////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

sábado, 28 de noviembre de 2015

MACRI PRESIDENTE: LA MAYORÍA MÍNIMA…


Con una diferencia de apenas 700 mil votos por encima de Scioli, decir que la mayoría del pueblo eligió a Macri, es como decir que ese vaso está medio lleno porque está medio vacío. Los números crudos le dieron la victoria, pero también le avisaron: te espera un país partido en dos mitades, y entre las dos, la nada.

LA GRIETA Y EL ABISMO





700 mil votos le dieron la elección a Macri.
704.860 es el número exacto que informa hasta hoy la página de la Dirección Nacional Electoral.
12.903.301, contra 12.198.441.
Ningún millón siquiera.
Nada. Una diferencia exigua. Mínima.
Pocos y volátiles, muchos de esos votos quizá ya desaparecieron. Sobre todo aquellos que lo votaron con el solo objetivo de ver perder al peronismo. Esos, todos, la mañana del 23, ya no estaban. A muchos otros, en breve, se los llevará como hojas del árbol caído el huracán de los primeros tarifazos que ya están anunciando.
Es más: conocido su gabinete y confirmados la Bullrich en Seguridad, el exgerente de Shell a cargo de Energía, y en Economía Prat Gay y Melconian y los mejores  muchachos de Cavallo ya a cara descubierta, quizá, hoy, Mauricio Macri no llegue ya al 50 por ciento. Pero hoy ya es tarde. Ahora tiene que gobernar.
Gobernar un país partido en dos mitades. Una mitad que lo votó pero que ya se deshace en su propia victoria, y otra mitad que no lo votó porque no le cree ni lo quiere y que no está sola ni espera ni piensa renunciar a ninguna conquista.
Y entre una mitad y la otra, hay, hoy, apenas 700 mil personas. Muy poco. Muy volátiles. Espuma, viento, y nada.  
Ninguna luna de miel les espera a Macri y sus gerentes. Por el momento siguen en campaña como si nada hubiera sucedido, atacando a Cristina y su gobierno, chochos con lo bien que les fue con eso… pero el diez de diciembre avanza a paso firme en los relojes y ni Durán Barba podrá detenerlo, ¿y entonces?...
Y entonces seguirán en campaña, disimulando cada fracaso propio bajo la vieja alfombra de la “pesada herencia recibida”, y otra vez se nos pedirá paciencia, como hacía De la Rua, que nunca entendimos para qué se postuló si no sabía lo que le esperaba.
Danza con globos tampoco lo sabe y también se postuló y también ganó, y ahora, como De la Rua, debe gobernar. Lo sepa o no.
Si esta nueva Alianza –compuesta por muchos de los que formaron la anterior-, repite los comportamientos que ya tuvieron (¿y por qué iba a ladrar el chancho si es chancho?), entonces los primeros meses de este gobierno –como sucedió con aquél-, transcurrirán entre tropiezos, excusas y fracasos. Los costos, claro, los pagaremos todos. Y nos pondrán nerviosos. Claro. Los paros y las protestas, los cortes de calles y de rutas, se multiplicarán. Macri, tal como se espera –porque ya lo ha demostrado en la CABA-, reprimirá. Con su brava policía, la del Indoamericano, la que les pegaba a los enfermos del Borda, pero ahora ya del todo desbocada, ya sin bozal y sin correa. Entonces Macri precisará más suerte que De la Rua o Duhalde para que a ninguno de sus bravos policías se le escape ningún tiro contra ningún pecho de ningún manifestante. Porque cuando ocurren esas cosas, los presidentes pierden imagen y sustancia y ya no le sirven ni al helicóptero que se los lleva.
Los medios del miedo, mientras tanto, no darán más miedo. Al contrario. Pase lo que pase, caiga quien caiga, maten a quien maten, culparán a “la crisis”, o buscarán infiltrados, y justificarán, una vez más, cualquier cosa. Con la experiencia y la práctica de haber encubierto el genocidio más grande de la historia argentina, esto será un paseo. Pero ojo: ni Clarín ni La Nazión descartan que Macri sea descartable. A De la Rua también lo defendieron alguna vez. Incluso a Kirchner. La gente les sirve hasta que no les sirve más, manual de estilo.
Pero la pregunta es: ¿Dónde estarán entonces, cuando todo se complique, esos 704.860 que un domingo de furia lo votaron?... ¿Llenarán la plaza de Mayo al grito de Macri o muerte?... O más bien reciclarán sus cacerolas, que acaso de poco y nada les sirvieron con Cristina, pero que tantas satisfacciones les dieron con la Alianza anterior.
Apoyado, sostenido en esa puntita casi invisible del 1,40%, decir que la mayoría del  pueblo votó a Macri, es lo mismo que decir que ese vaso está medio lleno porque está medio vacío.
Sin quererlo o no, la revolución de la alegría está en marcha. Mauricio Macri la encabeza. Lo espera el tremendo problema del narcotráfico, para lo cual no tienen más planes que repetir fracasos ya mil veces probados. Lo espera su propia promesa de levantar el cepo, disparar el dólar, y perder en pocos días el control de la economía. Lo espera un parlamento sin mayoría propia. Lo espera el juez Griessa para llevarse hasta las lapiceras. El FMI, con la servilleta puesta. Su amigo Cameron, para decirle que se olvide de las Malvinas. Pero sobre todo, lo espera el gran pueblo argentino. Sus dos mitades.
La mitad que lo votó porque no quiere a Cristina aunque tampoco lo quiera a él, y que le crea o no le crea igual le va a exigir algo más que globos de colores; y la otra mitad, que no lo votó porque no le cree ni lo quiere, pero que igual le va a cobrar y sin demoras todo ese bienestar que tan alegremente prometió cuando hablar le parecía gratis.
Entre una mitad y la otra, está la famosa grieta. Su vacío. El abismo. 


miércoles, 25 de noviembre de 2015

MACRI PRESIDENTE: UNA DE TERROR…



La pesadilla se volvió realidad. Lo que no hace tanto provocaba risa (y tal vez por eso), ahora va en serio y provoca temor. No venció el PRO, perdió el FPV y ganó Magnetto. Pero festejan Macri, Elisa Carrió, Patricia Bullrich, Marcos Aguinis, Fino Palacios, Graciela Fernández Meijidi, Ciro James, Julio Cobos, Darío Lopérfido, Carlos Melconian, Fernando De la Rua, Mirtha Legrand, Alfonso Prat Gay, Domigno Cavallo…



EL REGRESO DE 
LOS MUERTOS VIVOS





Apenas 700 mil argentinos inclinaron la balanza. Pero no ganó Macri, perdió Scioli. Quizá le faltó contundencia, precisión, garra, ganas de pelear aún lastimando al contrincante… Decisión, que la ambición no basta. Quizá. Pero quizá el error fue concentrarse en el adversario virtual, y no en el enemigo real, apuntarle al muñeco, y no ver al ventrílocuo: Héctor Magnetto, el Grupo Clarín, verdadero vencedor de la noche del domingo.
Rápidos y furiosos, sus socios de La Nazión no pudieron aguantar ni 24 horas y salieron a vomitar toda su miseria en una editorial que hasta sus propios periodistas rechazaron.
Maurico Macri, su persona, su figura pública, su historia personal y familiar, su precario castellano, su vasta ignorancia, sus contradicciones políticas, prueban en su conjunto que su victoria no es suya, que cualquiera en su lugar hubiera ganado, que al muñeco no le hacen falta condiciones, porque el ventrílocuo las pone.

