Traicionado por su pueblo, desobedecido por sus peones que van y votan cualquier cosa, harto de todos nosotros, Hugo Biolcati –cuya visión de la Argentina revelaba ya agudos problemas mentales-, decidió autoleliminarse de la vida pública, no sin antes decirnos por fin una verdad: somos todos una mierda.
EL PATRÓN DE LA PATRIA
"Me gusta cuando callas".
Pablo Neruda
El odio, por naturaleza, no es manso. Puede contenerse, incluso, durante un largo tiempo… pero al final estalla, y cuanto más se lo contuvo, con mayor fuerza revienta.
Hugo Biolcati, patrón de la patria, terrateniente general, presidente de la golpista Sociedad Rural, hombre acostumbrado a no consultar con nadie lo que se debe hacer, se dejó de joder con tantas delicadezas al pedo, carajo, y nos dijo de una vez por todas lo que de verdad pensaba de nosotros, manga de imbéciles todos, usted, y yo.
Y aún si lo hubiesen votado a él o a uno de sus ocasionales peones políticos, igual seríamos unos imbéciles, usted y yo. Porque ahora Biolcati, dispuesto a inmolarse total ya qué importa la vida, nos confiesa además que había mentido; no una vez sino varias, cada vez que se le dio la gana. Porque la gente es idiota. Usted y yo. Todos menos él.
Cómo no estar nervioso, furioso, rabioso, así. Qué lo parió.
Negros de mierda. Usted y yo.
Que votamos cualquier cosa, por la cuota del plasma, o las mentiras que nos dice cualquiera, él, u otro, que más da, si igual somos idiotas.
Así nomás se quitó la vida pública este macho de los de antes, cuando bastaba un telefonazo al Comando en Jefe para poner la casa en orden, qué mierda...
El trágico episodio tuvo lugar antes de ayer, según nos informan los medios, en el marco de los desayunos de trabajo organizados por la Asociación de Dirigentes de Empresa, al cual Biolcati, esta vez, asistía como invitado principal. Qué triste, no?.
Allí entonces, desolado como estaba despuès de comprender que el pueblo no lo seguía, ahí nomás delante de todos tomó su propia lengua, se envolvió el cuello con ella, la enganchó a lo alto de su elevada ignorancia, y saltó sin más.
No aguantó.
Digno y rudo estanciero criado entre gauchos obedientes y la bosta de los peones, no soportó la tremenda derrota, no quiso vernos más, y allí prendió el ventilador, metió la cabeza, y licuó mierda para todas partes.
Con su voz de resaca, el pecho inflamado -el hígado aparentemente también- y los ojos rojos -andá a saber por qué-, así nomás les dijo a los presentes, a los ausentes, a los referentes de la oposición, pero sobre todo a todos esos ciudadanos que inspirados por Clarín lo habían acompañado a cortar rutas en el lock-out del 2008, que ninguno de todos servíamos para nada. Ninguno.
Usted y yo tampoco. Que somos como monos, pero con un televisor en vez de una banana.
“A la gente en el interior no le va mal. Mira el programa de Tinelli y si puede pagar el plasma, no le importa más nada”.
Dijo –nos dijo- y saltó.
Chau.
Se cagó en todos, y ya está.
No le dio más el corazón, ni mucho menos la cara.
Sólo la soga de su lengua le alcanzó al final.
Qué risa, sí.
* * *