De Juan
B. Justo a Nicolita del Caño, de Vittorio Codovilla a Victoria Donda, de Alfredo
Palacios a Jorge Altamira, de la Unión Democrática a la Revolución Fusiladora,
y aún con el Proceso, parapetada en un puritanismo impracticable, la izquierdita
argentina siempre supo encontrar razones revolucionarias para servir justamente
a quienes dice combatir.
LA
DERECHA QUE LA PARIÓ
Nicolita del Caño y la asépsia histórica de la izquierdita argentina (*).
Médico,
político, parlamentario, y como todo argentino, escritor y periodista, a fines
del siglo XIX Juan Bautista Justo fundaba el Partido Socialista Argentino.
Entonces
los obreros organizados respondían en general a los centros anarquistas que los
inmigrantes europeos fundaban por todas partes. Pero el doctor Justo, con sus
teorías recién importadas, y su extraña pero ardorosa defensa del libre
comercio, supo cautivar a un mismo tiempo a varios de los intelectuales más
notables de la hora, y a bastos sectores de la burguesía porteña. Y así fue
como armó el PSA, al que con artera precisión Jorge Abelardo Ramos llamaría un
día “Partido Metropolitano de Consumidores”. Nacía la izquierdita argentina.
“Me
hice socialista sin leer a Marx”, confesaría Justo, así que ya que estaba, fue
y lo tradujo para lustre de su bronce. También fundó el periódico La
Vanguardia, en cuya primera editorial, el 7 de abril de 1894, el propio Justo
anunciaba difundir desde allí las doctrinas económicas de “Marx, Ricardo, y
Adam Smith”. Sí, sic.
Entre
sus méritos se recuerda también la creación de la cooperativa de consumo El
Hogar Obrero, con la cual muchos años después, uno de sus discípulos directos,
Germán López -entonces travestido en alfonsinista- estafaría a todos sus
socios.
Pero
eso ocurriría mucho después, y mientras tanto sus declamaciones humanistas, su
obsesiva lucha contra el alcoholismo, y su férrea defensa del libre comercio,
encantaban por igual ganaderos de la Pampa Húmeda, pensadores y tenderos
porteños, así como desconcertaba a sus contertulios de la Internacional, y espantaba
a los obreros locales, a quienes por entonces Justo aconsejaba “no beber ni mezclarse
en política”.
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Alfredo Palacios, embajador de la Fusiladora |
Hasta
que al cabo un día, su alma neoliberal, su moralismo exacerbado, la
incompatibilidad casi cómica de sus premisas fundamentales, y su público
selecto pero menguante, hartaron a buena parte de sus seguidores, que allí nomás
se abrieron y armaron el Partido Socialista Independiente, y luego, ya con la
revolución rusa en el 17, de aquellos indoblegables surgiría por fin el Partido
Comunista Argentino: PCA… Más tarde, hacia 1928, otro desprendimiento del PS
acabaría en el Partido Socialista Auténtico, (adjudicándole al otro, de paso y por
contraste, su condición de falsedad o baratija), y dispuesto desde su origen a
socavar el gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen, y entre cuyos cuadros
principales destacaban ya figuras como Roberto Noble –a quien le debemos
Clarín-, y Federico Pinedo, abuelo del actual senador de la derecha -porque lo
que se hereda no se compra-, y poco después ministro de hacienda de Justo y
Ortiz durante la Década Infame, cuando fuera gestor y padre del célebre pacto
de entrega nacional a Inglaterra conocido como Roca-Ruciman… La cosa es que así,
intestinalmente, dijéramos, la izquierda vernácula comenzaba a romperse en
muchos pedacitos como muchas izquierditas.
Recién
volverían a juntarse en 1945 para integrar la Unión Democrática junto a los
conservadores, los radicales, los Estados Unidos, y lo que venga. Había que
enfrentar a los trabajadores, eso era lo importante.
En una concentración
imponente –diez veces más numerosa que la del último 1ª abril-, el 19 de
setiembre del 45 doscientas mil personas marcaron el lanzamiento de la Unión
Democrática, marchando encabezadas por el embajador norteamericano Spruille
Braden, cuyo Libro Azul, proponía por entonces la intervención militar estadounidense en los países suramericanos, “para limpiarlos de nazis”.
Cantando La Marsellesa en francés, allí iban del brazo de Braden conservadores
y radicales, comunistas y socialistas, y todos tan contentos. Perón después comentaría:
“nunca vi a un obrero argentino cantar en francés”.
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Clarín, claro, apoya al candidato de la UD |
Para
entonces el pollo más promisorio del galeno Justo, era el ya mediático Alfredo
Palacios, figurita repetida en los diarios de las familias Mitre y Gainza Paz, y
luego embajador en el Uruguay por la Revolución Fusiladora durante las
presidencias de los asesinos Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu. Alfredo
Palacios, otro humanista.
Sin
embargo aún hoy la izquierdita suele repetir, como si dijera algo, que todas
las leyes sociales y laborales impuestas por Perón eran de Alfredo Palacios.
Según esta teoría, Marx, Engels, Lenin, Trotsky y otros, también serían inventos
de Palacios.
Pero si
hablamos de Palacios no podemos obviar a su par y camarada Américo Ghioldi, quien
supo quedar en la historia por su imborrable artículo en La Vanguadia en apoyo
a los fusilamientos de José León Suárez, y merced al mármol de una sola frase:
“Se acabó la leche de la clemencia”.
