////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

sábado, 5 de diciembre de 2015

LA NUEVA ALIANZA: EL PASADO QUE VIENE...

Como en los días previos de la primera Alianza, las voces que sustentan a la actual, ya despliegan su estrategia de excusas vanas y culpas ajenas con las cuales encubrir la noche que ya saben que se viene, porque Alianza una vez, Alianza siempre.



RECUERDOS DEL FUTURO





“Los malos tienen una felicidad negra”.
Víctor Hugo, Los miserables




La futilidad siempre se paga, y suele ser cara.
Esa entelequia de la alternancia, ese amasijo de conceptos en el que mezclan la dinámica de la transición con el acto de asunción; el repentino cacareo publicitario del fabricante del cetro presidencial; todo eso junto y bien revuelto, concentra en estos días el ruido y la furia de los macristas en general, que así también, de paso, ocultan en la propia polvareda que levantan, la emboscada que no quieren ver y los espera a partir del 10 de diciembre.
Se les nota el miedo del que juega con fuego. Prat Gay, Melconian, la Bullrich, Lopérfido, un productor de tevé para las universidades, un intermediario de jugadores para la central de inteligencia… Ya muchos se preguntan en qué ciénaga se –nos- metieron.
Porque de pronto los ven festejar a Luis Barrionuevo, al Momo Venegas, a Hugo Moyano, a Eduardo Duhalde, a Mirtha Legrand, a Graciela Fernández Meijidi –pasionaria de la Alianza original-, al propio De la Rua, al propio Magnetto, a Cecilia Pando, a Ciro James y Fino Palacios, mientras La Nazión urge desde sus páginas la libertad de los pobres abuelos genocidas. Los malos tienen una felicidad negra, seguro.
Centrados en la figura de Cristina, la espuma de la rabia de los medios y los hombres y mujeres de Magnetto, acaso manifiesta el temblor que supone esa mayoría mínima que los encubró, y que quizá ya no exista; pero sobre todo abre los paraguas porque ellos también ven venir la lluvia que se viene.
Marcar y remarcar, contra toda realidad, que el país está en una situación desastrosa, falseando números, negando hechos, estableciendo verdades sobre la base de rumores que no pasan de chismes; avisa la estrategia con la que piensan encubrir al gobierno entrante: la culpa de todos los males la tiene, otra vez, el peronismo, en este caso, Cristina. La pesada herencia recibida. Así gobernarán: escondidos bajo el manto apolillado de una mentira vieja.
La masa de votos que elevó a Mauricio Macri a la presidencia, ya se evapora en su propio hervor. Pero el odio queda. Apenas Macri asuma, amparado por la prensa grande bajo eufemismos como sincerar la economía, reinsertarse en el mundo, orden fiscal, y otras patrañas que siempre tienen a mano, justificarán la inmediata devaluación, el endeudamiento, el ajuste y los recortes a la inversión social, que en otro de sus eufemismos ellos llaman “gasto público”. Pero muchos elegirán creerles porque el odio es más fuerte.
Y cuando hasta ellos acaben por despertar, será tarde para todos. La trampa habrá funcionado. Los dólares amarrocados no servirán más que para temblar sobre ellos a la espera de un mañana que asusta más que los recuerdos de las mentiras de Lanata, (que por las dudas, ya se rajó). Con menos plata en los bolsillos, matemáticamente, claro, de lo que ayer comprábamos dos, compraremos uno o medio, y por lo tanto, no hará falta tampoco fabricar dos. Con medio, uno, estará bien. Menos empleados, menos costo. Pero eso sí: gracias a la reinserción en el mundo, habrá muchas cosas importadas más baratas que las nacionales –¡y mejores!- como en los días dorados de Martínez de Hoz o Cavallo. Griessa resultará amistoso. La desocupación, la recesión, la deuda externa, volverán a ser los temas nuestros de cada día.
Los tiempos cuando puteábamos con la boca llena por el bastón de mando, la cadena nacional y “las formas”, cobrarán de a poco esa cosa de jade de los buenos recuerdos. En contraste con el presente que viene, dará risa pensar que en el pasado peleábamos  por subir el mínimo de ganancias. Ja. Ganancias. Jo. Los años dorados de inflación y paritarias, y el consumo a full. Je. La falta de hotel y de pasajes en los feriados largos. Qué risa… diremos tristes.
Lejos de nosotros sonar agoreros, por el contrario, le deseamos la gobierno entrante, la mejor de las suertes porque su suerte es la nuestra, nos guste o no.
Pero entonces que nadie olvide.
Porque estos no son augurios: son recuerdos.
Recuerdos del futuro de lo que ya pasó.
¿Podrían, de verdad, Prat Gay, Melconian, Sturzenegger, la Bullrich, Lopérfido, el mismo Macri, los medios que lo sustentan, y todas esas empresas a las que tanto y desde hace tanto les “interesa” el país, ser otra cosa que lo que siempre fueron? ¿Hacer algo distinto a lo que hicieron siempre? ¿Por qué?... ¿Porque se llaman Cambiemos?... Pero qué risa.
Discépolo diría: una risa que dan ganas de llorar.



* * * 

sábado, 28 de noviembre de 2015

MACRI PRESIDENTE: LA MAYORÍA MÍNIMA…


Con una diferencia de apenas 700 mil votos por encima de Scioli, decir que la mayoría del pueblo eligió a Macri, es como decir que ese vaso está medio lleno porque está medio vacío. Los números crudos le dieron la victoria, pero también le avisaron: te espera un país partido en dos mitades, y entre las dos, la nada.

