////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

domingo, 14 de julio de 2019

DECADENCIAS ARGENTINAS: DE LAS FUERZAS ARMADAS, a los “milicos”…




De San Martín a Videla, de Belgrano a Aguad, del glorioso Ejército del Norte a los grupos de tareas de la ESMA, del cruce de Los Andes al bombardeo a Plaza de Mayo, de las victorias hasta el Alto Perú a la rendición en Malvinas, los militares argentinos recorrieron un largo camino de la gloria al oprobio.
El desfile del último 9 de julio dejó esta magnífica foto de Pepe Mateo, y una colorida gama de reacciones que fue de la nostalgia de los menos al desprecio de los muchos.
Sin embargo el sueño de un pueblo orgulloso de sus fuerzas armadas, alguna vez fue realidad. 
Pero entonces llegaron los milicos.



UN EJÉRCITO LLAMADO MARTA

Foto: Pepe Mateo




Tampoco dejaremos de ser una colonia hasta que no logremos integrar pueblo y Fuerzas Armadas. Unas Fuerzas Armadas profesionales, bien entrenadas y bien equipadas, concentradas en el desarrollo y la defensa nacional. Y un pueblo orgulloso de ellas.
Las Fuerzas Armadas que forjaron San Martín y Belgrano, pero también  Savio y Mosconi. Las del Cruce de Los Andes y Fabricaciones Militares. Las que luchaban por la independencia de la patria en todos los planos de la Nación.
Esas Fuerzas Armadas que no existen hace mucho.
Una vez expulsado el español, ya desterrado San Martín, bajo una flamante independencia nominal, el prócer escolar Bernardino Rivadavia decidió que no fuéramos libres por el novedoso truco imperial del endeudamiento externo. Mientras tanto las cúpulas patricias del ejército contaminaban su espíritu con la puerilidad tilinga de la oligarquía terrateniente, anglófila, y por lo tanto cipaya. Antes de un siglo estaban a su entero servicio.
Ni la espantosa guerra contra el Paraguay, ni la confusa Conquista del Desierto mejoraron las cosas, y para 1930 probaron llevarse puesta la Constitución, voltearon a Yrigoyen, creyeron que iban bien, saludaron el pacto Roca-Ruciman, custodiaron con sus propios sables la entrega del país a lo largo de toda la Década Infame... y acabaron lógicamente bañados en mierda.
Distintos, acaso avergonzados –o ambas cosas-, surge en el propio seno de las Fuerzas Armadas un grupo de oficiales (unidos, bueno) que lentamente las rescata de sí mismas. O al menos lo intenta.
Por una breve primavera que en los hechos no dura ni diez años, las Fuerzas Armadas vuelven a servirles a la Nación y a su pueblo. Son los sueños de Savio, los días de Pistarini, Mosconi. De pronto en los hoteles de Chapadmalal veraneaban juntos obreros y militares. Dirá Perón desde el exilio: “yo sabía que eso nunca me lo iban a perdonar”.
Hartos de esos cabecitas negras que ensuciaban sus playas con sus hijos, el 16 de junio de 1955 -siempre con el apoyo del State Department-, aquellas cúpulas patricias, tilingas, aspiracionales, anglófilas, eligieron la sedición y el crimen, bombardearon a su propio pueblo, y a partir de entonces lo vigilaron, lo censuraron, lo persiguieron, lo fusilaron, lo secuestraron, lo torturaron y lo asesinaron o lo desaparecieron. También lo saquearon y lo endeudaron. Y así las Fuerzas Armadas dejaron de existir. Nacían los milicos. De mierda.
La sociedad civil aprendió a temerles, pero sobre todo a despreciarlos. Y a resistirlos.
La violencia engendra violencia, repetían los bombarderos y los fusiladores.
Condenados al eterno fracaso, antes de dos décadas aquellos tristes milicos fueron a buscar a Madrid al general que ellos mismos habían echado porque ya no sabían qué hacer con el país. Pero tanta violencia hace tanto engendrada, comenzaba a florecer.
Todos sabemos lo que pasó después.
De una vez por todas San Martín fue eclipsado por Videla, Brown por Masera, Belgrano por Camps, Güemes por Bussi. El glorioso Ejército de Los Andes quedó reducido a un cuerpo de policía del tipo Gestapo. Ya no se distinguían por sus fabricaciones militares sino por sus campos de concentración. 
Soberbios, ignorantes y malevos, una noche de copas confundieron al patrón con un amigo y se lanzaron a pelear contra la OTAN. Pero la Guerra por las Malvinas tampoco mejoró las cosas. Al contrario.
