Queridos lectores, amigos, compañeros, y no:
En esta hora de victoria, queremos precisar nuestra posición.
Muchos consideran El Martiyo un blog “oficialista”. No es así.
Ya explicamos alguna vez que dicha impresión resulta de una ilusión óptica generada por el hecho de que este gobierno es martiyista.
Desde nuestro punto de vista, es el gobierno nacional el que hace lo que nosotros queremos, y no al revés.
El Martiyo nació en octubre de 2008 como una consecuencia más de la llamada crisis del campo, cuando el voto no-positivo del no-positivo Cobos, cuando el Grupo Clarín-La Nazión (lo que es, supone y oculta) parecía el vencedor invencible de la historia Argentina; y cuando vimos a tanta gente buena y sencilla y tan confundida, bailando abrazada a la Sociedad Rural, a la cúpula eclesiástica, a Duhalde, a Barrionuevo, a los poderosos de siempre, y sin percibir, ni por asomo, la derrota que festejaban…
Entonces comprendimos hasta qué punto Clarín, el Grupo, nos había dañado.
Veinticinco años de periodismo industrial, más de diez colaborando con el Grupo, con distintos productos y tentáculos del Grupo (no sólo con el diario), me habían vacunado contra ese mal, pero a cambio multiplicaban mi espanto.
Ahí nació El Martiyo, y no para defender al gobierno, sino para atacar a Clarín.
El Martiyo, su editor, por otra parte, no está interesado en defender un gobierno u otro, porque personalmente no participa en el poder, y porque antes que el partidismo interno, le preocupa la independencia nacional, y sabe, pese a lo repetido hasta el hartazgo en las escuelas, que la Argentina no es todavía un país libre y soberano, y por lo tanto, apoya las políticas, del partido que fueran, dirigidas hacia ese objetivo: la independencia nacional.
Pese al himno, al 25 de mayo, al 9 de julio, y la Casa de Tucumán, aún la Argentina no es económicamente libre –los recientes pagos de la deuda negociada, pero deuda todavía, y la Fragata en Ganha, son apenas botones de esa muestra-; tampoco territorialmente somos soberanos aún, allí están las Malvinas, Georgias y Sandwichs del Sur como heridas abiertas; y parte de nuestra población y su clase política, y los grandes medios, están culturalmente colonizados.
Mal que les pese a los que odian a este gobierno, en el fondo de sus almas tristes, saben que más de una vez en estos años le desearon el mal al país. Eso es de cipayo, y si tenemos cipayos, es porque no somos libres.
Así enfocada, tampoco entendemos la política argentina como una lucha de poder entre distintas facciones o lemas, sino como un enfrentamiento moral entre los que buscan liberarnos de los viejos amos (la oligarquía terrateniente, los monopolios de todo tipo, la Iglesia secular, la banca financiera internacional, el Departamento de Estado norteamericano, etc); o encadenarnos todavía más.
En esa lucha, la derrota del Grupo resultó siempre para nosotros la madre de todas las batallas.
Que los dos grandes medios hubieran abandonado la práctica del periodismo por el ejercicio soterrado de la política, se podía entender... Que subestimaran constantemente a sus lectores con mentiras ligeras y desmentidas demoradas, era un riesgo de ellos. Pero pronto quedó claro que Clarín y La Nazión estaban a favor de cualquier cosa que dañara a este gobierno, aún si esa cosa dañaba a un mismo tiempo al país, que somos nosotros. Ahí lo imperdonable.
El domingo pasado titulaba en tapa Clarín: “La economía no levanta, y bajan los pronósticos para 2013”; pero ya apenas la bajada confiesa: “Para el año próximo se espera bajo crecimiento, aunque mayor al de 2012”.
Una noticia así detonaría de júbilo toda la Europa actual, y medio mundo por lo tanto. Clarín consigue extraerle su gotita de angustia.
No es un detalle, es apenas una pequeña muestra extraída al azar.
Porque así Clarín, a diario, minuto a minuto, 24 por 24, instala el clima casi total de la “actualidad”.
La realidad no importa, porque la realidad es un juego de percepciones; la percepción, por lo tanto, es lo que importa.
Y esa percepción, a nivel nacional, le pertenece a Clarín por prepotencia de volumen.
Cuando se adueñaron de Papel prensa, y luego, cuando se compraron el 90 por ciento de los medios de Capital y Gran buenos Aires, terminaban de comprarse, en realidad, La Realidad.
Así elaboraban a diario, 24 por 24, minuto a minuto, el menú principal sobre el cual después, recién después, de última, elegiríamos nosotros.
