////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

martes, 22 de septiembre de 2020

MEDIOS MEDIOS: LA MEDIOCRIDAD MEDIÁTICA…

 

 

La brutal represión sufrida por enfermeras y enfermeros a manos de la Policia Metropolitana, nada aporta sobre las características morales de Horacio Rodríguez Larreta y su gobierno. Pero a cambio expone con toda claridad la decadencia de la industria periodística argentina de un lado y del otro de la grieta. Para fortuna de los unos, los otros siempre pueden ser peores.  


LA SUERTE DE LAS DEBACLES

 




Así como el bobo letal de Fernando De La Rua le tiró la Montada encima a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, así ayer la policía de Rodríguez Larreta reprimió con su acostumbrada brutalidad a las enfermeras y enfermeros en plena pandemia. La comparación sirve a su vez para marcar la diferencia: a De La Rua Magnetto ya no lo quería más.

Hoy ninguno de sus dos grandes diarios, ni Clarín ni La Nazión -porque en términos políticos los dos son suyos- mencionan el hecho en sus tapas. Todos sabemos por qué, y sin embargo, o por lo mismo, también podemos imaginar qué hubieran hecho si la misma represión, incluso menos brutal, la ordenaba Kicillof en la Provincia.

Ventas y mediciones nos avisan que cada vez importa menos lo que digan estos medios, que pescan reducidos a la pecera del odio de su propio público, que el eco multiplicado por sus incontables medios es sonido y furia y nada más, hipertrofia capitalina, espuma de la rabia que se deshace en las urnas. Pero allá ellos con su debacle.

Más interesante, cuando no preocupante, fue la reacción de los otros medios, los que no les responden, los que podrían hacer algo más que llorar por las víctimas o mostrarlas en sus páginas y pantallas narrando el maltrato una vez y otra vez.

A 24 horas del escándalo, vale preguntarse: ¿A nadie se le ocurre, mejor, entrevistar a Diego Santilli, responsable de la seguridad de CABA, y por lo tanto de la represión de ayer? Y si lo llamaron y no quiso hablar ¿por qué nadie nos cuenta que lo llamaron y prefirió esconderse? Todos los días lo tenemos en todos los canales inventariando sus progresos, subestimando la pandemia, empujando a los chicos pobres a las plazas y a la gente a las calles para que Magnetto no se le enoje… pero desde ayer no aparece. Nadie lo encuentra.

A 24 horas del escándalo, tampoco se sabe qué gremio reúne a esas enfermeras y enfermeros, cuál es el delegado responsable de protegerlos, ¿por qué nadie lo entrevista? ¿no lo encuentran? ¿no lo buscan? ¿está en yunta con Larreta?... No se sabe. No se entiende.

De un lado y del otro de la grieta, estos hechos evidencian eso: la decadencia general de la industria periodística argentina, que hace mucho, es cierto, que no hace periodismo, que se limita al show, cuando no a la operación política; a la propaganda, cuando no al mero espectáculo de la actualidad. No es de extrañar que hoy celebren cuatro puntos de rating los mismos que ayer se amargaban con veinte. La debacle es general.

Cuando a unos y otros se les cuestionan estas cosas, la respuesta suele ser de índole presupuestaria. No tenemos gente, no tenemos viáticos, no tenemos móviles… No mienten. La caída en las ventas y las mediciones, redunda en un recorte de costos, lo cual resiente la calidad del producto, y esto a su vez provoca una caída en las ventas, que supone una baja en los recursos, y así giran sin parar en un círculo vicioso como un remolino que succiona para abajo, y se los lleva.

La derrota en las última presidenciales, fue una demostración contundente del poder de los más grandes medios, la verdadera utilidad de sus blindajes y operaciones. Doce años de anticristinismo rabioso, cuatro años de manejar el Estado, pervertir la justicia, todas las instituciones, y hasta permitirse en plena democracia perseguir, espiar y encarcelar adversarios… y con todo y tanto acaban perdiendo la reelección, y en primera vuelta.

Pero si alguna suerte todavía les queda, es la precariedad de los pocos medios masivos que los enfrentan -C5N, Página 12 (los intentos de verdad independientes como El Destape, El Cohete a la Luna, Tiempo, tampoco pescan más allá de su propia pecera)-, las notas mal corregidas, apuradas o desganadas cuando no pretenciosas; la fugacidad de las coberturas en nombre del “ritmo televisivo” por encima de la hondura de los informes; la autorreferencia agotadora de sus presentadores presentados como periodistas –“yo creo”, “a mí me parece”, “en mi experiencia personal”, y otros enfoques que no le importan más que a ellos -; las entrevistas abruptas despachando a los entrevistados en mitad de un razonamiento; las preguntas repetidas porque no escuchan las respuestas, el facilismo de soltar un micrófono por las calles para que cualquiera diga cualquier cosa y rellenar espacio…

El tema del día es el mismo para todos. La agenda no se discute. Se trata apenas de un juego de espejos, imágenes iguales, pero invertidas. Y todos corren detrás de lo que tiene el otro para que a nadie le falte lo mismo, que por lo general es nada.

Pasan las horas y seguimos sin saber por qué Diego Santilli les pegó a las enfermeras, ni cómo se llama el gremialista que debiera protegerlas… y el tema ya desaparece de los medios.

La suerte propia es la debacle ajena.


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viernes, 18 de septiembre de 2020

EDUARDO DUHALDE, o el síndrome de Johnny Wessmüller…

 

 

Que la Argentina es un país de oportunidades, lo demuestra mejor que nadie Eduardo Duhalde, quien luego de un fracaso electoral accedió a la presidencia de la Nación, le mintió a los ahorristas, juró retirarse de la política, volvió y volvió a perder, y aun reconociéndose como sicótico, todavía habla.

 

LA LEYENDA DE TARZÁN



 

Intendente de Lomas de Zamora, vicepresidente del primer Menem, gobernador de la Provincia de Buenos Aires durante el segundo, Eduardo Duhalde quiso ser presidente en el 99, pero perdió con De la Rua, cuya impericia letal le permitió acceder al poder sin precisar que lo vote nadie.  