Soy testigo presencial de hasta qué punto el pueblo de pronto parecía perdonarles todo en apoyo a la campaña en las Islas. Pero otra vez mintieron, otra vez fallaron, ¡otra vez torturaron!, y por fin se rindieron y escaparon. Y al final otra vez los héroes serían del pueblo. Los soldados desconocidos y unos cuantos oficiales reconocidos. El alto mando volvería a casa con sus camperas de duvet intactas.
Pero fue entonces, diría Borges, cuando por fin se encontraron con su destino sudamericano.
Los mismos grupos de poder que tanto los habían usado y abusado, asqueados como traicionados por la aventura Malvinas, un día descubrieron la verdadera potencia de los medios de comunicación, optaron por la democracia, y los abandonaron a su suerte. Y su suerte fue poca. Desamparados, descubiertos, ni siquiera hizo falta la venganza: bastó con la justicia. De pronto eran públicos los crímenes más horrendos de aquella organización armada: los milicos. De mierda.
Los juicios comenzaron y ya nunca pararon.
Las Fuerzas Armadas pudieron encararlos como una oportunidad histórica para separar la paja del trigo y limpiarse como institución de un pasado para siempre imperdonable. Pero no. Optaron por abroquelarse en una actitud corporativa que ellos prefieren soñar “espíritu de cuerpo”, pero que en los hechos los revuelca en el fango de los mismos crímenes hediondos. Un Balza no hace verano.
Derrotados por la OTAN, abandonados por su pueblo al que tanto habían maltratado, a partir de 1983 comienzan el oprobio interminable y el deterioro sin fin.
Las dos décadas del infame Cavallo se llevaron el resto como un viento nuclear. En el Pacto de Madrid se firmó de una vez por todas la rendición en Malvinas. Por mandato norteamericano rápidamente se desmanteló el proyecto Cóndor; de los catorce establecimientos que tenía Fabricaciones Militares sólo quedaron cuatro; se privatizaron entre otras cosas los Astilleros Almirante Storni y el complejo naval TANDANOR, que terminó por fundir en 2001. Para el amanecer del nuevo siglo las Fuerzas Armadas Argentinas eran apenas un vestigio de sí mismas incapaces de enfrentar de igual a igual a la hinchada de Chicago.
Recién a partir de 2003 se reactivó FM para la producción de material ferroviario; en 2008 el Estado recuperó para sí TANDANOR; en 2009 se reabrió la Fábrica Argentina de Aviones dispuesta a producir con Brasil la aeronave de transporte KC390 con capacidad para 21 toneladas. Comparado en dólares con el presupuesto de Defensa de 2015, el de 2109 registra una caída del 41,64 por ciento.
En el marco del ajuste impuesto por Washington y su FMI, de las 88 agregadurías militares que había en las distintas embajadas por todo el mundo hasta 2017, este año sólo quedarán 30. Pero en la Casa Rosada festejan los ocho mil millones de pesos que esperan sacar vendiendo tierras militares en todo el país.
Más allá de los discursos escolares, y el menudo favor que les hace a los militares actuales la defensa oficial de los viejos genocidas, este gobierno los desprecia acaso más que ninguno desde el regreso de la democracia.
De los dos submarinos que poseía la Armada, acaban de perder uno con sus 44 tripulantes sin que al gobierno le importe en absoluto. Por el contrario, se esfuerza en ocultar las razones del desastre. No les importan los 44, pero está claro que todos los demás miembros de las tres fuerzas, tampoco.
En la extenuante historia de la desmalvinización nacional, nunca una administración fue tan lejos como la actual Alianza, entregando alegremente sus recursos naturales, ofreciendo el aeropuerto de Córdoba para que hagan escala los vuelos chilenos a Puerto Argentino, reconociendo al gobierno kelper como “autoridad legítima” de las Islas, despreciándolas como una sobra “porque tenemos un territorio inmenso”, borrándolas de los mapas oficiales, o llamándolas faklands sin ningún pudor.
Quizá la frutilla de tan apestoso pastel haya sido el año pasado, cuando la banda de la Fuerza Aérea entonó God save the Queen en la embajada británica para celebrar el cumpleaños de la reina de Inglaterra.
A cambio y como todo protagonismo, otra vez les ofrecen arrastrarlos a la doctrina de la seguridad interna, para usarlos otra vez contra el pueblo y después otra vez abandonarlos a su suerte.
O los hacen desfilar el 9 de julio, inflados por las fuerzas policiales, para exhibir lo que les queda cuando pasen bajo la ventana del embajador norteamericano.
Sin embargo en 2015 el 85 por ciento del voto militar fue para Macri, y en 2017 fue el 83 por ciento.
Será que les gusta que los llamen Marta.