Los temas más urgentes, los políticos honestos, y los otros, las figuras más importantes, los mejores grupos, los libros, las modas, el lenguaje, en fin: ellos distinguían, para todos nosotros, el bien, del mal.
De pronto el bien fue Cavallo, Menem, De la Rua, Duhalde, Biolcatti o Shocklender. Ellos lo decidían. La realidad, se habían comprado.
En todos los bares Clarín en la mesa y TN en las teles, y su largo lamento como una garúa imparable sobre el humor del día.
Gotas que taladran la roca, ellos son el día.
Supieron ganarse el desprecio popular, y culpan a este gobierno.
Pero mucho años antes de que nadie oyera hablar de Néstor Kirchner, ni con quién se había casado; este cronista recuerda un grafiti estampado en distintas esquinas de la ciudad: “Nos mean, y Clarín dice que llueve”. No es de ahora que nunca los quisimos...
Por eso también nunca terminó de convencernos el gobierno de Néstor Kirchner, porque sabíamos exactamente lo que significaba la fusión de Cablevisión y Multicanal.
Y por lo mismo no dudamos en encolumnarnos cuando en el 2008 rompió lanzas con el Grupo... Y hasta nos ganó su simpatía cuando frente al cronista que le recordó lo brusco del cambio, él respondió: “y bueno… ¿no me dejás mejorar?”.
El Grupo Clarín es y ha sido mucho más que un grupo dedicado al negocio de los medios, incluso mucho más que un monopolio: es un estado paralelo, interior, tutor de la Argentina, que se piensa soberana, pero...
Por la sola fuerza de su propio poder transformador de la realidad, no de otra forma, Clarín y La Nazión sobrevivieron a su pornográfica complicidad con el genocidio, como si fuera posible. Pero se entiende: no había político que tuviera su chance en la democracia que ellos manejaban, ¿quién iba a apuntarlos?.
Así desde entonces el Grupo eligió y depuso presidentes, decidió políticas económicas sin considerarnos jamás; ungió y abolió ministros, diputados, senadores, jueces, hizo y deshizo como se le dio la gana, y aún hoy pretenden medir su poder con la República entera.
La lucha por la independencia nacional no ha terminado.
Por eso este blog no pierde su tiempo con Guillermo Moreno, el cepo cambiario, personajes de segunda línea, medidas coyunturales que no rompen la historia ni la doblan... En un país colonizado, esas discusiones caseras hacen las delicias del invasor, que así divide y reina.
La reforma del Banco Central, la negativa a negociar con fondos buitres, la renacionalización de YPF, la libertad para alinearnos con quien se nos de la gana, duplicar la clase media, triplicar el presupuesto de educación, rescatar millons de personas de medio siglo de abandono social, son victorias tangibles en la lucha por la independencia.
A diario recorremos las críticas al gobierno buscando alguna que sin prejuicios nos convenza. Pero desde hace años no hallamos más que agravios o malos augurios que se repiten sin cumplirse, acusaciones sin pruebas, escandalosas denuncias que enseguida se pinchan, o interpretaciones y análisis en sí mismos viciados por los intereses mercantiles de la empresa periodística que los encomienda.
Casi resulta cómico que en todos estos años Clarín y La Nazión no le encontraron a este gobierno la más mínima virtud, ni el más casual acierto; por el contrario, se sintieron siempre acosados, desprotegidos, incluso censurados, víctimas de una justicia dependiente del poder político…
En cambio durante los años del genocidio y la destrucción programada del Estado y de la industria nacional con todos sus trabajadores adentro, Clarín y La Nazión consideraban la justicia independiente, la libertad de expresión plena, y por supuesto, un país con vicisitudes, cómo no, pero nunca notaron nada grave.
El día que la Argentina sea de verdad libre, libre su territorio, su clase política, su justicia, su prensa, sus bancos; quizá nos demoremos en funcionarios de segunda o medidas coyunturales, y hasta le dediquemos el tiempo que sí se merece la impericia inmaculada del intendente Mauricio Macri, que el Grupo también encubre.
Pero mientras una corporación, o dos, o diez, o las que fueran, desafíen al Congreso y al Ejecutivo juntos; mientras un grupete de abogados ignore a la Corte Suprema y marque el rumbo de nuestra suerte; mientras una cámara empresarial norteamericana (la SIP) venga a fiscalizar nuestras políticas internas, y un pelotón de cipayos los reciba con alfombras rojas; El Martiyo continuará en esta lucha por la independencia que tan bien interpreta y traduce en hechos el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, martiyista de la primera hora.
El Martiyo
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