Los medios del miedo insuflaron el odio contra el gobierno durante muchos años y todos los días de la vida, cada día, sin parar. Como una lluvia perenne que al cabo lo deshace todo. Mentiras, diatribas, campañas sostenidas, eslóganes vacíos, títulos que a pura repetición lograron taladrar las cabezas de todos aquellos que alucinaron en Macri un cambio, y acabaron votando a los mejores muchachos de Cavallo, a la Bullrich, a la Carrió, a Sanz, y a otros sobrevivientes inauditos del que se vayan todos…
Pero no fueron ellos. Magnetto lo hizo.
Sus incontables medios, en cuya red quedó atrapada la Argentina desde que los militares le cedieron Papel prensa, Menem los canales y las radios, y Néstor Kirchner Cablevisión.
Cristina se les plantó y aguantó de pie por más de siete años hasta la campana final, de pie y entera, y aún se retira con imagen positiva. Triunfal. Sin perdón. Porque ellos siguen vivos. Y rabiosos.
En algún momento Jorge Lorenzetti también quiso pistolear su autonomía, pero apenas Clarín le mostró los dientes, enseguida se encuadró.
Cristina quedó sola. Néstor se había ido.
Mientras tanto Magnetto probada de todo. Se compró a Lanata, limpiaba a Shocklender, embestía contra las Madres y las Abuelas, infló sucesivamente a Cobos, Carrió, la Bullrich, De Narváez, Massa, Macri, De Angelis, Buzzi, Duhalde, Alfredo Caseros, Mirtha Legrand, Miguel del Sel, cualquier cosa. 

Sin ningún interés por su propio prestigio periodístico, se permitieron la mentira simple, la campaña burda, el chisme, la maledicencia, la vulgaridad, cualquier cosa.
Desde el gran diario y su socio La Nazión, desde todos sus diarios del interior (La Capital de Rosario, el Río Negro, Los Andes de Mendoza, El Tribuno de Salta, La Voz del Interior de Córdoba, y siguen las firmas); desde canal 13, TN, y sus incontables señales y repetidoras del interior; desde radio Mitre y todas sus radios de todo el país; desde sus infinitos productos gráficos y audiovisuales; desde Vila-Manzano, Editorial Perfil, y otros satélites secundarios; desde cada bar, cada taxi, cada mesa, cada día, todos los días, todo el tiempo, sin parar… así de grosso era el ventrílocuo mientras Scioli discutía con el muñeco.
La ley de medios audiovisuales, fue un buen intento, y hasta nosotros mismos, tentados por la ilusión, entonces los dábamos por muertos. Pero pronto el buen intento fue desbaratado entre cautelares por una justicia que le teme a Magnetto más que a la historia. Engullido Lorenzetti, ya no tuvieron contención, y volvieron por todo.
Y partieron el país en dos y 700 mil argentinos les dieron la victoria.
Y ganaron.
Sucedió lo impensado, lo inimaginable, lo tan temido. El regreso de los muertos vivos sedientos de venganza, ciegos de odio, o en el más inocente de los casos, aturdidos por eslóganes que no dicen nada, por deseos ligeros, por cuestiones menores o posturas de sobremesa como chascos baratos que te explotan en la cara. No ganó Macri: ganó Magnetto y se dispone a gobernar. A gobernarnos.
Y ya sabemos cómo lo hace, a quiénes representa, qué busca, y cuánto esconde.
Pronto la propia naturaleza del nuevo gobierno mostrará sus fibras. Entonces los medios del miedo repartirán coraje. Amortiguarán desde sus tapas y sus voceros cada golpe de maza contra todos nosotros. Ajustes, devaluaciones, tarifazos, desocupación, flexibilidad laboral, todo será explicado como una pesada herencia de la administración anterior, cuando no como un acierto de este gobierno que nos reinserta en el mundo porque de pronto la Casa Blanca nos concede diez minutos otra vez. Ya lo vimos: explicaron un genocidio, ¿por qué no a Macri?
Pero 700 mil personas pueden cambiar de opinión en cualquier momento, ¿y entonces?...
En otras palabras: la contienda continúa. Peor, mejor: se impone más que nunca.
En paz, democráticamente, con la pluma y la palabra, aquí El Martiyo, humilde pero firme, inicia su resistencia. 


* * *

sábado, 21 de noviembre de 2015

BALOTAJE: VENCER O GOBERNAR...

Mañana en las urnas no se enfrentan dos candidatos, dos modelos de país, dos proyectos distintos, dos miradas ni nada de eso. Se enfrentan dos sentimientos: los que quieren un modelo, y los que no quieren ese modelo. Unos buscan gobernar, los otros vencer. Pero todos pagarán por todos.