LA GRIETA Y EL ABISMO





700 mil votos le dieron la elección a Macri.
704.860 es el número exacto que informa hasta hoy la página de la Dirección Nacional Electoral.
12.903.301, contra 12.198.441.
Ningún millón siquiera.
Nada. Una diferencia exigua. Mínima.
Pocos y volátiles, muchos de esos votos quizá ya desaparecieron. Sobre todo aquellos que lo votaron con el solo objetivo de ver perder al peronismo. Esos, todos, la mañana del 23, ya no estaban. A muchos otros, en breve, se los llevará como hojas del árbol caído el huracán de los primeros tarifazos que ya están anunciando.
Es más: conocido su gabinete y confirmados la Bullrich en Seguridad, el exgerente de Shell a cargo de Energía, y en Economía Prat Gay y Melconian y los mejores  muchachos de Cavallo ya a cara descubierta, quizá, hoy, Mauricio Macri no llegue ya al 50 por ciento. Pero hoy ya es tarde. Ahora tiene que gobernar.
Gobernar un país partido en dos mitades. Una mitad que lo votó pero que ya se deshace en su propia victoria, y otra mitad que no lo votó porque no le cree ni lo quiere y que no está sola ni espera ni piensa renunciar a ninguna conquista.
Y entre una mitad y la otra, hay, hoy, apenas 700 mil personas. Muy poco. Muy volátiles. Espuma, viento, y nada.  
Ninguna luna de miel les espera a Macri y sus gerentes. Por el momento siguen en campaña como si nada hubiera sucedido, atacando a Cristina y su gobierno, chochos con lo bien que les fue con eso… pero el diez de diciembre avanza a paso firme en los relojes y ni Durán Barba podrá detenerlo, ¿y entonces?...
Y entonces seguirán en campaña, disimulando cada fracaso propio bajo la vieja alfombra de la “pesada herencia recibida”, y otra vez se nos pedirá paciencia, como hacía De la Rua, que nunca entendimos para qué se postuló si no sabía lo que le esperaba.
Danza con globos tampoco lo sabe y también se postuló y también ganó, y ahora, como De la Rua, debe gobernar. Lo sepa o no.
Si esta nueva Alianza –compuesta por muchos de los que formaron la anterior-, repite los comportamientos que ya tuvieron (¿y por qué iba a ladrar el chancho si es chancho?), entonces los primeros meses de este gobierno –como sucedió con aquél-, transcurrirán entre tropiezos, excusas y fracasos. Los costos, claro, los pagaremos todos. Y nos pondrán nerviosos. Claro. Los paros y las protestas, los cortes de calles y de rutas, se multiplicarán. Macri, tal como se espera –porque ya lo ha demostrado en la CABA-, reprimirá. Con su brava policía, la del Indoamericano, la que les pegaba a los enfermos del Borda, pero ahora ya del todo desbocada, ya sin bozal y sin correa. Entonces Macri precisará más suerte que De la Rua o Duhalde para que a ninguno de sus bravos policías se le escape ningún tiro contra ningún pecho de ningún manifestante. Porque cuando ocurren esas cosas, los presidentes pierden imagen y sustancia y ya no le sirven ni al helicóptero que se los lleva.
Los medios del miedo, mientras tanto, no darán más miedo. Al contrario. Pase lo que pase, caiga quien caiga, maten a quien maten, culparán a “la crisis”, o buscarán infiltrados, y justificarán, una vez más, cualquier cosa. Con la experiencia y la práctica de haber encubierto el genocidio más grande de la historia argentina, esto será un paseo. Pero ojo: ni Clarín ni La Nazión descartan que Macri sea descartable. A De la Rua también lo defendieron alguna vez. Incluso a Kirchner. La gente les sirve hasta que no les sirve más, manual de estilo.
Pero la pregunta es: ¿Dónde estarán entonces, cuando todo se complique, esos 704.860 que un domingo de furia lo votaron?... ¿Llenarán la plaza de Mayo al grito de Macri o muerte?... O más bien reciclarán sus cacerolas, que acaso de poco y nada les sirvieron con Cristina, pero que tantas satisfacciones les dieron con la Alianza anterior.
Apoyado, sostenido en esa puntita casi invisible del 1,40%, decir que la mayoría del  pueblo votó a Macri, es lo mismo que decir que ese vaso está medio lleno porque está medio vacío.
Sin quererlo o no, la revolución de la alegría está en marcha. Mauricio Macri la encabeza. Lo espera el tremendo problema del narcotráfico, para lo cual no tienen más planes que repetir fracasos ya mil veces probados. Lo espera su propia promesa de levantar el cepo, disparar el dólar, y perder en pocos días el control de la economía. Lo espera un parlamento sin mayoría propia. Lo espera el juez Griessa para llevarse hasta las lapiceras. El FMI, con la servilleta puesta. Su amigo Cameron, para decirle que se olvide de las Malvinas. Pero sobre todo, lo espera el gran pueblo argentino. Sus dos mitades.
La mitad que lo votó porque no quiere a Cristina aunque tampoco lo quiera a él, y que le crea o no le crea igual le va a exigir algo más que globos de colores; y la otra mitad, que no lo votó porque no le cree ni lo quiere, pero que igual le va a cobrar y sin demoras todo ese bienestar que tan alegremente prometió cuando hablar le parecía gratis.
Entre una mitad y la otra, está la famosa grieta. Su vacío. El abismo.