Y si
hablamos de Américo hay que hablar entonces de su hermano Rodolfo, primer orador
en el acto fundacional de la Unión Democrática en representación del Partido
Comunista, y más tarde exilado en Brasil, donde conspiró, como no podía ser de
otra forma, contra el gobierno popular de Getulio Vargas…
Entre
aquellos próceres del PCA sería injusto no destacar a Vittorio Codovilla,
hombre condecorado por el propio Stalin a quien sirvió hasta morirse por fin en
Moscú. Internacionalista sin par, en 1943 se opuso a las huelgas obreras
contra los frigoríficos ingleses en apoyo a los aliados. En 1955, cuando la
Fusiladora, ya bombardeada la Plaza de Mayo, don Vittorio advirtió en el almirante
Isaac Rojas un hombre que “parece inclinarse hacia posiciones democráticas, y
de cierta resistencia al imperialismo yanqui". En fin.
Mientras
tanto el PSA, diluido de a poco en su propia ineficacia, fue perdiendo peso en
las urnas, y aunque conservó alguna fuerza entre el estudiantado, también por
lo mismo se redujo más bien a una suerte de ateneo cultural, social y
deportivo.
El Partido
Comunista, en cambio, no abandonaba su intransigencia ideológica –la cual como
fue dicho no le impidió marchar del brazo del embajador norteamericano, pero
además lo mantuvo siempre a salvo de cualquier gestión práctica-, como así tampoco
abandonó su local central en la avenida Callao, justo encima de otro PC: Pierre
Cardin. Durante años los dos PC lucieron sus carteles uno pegado al otro como
una burla fiera de la suerte.
Proscrito
varias veces, con militantes efectivamente perseguidos a lo largo de su
historia, sin embargo el PCA no tuvo ningún problema en acompañar la dictadura
genocida, a la que en un principio, a manera de presentación, no reconoció como
un golpe de estado, sino que la consideró una “necesidad circunstancial” y allí
nomás propuso lo que llamó “la convergencia civico-militar” en apoyo a Videla,
y en la inteligencia de que existían entre los golpistas “militares
democráticos” a los que ellos proponían defender ante el avance “fascista” de
las líneas “pinochetistas” de las Fuerzas Armadas. La historia ya nos descubrió
en qué dieron aquellas evaluaciones, y el hoy fantasmal PCA.
Perdida
sin solución en un limbo ideológico habitado por conservadores, radicales, experonistas, y otros oportunistas, la izquierdita argentina, inagotable, siguió
pariendo partidos y más partidos, el PO, el PSD, el PI, el MAS, el MTS, el FIT,
y otras incontables siglas y peñas que así continúan con el desguace total
hacia el último átomo.
Como
era de esperarse, cien años de errores erráticos no podían tener un final
feliz. Los sueños iniciales del doctor Juan B Justo, acabaron así en el presente
calidoscopio trosko cuyas figuras incomprensibles pero concéntricas, se forman,
reforman y deforman con los pedacitos rotos de sus incoherencias de origen, de su
espíritu burgués renegado, de sus minucias moralistas, de su banalidad foránea
disfrazada todavía de cruzada internacional…
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Los compañeros Donda y de Prat Gay. |
Fieles
a un estilo, así también durante la última contienda presidencial vimos por
ejemplo a Victoria Donda panfleteando de la mano de Alfonso de Prat Gay;
mientras el guevarista Nicolás del Caño, ante el abismo de un ballotage que
podía sumir al país y su pueblo en un desastre macrista como el actual,
recomendó votar en blanco, total...
Pero
las banderas no se rinden, y la tenacidad tiene su premio. Un reciente
resplandor hizo brillar por un instante a la izquierdita argentina una vez más.
Fue durante el paro general del último 6 de abril, cuando la CGT optó por no
movilizar, y entonces la izquierdita sí.
Para
mejor evaluación del detalle, nos remitimos a un pasaje de Horacio Verbitsky en
su artículo de ese domingo 9 en Página/12:
“Ya el jueves 6, día del imponente paro general, el
presidente Maurizio Macrì había felicitado a sus dos ministros Bullrich por la
violencia ejercida contra quienes piqueteaban los accesos a la Capital. Aunque
hubo una coincidencia política en desviar la atención de la unanimidad en el
repudio al modelo económico-social y restar protagonismo a las centrales
sindicales, la izquierda trotskista ejercía un derecho mientras el gobierno
nacional lo reprimía, una diferencia no menor, sin equivalencia moral ni
jurídica posible”.
Ahí la cosa: “Aunque hubo una
coincidencia política en desviar la atención de la unanimidad en el repudio al
modelo económico-social y restar protagonismo a las centrales sindicales”…
Se
diría que hay cierta perfección en eso de equivocarse sin fallar.
Ante la muerte de Fidel Castro, Nicolita del Caño salió
corriendo a tuitear sus diferencias con el gigante cubano. (A propósito, un día
de estos yo también quisiera decir algo sobre las diferencias entre mi obra y
la de Borges).
Esta semana Libres del sur anunció su adhesión a Sergio
Massa, sueño dorado de Magnetto, ya que antes que nada y sobre todo promete a
voz en cuello “frenar a Cristina”. (Macri que siga).
En tal sentido hay que reconocer que Myrian Bregman,
referente de una de esas combativas aunque confusas siglas, tampoco pierde
oportunidad para atacar a la gestión anterior, en línea con Magnetto, y sin
necesidad de haber gestionado nunca nada, total...
Pero algo hay que reconocerles.
Sin vocación de poder en absoluto, parapetada en un puritanismo inocuo por
impracticable, devota de la revolución sin fin -y sin comienzo tampoco-, la
izquierdita argentina podrá parecer para siempre astillada en un revoltijo
inoperante, pero está demostrado que sabe cerrar filas cuando hace falta: para
la Unión Democrática, en la Revolución Fusiladora, durante el Proceso, ahora
mismo, en fin… cada vez que así lo reclama la derecha madre que la parió.
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Y dale que va... |
(*) Ilustración de Claudio Real.
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