QUERER Y NO QUERER






Mañana los argentinos decidirán cómo sigue la historia del país.
Una mitad todavía imprecisa cree que vale la pena continuar las políticas que nos alinearon con Latinoamérica, que nos enfrentaron a la usura internacional, que llevaron la justicia social de los discursos a los hechos, que buscaron la verdad sin renunciar a la memoria, que supieron plantarse ante los monopolios del papel y los medios, y como consecuencia, de la prensa nacional. Las políticas que permitieron jubilar a más de dos millones de personas para las cuales no había otro destino que la locura de la miseria en la vejez.
Los de la otra mitad, también imprecisa aún, creen mejor en la alternancia sin más, en un cambio que no precisan detallar; se hartaron de las cadenas nacionales, de la presidenta, de la Campora, del curro de los derechos humanos y de un programa de televisión que se llama 678 (y que sin embargo ellos mismos dicen que no mira nadie); es la mitad que piensa que los planes sociales son un criadero de vagos, puro clientelismo; que ya está bueno de universidades por todos lados, que la Argentina es para los argentinos y que los extranjeros deberían volverse a su país, -excepto, en tal caso, los que vienen de Francia, de Inglaterra, de la Europa central preferentemente-; son los que aspiran a una Argentina de regreso a Washington con el caballo vencido pero los dólares libres; se hartaron de Maduro, de Evo Morales, de Correa, de todos esos negros comunistas que llenaron el país de colombianos.
Es mentira que les importa la corrupción. La distribución de fondos públicos por parte del gobierno de Macri en pautas publicitarias cuyos destinatarios –en los papeles- nunca recibieron; las muchas adjudicaciones inconsultas; Fernando Niembro con las manos en la lata, nada importó. Se rasgan las vestiduras con sólo oír el nombre de Boudou, pero votan para presidente a un tipo procesado en dos instancias. Nada importa. Todo es mentira menos el sueño recurrente del antiperonismo argentino: ¡vencer al peronismo, e doppo morire!. 
Es un sueño de una sola noche, sí, pero les resulta suficiente. Gobernar no es preciso, vencer es preciso. En tal caso siempre estará el peronismo para echarle la culpa del fracaso propio.
Detrás del flash de esa sola noche, esa mitad imprecisa logró la victoria de Raúl Alfonsín el 31 de octubre de 1983, para abandonarlo apenas a la mañana siguiente. Incluso esa misma mitad en 1999 se abrazó desesperada a Fernando de la Rua, cuyos muchachos aquí están de regreso. Y todos tan contentos.
Infelizmente, la historia nos recuerda que desde el surgimiento del peronismo, ningún gobierno de otro signo logró concluir su mandato. Ni Frondizi, ni Illia, ni Alfonsín, ni De la Rua.
Básicamente, por impericia, por inconsistencia, porque excluir es lo contrario de incluir.
Mañana en las urnas dos sentimientos se enfrentan. Los que quieren un proyecto y los que no quieren ese proyecto, pero tampoco precisan otro para vencerlo.
Que el candidato que votan un día diga una cosa y después todo lo contrario -según le marquen las encuestas (de convicciones ni hablar)-, no importa. Que muchos de los integrantes de esta alianza sean los mismos que integraron aquella otra alianza que los llevó hace catorce años a la noche fundacional de las cacerolas, tampoco importa. Que el equipo económico que Macri esconde detrás de la estatua de un tipo parecido a Perón sea el mismo equipo económico de aquella alianza que los dejó golpeando las puertas de los bancos para que nadie les abriera nunca, tampoco importa. No importa nada. Importa el rechazo que les ha inspirado esa otra mitad que tiene un proyecto, un modelo, una idea… pero que tal vez ya tampoco importe.
Mañana en las urnas se enfrentan los dos sentimientos: querer y no querer.
El vencedor gobernará.
Pero lo sentiremos todos.


sábado, 14 de noviembre de 2015

ARDE PARÍS: CUANDO MATAR ES LO DE MENOS…



Un caño roto de lugares comunes inunda desde el viernes las redes sociales. Con fervor colonial, políticos, artistas, deportistas, vedetongas, nadie quiere quedar afuera de la supuesta conmoción que deberían provocar los atentados de París. Pero jamás ni un tuiter apurado por los muertos que mata Francia todos los días de la vida en Siria, en Libia, en Iraq, en Mali, en la República Centroafricana…


MENTIRA ESE LAMENTO




“Yo mataría porque no tiene importancia”.
Charles Bukowski




Muy compadrito y bien campante, Francois Hollande, presidente de Francia, se pavoneaba públicamente pocas semanas atrás, el 27 de setiembre -tan luego desde la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York-, confirmando el éxito de las incursiones de su Fuerza Aérea en territorio sirio. "Nuestras fuerzas consiguieron sus objetivos: el campo fue destruido en su totalidad", guapeaba el hombre.
Pocos días después el ministro de defensa francés repetía el número anunciando una segunda incursión, no menos exitosa que la primera. “Los objetivos fueron destruídos”, decía Jean-Yves Le Drian, el ministro.
Los objetivos a los que en uno y otro caso hacían referencia uno y otro –el presidente y su ministro-, eran en los hechos lugares llenos de gente que, según los informes de la inteligencia francesa –la misma inteligencia que ayer se comió lo que se comió en pleno París- decía, porfiaba, esa inteligencia, que dichos lugares llenos de gente, eran campos de entrenamiento de terroristas destinados a atacar Francia. Basado en tal información, el gobierno francés consiguió blandir la bandera de la “legítima defensa”, y se mandó al ataque.
Los objetivos destruídos del presidente y su ministro son, en los hechos, seres humanos. Quizá entre todos ellos haya uno o varios terroristas inmersos en esta guerra. Pero también hay niños y otros inocentes. Los populares daños colaterales que a nadie nunca le importan.
Sólo que las blancas no juegan solas, las negras también mueven.
Ayer, viernes 13, Francia consiguió más razones para explicar mejor su legítima defensa, y una cadena de atentados sembró de muertos París en menos de dos horas. 
Y entonces  de vuelta, las masas ilustradas –ilustradas por los grandes medios (Hollywood incluído)- cayeron en la trampa de los grandes asesinos, coincidiendo una vez más en que matar no está mal. Depende, como siempre, de dónde se mate, a quién se mate, porqué se mate...
Con fervor colonial, desde ayer una melaza de lugares comunes se derrama por las redes sociales monocorde, previsible, insustancial. Políticos, artistas, deportistas, vedetongas, lo que venga, todo el mundo se lamenta por los muertos de París.
Buscamos en los diarios de la época, en Google, por todos lados reacciones similares cuando los incontables por constantes bombardeos franceses sobre Libia, Siria, Iraq, la República Centroafricana, Mali, sus incursiones armadas, sus desmanes… nada. No encontramos nada. Ni un tuiter de la Xipolitakis.
Las conclusiones aterran. O los africanos no son seres humanos, o sí pero matarlos no siempre importa. O importa pero según dónde y por qué los mates. Bajo la noche llena de estrellas del Congo, o en los desiertos de Libia, por ejemplo, son gratis. Matar por uranio, petróleo o diamantes, sólo precisa de una coartada política, tipo la democracia, la libertad, etc, y listo, matás tranquilo. Matar en cambio por razones religiosas, y encima en un teatro del boulevard Voltaire, ya resulta un crimen imperdonable, una tragedia mundial sin precedentes.
Así nos va. 


jueves, 15 de octubre de 2015

LOS CANDIDATOS Y EL NARCOTRÁFICO: EL FRACASO QUE VIENE...



A pocos días de las presidenciales, los principales candidatos a gobernar el país expusieron ya sus distintas estrategias para combatir uno de los mayores problemas del mundo: el narcotráfico. Aguerridos, enérgicos y previsibles, los tres auguran un crecimiento exponencial del negocio, y le aseguran al crimen organizado su monopolio exclusivo.

