la vieja reina no da más y la familia real se descompone entre un hijo que los súbditos siempre miraron de reojo, otro complicado en un caso internacional de trata de personas y pedofilia, y un nieto que los mandó a cagar y los verduguea públicamente para que lo miren por tevé. De remate, como una torta en la cara, descubren que se tiraron de cabeza en la piscina sin agua del Brexit. Sin fuerza laboral de tanto hacerse los culorrotos, ahora no se consiguen gasolina ni pavos ni jeringas ni muchas otras cosas, porque no hay camiones -que sin choferes resulta que no caminan-, ni enfermeros, ni deliverys, ¡ni camareros!, así que la sangre llegó hasta el río sagrado de los pubs, que ya no tienen quién los atienda. No, tampoco la Gran Bretaña es lo que era.

También por eso causa risa sino pena ver a tantos habladores -de políticos a periodistas, panelistas y analistas, operadores y otros mercenarios- aferrarse todavía a la teta de la ilusión del Imperio, la Embajada, y sus designios… Parecen esos desesperados que se colgaban de los helicópteros en Saigón, o de los aviones en Kabul, y que luego sin más, claro, caían al vacío.

Pero también los kelpers deberían considerar tantas alertas.

Apenas abandonada la Unión Europea el gobierno británico les avisó por carta que, lamentablemente, no habían podido rescatarlos en los acuerdos de transición, así que todos esos barcos de pesca que saqueaban nuestros mares porque total en Europa no pagaban impuestos, quizá no vuelvan más. Dese luego en la misma carta les recordaron que los llevarán siempre en el corazón, but… God save the kelpers.

Y lejos de nosotros regodearnos en la desgracia de nuestros provincianos angloparlantes. Por el contrario, cuando la fiesta iniciada en junio del 82 se acabe; cuando todo ese dinero que llovía desde Londres se termine como toda lluvia; cuando ya la reina madre no les mande ni un pancho, cuando la noche polar se les venga encima, allí estaremos nosotros para echarles una mano. Después de todo, son compatriotas.

A propósito, pocas semanas atrás la Argentina logró un nuevo y mayor apoyo en las Naciones Unidas en su reclamo por la soberanía sobre las Islas Malvinas. No es mucho ni poco. Es una lucha que no cesa, mientras Gran Bretaña y los Estados Unidos, allá en el horizonte... toda una oportunidad.  

Borges se preguntaba: “esa luz a lo lejos… ¿es una luciérnaga, o un imperio que se apaga?”.




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miércoles, 29 de septiembre de 2021

Destellos Ajenos, Hoy: Joseph Conrad...





Destellos Ajenos:

“Un barco es muy parecido a otro y el mar es siempre el mismo. En la inmutabilidad de cuanto lo circunda, las costas extranjeras, los rostros extranjeros, la variable inmensidad de la vida se desliza imperceptiblemente, velada, no por un sentimiento de misterio, sino por una ignorancia ligeramente desdeñosa; ya que nada resulta misterioso para el marino, a no ser la mar misma, la amante de su existencia, tan inescrutable como el destino. Por lo demás, después de sus horas de trabajo, un paseo ocasional, o una borrachera ocasional por tierra firme, bastan para revelarle los secretos de todo un continente, y por lo general decide que ninguno de esos secretos vale la pena de ser conocido. Por eso mismo, los relatos de los marinos son de una franca simpleza; toda su significación puede encerrarse en la cáscara de una nuez”.

Joseph Conrad


domingo, 19 de septiembre de 2021

AGRUPACIÓN LA VANDOR: EL SUEÑO DE UN PERONISMO SIN CRISTINA…

 

Desde que asumió Alberto Fernández, El Martiyo guardó silencio. Quisimos otorgarle los primeros cien días, y el día 99 estalló la pandemia y su dominó de consecuencias. Durante ese lapso, las dudas sobre la marcha del gobierno fueron y vinieron, y volvieron. Ahora sabemos que también Cristina callaba y esperaba. La hecatombe de las últimas PASO detonó todos los silencios. También el nuestro.