Así en 2002 inició su interinato presidencial, y apenas asumió les prometió a los ahorristas argentinos que habían depositado dólares, que les devolverían dólares. Pero luego fue Héctor Magnetto y le explicó que la deuda de Clarín era tan grande, que valía lo mismo que el Grupo, y que si él no la pesificaba, ellos desaparecían. Entonces Dhualde tuvo que elegir entre Clarín, y los ahorristas argentinos. El final de esta historia te lo cuenta cualquiera.

Abortado por fin su interinato cuando su policía asesinó a Darío Kosteki y Maximiliano Santillán, Duhalde juró públicamente retirarse de la política. Otra vez no cumplió, y en las presidenciales de 2011 se presentó como candidato a la presidencia acompañado por Mario das Neves y bajo el lema Frente Popular. Ganó en un solo distrito donde sacó el 36,56 % de los votos: las bases militares de la Antártida Argentina. A nivel nacional, en cambio, obtuvo el 5,86% contra el 54,11 de Cristina Fernández y Amado Boudou. No lo soportó. Hemingway tenía razón: el hombre está preparado para la muerte, no para ser destruido.

Desde entonces, la destrucción, el resentimiento, y el peso específico de sus verdaderos dueños y representados (Clarín, Techint, la policía, los militares), arrojaron a Eduardo Duhalde a una especie de limbo político donde él ambula entre fantasmas y fantasías, dice lo que dice que no piensa, se confiesa sicótico, y vuelve a derrapar. Por mucho esfuerzo que ponga Clarín, ese Pinocho también se les rompió.  

Una vez Johnny Wessmüller, el mítico Tarzán, visitó la Argentina. Estaba viejo, y no estaba bien. Un programa de entonces lo trajo como atracción, y luego quedó unos días yirando por la ciudad. Allí donde aparecía, le pedían su célebre grito. El hombre lo intentaba, y la gente igual aplaudía. Pero una noche lo llevaron a escuchar unos tangos al Viejo Almacén de Edmundo Rivero, y allí también la concurrencia le pidió su grito, y él se levantó y empezó a intentarlo. Una vez y otra vez, y ya no paró de intentarlo hasta que por fin se lo llevaron. No estaba bien.

Eduardo Duhalde tampoco. Ya por aquellos días de su destrucción política en 2011, comenzaron a circular por ámbitos políticos y periodísticos rumores de su senectud y sus desvaríos. Cada tanto desaparecía de la escena, y se decía que era por eso. Pero como el viejo Tarzán, cada tanto vuelve y prueba gritar en público esperando el viejo aplauso.

Y siempre alguien lo aplaude, más bien.

Aquella noche en El Viejo Almacén los presentes también aplaudieron a Johnny Wessmüller.

Hasta que se lo llevaron.




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miércoles, 9 de septiembre de 2020

LA VIEJA Y MALDITA POLICÍA BONAERENSE…



 Agentes de la Policía de la Provincia de Buenos Aires -al cabo de cuatro años de silencio aún perdiendo el 30% de su salario- desconocen el orden institucional usurpando las armas y los móviles que les dio el pueblo. Sin organización y sin orden, llevan reclamos salariales y laborales, pero también políticos; mientras invocan el valor y el sacrificio del buen policía. 
Como si fuera posible borrar a los gritos toda la historia de sus crímenes.


BASTARDOS SIN GLORIA

                                           



No debe haber en la historia de la Argentina una institución más despreciada y temida que la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Conseguir esa marca, no fue tarea fácil, les llevó años. Alguna vez fueron conocidos por garroneros, mangueros, coimeros, y otras pillerías menores. Pero cuando llegó la dictadura, el General Ramón Camps -asesino en masa-, los organizó para el crimen. 
Comenzaron con el secuestro, la tortura, la desaparición de personas, y/o, el asesinato. Se volvieron célebres por temibles como un ejército aparte. De sus filas surgieron grandes criminales como los comisarios Miguel Echecolatz o Luis Abelardo Patti, o el inefable capellán rabioso Cristian Von Wernich; hoy los tres condenados a prisión perpetua.
Un día la dictadura cayó, y Camps por fin se fue. El odio, el oprobio y el cáncer se lo comieron de a poco. Pero para entonces la Bonaerense ya era la Maldita Policía, y en adelante sus hombres aparecerían involucrados sin falta en los delitos más graves: secuestro extorsivo, trata de personas, contrabando, narcotráfico, asalto a mano armada, zonas liberadas, apremios ilegales, falsificación de documentos, y desde luego, homicidio.
Se podrá decir que nada de esto la distingue de otras policías provinciales, pero la Bonaerense es la organización armada más grande el país, incluyendo a las FFAA.
Es sabido que la policía suele nutrirse de jóvenes de clase media baja, chicos sin grandes oportunidades, atraídos más que nada por una salida laboral, un sueldo seguro, una obra social, etc. Por ello en casi todos los casos, la vocación de servicio es ninguna. Luego estos jóvenes, sin demasiada formación personal tampoco, reciben una placa y una pistola que suele infundirles cierto complejo de superioridad frente al civil, y con frecuencia, dicho complejo redunda en un peligroso resentimiento. En tal sentido, la Bonaerense no es peor que otras policías. Pero es la más grande, y tal vez por eso la más famosa, y la más despreciada
Hoy cuenta con 90 mil agentes, y acumula más de 40 mil denuncias por irregularidades, tan sólo en los últimos cuatro años, y según un informe realizado en diciembre de 2019 por la Auditoría de Asuntos Internos. O sea, una denuncia cada dos agentes.     
Según el Ministerio de Seguridad bonaerense, entre diciembre de 2015 y noviembre de 2019, se iniciaron 39.392 sumarios por motivos que van de la extorsión a las irregularidades “graves”, pasando por la violencia de género, e institucional. 2300 agentes fueron entonces exonerados, 13.685 apartados, 3000 suspendidos mientras se los investiga, y 1007 están detenidos.
Del total de sumarios se desprende también que un 7% responde a indisciplinas menores, como abandono de servicio; un 6% son investigaciones patrimoniales; un 10 es por irregularidades en dependencias policiales, otro 10 por violencia de género, un 12 por excesos en el uso de la fuerza, y un 55% (cincuenta y cinco) por corrupción, tópico que incluye asociaciones ilícitas, zonas liberadas, protección a narcotraficantes, o tráfico de drogas. Cuando no las consumen.
El año pasado se realizaron controles toxicológicos programados sobre apenas 3300 agentes, de los cuales sólo el 0,3% arrojó resultados positivos. Pero cuando las mismas pruebas se realizaron sin previo aviso, el porcentaje subió al 3%, pese a que sólo se hizo sobre 800 agentes. O sea, un crecimiento superior al 400%.
Otra de las grandes distinciones de la fuerza, es el enriquecimiento ilícito.  A partir de 2015, se iniciaron por esto 2.168 sumarios contra oficiales, parientes y posibles testaferros. El número de investigados asciende a 3.500, 218 ya fueron denunciados ante la Justicia, y 11 procesados ante la Unidad de Información Financiera (UIF) por lavado de activos.
Hoy, ahora -siendo las seis de la tarde-, desde ayer y todavía -y al cabo de cuatro años calladitos mientras perdían el 30% de su salario-,muchos de estos delincuentes -arengados por Patricia Bullrich y otros vestigios de la derrota- decidieron sublevarse, desconocer el orden institucional, y por lo tanto, atentan contra la democracia. Rodean la casa de gobierno de la provincia, y amenazan la Quinta Presidencial usurpando las armas y los móviles que les da el Estado y les paga el pueblo. Sin organización y sin orden, llevan reclamos salariales, laborales, judiciales y políticos, personales y afectivos, bien no se entiende. Depende a quién le toque el micrófono de los canales que los excitan. Algunos se cuelgan de una torre, otros le dan al bombo, otros se enojan por la domiciliara de Lázaro Baez… y algunos incluso todavía se preguntan por qué la gente los desprecia tanto.