TRES TRISTES TIGRES



Si actualizamos poco esta sección –Legalización o Dependencia- es porque nunca tenemos nada nuevo que decir, y nos pesa repetirnos.
Aquí va otra vez: el problema de la droga –como abruptamente se le llama- no reside hace mucho en el daño que pueda hacerle al organismo, al cerebro, a la juventud, a la sociedad, y esas cosas. El problema de la droga consiste en decidir, y cuanto antes, quién manejará el segundo mayor negocio de la Tierra: si el estado organizado, o el crimen organizado.
Repetido lo dicho, y en virtud de su incuestionable verdad –verdad más vieja que la historia de la Ley Seca en Estados Unidos-, prestamos especial atención a las propuestas sobre el tema de los principales candidatos. Y sin necesidad de ahondar mucho en ninguna de ellas, dada la superficialidad de todas, concluimos lo siguiente:
Primero que nada, ninguno de los tres parece interesado en resolver el problema. Sí coinciden, en cambio, en que lo importante ahora es ganar votos. Así cada uno -sin imaginación para resolver porque resolver no les importa-, plantean en todos los casos políticas represivas como si la historia no existiera y por ese camino algún estado hubiera resuelto algo alguna vez. Discépolo diría: “una risa que dan ganas de llorar”.
El más laborioso, el más ingenioso -si algún ingenio le cabe al fracaso-,  es Daniel Scioli, que habla de crear una agencia onda la DEA, cuyos integrantes, especialmente entrenados -como los agentes de la DEA-, más antes que después se perderán -como los agentes de la DEA- en ese limbo de niebla donde narcos y agentes se confunden y se abrazan mientras el negocio no para de crecer. Caso contrario, la DEA ya lo hubiese resuelto.
Otro que también sabe ignorar la historia es Sergio Massa, quien podría haber sido el más cómico de estos tres tristes tigres, de no haber resultado tétrico. Su promesa-amenaza de entrar con el ejército a las villas –mientras Nordelta se le llena de narcos-, es un disparate sin embargo aterrador, pero lo cómico está en que para sostenerlo, Massita no se cansa de citar como ejemplos a Brasil, México y Venezuela, donde los homicidios y el narcotráfico crecen en progresión geométrica.
De cualquier forma, la risa mayor se la lleva una vez más Mauricio Macri, que en su ignorancia impar, con el carisma de una momia, y la sencillez de la impericia, promete “correr al narcotráfico a los ponchazos”, tal y como gritaba los otros días por Salta y Jujuy, revoleando un poncho al mejor estilo Soledad, y con esa gracia desgraciada que lo hunde en sí mismo tan rápidamente.
En síntesis, y más allá de eslóganes, bravuconadas y ponchos, los tres concuerdan en repetir un fracaso ya mil veces probado. Gane quien gane, la prohibición, clave del negocio, no será cuestionada. Políticas represivas aseguran así el alto precio del producto, a la vez que garantizan la dinámica que convirtió al narcotráfico en la segunda actividad más rentable del mundo.  
Total, con más o menos policías, fiscales, políticos y jueces que cooptar o comprar o liquidar, el negocio seguirá creciendo, y siempre en manos del crimen organizado, que así, con el tiempo y las vicisitudes, se organiza mejor.
El Chapo Guzmán los votaría a los tres.

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lunes, 14 de septiembre de 2015

ESCRITOR X ESCRITOR - Hoy: Louis Ferdinand Céline x René Barjavel



ESCRITOR POR ESCRITOR


Aunque más no fuera por alentar o sostener o cuando menos celebrar esa magnífica fraternidad fuera del tiempo y del espacio que suscita la escritura entre escritores, aquí El Martiyo presenta esta sección que fija, recorta y comparte, en fragmentos preciosos, pedacitos de ese platónico amor de verdad desinteresado, de verdad espiritual, de verdad eterno… de verdad amor.
Escritor x escritor, es una sección, como Destellos Ajenos, inmejorablemente escrita porque la escriben los mejores, sólo que aquí los unos elevan a los otros elevándose así en prueba de una generosidad como la que soñaba don Antonio Machado, cuando “la monedita del alma, se pierde si no se da”.


ESCRITOR x ESCRITOR


Hoy: Louis Ferdinand Céline x René Barjavel


L. F. Céline



"Para mí, en el siglo XX, no hay hasta ahora sino un innovador, que es Ferdinand. Un solo escritor incluso. Espero que no te ofendas. Está tan por encima de nosotros. Que lo torturen y persigan es normal. Es espantoso decirlo, siendo como es un hombre vivo, pero, al mismo tiempo, por su grandeza no se puede por menos de considerarlo fuera del tiempo y de las contingencias que lo aplastan. Estoy profundamente convencido de que cuanto más grande es un hombre, más se expone a que lo maltraten todos. La tranquilidad es sólo para los mediocres, los que se confunden con la multitud. Céline desea volver a París o a Francia, y tu haces todo lo que puedes para ayudarlo, pero ten en cuenta esto: dondequiera que esté, lo perseguirán. Su deseo de encontrar la paz en un sitio distinto de donde está, no es sino un sueño. No va a encontrar la paz en ninguna parte. Lo perseguirán hasta la muerte, dondequiera que vaya. Y él lo sabe perfectamente. Y no lo puede evitar, ni nosotros tampoco. Lo único que podemos hacer es proclamar en todas las ocasiones, que es el más grande, e incluso al hacerlo, atraemos sobre él los odios decuplicados de los pequeños, los mediocres, los castrados, todos los que se mueren de odio envidioso en cuanto les levantan la cabeza para mostrarles las cimas. Son la multitud.”


(Fragmento de una carta dirigida al escritor Albert Paraz)


René Barjavel



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domingo, 13 de septiembre de 2015

EL MUNDO EN GUERRA O LA GUERRA DEL MUNDO...


No hay un número exacto de la cantidad de conflictos bélicos que soporta el mundo en la actualidad. Las estimaciones van de 22 a más de 80, según la ferocidad, o sea, la cantidad de víctimas. Algunas son guerras con varias décadas en marcha, otras recién comienzan pero prometen. Todas tienen su coartada romántica y su móvil económico. Detalles, analogías y coincidencias, hacen de este presente un pasado difícil de creer en el futuro.