 

La Derrota de la Victoria


 

"Si ganábamos, perdíamos"

Hebe de Bonafini


Inspirada en el hombre que en vida de Perón soñó un peronismo sin Perón, así en 2017 Florencio Randazzo soñó un peronismo sin Cristina, y fundó sin fundar lo que aquí bautizamos la Agrupación Augusto Vandor. (Ver aquí).

Una agrupación sin destino, se dirá, sin embargo allí está por ejemplo la izquierdita argentina, celebrando como una victoria un 5 por ciento en las elecciones que marcaron el récord histórico de baja participación. Minucias de la alegría que la democracia prodiga. Pero la Vandor es otra cosa.

La Unión Democrática primero -con socialistas y comunistas-, la Fusiladora después -con don Alfredo Palacios como embajador, por ejemplo-, dejaron en claro para siempre que la derecha argentina odia al peronismo, pero la izquierdita también. Sin embargo, es la Vandor el primer experimento de un antiperonismo peronista. Randazzo fue apenas su big bang, un estallido que así lo dejó. Hoy mal puede protagonizar una serie de spots involuntariamente cómicos para delicia del gorilaje. Pero la Agrupación fue mucho más allá del pedo que la parió.

El espectral Eduardo Duhalde, Il Capo Luis Barrionuevo, el despechado Guillermo Moreno, los vestigios de Julio Bárbaro, el viscoso Fernando Chino Navarro, el resucitado Julián Domínguez, son apenas fragmentos de esa galaxia que gira alrededor del sol del sueño de un peronismo sin Cristina. Y hoy vale recordar que en los albores de esa nebulosa, Alberto Fernández fue una de sus estrellas más brillantes.

Alejado del primer gobierno de Cristina luego de la crisis de la 125 -cuando él se oponía a confrontar con Magnetto-, a partir de entonces fue número puesto en los programas de TN, desde donde criticaba y horadaba al gobierno y la figura de Cristina con su tono siempre calmo, amable hasta lo meloso. En 2015 diseñó la campaña de Sergio Massa, en el 17 la de Florencio Randazzo. Sería injusto desconocer el impulso que le dió a la Vandor.

Desde los inicios de El Martiyo -harán ahora 13 años-, advertimos que considerarnos un blog cristinista, era apenas una ilusión óptica. Lo que de verdad sucede es que Cristina es martiyista, hace lo que nosotros queremos, y también afirmábamos allí, que así se apartara apenas de nuestras convicciones, la criticaríamos como a cualquiera.

Pero esto sucedió solo dos veces: cuando decidió reivindicar en vida la figura del gorila de Raúl Alfonsín; y cuando eligió a Alberto Fernández para presidente.

Olvidemos el primer caso, casi sin consecuencias para el país. Ahora el que importa es el segundo, la elección de Alberto Fernández para encabezar la fórmula presidencial.

Aterrados por la velocidad de la destrucción de la Argentina durante el gobierno macrista, como millones de compatriotas decidimos tragar ese sapo con la trémula esperanza de que el beso de Cristina pudiera convertirlo en príncipe. Pero la trémula esperanza pronto fue vana ilusión.

Apenas elegido candidato, frente al propio Magnetto, llamándolo “Don Héctor”, Alberto daba por terminada “la guerra con los medios”. Por supuesto Magnetto se cagó de la risa: un acuerdo de paz unilateral, no es más que un eufemismo por una rendición incondicional.  

Durante los dos primeros años de gobierno de Alberto Fernández, El Martiyo, diría don Bernardo de Irigoyen, guardó un silencio muy parecido a la estupidez. En un principio decidimos concederle los clásicos primeros 100 días, y ya garabateábamos algo cuando el día 99 se impone la pandemia y su dominó de consecuencias. Nos pareció innoble juzgar a un gobierno atravesado por un desastre universal sin precedentes, y seguimos callados.