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miércoles, 24 de junio de 2020

CLARÍN/LA NAZIÓN: DEL ANTIPERONISMO AL ANTIPERIODISMO…



El pozo de mierda sin fondo descubierto en la AFI macrista, contiene más ingredientes sensacionales que el famoso caso Watergate. Sin embargo Clarín y La Nazión no se enteran de nada en una demostración terminal de la decadencia periodística sufrida al cabo de tantos años de hacer cualquier cosa, menos periodismo.

EL SILENCIO Y LA FURIA




Hace falta una inteligencia en declive -o deshecha por el odio-, para no sentirse subestimado al leer Clarín o La Nazión, cuando ya la única utilidad que brindan se limita a la masa menguante de sus lectores, y consiste en ofrecerle una cobertura argumental para el odio inconfesable que la convoca. Pero a pesar de sus creyentes, un medio periodístico que no sirve para informarse, ya no sirve para nada. La autodestrucción es su dinámica.
   Ríos de tinta que no cesan comenzaron a correr en 1972 a partir del escándalo conocido como Watergate, un caso de espionaje ilegal revelado por The Washington Post, y que acabaría en la renuncia del presidente Richard Nixon; entre otras cosas, por espiar a sus adversarios políticos valiéndose de elementos de la CIA, el FBI, y la policía local. Más allá de pormenores que no vienen al caso, la historia acabó convertida en un hito del periodismo de investigación y su alcance de fuego.
   Incluso hace menos de un año –el 8/8/19-, el propio Clarín recordaba el caso, reverenciando la importancia del periodismo de investigación para el bien de la democracia, y coso. La Nazión también lo evoca con frecuencia, en un intento casi gracioso por compartir alguna especie de gloria corporativa.
   Sin embargo, ninguno de estos medios muestra el más mínimo interés por la cloaca reventada en la AFI macrista. Agentes arrepentidos no paran de confesar en un festival de la canción, dan nombres, datos, fechas; parte vital de Cambiemos ya se presentó como querellante -Larreta, Vidal, Ritondo, Santilli-; el escándalo involucra en línea directa a Patricia Bullrich y Mauricio Macri; hay elementos de la AFI, del Ministerio de Seguridad y de la Policía Metropolitana; se conocieron informes, fotos y grabaciones de figuras políticas, sindicales y judiciales -propias y ajenas, familiares incluidas-; se confesaron operaciones, operativos y operetas, intervenciones telefónicas y de correos electrónicos, seguimientos personales y hasta atentados con explosivos… pero Clarín y La Nazión no se enteran de nada.
   En sus ediciones diarias se copian titulares sobre las caídas de la economía y el empleo (siempre en la Argentina, las del resto del mundo también las desconocen); embisten contra CFK porque habla o porque se calla, porque se peina o se despeina; alientan la pandemia, el amontonamiento y sus muertes, y desesperan por vender sus productos televisivos amenazados por las mediciones en caída libre. De la AFI ni mu.
   Como el que calla otorga, un silencio semejante en medios de tanta importancia, revela a su vez la importancia del caso, sus complicidades, y sus temores. Ya no parece posible tergiversar, malinformar, ni siquiera mentir, nada. Son tantos y tan contundentes los hechos, que sólo les queda ignorarlos, negarlos. Mejor no hablar de ciertas cosas.
   Lo que surge -lo que no para de surgir- de la investigación en marcha sobre la AFI del “vivo” de Arribas, reúne todos lo ingredientes del caso Watergate, y un bonus track ideal para Netflix. Porque lo de Nixon eran “sólo negocios”, y acá hubo “algo personal”. Además de la saña general, está otra vez el espionaje sobre hermanas y cuñados, y esto recién empieza… El Washington Post, el New York Time, se mearían por una historia así. La Nazión y Clarín ni la registran.  
   Ya no vale la pena preguntarse qué hubieran hecho estos mismos medios si ese volcán de estiércol estallaba sobre el gobierno de Cristina Kirchner. Todos lo sabemos, de un lado y del otro de la grieta. Ya no importa.
   Lo que importa es el odio, la codicia y sus consecuencias. Los dos diarios más importantes del país, se desangran así, desprestigiados por las desmentidas constantes, por las operaciones encubiertas cada tanto descubiertas (Santoro, Dalessio, Alconada Mom), por las “fe de erratas” en las que ya nadie cree, por los silencios descarados; limitados a la arenga ya incapaces de informar, reducidos a papel picado, inservibles a no ser para encender un fuego o envolver un desperdicio… y sus ediciones virtuales ya ni siquiera para eso.
   Recorrieron un largo camino desde el antiperonismo hasta el antiperiodismo. Pero llegaron.