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miércoles, 10 de julio de 2019

LA HERMANITA PELLONI: UNA SEMBLANZA…




La religiosa Martha Pelloni, heroína mediática de los 90, vuelve a las pantallas montada en la campaña electoral, y como para romper el hielo, y como si fuera gratis, acusa públicamente a La Campora de ser “el brazo del narcotráfico de la política de Cristina”… La acusación sin dudas y sin pruebas, cual revelación divina, es una constante en su trayectoria televisiva. Más que una costumbre.

EL HÁBITO DE LA MONJA




En los primeros días de enero de 1991 llegué a Catamarca enviado por la revista Noticias para cubrir la investigación del asesinato de María Soledad Morales. La monja Martha Pelloni era una de las estrellas mediáticas del momento.
Directora del colegio religioso al que asistía la víctima, ahora encabezaba las novedosas marchas del silencio que ya eran el hit de los noticieros, y luego rompía todos los silencios con acusaciones directas y furibundas contra el gobernador Ramón Saadi, su gestión, su ser y su familia.
Vale recordar que recién ese mismo verano Cavallo iba a parir la “convertibilidad” que le daría sustento político al gobierno de Menem, quien hasta entonces llevaba ya casi dos años sin hacer pie entre devaluaciones y corralitos. En ese convulso contexto, Ramón Saadi se disponía a pelearle el PJ en las próximas internas. Entonces apareció despedazado el cuerpo de María Soledad Morales.
El caso tenía su repercusión pero estalló a nivel nacional cuando la misma monja acusó del crimen a quienes rápido titulamos “los hijos del poder”: Guillermo Luque –hijo del diputado nacional Angel Luque, mano derecha del Ramón entonces y de don Vicente antes-, Arnoldito Saadi –sobrino de Ramón Saadi-, Diego Jalil –hijo del intendente de San Fernando del Valle- y Miguel Ángel Ferreira, hijo del jefe de la policía de la provincia. Según la monja, los cuatro iban en el auto al que subió María Soledad por última vez.
Por extraño que hoy parezca, rápido olvidamos a los otros tres que según la monja iban en el auto con Guillermo Luque. Los tres tenían coartadas, y aunque Luque también, de pronto quedó solo en el auto. Como si con él bastara para seguir adelante.
Pero el caso era un éxito. Batiría el record de la Guerra de Malvinas de permanencia en tapa de los diarios, ventas y mediciones. Yo me quedé en Catamarca hasta fines de marzo. Noticias clausuró la temporada de verano con un número especial dedicado al caso que triplicaría sus mejores tiradas. Más allá de lo publicado por aquella revista, yo me permití investigar cuanto pude sin los prejuicios de la hora. Ya capturado y encerrado Guillermo Luque, ya rumbo al linchamiento judicial, ya cumplido el mediático, nos volvimos. Poco después cayó Saadi. Pasamos a otro tema.
De la monja lo que mejor recuerdo es su obsesión con Ramón Saadi y su gobierno. Quería voltearlo, reclamaba la intervención nacional de la provincia denunciándolo por narcotraficante, más de una vez ese verano visitó la Casa Rosada, y al menos una fue recibida por el presidente Menem… El caso en sí, la investigación del crimen, parecía no interesarle. O más bien lo daba por resuelto. De hecho, no admitía ninguna otra hipótesis, aunque tampoco podía explicar por qué de pronto Guillermo Luque quedaba solo en aquel auto, ni muchas otras dudas. Ni te oía. No precisaba razones. Su verdad tenía el tono de la revelación divina. Hasta donde yo pude averiguar, la operaba directamente Eduardo Bauzá, entonces ministro del interior.
Tras sucesivos juicios que no se atenían al clamor popular, años después finalmente Guillermo Luque fue condenado a 21 años de cárcel sin que nada pudieran probarle, ni siquiera que había estado en Catamarca el fin de semana del crimen, así que tampoco nada fue esclarecido en dicho juicio: ni dónde, ni cuándo, ni cómo habían matado a María Soledad Morales, y por lo tanto, tampoco quiénes. Junto a Luis Tula –ex amante de la víctima-, el jurado sentenció a Guillermo Luque basado en el principio de “intima convicción”. Ramón Saadi ya era pasado. Cosa juzgada.
La monja Pelloni siguió almorzando con Mirtha, pero nunca más agitó la investigación, ni reclamó la verdad ni volvió a preguntar por los otros tres del auto, ni nada.
Años después me la crucé en un programa de ATC, invitados los dos a propósito del Caso, que se había reavivado no recuerdo por qué. Era un programa pedorro con espacio para tres o cuatro lugares comunes, y ningún debate. Pero al final, ya fuera del aire, en un aparte, le pregunté si ella podía explicarme, tanto tiempo después, exactamente cómo, dónde y cuándo habían matado a María Soledad Morales.
Se encogió de hombros, me acuerdo, sonrió y me dijo:
-- Eso capaz no se sabe nunca.
La hermanita Martha.

