Los
resultados de las PASO no sólo sepultaron a Macri bajo los escombros de su fracaso, sino que le
avisaron a Magnetto que hubo un tiempo que fue hermoso pero ya se terminó. El
periodismo de guerra iniciado en 2008 contra Cristina Kirchner, acaba en una costosa
derrota que están dispuestos a repetir.
LAS RUINAS CIRCULARES
Peronistas
de la tercera edad gustan subestimar el poder de los grandes medios invocando
aquella graciosa paradoja de Perón “cuando tuvimos los diarios en contra,
ganamos, y cuando los tuvimos a favor perdimos”.
No les
bastó la crisis de 2008, cuando los cuatro machos del agronegocio pasaron a ser
“el campo”, y hasta los pobres salieron a defender a la Sociedad Rural, una de
las instituciones más golpistas del país. No les bastaron las elecciones de
2015, cuando las operaciones mediáticas contra Aníbal Fernández definieron la Provincia
y en dominó la Nación. No les bastó la conversión de Cristina en la gran chorra
argentina, y en simultáneo la de Macri –nada menos- en una esperanza de
transparencia... Hoy todavía muchos repiten como una verdad inoxidable aquella vieja
paradoja de Perón. Más aún después de las PASO, cuando la formidable derrota
del oficialismo, los llevó a creerla definitivamente.
Pero
Perón dijo eso desde su exilio, refería sus primeras presidencias, hablaba de
un país con apenas tres diarios importantes, la televisión era más un intento
que un invento, y las pocas radios influyentes apenas se oían más allá de la
Capital. Perón no enfrentó la televisión masiva, el cable, señales de noticias 24
horas, celulares, redes, streamings, trolls… otro país, otro mundo. Si hay
verdades eternas, es porque existen las otras.
Con
mucho esfuerzo, gran despliegue, sin reparar en gastos ni en éticas, en 2015 el
Grupo Papel Prensa alcanzaba por fin el gobierno con uno de sus socios más
sucios, procesado por asociación ilícita y escuchas ilegales; ya condenado
alguna vez por contrabando agravado; en conocimiento incluso de los Panamá
Papers –porque ellos tuvieron esa información antes de las elecciones de
octubre-, y aún así consiguieron convertir a Macri en un símbolo de
“transparencia”. La historia demostró hasta qué punto era todo mentira, puro
marketing… el poder específico del Grupo.
Pero
todavía algún viejo peronista repite aquella sentencia de Perón que el tiempo
deshizo en chiste.
No ven,
no pueden o no quieren ver lo que de verdad sucedió. Los resultados de las PASO
no fueron solo una victoria del Frente de Todos sobre Macri, sino y sobre todo una
derrota contundente de Clarín, lo que es, supone y oculta.
El
triunfo del candidato elegido por Cristina contra el candidato sostenido por
Magnetto, es mucho más que un resultado electoral. Es el resultado de esa
“guerra con los medios” propalada por el propio Grupo desde 2008 contra el
gobierno de Cristina. Su confeso “periodismo de guerra”, su derrota.
Once
años de persecución mediática sin respiro con el apoyo invalorable de jueces y
fiscales… Once años de diarias injurias en cuerpo catástrofe, allanamientos
espectaculares, maniáticos perforadores de la Patagonia, detenciones
humillantes en vivo y en directo, y un coro permanente de espías y/o
periodistas –eso está por verse- cacareando acusaciones sin pruebas, apretando
testigos, extorsionando gente… once años de lucha y sacrificio, entregando la
poca credibilidad que les quedaba, y todo y tanto acabaron el 11 de agosto, cuando
un 70% de la ciudadanía les dijo que ya no les creía más.
TN lleva
meses cayendo en las mediciones, C5N es el líder. Clarín es el diario que más
lectores perdió en los últimos 15 años. Lanata no da más. Fantino vuelve
vencido al periodismo deportivo. Majul, Leuco, Feinman hablan como debajo del
agua, entre borbotones de furia, burbujas, ni se les entiende ni se les oye. La
guerra con los medios terminó, perdieron.
Cristina
no les ganó una elección: le demostró al pueblo que mentían, que no hacían
periodismo sino política, y que estaban del lado de los saqueadores del país,
de los hambreadores, del enemigo... Pastorcitos sin lobo, hoy nadie les cree ya. Ahí el fin.
Porque
más allá de las tiernas ilusiones de Alberto Fernández y el fin de su grieta, cuando asuma el nuevo
gobierno ellos seguirán ahí, siempre dispuestos a concentrar poder y marcarle
la cancha, acaso renovados, caras y nombres, un nuevo lanata y otro majul, aquél
delgado y éste capaz de articular cuatro oraciones, o un leuco sin leucocitos,
y variantes así, make up y cartón pintado, pero los mismos métodos, los mismos
recursos, las mismas prácticas que sin embargo los llevaron a semejante
derrota. Ahí el fin.
* * *