En todo ese tiempo, las dudas que teníamos sobre Alberto Fernández y su gobierno, fueron y vinieron, sobrevolaban, y se quedaban. Nos ilusionamos con la imprescindible y urgente reforma judicial, pero poco a poco, la ilusión degeneró en fantasía. Nos ilusionamos con la investigación de la aberrante deuda externa contraída por el gobierno de Macri… pero pronto la renegociación de esa deuda, fue más importante que su origen espurio. Por un instante el caso Vincentín borró todos los temores. Pero enseguida los instaló definitivos. Nacía la sospecha de la tibieza del gobierno, mientras al mismo tiempo los medios de la “paz unilateral” lo acusaban de títere. Ya nadie se ilusionaba con la reposición de la Ley de Medios Audiovisuales, aprobaba por ambas cámaras, refrendada por la Corte Suprema, abolida por un decreto de Macri, y fin de la historia. Tremenda lucha, perdida así… Total, que durante estos dos años de silencio nos ilusionamos y nos desilusionamos muchas veces. Pero nunca olvidamos que la alternativa era el abismo, y preferímos callar, esperar.

Porque además las apariciones puntuales y precisas de Cristina, mientras tanto, dejaban la esperanza de una conducción lúcida, enfocada en una gestión a la altura de lo esperado, reclamando coraje de los funcionarios, pero también salarios, jubilaciones, reavivar el consumo para reavivar la producción, una distribución más justa… reclamando, en síntesis, más peronismo. A su lado Alberto, entre arengas y más promesas, se limitaba a sobreactuar su amistad con ella y la unidad del Frente de Todos, ante un pueblo que esperaba algo más, mucho más.

El domingo 12 de setiembre por fin enfrentó las urnas y obtuvo la mayor derrota electoral del peronismo. El propio entorno presidencial fue sorprendido…  ¿No la vieron venir? La derrota estaba ahí, en los altos índices de pobreza e indigencia, en la suba imparable de precios, y la caída libre del poder adquisitivo; en el vacunatorio vip y la fiesta de Fabiola, hechos que hubiesen pasado inadvertidos en otro gobierno, pero que los medios de la “paz unilateral” supieron magnificar hasta el delirio. La derrota estaba ahí, no la vieron venir, porque no quisieron mirarla.

Entonces apareció Cristina, con su costumbre de terremoto nacional que no deja nada en pie. El novio de la periodista de LN+ que diera a conocer las fotos de la fiesta de Fabiola, el vocero Juan Pablo Biondi, fue eyectado. El gabinete saltó por el aire y la oposición quedó congelada en su festejo. Los vencedores del domingo ya no importaban más. Vilma Ibarra salía a negar lo que el propio gobierno acababa de afirmar. Alberto tuiteaba cosas. Un terremoto nacional.

Los medios del miedo y sus pinochos intentaron instalar una crisis institucional, incluso hablaron de "golpe de estado". Son los mismos que encubren un tráfico de armas en apoyo del golpe de estado que aún niegan en Bolivia. Los que tanto se quejan porque los políticos transan a espaldas del pueblo, los mismos que reclaman transparencia, no pudieron soportar el saque de transparencia de quien una vez más demostró que se debe a sus votantes, y no a quienes estos votan. Al peronismo, no a sus dirigentes. Al pueblo. Que la Vandor es otra cosa.


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miércoles, 25 de agosto de 2021

ANÉKDOTAS, hoy: 70 Stones… con Diego Maradona y Daniel Grinbank…


 Anékdotas 


Hoy: 

70 Stones 


(Con Diego Maradona y Daniel Grinbank)







La muerte de Charlie Watts me trajo entre otros recuerdos la gira del Voodoo Lounge de 1994/95, cuando vi a los Stones en vivo por primera vez. Por primera vez ellos se presentarían en la Argentina, pero por entonces yo era editor de espectáculos del diario La Prensa, así que me auto-envié a Río de Janeiro para cubrir como anticipo la última de sus presentaciones en el Maracaná. 
 De regreso a Buenos Aires, el vuelo hacía una escala técnica en Misiones, cambiábamos de avión, así que hubo que esperar un rato en el preembarque. En el mismo vuelo viajaba Daniel Grinbank, el productor que traía a los Stones a la Argentina. Me acerqué para charlar, y alimentar mi nota. Y no recuerdo cómo ni por qué, en un momento surgió el nombre de Maradona, y entonces le pregunté si lo había invitado al concierto. 
-- Le mandé cuatro entradas, para él, la mujer y las nenas, ¿pero sabés qué me dijo?... ¿¡Cómo me mandás cuatro entradas si nosotros somos setenta!?