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domingo, 30 de junio de 2019

LANATA, MAJUL & CO.: EL PERIODISMO TERMINAL…



La exitosa destrucción nacional llevada a cabo por el gobierno de Cambiemos, no dejó nada en pie. 
Ni la economía, ni la justicia, ni la soberanía política y territorial, ni el tejido social, ni la industria ni el comercio ni el consumo ni el sistema energético ni la ciencia ni la tecnología ni el periodismo tampoco. 
En esa devastación, tras una auténtica victoria pírrica, Magnetto pagó su tremenda expansión con toda la credibilidad de sus medios, y la supervivencia periodística de sus mejores muchachos.


BASTARDOS SIN GLORIA





“Otra victoria como esta,
y vuelvo solo a casa”.
General Pirro



Oculto, enmascarado con un gorrito rapero y la capucha envolviéndole la cabeza, el hombre cruza la noche a paso rápido. Se juega la vida. La policía de Bullrich podría confundirlo con un ladrón, o con un pobre -para el caso es lo mismo- y dispararle por la espalda. Pero no es un ladrón, ni mucho menos un pobre, al contrario: es el valiente Luis Majul, que así huye y se esconde de su propia fama (por lo demás muy merecida).
Otrora toro salvaje de las pampas, Jorge Lanata, Bufalo Bill del periodismo argentino, hoy aparece reducido a una pobre atracción de circo propiedad de un malvado millonario que viéndolo enfermo, viejo y solo, dispuesto a ser juzgado por la historia como la mierda que fue, aun así no le da descanso y una vez más lo obliga a las viejas piruetas y sus tristes chistes.
El cantor de las cosas nuestras, Daniel Santoro, agente de inteligencia premiado sin embargo por FOPEA -y hasta por la no menos renombrada y enclenque Corona de España-, autor de difundidas ficciones lanzadas sin embargo como investigaciones –La ruta del dinero K, El mecanismo y otras-, marcha rumbo al juzgado de Dolores llamado a indagatoria, sospechado de extorsión, coacción, espionaje ilegal, asociación ilícita… 
Alejandro Fantino, mediocre relator de fútbol limitado al público de Boca, pensó acaso que bastaba un peinado nuevo para saltar del periodismo deportivo al político, y allí nomás sin saber nadar se tiró de cabeza en un océano infestado por los tiburones de los servicios. Apólogo entusiasta de Marcelo Sebastián D`Alessio, más operado que la duquesa de Alba, acabó acusado públicamente de pedófilo, y desde entonces explica y explica… 
Estos son apenas cuatro claros ejemplos de lo que hacen las ambiciones personales con las vocaciones profesionales. O más claramente: de lo que hace el ego con el alma.
El periodismo es un oficio sencillo, pero un ámbito complicado. En él gravitan como en ningún otro planeta los intereses más densos del poder económico y político. Operadores de todo tipo al servicio de todos los servicios, acechan al buen cronista en su búsqueda de la verdad. Las tentaciones son muchas, frente a sus ojos se despliegan el oro y sus moros, las mieles de la fama, su renombrado nombre, y otras miserias deslumbrantes.
Por encima de él, ya no queda ni Dios, apenas el medio que lo sostiene y propaga. Que lo sostiene porque lo propaga. Soldado de fortuna, sabe que sin ese ejército y sus armas, sería un civil más y nada más. Se aferra a su suerte. Luego combate con total entrega.
