El premio nobel de la paz Barack Obama junta votos en su
congreso para soltar bombas en Siria, un país que ni conoce, y donde matará
mucha gente para que no muera mucha gente, dice.
Es sin embargo el mismo hombre que allá por el 2008 cubrió
el planeta con un manto inconcebible de esperanzas, apenas por ser negro.
Mientras tanto la "primavera árabe" que auguraban alegres los
habladores, allí florece en flores de sangre que no paran de sangrar.
TODO EL MUNDO SE EQUIVOCA
Si alguna risa grande le está saliendo al mundo, son los
escandinavos con su pobre premio nobel (ni mayúsculas le metemos, que se vayan a
cagar). No le dieron el de literatura a Borges, pero sí el de economía a Milton
Friedman y hace poco el de la paz a Barack Obama, que ahora junta votos en su
congreso para soltar bombas en un país que ni conoce, mientras se caga,
de paso, en todo el mundo. Un chino diría, son tiempos interesantes.
Grandes mitos se derrumban como caen los dioses de Pessoa en
el suelo del Destino.
Nadie es mejor por ser blanco, está claro, pero tampoco por
ser negro, ya lo vemos.
Los grandes diarios mienten y cada día más gente lo descubre. Y no sólo
Clarín –primus interpares de la mendacidad-, también El País de España, y el Washington Post, y O Globo, y Le
Monde, todos mienten ya desde que dicen que lo que único que les importa es la
verdad.
Y los curas no son santos, ni siquiera decentes, lavan guita y piroban pibes.
Y la familia real no
es noble. Y Obama no es mejor que Bush, y la prohibición no resuelve el narcotráfico, y el
premio Nobel es un cachivache.
Mitos que se derrumban. Un mundo que se viene
abajo. Un tiempo que termina.
A fines del siglo XX vimos desinflarse la vieja contienda
este-oeste, y ahora en dominó vemos desdibujarse la norte-sur. Y es que el mundo no es
cuadrado. Es redondo y gira, y gira muy rápido, a 1600 km por hora, más rápido
que un lavarropas, y en su batea nos mezcla y nos revuelve a todos.
En su momento y en austera soledad, ante el triunfo de Obama
en 2008, avisamos, allá en El Martillo de Clarín.blogs, que ningún presidente
de Estados Unidos sería jamás otra cosa que un presidente de Estados Unidos así fuera
blanco, negro, verde o plateado... Pero si hasta Fidel Castro pareció entonces
reblandecido, y el ingenuo Hugo Cháves le regaló un ejemplar de Las venas
abiertas de América Latina. Ja.
Venía de abajo, ni siquiera era norteamericano, surgió de
las luchas por los derechos civiles, algunos creyeron ver en él la encarnación del
sueño que soñaba Luther King, así se puso de moda, y rápido acabó en esto: Bush. El hijo, ni
siquiera el padre. ¿Por qué engañó tanta gente?...
Con el mismo entusiasmo en los inicios del 2011, conforme el medio oriente ardía, los grandes
medios del mundo ponían de moda la contenta expresión “primavera árabe”, y sus
habladores a coro deliraban amaneceres democráticos y flores y pajaritos
con los colores de la libertad y el silbo de la justicia.
El Martiyo, también
entonces en austera soledad, avisaba este porvenir que ahora ya vino (ver aquí), y no de profetas, lo avisamos, sino apenas
por no apurarse a repetir lo que repiten los grandes habladores apurados por
sus cierres urgentes, y sus modismos de moda. Bastaba mirar sin pasión para ver que ninguna paz iba
surgir de lo profundo de esos pueblos sometidos hace tanto, enfrentados hace
tanto, asfixiados hace tanto, y de pronto sueltos, libres de aquellos dictadores al
fin y al cabo tan funcionales a la hora de aguantarles la parada a Washington y
Tel Aviv…
Kadafi, Mubarak, amores de estudiantes, de pronto eran ayer.
Berlusconi, Sarkozy, recién a los besos, ya se los sacaban de encima como si
fueran caspa. Acto seguido, siempre con fines humanitarios, las fuerzas de la OTAN iniciaron el incendio
que ahora Obama pretende apagar con más fuego ya que estamos. El Oriente Medio es complicado, dicen y van.
Berlusconi y Sarkozy, Mubarak y Kadafi, ya son historia.