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martes, 16 de junio de 2020

16 DE JUNIO: DÍA NACIONAL DEL TERRORISMO ARGENTINO...



BAUTISMOS DE FUEGO




Un día como hoy de 1955 se inauguraba el terrorismo en la Argentina, cuando oficiales de la Armada y la Aeronáutica pasaban a la clandestinidad, secuestraban 34 aviones propiedad de las Fuerzas Armadas del Estado, bombardeaban la Plaza de Mayo y acribillaban sus calles aledañas asesinando más de 300 personas y dejando más de 700 heridos en tres incursiones que empezaron poco después del mediodía, y acabaron hacia las cuatro de la tarde, cuando el teniente primero de la Fuerza Aérea Carlos Carus, soltó desde su Glooster la última bomba sobre la multitud. Nacía en la Argentina la subversión terrorista.
Porque lejos de ser apresados, juzgados y condenados, aquellos asesinos en masa fueron perdonados y después glorificados por buena parte de la ciudadanía. A partir de entonces, cualquier cosa podía suceder.
Tanto así fue, que tres meses más tarde aquellos subversivos derrocaban al gobierno democrático, se alzaban con el poder, y antes de un año se largaban a fusilar militares, militantes y obreros en la noche de los basurales. Y tampoco entonces nadie hizo nada.
Al contrario.
La derecha y sus embajadas aplaudían con rabia, pero también la izquierdita argentina. Desde su lustroso periódico La Vanguardia, el socialista Américo Gioldi vivaba los muertos al grito de “se acabó la leche de la clemencia”; mientras el otro gran socialista de lo hora, don Alfredo Palacios, era embajador en el Uruguay. Todos estaban de acuerdo, y así el terrorismo subversivo dejó de ser subversivo. Ya era cuestión de Estado. Ahora todo era posible. Nunca más nada debería sorprendernos. Ni siquiera una insurrección armada, ni siquiera un genocidio.
Bajo un manto de neblina y silencio, antes de ayer se cumplió otro aniversario de la capitulación firmada por el general Mario Menéndez en Puerto Argentino ante su par británico Jeremy Moore.
En rigor de la verdad histórica, el documento se firma poco después de la medianoche del 14, pero queda fechado el 14 a las 23.59. 
Las conversaciones con Jeremy Moore habían comenzado temprano, apenas pasado el mediodía, pero el acuerdo se retrasa, entre otras razones, porque Menéndez no podía garantizar con su rendición la rendición de la Fuerza Aérea, cuyos pilotos aún a esa hora aterraban y destruían a la Flota Real y a sus tropas. Ni siquiera podía garantizar que con él se rindieran los pilotos Aeronavales, que tanto daño les habían provocado.
Desde la Segunda Gran Guerra la Royal Navy no sufría el hundimiento de un solo buque. En Malvinas le hundieron siete, y otra decena quedó fuera de combate. De los 41 barcos de guerra que llevó a las Islas, sólo tres volverían intactos a Porthmouth. Los aviadores argentinos, aeronáuticos y navales, les habían dado una paliza histórica. Los ingleses nunca los olvidarían, por mucho que nosotros sí. 
Es una pena que ninguna de las dos Fuerzas -ni la Aeronáutica ni la Armada-, jamás hayan hecho público un arrepentimiento institucional por aquellos subversivos del 16 de junio de 1955, despegando así, del Día Fundacional del Terrorismo en la Argentina, sus respectivos bautismos de fuego.





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viernes, 12 de junio de 2020

Las Tapitas de Clarín - Hoy 13/6/56: Los fusilamientos de la Fusiladora...

LAS TAPITAS DE Clarín


Un día Clarín agregó un “atractivo” a su deslucido portal, que nos atrajo a nosotros también, y por ello saludamos al monstruoso monopolio, no sin gratitud. Lo cortés no quita nada, suma.
Y lo saludamos con gratitud porque pese a que pretendieron restringir el recurso a un juego de autorreferencias narcisistas titulando desde el vamos “Mirá la tapa del día que naciste”; El Martiyo advirtió allí, en cambio, una maravillosa herramienta para revisar, día por día, la historia argentina de las últimas décadas, a partir de la confesión de parte uno de sus principales gestores: Clarín.
Y maravillados por la maravilla, decidimos consagrarle una sección que de alguna manera encierra el juego  “dime qué dijiste y te diré quién eres”, pero que en gratitud a tan generoso recurso, optamos por reconocer la marca que lo brinda, y le pusimos directamente: Las tapitas de Clarín. Que se hagan cargo.
Esperamos la disfruten, los entretenga, les recuerde, o los despierte. 




El 9 de junio de 1956 el general Juan José Valle encabezó un levantamiento cívico-militar contra la dictadura impuesta en setiembre del año anterior bajo el tragicómico mote de "Revolución Libertadora", y que a partir de entonces pasaría a la historia como "Revolución Fusiladora".
Tres días después, el 12 de junio, el asesino en masa Pedro Eugenio Aramburu -entonces presidente de facto- ordenó el fusilamiento de dieciocho civiles y diecisiete militares, entre ellos el general Juan José Valle. La esposa del general Valle intentó reunirse con el asesino para implorarle piedad, pero éste ni la recibió. Como empeñado en labrar su destino para al cabo morir fusilado por fusilador.
Al día siguiente de la masacre, 13 de junio de 1956, Clarín ofrece en tapa un reportaje exclusivo -y meloso- al vicepresidente de facto -y también asesino en masa-, Isaac Francisco Rojas, donde se habla de la “represión a la intentona”, se alude a los fusilamientos sin nombres ni repreguntas; y apenas se consigna, abajo, a la izquierda, de última: “Fue aplicada la ley marcial al general Valle”, en tanto el diario silencia los otros crímenes, como preparándose desde ya para ignorar el genocidio por venir.  