Solo que para entonces la entrega ya no le corresponde a la vocación, sino a la profesión, o más precisamente: al medio que lo sostiene y artilla. Matar y sobrevivir para volver a matar y sobrevivir hasta morir, es la ley del buen soldado. Pero en el fragor de la batalla rápido se olvida la canción y el buen soldado se ve de pronto reducido a un mercenario simple, un asesino en banda. Ahora mata para el que paga, y eso es todo.
Ya no es un periodista porque ya no hace periodismo. Ahora hace propaganda, campañas… operaciones. Caza pautas. Avisos. Anunciantes. Financistas. Ha crecido. Tiene su propio espacio en el ejército al que pertenece. Ya ni siquiera hace propaganda: son solo negocios. Ya olvidó el sencillo oficio, el complicado ámbito se lo fagocitó.
La exitosa destrucción nacional llevada a cabo por el gobierno de Cambiemos, no dejó nada en pie. Ni la economía, ni la justicia, ni la soberanía política y territorial, ni el tejido social, ni la industria ni el comercio ni el consumo ni el sistema energético ni la ciencia ni la tecnología ni el periodismo tampoco.
A la hecatombe mundial provocada por la era digital, se agrega en la Argentina la putrefacción propia de una industria sometida a prácticas monopólicas desde hace más de cuatro décadas ya. Uno a uno los medios resistentes al coro general, fueron cerrando, cayendo, agotados, aplastados o comprados. Y sus periodistas, con escasas excepciones que confirman todas las reglas, reducidos a meros empleados de un universo de negocios, en la mayoría de los casos, producto justamente del ejercicio de la propaganda simple, las campañas mediáticas, y las operaciones políticas y/o judiciales. Periodismo cero.
Oficializado un día el periodismo de guerra, el consecuente desastre fue solo cuestión de tiempo. Con la asunción del actual gobierno, y la distracción de la pauta oficial hacia las redes y los centros de trolls, el gremio periodístico, en pleno desangre, inició su hemorragia terminal.
El general Pirro condujo a las tropas helénicas que resistieron las avanzadas romanas hacia el sur de lo que hoy llamamos Italia. Una sucesión de batallas que en su nombre se recuerda como Guerras Pírricas, aunque Pirro quedó en la historia por la paradoja de sus costosas victorias, que lo llevaron a decir la frase que lo volvió inmortal: “otra victoria como esta, y vuelvo solo a casa”.
Así el contador Héctor Magnetto pagó su inmensa codicia con toda la credibilidad de sus medios, olvidando que sus medios eran su negocio. Ventas y mediciones le confirman lo bien que hizo al refugiarse a tiempo en la telefonía, las finanzas, las plataformas, la política… Después de todo el periodismo, sus medios, eran solo eso: el medio. El objetivo, desde siempre, fue el poder. Tamaña conquista, justificó la ferocidad de su periodismo de guerra, y hoy no le molesta volver solo a casa.  
Atrás quedan los cuerpos sin vida de sus mejores muchachos: el Regimiento de Lanatas, la Brigada Especial de Corea del Centro, los francotiradores ilusos como Alejandro Fantino, Eduardo Feinmann, Leuco y su Leucocito y tantos otros valientes que sin empacho entregaron en la contienda nombres, credibilidad y prestigio, hasta quedar así… rumbo a los tribunales para explicar por qué aparecemos extorsionando y espiando gente cuando decíamos que hacíamos periodismo, explicándole a todo el mundo que no sos pedófilo, bailando sobre el alambre de un circo aun en silla de ruedas, o cruzando la noche, huyendo de sí mismo, enmascarado por el miedo de ser y la vergüenza de haber sido.