Ahora es la hora de mostrar su pistola Barack Obama, que por aquellos días recién
entraba en la escena augurando sonriente –no se sabe si por ingenuo o por
ignorante- una era de paz y democracia para todo esos pueblos que ahora quiere
bombardear.
Ayer se clausuró en San Petersburgo la reunión
del G20 a la que Obama fue a buscar apoyo para su invasión. Pero no pudo ser. El
apoyo, la invasión será. Rusia, entre otros, quedó del otro lado. Otra vez
enfrente, o más bien enfrentado con los Estados Unidos. Nadie sabe de lo que son
capaces esos dos. Ellos tampoco. Hay algo más grande que se los lleva
puestos. Tampoco es la Historia. Es
otra cosa. Un amasijo de codicias inmensas como una bola de nieve que rueda
montaña abajo desde hace mucho. Y ellos no piensan pararla. Al contrario: son la bola. Se miran de reojo, y
van a la guerra.
¿Hay algo mejor para poner en
movimiento la industria pesada y sus incontables derivados? ¡en plena crisis! Viva. Muchos morirán,
por supuesto. Pero esos ya están en la cuenta, ¿o qué se creen?.
Y ustedes, nosotros, ¿de qué vamos? Nosotros, ustedes, somos justamente los muertos. Los que no importan. Esos que ya estamos en la
cuenta.
¿Y cómo llegamos a esto? En buena medida por intoxicación
informativa, por tragar sin masticar ni distinguir qué nos llevamos a la boca,
y que luego repetimos como eructos.
¿Usted también creyó, por ejemplo, estimado lector, que Obama era distinto,
que suponía una esperanza de algo nuevo?... ¿O acaso todavía se deja
impresionar por el premio Nobel, o de verdad piensa que la prohibición de las
drogas está ganando su batalla?...
Entonces pregúntese por qué, indáguese sin miedos, sea
valiente, intente recordar cómo es que llegó a tales conclusiones, y antes aún: constate
con toda honestidad si de verdad piensa lo que dice que cree, o más bien terminó
creyéndolo de tanto pensarlo para repetirlo.
Cuántos individuos de esa mayoría mundial que celebraba la
llegada del presidente negro sabían de verdad algo de él, de los intrincados
intereses en cuya red allí lo echaba su propia victoria; del verdadero poder tan
relativo que suele tener en realidad un hombre en ese cargo, de la calidad de
sus socios, de sus compromisos callados, de sus verdaderas, íntimas
intenciones. Nada. La gran mayoría no sabía nada, y celebraba ¿Por qué? Por la
fuerza incalculable de la difusión a gran escala que arrastra multitudes a
pensar y decir, así, cualquier cosa.
Ahí el enemigo de la hora: los grandes medios del mundo.
Porque
fusionados, monopólicos, holdinizados, los grandes medios, por dinámica y volumen, quedaron del lado –o en manos- de la voracidad, del poder sin límites, del Mal.
De los intereses corporativos de unos pocos en detrimento
del resto.
De los superbancos y su red de casinos financieros.
De de la banca off shore.
De sociedades anónimas multinacionales cuyas composiciones
societarias son indescifrables o directamente secretas, como sus mandamases invisibles.
El periodismo independiente no existe o quedó reducido a un
blog como este o cosas así.
Lo más honesto que nos
queda ahora es lo que ya empieza a llamarse sin más vueltas, crudo y claro, el periodismo militante. El otro no es
militancia ni es periodismo, es publicidad encubierta, inteligencia operativa, difusión
institucional disfrazada de información objetiva. En síntesis, mentiras.
Mientras lo medios del periodismo militante dejan claros sus principios políticos, el otro oculta sus verdaderos intereses detrás de sonoros mandamientos éticos que en los hechos no respetaron jamás, como el periodismo independiente, la libertad de
expresión, ni siquiera la de empresa.
Ahí el enemigo de la hora.
Es él el que nos dice quién es aquél que no podemos conocer
sino por lo que él nos cuenta, o elige contarnos.
Así creemos saber y decimos saber quién es Cristina, Massa, Obama...
tan grandes son los medios cuando son así de grandes, que alcanzan a eclipsar la
realidad con una realidad que no es tal cosa.
Y entonces claro: entonces todo el mundo se equivoca, y el propio premio nobel de la paz resulta ser un loco de la guerra. `
* * *