LA GUERRA DE TODAS LAS GUERRAS



A nosotros no porque no nos importa, pero a los historiadores de un futuro más o menos cercano les costará explicar este presente, y acaso recuerden nuestros días como los tiempos de la Gran Guerra Mundial o la Guerra de todas las guerras o la Guerra Global o algo por el estilo, y entonces las dos famosas contiendas del siglo pasado cobrarán su verdadera dimensión de guerras internacionales, multinacionales, pero no mundiales, porque guerra mundial es esto: cuando todo el mundo está en guerra, y el que no también se jode.
Buscamos el número exacto, pero hay demasiados números y ninguno actualizado. Las cifras que intentan precisar los conflictos bélicos en marcha van de 22 a 83. Los muertos se cuentan por millones, pero la cantidad exacta es inasible como el viento, porque corre y no para de correr. Los desplazados, los refugiados, también son lógicamente cada día más.
A la hora de estudiarnos para comprenderse, las generaciones por venir advertirán que todos estos conflictos actuales tuvieron su correspondiente coartada romántica, moral, patriótica, justiciera y/o religiosa, o todas o varias a la vez. Pero que los móviles reales fueron siempre económicos. En todos los casos.
Otra característica que aúna y distingue las muchas guerras en trámite, es que en todas, franca o soterradamente, participan las grandes potencias de la hora, y sin embargo todas a su vez mantienen sus propios territorios en paz. O en la relativa paz que les corresponde a los promotores de las guerras.
A nosotros, hoy, no nos importa, pero los profesores de historias de nuestros nietos o sus hijos, tendrán serias dificultades para convencer a sus alumnos de la verosimilitud de estos días. Así como nosotros, hoy, nos resistimos a creer, por ejemplo, en los tiempos de los dioses griegos, y quién te dice…
Porque hay detalles fantásticos. Sobre todo si se recuerda las predicciones de los grandes habladores del pasado reciente, que en los albores de la era atómica y otras posibilidades de la destrucción masiva, se animaron a predecir muy compadritos que las guerras del futuro serían breves, certeras y fulminantes como rayos hechos a mano. Pero el futuro llegó y se les cagó de risa en la cara.
De estos conflictos “modernos”, algunos llevan sangrando ya más de medio siglo y miles y cientos de miles y millones de muertos inocentes, o daños colaterales, como también gustan decir aquellos decidores.
Colombia está en guerra desde 1964, por ejemplo. Filipinas desde 1969, y a falta de un conflicto tiene dos. Pero le supera la India, que tiene cuatro, aunque empezó dos años antes, en 1967. Cifras de muertos, militares y civiles, hay muchas. Pero los muertos son incontables porque todos estos conflictos están en marcha, y así el minuto a minuto se hace imposible.
También están en pleno desarrollo y evolución las guerras de Irak, Afganistán, Pakistán, Siria, Chechenia, Libia, Yemen, Ucrania, Sudán, Birmania, Tailandia, Israel y Palestina, República Centro Africana, República Democrática del Congo, Nigeria, Eritrea, Sri Lanka, Uganda, Ruanda, Chad, Mali, Etiopía, Sudán, entre otras… si esto no es la guerra mundial, global o algo así…
Una de las más difíciles de contar –de creer- mañana, será, quizá, la guerra del Congo, o de Zaire, o la Guerra Mundial Africana, como también le llamaron porque llegaron a participar en ella once países de la región. Tuvo muchos nombres: Gran Guerra Africana, Segunda Guerra del Congo (porque ya habían armado otra, cuando al Congo le decíamos Zaire), pero por muchos nombres que le pusieron, nadie la creyó nunca el todo. De hecho, dirán los libros, sus propios contemporáneos dejaron de creer en ella y la dieron por terminada en 2002. Pero en 2015, trece años después, los muertos seguían lloviendo y la ONG Médicos Sin Fronteras denunciaba más de 60 grupos armados en operaciones, muchos de ellos financiados por países vecinos que a su vez reciben apoyo de otros países ya no tan vecinos, pero igualmente amables.
En esta guerra de escasa prensa también hay muchos números de muertos, y aún más muertos que números. Las cifras van de los 4 a los 6 millones de personas, pero lo curioso es que sólo 500 mil cayeron en combate. Las otras, los otros millones, murieron de hambre o de sed, por enfermedades, falta de atención médica y saneamiento básico, y otras consecuencias típicas de casi dos décadas de muerte y destrucción.
Los razones étnicas y políticas para semejante carnicería, son varias.
Los motivos también son varios, entre otros: cobalto, cobre, oro, diamantes y coltán, un mineral del cual el Congo posee el 80 por ciento de las reservas mundiales, y sin cuya participación este blog y su pantallita y nuestros celulares y todo esto sería imposible. Tecnología de punta y barbarie medieval. En el futuro nadie podrá creerlo.
Hablando de refugiados, el Congo, con su guerra tan calladita, ya produjo más de 3 millones. Parece mucho, pero no tanto si se considera que el conflicto lleva casi dos décadas, y que Siria con menos de un lustro ya le gana por un millón. Tiempo al tiempo.
Otro detalle que por suerte no podrán creer nuestros nietos o biznietos, es que de los hoy técnicamente incontables países en guerra, 22 de ellos utilizan niños en sus ejércitos. A ellos sí UNICEF pudo contarlos, acaso porque se trate de los únicos privilegiados.
En todo –y sólo- el África, hoy, la ONU estima en cien mil el número redondito de los niños-soldado. (Niños o niñas, en todo sentido para el caso es lo mismo).
La guerra invisible del Congo es acaso donde más se lucen. Durante la breve tregua de 2003 30 mil menores de quince años fueron desmovilizados, y actualmente se estima que unos siete mil chicos siguen en combate. Es una suerte que sea invisible.
Pero más allá del número preciso, 22, 83, 50 o 100, producto de esta guerra hecha de muchas guerras, según el ACNUR –la agencia para refugiados de las Naciones Unidos-, la cantidad actual de personas desplazadas en el mundo es ya de 62 millones.
Sesenta y dos millones.
Toda Francia, una Argentina y media, diez veces Grecia.
Y cada día que pasa 45 mil personas más deben dejar sus casas espantadas por alguna de estas guerras.  
No son estadísticas ni porcentajes, índices o proporciones. Son personas y sucesos que hoy ni siquiera nos importan pero que nuestros nietos o los de ellos no podrán creer, comprender, ni perdonarnos.



lunes, 7 de septiembre de 2015

EUROPA TERMINÓ DE TERMINARSE



Entontecidos por la coyuntura y el plagio, los grandes medios del mundo no vieron la noticia tan sólo comparable a la conquista de América: la hecatombe de los refugiados en Europa no es sino el cambio de piel de un continente entero. Con índices de natalidad en baja, y de envejecimiento en alza, una invasión pacífica vino a renovarlos cuando ya se morían. La Europa conocida, soñada o añorada, se terminó. ¿Cómo será la nueva Europa? ¿Mestiza? ¿Musulmana? ¿Bélica? ¿Monárquica o teocrática?