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martes, 24 de agosto de 2021

El Martiyo saluda a Charlie Watts...

 

FOR EVER CHARLIE


 

Era una hermosa mañana del febrero de 1995, y yo cruzaba San Telmo caminando, como todo los días, de casa al trabajo, en el diario La Prensa, en Chile y Azopardo. Como parte del recorrido, elegía cruzar la plaza Dorrego, me gustaban sus mesitas al sol y las fachadas de sus casas del primer Buenos Aires.

Los bares ya habían desplegado sus mesas sobre la plaza, pero todavía no había nadie, o casi nadie… tal vez por eso esplendía como una rareza un tipo sentado ahí, tomando un café, con su evidente esposa y todo el aspecto de un caballero británico: su flemática postura, cruzado de piernas, el torso recto, el cuello erguido, la mirada calma, el pelo corto, blanco y bien peinado, y sobre todo, su traje, un impecable traje beige, con chaleco, la camisa celeste y la corbata turquesa. Llamaba tanto la atención, que tardé unos segundos en descubrir que era él, y otros tantos segundos para poder creerlo. Fulminado por la visión, allí me detuve para mirarlo bien, para terminar de creerlo.

Por entonces yo era editor de espectáculos de La Prensa, y una semana antes, como tal, había cubierto en el Maracaná la última presentación de los Stones en Brasil antes de su primera vez en la Argentina. Hasta Menem los esperaba para el autógrafo. El hotel Hyatt tuvo que ser vallado para contener las multitudes, y cualquier intento de entrevista con alguno de ellos, daba directo en el fracaso.

Y de pronto allí tenía yo a uno de ellos, sentado, tranquilo, haciendo nada, servido…  Pero yo seguía parado ahí, fulminado por la visión.

No sé si volví a ver entonces la vidriera de la disquería de mi adolescencia en la calle Acoyte cuando por fin apareció la tapa de Sticky Fingers con aquél cierre relámpago real; seguro no pude recuperar la lejanísima vez que un amigo me los descubrió con un simple que de un lado tenía Brown Sugar, y del otro Damas de Honky Town; ni cuando empezamos a delinearnos los ojos como Jagger para ir a bailar a Ramos Mejía; ni de dónde recordaba tan claramente la imagen de Brian Jones flotando en su piscina; ni los largos e infructuosos esfuerzos por aprender con una guitarra criolla los acordes de Wild Horses, ni el entusiasmo que nos agarraba con cada álbum nuevo, Sus Majestades Satánicas, Banquete de pordioseros, Es sólo rocanrol, Algunas chicas, Tatuados… a lo mejor yo pensé todas esas cosas o ninguna, pero seguía parado ahí, a unos diez, quince metros de él, encandilado… fulminado.

Entonces me miró.

Él a mí.

Charlie Watts me miraba.

No pensé más nada, levanté el puño derecho, casi amenazante, manoteé un par de palabras en inglés, y de pronto me escucho gritar.

-- ¡Great, Charlie!... ¡For ever!...

Como un lord inglés, Charlie sonrió y apenas inclinó la cabeza, pero levantó su pocillo de café. Como brindando a mi salud.

Tuve el impulso de acercarme, decirle quién era y pedirle una nota. Pero me contuve, hubiera ensuciado comercialmente aquel instante de pura amistad, fugaz pero sentida, del todo desinteresada.

Me incliné como un japonés, y seguí para el diario.  

Charlie se quedó tranquilo, con su señora y su café, y yo todavía lo recuerdo brindando a mi salud.

For ever.


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