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sábado, 28 de marzo de 2015

LA SOLEDAD DE MASSA: ROMA NO PAGA TRAIDORES.


Tiempos veloces los tiempos argentinos, ayer nomás Sergio Massa se alzaba como la gran esperanza blanca de la Argentina llena de negros. Nacido en la UCD, ungido por Clarín, aunque surgido del oficialismo, Magnetto lo soñó la cuña del mismo palo que tanto iba a doler. Pero licuada en el Pro la UCR; el crédito de Tigre no les interesó más, y lo olvidaron. Hoy se hunde en las encuestas y en silencio, triste, solitario y banal.


¿Tabajaí?



"Roma no paga traidores".
Escipión 

Otra vez la triste historia de la modelito que en su sueño de protagonizar una novela, va y se acuesta con todos sus productores para que después los muy despiadados se queden con otra, y chau.
En su instante mejor, allá por el 2013, cuando los medios del miedo lo ungían victorioso, Sergio Massa creyó que de verdad había ganado algo. Que la traición al proyecto que lo había proyectado, que adoptar la forma del recipiente que Magnetto dictaba, por fin rendía sus frutos. Más habrá creído: habrá creído que Magnetto sabía. No sólo que lo quería.
Era tapa del gran diario día por medio, siempre sonriente, siempre promisorio, los periodistas de TN -tan aguerridos con el oficialismo-, de pronto con él se comportaban como auténticas alternadoras; y María Laura Santillán no le ladraba más.
Todo estaba bien.
La Argentina civilizada, ilustrada, la poderosa, la de los monopolios y la banca extranjera, la de Papel Prensa y el FMI, la que encubrió el genocidio y encumbró a Menem, la que probó con De la Rua y resolvió con Duhalde, ahora lo ungía a él: Sergio Massa.
Había llegado.
Narciso ahogado en esa pobre imagen propia, el querido Pepe Parada diría: “el problema de Sergio Massa, es que se creyó Sergio Massa”.
Disfrazado de pibe bueno lleno de nobles y nuevas intenciones; con su vocecita de Spinetta sin guitarra, y un repertorio de lugares comunes y eslóganes baratos, salió a cantar la canción que el público (de Magnetto) quería escuchar. Hizo fácil.
Se mostró comprensivo con los fondos buitres, con Inglaterra, con Occidente, con los pobres y los ricos, con Dios y con el Papa al mismo tiempo.
Joven maravilla, peleaba cual Robin sin Batman contra la corrupción de un gobierno que no sólo había integrado, sino que era su sola trayectoria. Magnetto vivaba.
Más TN, más Van der Koy más amable, más Inmorales Solá más amable todavía, María Laura Santillán, lejos de ladrarle, ahora le chupaba las botas cada vez que lo veía. No se podía pedir más. El protagónico era suyo. Podía sentir la victoria.
Pero Roma no paga traidores.
Verdad más antigua que la antigua Roma.
Porque un día inesperado la UCR se fundió con el Pro, y se fundió del todo; y de golpe Magneto ya tenía otro chico para su novela.
Todo, así, de golpe, había terminado.
El sueño de una noche de verano de ser el Kennedy argentino sin más apoyo que Clarín y los country de Tigre, le explotaba en la cara como un chasco barato.
Adiós presidencia de la Nación, adiós historia, adiós María Laura Santillán.
A manera de treinta dineros por los servicios prestados, los medios del miedo todavía le dan espacio en sus noticieros, sus cámaras algo muestran de las andanzas de Robin lejos de ciudad Gótica, acompañado aquí, y allá, de unas cuantas personas, que –no sin piedad- los medios del miedo se abstienen de contar. Algo es algo.
Pero nada nuevo.
Otra vez la triste historia de la modelo que en su sueño de protagonizar una novela, se acuesta con todos sus productores, para que después los muy hijos de puta se queden con otra, y chau.
Conocedor del ambiente y sus trastiendas, El Martiyo está en condiciones de afirmar que más de uno de esos hijos de puta, debe estar diciendo ahora: “que se joda por boluda”.  

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