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domingo, 16 de junio de 2019

16 DE JUNIO: DÍA NACIONAL DEL TERRORISMO



Efemérides




Un día como hoy hace 64 años se inauguraba el terrorismo en la Argentina, cuando oficiales de la Armada y la Aeronáutica pasaron a la clandestinidad, secuestraron 34 aviones propiedad de las Fuerzas Armadas del Estado, bombardearon la Plaza de Mayo y acribillaron las calles aledañas asesinando más de 300 personas y dejando más de 700 heridos en tres incursiones que empezaron poco después del mediodía, y acabaron hacia las cuatro de la tarde, cuando el teniente primero Carlos Carus, soltó desde su Glooster la última bomba sobre la multitud. Nacía en la Argentina la subversión terrorista.
Porque lejos de ser apresados, juzgados y condenados, aquellos asesinos en masa fueron condecorados, ascendidos, y hasta glorificados por buena parte del pueblo. A partir de entonces, cualquier cosa podía suceder.
Tanto así fue, que antes de tres meses aquellos subversivos derrocaban al gobierno democrático y se alzaban con el poder, y antes de un año se largaban a fusilar militares, militantes y obreros en la noche de los basurales. Y tampoco entonces nadie hizo nada.
Al contrario.
La derecha y sus embajadas aplaudían con rabia, pero también el socialista Américo Gioldi vivaba los muertos desde el lustroso periódico La Vanguardia al grito de “se acabó la leche de la clemencia”; mientras el otro gran socialista de lo hora, don Alfredo Palacios, era embajador en el Uruguay. Todos estaban de acuerdo, y así el terrorismo subversivo dejó de ser subversivo. Ya era cuestión de Estado. Ahora todo era posible. Nunca más nada debería sorprendernos. Ni siquiera una insurrección armada, ni siquiera un genocidio.
Bajo un manto de neblina y silencio oficial cada vez más densos, el viernes se cumplieron 37 años de la capitulación firmada por el general Mario Menéndez en Puerto Argentino ante su par británico Jeremy Moore.
En rigor de la verdad histórica, el documento se firma poco después de la medianoche del 14, pero queda fechado el 14 a las 23.59. Las conversaciones con Jeremy Moore  habían comenzado temprano, apenas pasado el mediodía, pero el acuerdo se retrasaba entre otras razones porque Menéndez no podía garantizar con su rendición la rendición de la Fuerza Aérea, cuyos pilotos aún a esa hora aterraban y destruían a la Flota Real y a sus tropas. Ni siquiera podía garantizar que con él se rindieran los pilotos Aeronavales, que tanto daño les seguían provocando.
Desde la Segunda Gran Guerra la Royal Navy no sufría el hundimiento de un buque. En Malvinas le hundieron siete, y otra decena quedó fuera de combate. De los 41 barcos de guerra que llevó a las Islas, sólo tres volverían intactos a Porthmouth. Los aviadores argentinos, aeronáuticos y navales, les habían dado una paliza histórica. Los ingleses nunca los olvidarán, por mucho que nosotros sí.
Es una pena que ninguna de las dos fuerzas, ni la Aeronáutica ni la Armada, hayan hecho público jamás un arrepentimiento institucional por aquellos subversivos del 16 de junio de 1955, despegando así, del día fundacional del terrorismo argentino, sus respectivos bautismos de fuego.



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domingo, 9 de junio de 2019

LOS CHISTES DE PERÓN - HOY: Un océano de tinta...