EUROPA EMPIEZA OTRA VEZ




Esta sección, Europa en guerra, nació con El Martiyo y fue la única en ostentar capacidades proféticas anunciando un nuevo fin del viejo continente, ya desde su primer post titulado entonces Europa se termina otra vez.
Pero nosotros, nobleza obliga, avistábamos una guerra, un gran conflicto bélico en territorio europeo como resolución final de la crisis económica, política, y sobre todo moral que desgastaba a Europa desde su última destrucción completa. El derrumbe del euro, la recesión, la desocupación, los viejos odios, esos pueblos que nunca se quisieron, que siempre se pelearon, antes o después colapsarían en un todos contra todos por la presión de las circunstancias. En dicho contexto, Ucrania era el primer chispazo.
Lo que no vimos, al igual –sorprendentemente- que sus líderes, era esto: la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra, el terrible efecto rebote del incendio iniciado por ellos mismos a todo su alrededor, en el norte de África, en el Medio Oriente, en la Magreb, en los Balcanes. Ahora es tarde: ahora Europa se terminó otra vez.
La Europa conocida, añorada o soñada, la de las grandes catedrales y los museos tan lustrosos; la de los príncipes mediáticos, las reinas y las ruinas; la Europa que se nos aparecía tan civilizada y próspera, organizada y pulcra, la Europa blanca, occidental y todo eso, ya es pasado pisado. Los cientos de miles y millones de refugiados asiáticos y africanos que habrán de poblarla de ahora en adelante, darán, en apenas una generación o dos, una Europa nueva, distinta. Otra Europa que la Europa que así se terminó.
La Europa del final del siglo XX, suntuosa y vanguardista y a la vez conservadora; la de Chanel y Churchill, la de Picasso y Mastroiani; la Europa que la burguesía argentina visitó durante años dispuesta a volver impresionada aún antes de partir, esa Europa está muerta. Vivió la lucidez de su agonía durante los primeros años del nuevo siglo, la década corta que estalló en el 2008, el alba dorada del euro, la flamante y poderosa moneda única de la gran convertibilidad continental, un sol mejor que el sol y que en su propio esplendor anunciaba el último ocaso. Ahora es la noche.
Demasiados siglos de aventuras imperiales, de invasiones, saqueos, genocidios, de ostentar riquezas y sembrar miserias, aquí por fin se encuentran con su destino universal... les diría Borges.
Una nueva humanidad llega para ocupar sus tierras, y renovarlas.
Hombres y mujeres y niños que pronto serán nuevos hombres y mujeres y más niños, pero ya no refugiados, sino nativos, europeos ellos también. Con sus credos, sus dioses y sus cosas, pero nacidos allí, ya ingleses, ya alemanes, belgas, españoles…
No deja de ser una buena noticia cuando todos los índices alertaban sobre una caída en la natalidad y un envejecimiento poblacional. A punto de vaciarse, Europa se llena de nuevo… ¿Pero serán bienvenidos?
O sea, nos preguntamos, cuando en dos décadas –no más- los parlamentos europeos se llenen de turbantes y de velos y las mayorías blancas ya no sean mayorías, ¿Será todavía la democracia el mejor sistema político en Europa?... ¿O habrá uno nuevo?... ¿O uno viejo?...
La noticia que no vemos en los diarios es que asistimos en directo a un hecho sólo comparable a la conquista de América: el cambio de piel de un continente entero.
Esta vez los invasores son del todo pacíficos, pero el proceso es sin embargo más veloz, más contundente. Lo que en América tomó doscientos años hasta instalar como nativa una sociedad ajena; en Europa tomará semanas, meses. Un par de años.
Como las aguas de dos océanos separados por un muro que por fin se abre –o se rompe-, dos sociedades se encuentran, se chocan y se mezclan.
Una nueva, musulmana en su mayoría, llega a la vieja Europa para asentarse, trabajar, prosperar, crecer, y reproducirse. Trae la fuerza del hambre, la certeza del horror, y conoce exactamente el valor de la vida. Del otro lado hay una sociedad cansada, que envejece vencida por veinte siglos de guerras y el fracaso reciente de una aventura comunitaria que redujo a colonias germanas a sus propios estados miembros. Los que llegan sólo tienen futuro, los que estaban son el pasado. Diría Machado, don Antonio: hay una Europa que muere, y otra Europa que bosteza.
Pero el parto no será sin dolor. Sobran los indicios de que esa sociedad que muere, no se entregará sin resistencia. Por ello, y pese a este final abrupto por la vía poblacional, no podemos descartar la guerra que siempre anunciamos. Por el contrario, el rechazo íntimo del europeo medio al medio extranjero, la situación laboral de las grandes masas europeas, el estado calamitoso de las arcas de sus estados y los grandes buitres financieros sobrevolándolo todo, sumado a un desastre migratorio como el actual; nos hacen pensar con Shakespeare que esta noche negra no se aclara sin una tempestad.
Lo cierto es que con guerra o sin guerra, Europa la que decíamos está terminada.
El desastre de los refugiados recién comienza y promete agravarse, pero un día también terminará. Cuando todo pase, cuando amaine la tempestad, y la noche amanezca, una nueva Europa surgirá de sus escombros. Otra vez. 

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viernes, 4 de septiembre de 2015

EUROPA Y LOS REFUGIADOS: EL INCENDIO NO ERA GRATIS...




Allí está por fin, de cuerpo entero y desnuda frente al mundo, la Europa que aún hoy algunos colonos sudamericanos evocan como un sueño de civilización, de modelo social, y desde luego cultural. Allí está por fin, sin careta y sin bozal frente a los pobres de cualquier parte que pretendan habitar su suelo tan exclusivo. Allí está, alambrada, recia, indiferente, brutal. Final.

