Primero fueron las Madres, después las Abuelas, ahora Zaffaroni.
En la desesperación de su final, acorralados, enceguecidos por el pánico, los principales diarios embisten de cualquier forma y contra cualquiera, como si todo fuese gratis en esta vida.
LOS IMPERDONABLES
Acorraladas, hasta las ratas atacan, y enceguecidas por el miedo, embisten sin discernir la estatura de quien las asusta.
Así los principales diarios, en su desesperación final, no distinguen más, y ya lo mismo dan Moyano, Moreno o Grondona, que las Madres, las Abuelas (sus causas, claro), o el internacionalmente inobjetable doctor Zaffaroni. Revolcados en el cambalache irrespetuoso del lodo de sus vidrieras, da lo mismo Tinelli que Borges, Pachano que Perón, Evita o la Carrió. Ellos consiguen embarrarlo todo, ensuciarlo todo, pudrirlo todo.
Eso hicieron durante décadas con el país y la cabeza de su gente, inspirados en la caverna de Platón, y funcionales, incluso, al genocidio.
Más poderosos que todos los presidentes hasta Kirchner, lavaban a diario los crímenes propios y de los suyos, y aniquilaban aunque fuera con calumnias a cualquier que osara denunciarlos.
Claro, Clarín. |
Así ambos medios, por ejemplo, pasteurizaron el proceso militar para el gran público argentino cada mañana durante los largos años del matadero; y así encubrieron a Duhalde cuando su policía emboscó y asesinó a Maximiliano Kosteki y Darío Santillan, y entonces “la crisis” –abstracta- causaba las muertes.
Hoy La Nación inventó una visista de Zaffaroni a la Casa Rosada , que sencillamente no sucedió, como tampoco todas las cosas que según La Nación sucedieron en ella.
Y estos son sólo tres ejemplos de tres tiempos distintos durante los cuales los dueños del papel en la Argentina manipularon a su antojo la realidad, impidieron la difusión de cualquier verdad que los incomodara; y al servicio de los militares, o al mando de los civiles, sin más objetivos que amasar dinero y poder, no hicieron otra cosa que defecar sobre la patria, y ensuciarlo todo, embarrarlo todo, ensombrecerlo todo… y ahora, ahora que llega el fin, porque todo concluye un día, la bestia que son, desesperada, acorralada, enceguecida por el miedo, ya no distingue nada de nada, y embiste contra las Madres, contra las Abuelas, contra Zaffaroni, aterrada por las causas que defienden, por la moral que la contrasta, por el pasado que esas causas y esas gentes le recuerdan… por este final que ni siquiera así puede parar…
Por todo eso nada de esto sorprende, los ataques a las víctimas del genocidio, o a los más capaces de buscar la verdad y hacer justicia. Una vez más nuestros principales diarios resultan previsibles.
Lo que sorprende en tal caso son sus hombres, sus agentes, periodistas profesionales supuestamente bien informados, cuando menos personas adultas que no sepan aún que nada es gratis en esta vida, que estas cosas siempre se pagan… que allá en el horno se vamo´a encontrar…
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