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viernes, 3 de abril de 2020

MALVINAS: LA GUERRA MALDITA...



El Martiyo pone online una vez más el blog Malvinas,diario de la guerra, una crónica de aquellos días narrada por quien que tuvo la suerte de ser un corresponsal periodístico cuando tenía la edad para ser un soldado. 
Se advierte al lector que este diario no responde a los lugares comunes acuñados por el Foreign Office y difundidos por sus repetidores locales: la cortina de humo de Galtieri, los pobres chicos de la guerra, la desigualdad frente al imperio… 
Malvinas fue otra cosa.



LA GUERRA MALDITA







La Guerra por las Malvinas es el hecho maldito de la intelectualidad nacional. Por izquierda o por derecha, surge el tema y nadie sabe muy bien dónde ponerse.
Cuesta ponerse en contra cuando se trata de la única gesta soberana concreta frente al aborrecido invasor británico en ya 187 años de ocupación del territorio nacional. Las Malvinas son argentinas, eso sólo puede dudarlo Macri, ni siquiera sus votantes.
Pero cuesta ponerse a favor cuando esa gesta la decide y conduce la cúpula de la última dictadura militar y su banda de genocidas, quienes en un broche de oro a su medida, ni bien vieron a los ingleses cerca salieron corriendo de las Islas con sus camperas de duvet intactas.
Si bien la derrota facilitó las conclusiones fáciles -una victoria sería, aún dada, inconcebible -, cuesta escapar a los tres o cuatro lugares comunes que a partir de reducciones formidables, pretenden explicar uno de los episodios más complejos de nuestra historia.
Pesa escuchar o leer cada año para la misma fecha, las mismas liviandades. La cortina de humo de Galtieri, los pobres chicos muertos de frío y de hambre, los borceguíes que nunca llegaron, ¡la locura de enfrentar tan luego nosotros a un enemigo tanto más poderoso!... Además de su facilismo explícito, es innegable el fervor colonial que todas estas teorías entrañan.
¿Era tan “igual” la guerra que llevó a cabo el flamante Ejército Argentino contra el invasor español? Se trataba de una de las dos grandes potencias de la hora -como si dijéramos hoy China o Estados Unidos- contra soldados dispuestos “a pelear en pelotas, como nuestros paisanos los indios”, nos recuerda tan luego San Martín.
¿Puede una cortina de humo de urgencia ser sin embargo planificada años antes? El imaginario sin imaginación gusta porfiar que el paro con movilización organizado por la CGT el 30 marzo, desató la recuperación de las Islas el 2 de abril. La recuperación de las Islas era una antigua obsesión de la Armada, llevaba años de planificación, y fue una de las condiciones que Anaya le impuso a Gatieri para apoyar la destitución de Viola y su ascenso al poder. Pensada para principios de la primavera, el episodio Davidoff en Georgias desató la escalada en el inicio del otoño.
¿Alguien recuerda, por acaso, que en 1983 se cumplían los 150 años de la ocupación británica, y que según la extensa lucha diplomática si antes la Argentina no ejecutaba su soberanía se perdían para siempre los derechos sobre las Islas?...  
En el fondo de todas nuestras desgracias está la banalidad con que encaramos cualquier asunto.
Este blog no es un ensayo ni pretende una teoría original. Es un diario retrospectivo, una crónica elaborada con la información que alumbraron los años, apuntes que guardé de aquellos días, y lo que retuvo la memoria, diálogos, momentos, escenas, esas cosas que nunca se olvidan.
La historia de la Guerra por las Malvinas es un poco mucho más compleja que las reducciones del Foreign Office y sus repetidores locales. Sus testigos, sus cronistas, entre todos, con los años, acaso, logremos algo de luz sobre su larga noche.
Este diario y su crónica son solo eso. Un aporte más en memoria de esa guerra que tratamos de olvidar, y que tal vez por eso seguimos sin entender. Sin querer entender.
Toda guerra es maldita, pero acaso esta más que ninguna.




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domingo, 15 de marzo de 2020

CORONAVIRUS: LA LECCIÓN DE LA PESTE…




Amenazada por un microbio a simple vista invisible, amalgamada por la pandemia, la humanidad entera encuentra por fin su enemigo común, histórica oportunidad. 
No hay vacuna, no hay antídoto, no hay sistema de salud que aguante o llegue a tiempo. 
La sola esperanza que nos queda es que todos y cada uno de nosotros, entienda la importancia colectiva del individuo que somos. 
La derrota está casi asegurada. 
Pero el juego es así.

