No hay un número exacto de la cantidad de conflictos bélicos que soporta el mundo en la actualidad. Las estimaciones van de 22
a más de 80, según la ferocidad, o sea, la cantidad de víctimas. Algunas son guerras con varias décadas en marcha, otras recién comienzan pero
prometen. Todas tienen su coartada romántica y su móvil económico. Detalles, analogías y coincidencias, hacen de este
presente un pasado difícil de creer en el futuro.
LA GUERRA DE TODAS LAS GUERRAS
A nosotros no porque no nos importa, pero a los historiadores
de un futuro más o menos cercano les costará explicar este presente, y acaso recuerden nuestros días como los tiempos de
la Gran Guerra Mundial o la Guerra de todas las guerras o la Guerra Global o algo por
el estilo, y entonces las dos famosas contiendas del siglo pasado cobrarán su verdadera
dimensión de guerras internacionales, multinacionales, pero no mundiales,
porque guerra mundial es esto: cuando todo el mundo está en guerra, y el que no
también se jode.
Buscamos el número exacto, pero hay demasiados números y
ninguno actualizado. Las cifras que intentan precisar los conflictos bélicos en marcha van de 22 a
83. Los muertos se cuentan por millones, pero la cantidad exacta es inasible
como el viento, porque corre y no para de correr. Los desplazados, los
refugiados, también son lógicamente cada día más.
A la hora de estudiarnos para comprenderse, las generaciones
por venir advertirán que todos estos conflictos actuales tuvieron su
correspondiente coartada romántica, moral, patriótica, justiciera y/o religiosa,
o todas o varias a la vez. Pero que los móviles reales fueron siempre económicos.
En todos los casos.
Otra característica que aúna y distingue las muchas guerras
en trámite, es que en todas, franca o soterradamente, participan las grandes
potencias de la hora, y sin embargo todas a su vez mantienen sus propios
territorios en paz. O en la relativa paz que les corresponde a los promotores
de las guerras.
A nosotros, hoy, no nos importa, pero los profesores de
historias de nuestros nietos o sus hijos, tendrán serias dificultades para
convencer a sus alumnos de la verosimilitud de estos días. Así como nosotros,
hoy, nos resistimos a creer, por ejemplo, en los tiempos de los dioses griegos,
y quién te dice…
Porque hay detalles fantásticos. Sobre todo si se recuerda
las predicciones de los grandes habladores del pasado reciente, que en los
albores de la era atómica y otras posibilidades de la destrucción masiva, se
animaron a predecir muy compadritos que las guerras del futuro serían breves,
certeras y fulminantes como rayos hechos a mano. Pero el futuro llegó y se les
cagó de risa en la cara.
De estos conflictos “modernos”, algunos llevan sangrando ya
más de medio siglo y miles y cientos de miles y millones de muertos inocentes,
o daños colaterales, como también gustan decir aquellos decidores.
Colombia está en guerra desde 1964, por ejemplo. Filipinas
desde 1969, y a falta de un conflicto tiene dos. Pero le supera la India, que
tiene cuatro, aunque empezó dos años antes, en 1967. Cifras de muertos,
militares y civiles, hay muchas. Pero los muertos son incontables porque todos
estos conflictos están en marcha, y así el minuto a minuto se hace imposible.
También están en pleno desarrollo y evolución las guerras de
Irak, Afganistán, Pakistán, Siria, Chechenia, Libia, Yemen, Ucrania, Sudán,
Birmania, Tailandia, Israel y Palestina, República Centro Africana, República Democrática
del Congo, Nigeria, Eritrea, Sri Lanka, Uganda, Ruanda, Chad, Mali, Etiopía, Sudán,
entre otras… si esto no es la guerra mundial, global o algo así…
Una de las más difíciles de contar –de creer- mañana, será,
quizá, la guerra del Congo, o de Zaire, o la Guerra Mundial Africana, como también
le llamaron porque llegaron a participar en ella once países de la región. Tuvo muchos nombres: Gran Guerra Africana, Segunda Guerra del Congo (porque ya
habían armado otra, cuando al Congo le decíamos Zaire), pero por muchos nombres
que le pusieron, nadie la creyó nunca el todo. De hecho, dirán los libros, sus
propios contemporáneos dejaron de creer en ella y la dieron por terminada en 2002.
Pero en 2015, trece años después, los muertos seguían lloviendo y la ONG
Médicos Sin Fronteras denunciaba más de 60 grupos armados en operaciones, muchos
de ellos financiados por países vecinos que a su vez reciben apoyo de otros
países ya no tan vecinos, pero igualmente amables.
En esta guerra de escasa prensa también hay muchos números
de muertos, y aún más muertos que números. Las cifras van de los 4 a los 6 millones de personas,
pero lo curioso es que sólo 500 mil cayeron en combate. Las otras, los otros millones,
murieron de hambre o de sed, por enfermedades, falta de atención médica y saneamiento
básico, y otras consecuencias típicas de casi dos décadas de muerte y
destrucción.
Los razones étnicas y políticas para semejante carnicería,
son varias.
Los motivos también son varios, entre otros: cobalto, cobre, oro,
diamantes y coltán, un mineral del cual el Congo posee el 80 por ciento de las
reservas mundiales, y sin cuya participación este blog y su pantallita y nuestros
celulares y todo esto sería imposible. Tecnología de punta y barbarie medieval.
En el futuro nadie podrá creerlo.
Hablando de refugiados, el Congo, con su guerra tan
calladita, ya produjo más de 3 millones. Parece mucho, pero no tanto si se
considera que el conflicto lleva casi dos décadas, y que Siria con menos de un
lustro ya le gana por un millón. Tiempo al tiempo.
Otro detalle que por suerte no podrán creer nuestros nietos
o biznietos, es que de los hoy técnicamente incontables países en guerra, 22 de
ellos utilizan niños en sus ejércitos. A ellos sí UNICEF pudo contarlos, acaso
porque se trate de los únicos privilegiados.
En todo –y sólo- el África, hoy, la ONU estima en cien mil
el número redondito de los niños-soldado. (Niños o niñas, en todo sentido para
el caso es lo mismo).
La guerra invisible del Congo es acaso donde más se lucen. Durante
la breve tregua de 2003 30 mil menores de quince años fueron desmovilizados, y
actualmente se estima que unos siete mil chicos siguen en combate. Es una
suerte que sea invisible.
Pero más allá del número preciso, 22, 83, 50 o 100, producto de esta guerra hecha de muchas
guerras, según el ACNUR –la agencia para refugiados de las Naciones Unidos-, la cantidad actual de personas desplazadas en el mundo es ya de 62 millones.
Sesenta y dos millones.
Toda Francia, una Argentina y media, diez veces Grecia.
Y cada día que pasa 45 mil personas más deben dejar sus
casas espantadas por alguna de estas guerras.
No son estadísticas ni porcentajes, índices o proporciones. Son
personas y sucesos que hoy ni siquiera nos importan pero que nuestros nietos o
los de ellos no podrán creer, comprender, ni perdonarnos.