MIRAR MORIR




Al fin y al cabo incendiar Siria, Iraq, Libia, Afganistán, el Medio Oriente, el Magreb, no era gratis. 
Muchas personas que vivían allí, como era de esperar, acorraladas por el fuego, el hambre, la locura y la muerte, tuvieron que abandonar sus países y sus vidas sin nada mejor más a mano que la dorada Europa que aprendieron a soñar a través de los siglos y las invasiones y sus guerras, la que desde los días del Magno exporta occidente puro a cambio de riquezas que sustrae o destruye, la potente, la poderosa Europa. La que todavía hoy algunos colonos sudamericanos evocan con los ojos en blanco. Allí la tienen ahora, sin careta y sin bozal, severa y cruda, frente a los pobres de todo el mundo, mirándolos morir.
David Cameron los consideró una “plaga”. Sarkozy los comparó con una “fuga de agua”. El 56 por ciento de sus compatriotas dijo que no quiere un inmigrante más en su refinado suelo. Víktor Orban, primer ministro de Hungría, teme “por la Europa cristiana”. En Alemania en lo que va del año fueron incendiados 200 centros de refugiados. El horno no está para bollos. Alguien diría: éramos racistas, y llegaron los negros.  
La Europa de la recesión y el miedo al terrorismo, la Europa de la desocupación y la xenofobia, de pronto se llena de inmigrantes asiáticos y africanos como quien despierta en mitad de la noche durmiendo exactamente con el enemigo.
La primera reacción fue artillarse, alambrarse, rechazarlos, repatriarlos, perseguir sus barcos, espantarlos, acaso hundirlos.
Hasta ahí el problema era de la Europa periférica, Hungria, Italia, Grecia, España… luego los camiones con sus muertos aparecieron ya por Austria, Alemania. La Europa Central.
Fue entonces cuando vimos a la canciller Angela Merkel en el papel del payaso Krusty acariciando a una niña palestina mientras le recomendaba tierna y sonriente volver a su país, a su tierra, a sus llamas y su muerte.
Apenas recién, el 23 de agosto, en el diario Le Figaró, Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, asumía: “Lo que me espanta es constatar el resentimiento, el rechazo, el miedo con los que se trata a esas personas. Incendiar los campos de refugiados, alejar los barcos de los puertos, violentar a los solicitantes de asilo o cerrar los ojos frente a la miseria y la pobreza, eso no es Europa”.
La pregunta es: ¿No, Jean Claude?... ¿Eso no es Europa?... ¿Cuál es Europa?
¿La de las grandes guerras, la de los cien años, y las dos mundiales, las napoleónicas y las romanas, o la Europa la de las cruzadas, la de Indochina, la de los grandes imperios y sus noblezas llenas de esclavos; o la Europa de la Conquista y sus espléndidos genocidios, la de la escasés y la OTAN, la que se muere sin el petróleo, el agua y la comida de los países que incendia, la que saqueó todos los continentes, o se desangró en sus propias batallas desde Alejandro a Hitler?... ¿Eso no es Europa, Jean Claude?...
Con 2300 inmigrantes muertos en lo que va del año, después de ver a diario camiones de cadáveres, y más cadáveres flotando sobre grandes extensiones de mar y bodegas repletas de cuerpos sin vida, después de todo y tanto, por fin hubo una foto que ahora sí “nos hace tomar conciencia”, “que paraliza al mundo”, “que nos hizo reaccionar”, y bla, bla, blá, recitan entre dos tandas los presentadores del mundo. Como si los otros 2300 muertos no hubieran bastado. Como si faltara éste.
Y es que Aylan Kurdi, un niño sirio de 3 años, cuyo cuerpo apareció en una playa de Turquía, no era lo suficientemente negrito ni tenía un turbante ni nada que permitiera presumirlo ajeno. Parecía propio. 
Entonces Europa miró esa foto y comprendió que algo no andaba bien en algún lugar.
Los voceros más calificados de los principales responsables de esta inmensa tragedia –sus medios y sus políticos- esconden la propia mugre bajo la alfombra del Estado Islámico, y más odio siembran, más confusión, y más mentiras.
Como si el EI fuera una generación espontánea, el brote simultáneo de cientos de miles de sicóticos con el mismo delirio religioso que simplemente no tiene explicación, y punto. Son locos, mejor matarlos.
Ninguno de tales explicadores parece recordar los bombardeos de la OTAN a todos esos países del los que hoy huyen espantados sus propios pueblos; y ni palabra sobre los fondos aportados por sus estados miembro a muchas de esas inciertas organizaciones armadas tan funcionales en la coyuntura, pero que luego, bueno… se desmadraron.
Y ninguno dice nada tampoco del gas y el petróleo que fueron a buscar a punta de pistola porque así es más redituable: por un lado consiguen energía gratis, y por otro reactivan la industria pesada de la guerra.
Ninguno dice tampoco que Siria, curiosamente, es el único país del Medio Oriente que no privatizó su petróleo.
Nada de eso, parece, viene a cuento.
Mejor reducirlo todo para el gran público. Más fácil. 
La canción será siempre la misma: civilización o barbarie. 
De un lado el occidente blanco, democrático, republicano y sensato, con su dios perfecto; y del otro todos negros fanáticos poseídos por el demonio de un dios sacado, y medio degenerado para colmo.
En agosto se cumplió un año desde que Obama armó su liga de la justicia para acabar con el Estado Islámico, principio y fin de todos los males. Los discursos, hoy, son entusiastas. Los hechos no tanto.
El Estado Islámico amplió el territorio de sus dominios, consiguió tomar en Iraq la estratégica ciudad de Ramadí, aumentó el número de sus tropas, y según fuentes de la CIA actualmente recibe aportes por tres millones de dólares diarios (buena parte de los propios países que integran la coalición para elimnarla), lo que la convierte en la organización terrorista más rica de toda la historia; y como detalle de apostilla para los coleccionistas: los europeos en sus filas son cada vez más. Los 86 franceses, por ejemplo, enlistados en 2013, hoy son más de dos mil. Por muy entusiastas que sean los discursos…
Allí tienen por fin las flores de sangre de esa primavera árabe que tan alegremente desataron cuando vieron la posibilidad de manotear políticamente todos esos países siempre tan esquivos, tan musulmanes, tan distintos.... Pero el incendio no era gratis.
En llamas el bosque, sus habitantes tomaron la comarca. Ocurre.
Entonces los barcos persiguiendo sus barcos, los alambrados, las fronteras erizadas de púas, de perros y de guardias, y la playa del verano que se llenaba de cadáveres…
Pero ahora dicen los mismos voceros de aquellos grandes responsables de esta inmensa tragedia, que esa foto de Aylan Kurdi, esta vez sí los hizo reaccionar.  Recapacitar, prefieren algunos, buscando la palabra exacta, como esos que todavía discuten si llamarlos refugiados o migrantes, que ya sería algo más voluntario, digamos, menos urgente, en fin… casi turístico.
La cosa es que ahora sí, atento el mundo, con repentina voluntad humanitaria, esos mismos líderes europeos que ven en cada extranjero una amenaza, ahora sí se acercaron por fin al gran incendio para arrojar cada uno su correspondiente vasito de agua. Algo es algo, se dicen y se felicitan. Desbordados por los invasores, ahora se rifan refugiados en bolsas de 40, 50, 60 mil, cuando más miles y millones se les vienen encima, porque el incendio continúa, mejor, peor: se expande...
La tragedia es tan grande como la epopeya individual, desesperada y colectiva de todas esas miles y miles de personas a las que no les queda más que la vida.
Según la organización humanitaria Save the Children, en lo que va del año, nada más que a Italia, llegaron 3800 niños solos. 
Solos. 
Niños. 
Abandonados y perdidos por el mundo y hasta la muerte. Así de inmenso es el desastre.
Pero no todo está tan mal, no. Por unos días -dos, no más-, una foto, esa foto, mancomunó a la gran Europa indiferente, y la sacudió ¡La despertó!... Si hasta David Cameron, que los consideró una plaga -pero que también es padre-, se conmovió al verla.
Y dicen que la Merkel, incluso.
Un gran gesto, cómo no. 
Mirar morir.   


¿Querían fotos?... hay más: muertos no faltan.