Todos o Nada




“Era un ser sin importancia colectiva, 
apenas un individuo”.
L. F. Céline

Consumidas dos décadas ya del siglo XXI, en plena revolución tecnológica, mientras exploramos la superficie de Marte y de taquito resolvemos el genoma humano, la idea de un microbio invisible que devasta al mundo es tan inconcebible por humillante, que hasta las grandes potencias se animan a teorías conspirativas según las cuales sólo el hombre es capaz de destruir lo que es incapaz de crear. Desesperada ilusión.
El virus avanza y mata. Deja el Oriente y arrasa Europa, desembarca en América, viaja y sigue. Pero Washington acusa a Beijing, y viceversa. Como chicos perdidos en un castillo vacío, le gritan a nadie. No se resignan a sus mínimas relevancias, a sus reales importancias nulas. Como en la parábola de la paja y la viga, alucinan enemigos extraños porque no quieren ver la propia impericia.
La realidad nos superó hace rato. Las cosas están fuera de control. El palpable desastre ambiental en el que nos hundimos; la desigualdad, jamás tan obscena; las guerras, que no cesan y se refinan; los movimientos migratorios y la tragedia de sus refugiados que cada día importa menos (digámoslo todo); la injusticia social, el hambre y la miseria que seguimos sin resolver; el descrédito inédito de las instituciones pilares de la democracia -la política, la justicia, los medios-; la usura -ni el Ser ni Dios ni siquiera el Trabajo-, la usura en el altar de las naciones; la violencia, que es flagelo y espectáculo; la globalización y su hiperconectividad, cuyos beneficios seguimos sin advertir… al cabo de tantos siglos, milenios de civilización, esto es lo que tenemos. Menos que nada. Una bacteria nos demuele.
Monotemáticos y repetitivos, vagos y vanos, los medios masivos aprovechan la ocasión para exhibirse en toda la extensión de su mediocridad, su falta de imaginación, su futilidad y su agonía. El tema les resulta suficiente, casi no hace falta más nada. Habladores de incierta idoneidad y cualquier procedencia, auguran, aseguran, aconsejan, se contradicen, dicen y se desdicen mientras espantan a la audiencia, aterrada, sí, pero sobre todo aburrida. Ellos también son parte de este mundo y del fracaso que se lo lleva.
A diez mil metros sobre el nivel de la realidad, los mandatarios, sorprendidos, desconcertados, impotentes, reaccionan como pueden, como quien no sabe bien qué hacer. Cuatro a cero abajo, revientan pelotas en el fondo de la cancha y pasan de la nada al todo, de subestimar el virus a cerrar las fronteras, de recomendar calma, a sembrar el pánico. Bien no saben qué hacer.
En Europa los ajustes pregonados por el FMI, de pronto suenan a emboscada. Emmanuel Macron, primer ministro de Francia, redescubre, liberal él, los beneficios del Estado y la salud pública. Italia a su vez lamenta los recortes en el sector hartos de curar extranjeros, negros y pobres. En España colapsan los hospitales públicos que supieron despreciar. Angela Merkel avisa que pronto más de la mitad de los alemanes caerá enferma. Pomposo y suficiente, Donald Trump se ríe del virus, pero el virus lo acorrala: su sistema de salud no aguanta un estornudo. Mientras tanto en la Argentina, la oposición -vestigios de la derrota que supieron conseguir- reclama acciones y explicaciones después de haber eliminado el Ministerio de Salud. Todos parecen aturdidos.
Sin embargo ingenuo, infantil, ante la catástrofe colectiva, el individuo que somos insiste con salvarse solo. Las masas desbordan las góndolas, arrasan con el alcohol en gel, el jabón, el papel higiénico, los barbijos… si no dejan nada para el vecino, les da lo mismo. Al virus también. Sin importancia colectiva, el individuo insiste. Ingenuo, infantil. Inútilmente.
Pero amalgamados por la pandemia, de pronto ha sonado la hora del Todos. No hay vacuna, no hay antídoto, no hay sistema de salud que aguante o llegue a tiempo, no hay más que un todos por todos en cada uno de nosotros, lavarse las manos, mantener la higiene, evitar contactos, aislarse en caso de dudas… en plena revolución tecnológica, nada más podemos hacer.
Y acaso esa es la lección.
De pronto comprendemos que todos dependemos de todos y que todos somos cada uno de nosotros.
Por primera vez en la historia el planeta entero, la humanidad completa, tiene su enemigo común. Un bichito mínimo, a simple vista invisible, impalpable, incoloro, inodoro y seguramente insípido. Desde luego esperábamos algo mejor, más espectacular, más cinematográfico… alguna vez incluso soñamos con un apocalipsis de jinetes y trompetas, y… La Gran Humanidad, que se jacta a diario de haber alcanzado el futuro en pleno presente, de pronto devastada por algo menos que un insecto. Sorpresa y espanto. Sorpresa espantosa.
Si el virus fue implantado a propósito como parte de los enfrentamientos entre China y Estados Unidos, hoy poco importa, quizá mañana de haber mañana. Y tampoco importa si fue un error humano, un frasquito mal cerrado, un boludo inoperante… El enemigo ya está entre nosotros, avanza y hay que enfrentarlo, y ahora lo que importa es aprender, por fin y cuanto antes, que no somos nada si no somos todos.

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domingo, 8 de diciembre de 2019

miércoles, 27 de noviembre de 2019

AMÉRICA LATINA: CINCO SIGLOS Y YA…

Ecuador, Perú, Chile, Colombia, Argentina, Bolivia, manifiestan su hartazgo frente a los planes de Washington, que acorralado por el incesante fracaso de su política exterior, retoma entrados al siglo XXI los métodos del XX, y ya prueba otra vez con golpes cívico militares sin distinguir entre las multitudes esporádicas que agitan las calles, y los pueblos que por fin se levantan.

CINCO SIGLOS Y YA





Uno de los más graves errores que puede cometer un gobernante, de cualquier procedencia que fuera -democrática o no-, es confundir al pueblo con las multitudes. No son lo mismo. Las multitudes son frecuentes, variados motivos las convocan, pero solas se disuelven al cabo de unas horas, o se reprimen y se disipan. Los pueblos no. Sólo el hartazgo los convoca, y por nada se disuelven.
Desde 1789 la historia enseña que una vez que los pueblos se sublevan no vuelven a casa hasta que concluyen su jornada. La Revolución Francesa, la Rusa, la China, el 2 de mayo de Madrid, el 17 de octubre argentino, son sólo unos pocos ejemplos del tronar del escarmiento cuando los pueblos agotan su paciencia.
Los Zares de Rusia, Luis XVI y María Antonieta, son algunos de quienes ayer confundieron al pueblo con una multitud. Hoy tenemos a Piñera, Añéz, Lenin Moreno, Duque...  Ellos también creen que enfrentan multitudes, que bastará con reprimirlas o esperar, y chau. Y no.
En Ecuador una rebelión indígena hizo recular sobre sus ruedas al presidente Lenin Moreno con el FMI a cuestas. El histórico traidor todavía trata de dibujar los nuevos números mientras alrededor los tambores de guerra no paran de batir. Y ya sabe que no callarán hasta que esos nuevos números les gusten.
El pueblo chileno lleva más un mes en las calles y más de 25 muertos oficiales, y allí está. Sebastián Piñera sueña con alienígenas como con serpientes, redobla la represión, y la rebelión se redobla. Cree que enfrenta multitudes, una allá, otra más allá, otra por acá… Pero es el pueblo, que sigue y se multiplica y no vuelve a casa.
En Bolivia, al contrario, las mayorías estaban conformes con la marcha de las cosas que por primera vez en toda la historia del país beneficiaban al país por sobre los intereses extranjeros… y eso bastó para desatar la masacre encabezada por las minorías ricas y bendecida por la milicia, la policía, la curia, y desde luego el gobierno norteamericano. Más de 35 muertos oficiales en apenas dos semanas. Pero desde el Alto, desde Potosí, desde Cochabamba y todo Bolivia no paran de bajar hacia La Paz columnas y más columnas indígenas que se pierden hacia el horizonte.  Marchan a 3.600 metros sobre el nivel del mar, pero vienen corriendo, al trote, no precisan del oxígeno, pueden respirar entre los gases. Los matan y siguen. No van a volver. No hasta que todo esté resuelto.