Los chistes de Perón 



Si alguna vez los argentinos consiguiésemos el nirvana tangible de una divisa estable, esa nueva moneda debería llevar impresas, en sus dos caras sin ceca, las imágenes yuxtapuestas de Borges y Perón como el yin y el yang de una Argentina sola, que en su doble anverso, grabara así la riqueza de nuestras más hondas contradicciones, unidas entonces por las solas banderas de la gracia de la inteligencia, la agudeza de la sensibilidad, y la sabiduría siempre que revela el humor. 
Por ello aquí El Martiyo, en un gesto estético histórico -pero histórico por estético-, reúne, funde, en un mismo marco, en idéntico formato, a este dueto imposible, y sin embargo... 
Esperamos que así como los peronistas disfrutan de Los chistes de Borges, así también la otra Argentina disfrute de Los chistes de Perón, quien supo tener, indiscutido, el sentido de la risa que es propio de los grandes. Y que nos hace mejores.




Ni bien volvió al país en 1972, la prensa, con hambre de siglos, se le echó encima de a montón.
Hoy indiscutido, no entonces, en línea con la hora, una de las críticas más comunes que le hacían refería la presunta infiltración marxista en el peronismo. 
Por fin Perón respondió:
-- Eso no es nuevo, antes nos acusaban de comunistas… pero pensar que el marxismo puede infiltrar al peronismo, es como creer que puede teñirse el océano con un frasco de tinta.



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domingo, 26 de mayo de 2019

SAN MIGUEL DEL MONTE: NINGUNA TRAGEDIA…




Las Fuerzas de Seguridad –en este caso la Bonaerense- acaban de lograr  una nueva marca en su extenso historial delictivo con el asesinato de cuatro chicos, tres menores, mientras otra menor sigue entre la vida y la muerte. 
La cadena de culpables sube y se expande, alcanza a los ejecutivos provincial y nacional, y barre con periodistas, comunicadores, y otros charlatanes. 
No sólo Clarín y La Nazión evitaron culpar a los supremos culpables (Vidal y Ritondo), limpiar a la Fuerza apelando al lugar común “algunos policías no son la Policia”, y esconderse detrás de la palabra “tragedia” para no enfrentar lo que fue una masacre pura y cruda. 
Ellos tampoco son inocentes.


ASESINOS POR NATURALEZA

La Policía argentina. Todos sin esposas. En familia.