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sábado, 29 de agosto de 2015

EL CÍRCULO ROJO Y LAS URNAS: AMORES IMPOSIBLES…


Asumida aún antes de las PASO la derrota en las presidenciales de octubre, el mentado círculo rojo -desechados por las urnas sus productos políticos, y ya reducido ideológicamente a los últimos alaridos de Mirtha Legrand-, perdido por perdido ahora apela al caos.
La nueva estrategia es simple: las victorias se festejan, las derrotas se niegan. El resto es fuego de verdad y pirotécnica mediática, lamentos, fotos falsas y mentiras, todo sirve. Menos la democracia.

EL RUIDO, LAS NUECES Y LA FURIA




Cuando vieron la esforzada victoria sufrida por Mauricio Macri en su propia cancha, el círculo rojo (simpática expresión para englobar latifundios, monopolios, Sociedad Rural, banca extranjera, fondos buitre, exrepresores y asociados, y la infaltable Embajada), comprendió que ya no había nada que esperar. No al menos por la vía de las urnas, tan esquivas siempre al suicidio colectivo.
Entonces el fuego.
Una vez más.
El caos.
Patear la mesa, y que den de vuelta.
No tienen cómo si no.
Es historia. En el 30, en el 55, en el 76… la destrucción, el incendio, la furia.
Desde la fundación de la patria dicho círculo rojo ha probado más de una vez vivir fantásticamente sin democracia. No la combatieron antes, porque desde su retorno supieron encausarla, dominarla, manejarla, teledirigirla, neutralizarla. Usarla.
Descorazonados por la política –siempre tan proclive a las mayorías-, hartos de los militares –locos de mierda capaces de enfrentarse con el mismísimo Occidente-, armaron algo mejor que un partido, vetusto aparato encorsetado en principios, doctrinas, y otras limitaciones prácticas. Armaron, se armaron, mejor, de un conglomerado de medios absoluto. Suficiente. Hicieron fácil.
En dictadura se asociaron con los fierros, pero en democracia, cuando la opinión pública define, los medios son los fierros, y los medios eran de ellos. La propia dictadura les cedió todo el papel de todo el país. Y cuando los viejos políticos de la vieja Argentina salieron de su frizer, el círculo rojo, dueño del papel, y por lo tanto de los medios, ya estaba ahí. Armado hasta los dientes con los fierros de la hora.
Habían sobrevivido al genocidio intactos. Mejor, peor: lo habían acompañado, secundado, encubierto, justificado, cuando no celebrado. Así habían crecido, y tanto, que para entonces ya eran mucho más que medios: eran fines. Negocios continentales, mundiales, financieros, grandes bancos, Goldman Sachs, Barton Group, islas Caiman, JP Morgan, y otros piratas del Caribe. Mucho dinero eran ahora, mucho poder. Mucho más que papel, noticias y bailantas.
No: ni Magnetto ni Clarín-La Nazión son El Enemigo, el enemigo es mucho más ancho y alto, pero son, sí, su brazo armado: son los medios de comunicación. Lo que la gente sabe de lo que pasa. No cubren la actualidad: fabrican la realidad.
El final de las ideologías después de todo ha llegado. En Estados Unidos, en Venezuela, en Grecia, en Brasil y en la Argentina, en ninguna parte hay un enfrentamiento ideológico. Qué va. Con los muchos siglos la gran cuestión, el conflicto insoluble, se ha refinado, precisado, descarado: se trata ya de un enfrentamiento entre la ideología y la nada, la no-ideología, la no-doctrina, la no-teoría, más claro aún: lo no-positivo. En el absurdo de esa incongruencia está todo lo que hay del otro lado en términos ideológicos: nada.  
Con nostalgia, no sin romanticismo, hay quienes sueñan que enfrentan aún una especie de monstruo neoliberal o liberal, conservador o fascista cuyos principios esquemáticos surgen de convicciones profundamente organizadas, aviesas, cuestionables, pero tangibles. De alguna forma discutibles.
Fantasías.
Enfrente no hay nada.
Hay el dinero y sus zombis. Una fuerza inasible, direccionada, colectiva, sí, pero mancomunada por la codicia, por el egoísmo, por la indiferencia, y por lo tanto compuesta de individuos igualmente dispuestos a comerse entre sí. O sea: no hay equipo, no hay adversario.
El monstruo, si se quiere, es el Mal y nos habita. Luego se manifiesta. Viene por nosotros, pero surge de nosotros. Algunos de nosotros conseguimos dominarlo… otros sucumbimos.
Macri, Carrió, Massa, Sanz, la Bullrich, van y vienen de un discurso al otro, de un eslogan al siguiente, de un rejunte a una traición y otra vez al rejunte; les da lo mismo la quema de urnas, que la represión o el abuso de la cadena nacional, Chano, Tevez, o Xipolitakis, las mentiras de Clarín, una foto trucada, otra vieja, cualquier cosa sirve cuando sólo hay vacío... Pero el resultado de todo eso fue Santa Fé, La Rioja, Salta, y un rosario de derrotas que estalló en Tucumán.
No tienen votos porque la gente no los acompaña, y allí la gente se convierte en el problema. El gran obstáculo entre el poder y ellos. La democracia. Tal el palo en la rueda. Otra vez sopa.
Y es que de pronto algo falló. Sus poderosos medios -otrora tan eficaces a la hora de imponer candidatos, plastificando con sus ediciones cualquier fantoche flexible-, ya no funcionan como antes. Despreciaron la credibilidad, y la perdieron. Ignoraron la fábula del pastorcito y el lobo, y el lobo se los comió. Ahora la desesperación desespera.
Nerviosos, cada vez más nerviosos, sus voceros –periodistas, panelistas, conductores, habladores en general- se preguntan con la voz cada día más aguda por qué la gente “todavía los vota”.
Entonces recitan índices de pobreza que eran dos veces más altos en los días de Punta Cana, cuando todo les chupaba un huevo; y ahí nomás disparan sin vergüenzas las más feroces explicaciones: el clientelismo, los punteros que amenazan, la falta de educación; feroces todas porque parten todas de la misma hipótesis: la gente es idiota. Ignorante, en el mejor de los casos. Bruta, bah…
Conclusión final, fatal: quizá la democracia no sirva.
De momento se cuestiona el procedimiento, que si la lista sábana, que si el voto electrónico… pero apuntan al sistema, está claro. Tan claro está que hablan del procedimiento pero dicen “sistema”. Los estorba eso. La gente, que no los quiere, y entonces, claro, ellos tampoco la quieren ya. No respondió como se esperaba, y bueno: ahora no sirve, la gente. La democracia.
Otra vez en octubre los esperan las urnas como un muro infranqueable. Las pocas veces que lo atravesaron, fue así: destruyéndolo. Rompiéndolo, socavando sus cimientos, llevándoselo puesto.
Volteándolo.
Bajo sus escombros, siempre, quedamos nosotros.


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