Inesperadamente para los grandes medios que todo lo encubren, de pronto estalló Colombia, uno de los países más injustos y más obedientes a Washington. Represión, muertos y toque de queda. La paz que nunca tuvieron otra vez se rompió como un vaso.
¿Cómo no la vieron venir? Se preguntan aquí y allá los habladores mediáticos que tampoco la vieron venir. Aturdidos y aturdiendo entre el “modelo chileno” y la “dictadura venezolana”, no vieron nada. No vieron Chile, Ecuador, Perú, Colombia, ni siquiera Bolivia, cuyo golpe alentaron desde siempre.
Los más vivos de los bobos todavía intentan extrañas teorías con el diario del lunes, desde las culpas del propio Evo, al autogolpe. Mientras tanto así callan como pueden los fracasos del patrón en Ecuador, Perú, Colombia, Argentina, y el “modelo chileno”. Por suerte se casó Pampita.
“Latinoamérica en llamas”, titulan algunos sin mencionar sin embargo que en esas mismas llamas arden la ONU -más inútil que nunca-, la OEA -gestora del golpe en Bolivia pero inoperante en Chile-, la CIDH -reducida a un papel testimonial menos que periodístico- la Cruz Roja Internacional -ausente sin aviso-, la Bachelet -que tanto se agarraba la cabeza con Venezuela -, y una extensa lista de ONGs y fundaciones que así dejaron en claro su claro alineamiento con el State Department.
Pero tan grande sigue siendo el fracaso de la política exterior norteamericana, y tan poca su imaginación, que entrados ya en el siglo XXI vuelven a los procederes del XX orquestando golpes cívico militares sin siquiera la novedad del revestido mediático que los presenta. (Basta recordar la tapa de Clarín del 25 de marzo de 1976: “Total Normalidad”).   
¿Por qué extrañarse si entonces uno de los blancos de las protestas en Chile es el diario El Mercurio, y le prenden fuego?... Algo se rompió entre ellos y su público. Los periodistas de la televisión chilena ya no pueden asomar a las calles porque ahora las calles son de su público, que también se hartó de ellos. 
Los bolivianos saben perfectamente que la prensa de su país es socia activa del genocidio en marcha. Lo gritan por las redes en videos incesantes, incontestables. Los muertos siguen cayendo, sí, pero cada uno levanta miles de vivos que suman y se vienen.
Clarín, el diario y sus canales, niegan el golpe en Bolivia. Recurren al viejo eufemismo de “la crisis”, el mismo que usaron para encubrir los asesinatos policiales de Kosteki y Santillán. Siguen cayendo, diario y canales, en ventas y mediciones. El 11 agosto el 70 por ciento del electorado les dijo que no les creía más nada. Sin embargo insisten con los mismos métodos que los llevaron a este desastre. En cuanto asuma el nuevo gobierno, apostarán al caos que llamarán “primavera”. No calculan la destrucción, y se autodestruyen.
Porque el 11 de agosto y el 27 de octubre no fueron unas cuantas multitudes las que les dijeron basta. Fue el pueblo. Y en Bolivia no son un montón de indios que se resisten a que el 3 por ciento del electorado lo gobierne a punta de pistola. También allí es el pueblo. Y en Chile, donde no son alienígenas, Sebastián… y en Ecuador, donde la tensión lleva ya más de tres meses; y en Perú donde ese cielo negro, dijera Shakespeare, difícilmente se aclare sin una tempestad; y en Colombia, que al final estalló como estallan los colombianos; y en Argentina, que avisa por las buenas que este jolgorio del saqueo se ha terminado…
El imperio de los Estados Unidos se agota. El 80 por ciento de su deuda pública en manos de bancos chinos. Otra que Vietnam, de a poco los veremos evacuar por el recto de Hollywood la cagadera que hoy viven en Afganistán, la retirada de Siria, el desastre que dejaron en Irak, todos sus muertos, todos sus crímenes, toda su ruina, toda la mentira… Donald Trump, en sí mismo, es un síntoma de ese final. La ferocidad de su rugido marca la hondura de su herida. 
China, Rusia, Iran, por mucho que muchos argentinos no lo crean, hay países que no les tienen ningún miedo. El imperio norteamericano se agota, y desespera. Ahí el peligro. 
Podría cometer en Latinoamérica el más trágico de los errores: confundir con unas cuantas multitudes a todos estos pueblos que por fin se lenvantan.




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miércoles, 6 de noviembre de 2019

EN DEFENSA DE MAGNETTO: CUANDO LA CULPA ES DEL CHANCHO...


Paradoja doble, entre los medios y su público se da el extraño caso del chancho que come lo que quiere, mientras el que engorda es sin embargo su amo. Magnetto puede ser culpable de muchas cosas, incluso de crímenes de lesa humanidad, pero sus consumidores son todos voluntarios.

