En el delirium tremens de la desesperación final, Clarín ya no distingue a quién le pega. Invulnerable Cristina, destruidos por ellos mismos los políticos de la oposición, ahora embisten contra la gente, y chau. Ya no hay Moyano ni Moreno, ya no se trata de un enemigo público, sino de todo lo contrario…
EL PÚBLICO ENEMIGO
“Antes del quebrantamiento, es la soberbia”.
En un brote primero de la desesperación última, rabiosos desde el 14 de agosto, ya sin salida, Clarín ayer, en la pluma desplumada de su empleada Patricia Kolesnicov, la emprendió, por fin, contra la gente. Contra todos, contra cualquiera que se oponga. Ya era hora de sacarse el antifaz…
Y no se extrañe el lector: aún en la derrota total y su desbande siempre quedan oficiales que sueñan con su ascenso y su medalla. Así ayer Patricia Kolesnicov, en una defensa desesperada del Grupo que la emplea, expone su lógica, su nombre y su credibilidad, y allí los pierde. (La batalla es así).
Fiel a Magnetto, pero imposibilitada de exculpar sus medios ante los hechos que todos asistimos, Kolesnicov recurre mejor a repartir culpas y exigir autocríticas, aúnque sólo para los demás. Y entonces les pega a todos los demás.
A la Bonaerense, bien; a los investigadores, bueno, a Cristina Fernández -titular del Registro Nacional de Información de Personas Menores Extraviadas- porque dijo que la madre de Candela demoró en hacer la denuncia; y así, por elevación y por supuesto, a todo el oficialismo. De Clarín, "ni mú", como dice ella cuando allí se refiere a los demás.
Hasta ahí nada nuevo. Una vez más Clarín, es decir, Magnetto, a través de un soldado o lo que fuera, sin importarle otra cosa que sus propios negocios –y su libertad personal, claro-, se vale de cualquier cosa -así se trate de una tragedia intocable-, para pegarle al gobierno. Hasta ahí, Clarín el de siempre.
Pero es partir de ahí cuando se advierte el brote primero de la desesperación última.
Al cabo de dos párrafos iniciales, insustanciales y nerviosos, Kolesnicov gira desencajada, y entra a disparar sin distinguir.
Lueto de establecer que alguien ha decidio "matar al mensajero", pero sin poder informarnos quién, advierte -nos advierte-: “De manera viral, esta idea se desparramó por las redes sociales y las infinitas repetidoras del discurso oficial”.
Las redes asociales, todos sabemos “quiénes son”: la gente, nosotros, usted, y todos, cualquiera, bah. “Las infinitas repetidoras del discurso oficial”, ya son más difíciles de distinguir. ¿Será que se refiere a la Televisión Públca, por ejemplo, o a El Martiyo?...
No importa, ciega en su furia, cobramos todos. Al menos todos aquellos que no estamos con Clarín, claro. Los lectores cautivos -si no participan en redes sociales, o sí, pero no en contra de ellos-, seguirían cautivos.
Más abajo y más alarmada aún, Kolesnicov denuncia que han circulado por esas mismas redes ¡frases de Sacalabrini Ortiz!..
“En estos días circuló por las redes sociales una frase de Scalabrini Ortiz: "Un crimen, un robo, un asalto, un adulterio con homicidio son sucesos sin repercusión social, despreciables y previstos en el equilibrio colectivo. El delito mayor es darles una divulgación indebida, repartirlos por todos los ámbitos, redactados por plumas expertas en sensacionalismo...” Muchos clickearon “Me gusta”, avalando la idea de que delinquieron “más” quienes contaron la investigación que no supo detener la muerte de Candela que quienes apretaron su garganta y la metieron en bolsas de basura”.
Más allá de la verdad de Scalabrini, sorprende la tremenda capacidad de Kolesnicov para la conjetura fácil, que allí inmediatamente nos avisa el peligro supremo: “De ahí a la idea de que hay que regular queda un paso, y algunos ya lo han dado”.
¿Sería prudente censurar entonces las redes sociales que tan nerviosa la ponen?. Hay que decir que antes ya Hozni Mubarak y recientemente David Camerun consderaron la posibilidad inútilmente.
Pero no, la autora no se refiere a ella y a las redes sociales, sino a otras voces que ya estarían pidiendo algún tipo de control para el descontrol y la negligencia con que muchos de sus compañeros de redacción tratan o influyen en casos que puedan tener consecuencias fatales. Y eso sí que no.
Eso sería inadmisible, intolerable.
Antes que matar al cartero, mejor entonces matar a la gente... A todos esos insurrectos que dudan de la credibilidad de Clarín, y que de pronto te citan a Scalabrini o a Jauretche, y que de golpe te vienen con la verdad y con la justicia y con la ley de medios y el decoro y todas esas cosas que hasta ahora no hicieron ninguna falta...
Basta.
Se acabó la leche de la clemencia, vuelven a gritar, ahora los soldados de Magnetto...
Derrotado, desesperado, enceguecido por el pánico que el 14 les dejó, invulnerable el oficialismo, ya destruida la oposición, ya por ellos mismos pisoteada, sin más Clarín por fin la embiste contra la gente, contra cualquiera, contra todos, qué importa ya más nada si la votan a Ella…
Era de esperar… hasta podríamos parafrasear aquél poema no menos trillado que el título de la Kolesnicov… Primero vinieron por los ka, pero como yo no era ka… despuès fueron por las Madres, despuès por las Abuelas, después por Zaffaroni, al final por sus propios políticos, y ahora… ahora vienen por todos. Ja.
Sería gracioso y hasta dramático si no fuera normal, pero suele ocurrir, ya lo dice La Biblia: "antes del quebrantamiento, es la soberbia".
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