CHANCHO FEROZ


Hay medios de izquierda, de centro y de derecha. Tenemos Clarín, Página 12, Tiempo Argentino, Crónica, La Nazión, Diario Popular, por dar solo algunos ejemplos de la gráfica. Pero gráficos o audiovisuales, ninguno es obligatorio. El consumidor elige.
En la era Google, se ignora solo lo que se desea ignorar. Por el mismo mínimo precio de un rápido clic, se accede tanto a Clarín, como a El Cohete a la luna, a El Martiyo, o a la mismísima página de la ONU, del FMI, incluso del FBI y la NASA. Allí están las fuentes, el consumidor elige lo que quiere saber, y lo que prefiere ignorar. Es más que probable que Héctor Magnetto se haya quedado con Papel Prensa en una mesa de torturas, pero en este caso no tiene nada que ver. Hay de todo servido, el chancho come lo que quiere.
Sucede que, como en muchísimos otros rubros, en este tampoco el consumidor elige lo mejor, sino lo que más le gusta. Lo que más agrada a su paladar, digamos. Y muy lejos de lo que se supone, o nos gustaría, el consumidor medio de medios no procura la verdad, tampoco buena información, sino más bien argumentos, argumentos para sostener lo que dice sin tener ningún argumento o por razones tan inconfesables que no pasan de ser resentimientos, frustraciones, miserias humanas… Entonces, en procura de algo más presentable, recurre al medio que le sirve.
Ejemplo. El consumidor odia a Cristina porque Cristina defiende a los negros y él odia a los negros porque debido a su origen plebeyo sufre de un gran resentimiento que se resuelve en un complejo de superioridad. Desde luego esto es inconfesable, aún si el consumidor en cuestión llegara a comprenderlo profundamente. Así que va, compra Clarín o escucha a Lanata, y ya sabe decir que se robaron un PBI, que lo enterraron en la Patagonia, que un comando iraní la ayudó a asesinar a Nisman, y otras cosas mucho más elaboradas que su espantosa miseria interior. 
Magnetto también apareció en los Panamá Papers, y ya antes había sido  denunciado por el ex vicepresidente del JP Morgan por fuga de dinero y lavado de activos, de más está decir que es un hombre oscuro, enemigo del pueblo, amigo de los malos... pero también hay que decir que sus consumidores son todos voluntarios. Chanchos que comen su porquería, y paradójicamente, lo engordan a él.
Magnetto se apropió un día de todo el papel del país, piedra fundamental de su actual imperio, a cambio encubrió un genocidio, socavó a Alfonsín, extorsionó a Menem, nos recomendó a De la Rua, lo sacó, puso a Duhualde, pesificó su deuda contra todos nosotros, persiguió y persigue a Cristina, y terminó por vender a Macri como símbolo del éxito y la transparencia. Pero siempre solo le creyeron los que así lo quisieron.
Por ello la cuestión no es tanto qué hacer con Magnetto y su monopolio y su codicia, sino con los chanchos que lo mantienen. Qué les pasa. Por qué habiendo tantas cosas ricas prefieren su basura. ¿Qué comían de chiquitos? En la escuela, ¿qué les daban?... ¿Rivadavia, Sarmiento, Mitre?... ¿Civilización y barbarie, Triple Alianza, sombra siniestra del Facundo?... ¿ya de cachorros comían caca?... tal vez esa es la cuestión.


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lunes, 4 de noviembre de 2019

PERONISMO: EL ETERNO RETORNO...


Resistido, injuriado, bombardeado, fusilado, desterrado, perseguido, proscrito, torturado, desaparecido, el peronismo siempre vuelve.
 Incomprendido por izquierdas y derechas, ni combate el capital ni promueve la pobreza. 
Pero su propia doctrina explica el mito de su eterno retorno.




POR QUÉ VOLVEMOS






Ya fuera de izquierda o de derecha, el gorila medio ilustrado –ilustrado por los medios- tiene una confusión esencial con el peronismo. Le molesta detectar a un peronista de vacaciones en Miami, usando una cartera de marca, o montando una Honda CBR1000. Todavía se exaspera con las joyas y los vestidos y las pieles de Evita. Entiende que el peronismo debería promover la pobreza, cuando viene a ser todo lo contrario.
Alguna vez tuve la suerte de conocer y tratar a don Enrique Pavón Pereira, biógrafo oficial de Perón, quien a su vez heredó de don Enrique la primera oficina que ocuparía en la Secretaría de Trabajo y Previsión, donde todo comenzó. Desde entonces se conocían.
Entre muchísimas historias, anécdotas y detalles de oro, don Enrique me contaba que efectivamente Evita se mezclaba entre los pobres luciendo y exhibiendo sus joyas, que se las mostraba y les recordaba: “también estas cosas son para ustedes, estas cosas tienen que aprender a desear”. Peronismo explícito.
Lejos de la austeridad que venera la izquierdita argentina -cuyo máximo referente, Nicolita del Caño, sólo puede jactarse de carecer de automóvil-, el peronismo promueve la abundancia, el disfrute, amplía derechos y horizontes, la mentada movilidad social, pero a partir de la igualdad, es decir: no hay un techo, hay un piso.
Claro que el peronismo no combate el capital, apenas sus abusos. Hace del Estado una herramienta de equilibrio frente a la codicia privada, los intereses imperiales, la usura, y el desguace nacional. Es un movimiento burgués, pero eso lo volvió maldito.
Tiene principios simples, y por ello también tan claros. Aspira a la independencia económica para alcanzar la soberanía política sin la cual la justicia social se hace imposible.
Anticlerical pero de índole cristiana, su doctrina prioriza la defensa de los pobres, de los postergados, los desposeídos. Los descamisados. Cree que un rico puede entrar al cielo, pero no si todavía existen pobres.
Sanmartinano, bolivariano, entiende la integración regional con Latinoamérica como una condición necesaria para la independencia completa de todos sus Estados.
Concebido para y por argentinos a la medida de la Argentina, resulta un fenómeno muchas veces incomprensible para la mirada internacional, que así lo trata de izquierda populista, como de fascismo simple.
Resistido, injuriado, bombardeado, fusilado, desterrado, perseguido, proscrito, torturado, desaparecido, el peronismo siempre vuelve, una vez y otra vez surge y resurge de las profundidades de ese pueblo que ya vio las joyas, que conoció con él sus días mejores, cuando aprendió a soñar, a tener esperanzas, a organizarse y luchar y sentirse más digno y más respetado y muchas otras cosas de esas que nunca se olvidan.
Por eso volvemos siempre.



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