La masacre policial ejecutada en San Miguel del Monte con la persecución y el fusilamiento en marcha de cuatro chicos –tres menores- y que mantiene a una chica –también menor- entre la vida y la muerte; no fue algo "aislado", no fue un “procedimiento mal hecho”, como pretendía trabado de mandíbula el ministro de seguridad de la Provincia; ni mucho menos -como intentaron imponer serviciales tantos comunicadores - una “tragedia”, o el simple “exceso” de “algunos policías”. No. La palabra es masacre, y la perpetró la Policía, no “algunos policías”. No existen “algunos policías”.
El “espíritu de cuerpo” que tanto los enorgullece –y autoprotege-, no solo vale para abrazar los infrecuentes aciertos de la Fuerza. También abraza a la Fuerza en cada uno de los delitos de sus hombres y sus mujeres, en todos sus crímenes.
Es el mismo espíritu de cuerpo que ahora en San Miguel del Monte los llevó a intentar –una vez más y como siempre- encubrir a los “compañeros”, ocultar los hechos, presionar testigos, barrer las pruebas, limpiar a los asesinos. No se trata de “algunos policías”. Se trata de la policía. En este caso, de la célebre por maldita Bonaerense, cuyo largo historial delictivo, no se detuvo con el alejamiento de uno de sus más mentados líderes, el genocida Ramón Camps, ni con el fin de la dictadura. El jolgorio continuó, y continúa. Esa sí es una tragedia.
Seria fatigoso y acaso infinito hacer un inventario aquí estando Google tan a mano de todos. Pero si se revisan los grandes crímenes y delitos del país durante los últimos, digamos, 50 años –secuestros extorsivos, homicidios agravados, asaltos comandos, trata de personas, contrabando, narcotráfico, etc-, en el 90 por ciento de los casos aparece algún representante de las fuerzas de seguridad. Ora la Bonaerense, ora la Federal, la Prefectura, Gendarmería...
Y aunque aquí sí vale decir que la putrefacción de las fuerzas no comenzó con este gobierno, también vale decir que este gobierno la potenció atento a su núcleo duro de machitos de pizzería y mano dura. El presidente personalmente felicitó al policía procesado por homicidio agravado Luis Chocobar. Ahora tiene los resultados.
Ahi lo tenés al pelotudo... 
Rara como encendida, la ministra de seguridad Patricia Bullrich -de vocación pistolera-, entonada y al grito de “el que quiere andar armado que ande armado”, hace mucho no pasa un control de alcoholemia, ni un detector de mentiras tampoco. Encubrió sin fallar todos y cada uno de los crímenes de todas las fuerzas bajo su mando, y más allá. Desde Santiago Maldonado y la Gendarmería, a Rafael Nahuel y Los Albatros de la Prefectura, pasando por Juan Pablo Kukrop y Luis Chocobar; Facundo Burgos y la policía de Tucumán; la aún inexplicada balacera de Avellaneda entre sus muchachos y los de la Vidal, y siguen los muertos y también los encubiertos. Nada la detiene. Nadie renuncia. 
Vale apuntar que el espectáculo circense con el cual se pretende enjuiciar a CFK por televisión, es una causa por la obra pública de la provincia de Santa Cruz durante los años en que ella no desempeñó ninguna función pública en Santa Cruz.
Sin embargo, del otro lado de la moral, los responsables supremos y por lo tanto directos de la masacre de San Miguel del Monte, la gobernadora María Eugenia Vidal y su ministro de Seguridad Cristian Ritondo, ni se mueven, no se van, apenas se lamentan, se encogen de hombros, y qué vachaché...
Los medios en general –y no apenas los previsibles Clarín y La Nazión- pusieron todo su esmero en obviar sus dos nombres, y por supuesto, exculpar a la Fuerza, fuente del material con que suelen ganarse la vida sin esfuerzos.
El viernes en su programa El Expediente de C5N, Paulo Kablan (quien jamás cierra ninguno de sus informes sin destacar la acción del fiscal y su fiscalía, del comisario y su comisaría, quienes a su vez tan amablemente le mandaron el video y los datos que así lo salvan de tener que laburar en serio), usó media hora de su programa para hablar de la masacre pero no usó la palabra. Y por supuesto no paró de repetir, precario y genuflexo, el viejo lugar común de “algunos policías no son toda la Policía”.
Parte del folklore policial argentino es llorar la triste suerte de lo que llaman sin embargo “vocación de servicio”. Desde la falta de medios y agentes, a la incomprensión judicial de “las puertas giratorias”, y el desprecio popular, ya inmemorial y siempre en constante progresión. Parecieran no entender por qué la gente no los quiere… o tal vez por eso mismo le disparan por la espalda. Un acto inmenso y profundo de auto-purga y constricción, podría ayudarlos alguna vez.
Culpables
Sobre llovido, el gobierno de Cambiemos –especialista en marketing (y nada más)-, soltó por las calles de todo el país miles de agentes nuevos como quien empapela de afiches la ciudad. Se trata en general de chicos y chicas sin actitud, formación ni vocación, ansiosos apenas por una salida laboral frente a la miseria que el propio gobierno despliega en simultáneo. Temblorosos, asustados, sin bozal y sin correa –y sin controles toxicológicos tampoco- marchan hacia las líneas del frente de una situación social en llamas. Y tiran a dar, total...
Entonces cuatro chicos –y van- son asesinados por la Policía de la Provincia de Buenos Aires.
Perseguidos hasta la muerte.
Fusilados en pleno vuelo.
Cuatro chicos, tres menores, y una chica, también menor, que sigue grave.
Dos policías les disparaban, siete los perseguían, dieciocho se complicaron en el encubrimiento, y las investigaciones recién comienzan… No fue un “hecho aislado”, “un procedimiento mal hecho”, un "exceso", no... es una putrefacción institucional amparada por un sistema de códigos mafiosos. No fueron “algunos”. Fue la Policía y fue una masacre. Ninguna tragedia.
La tragedia son ellos, esas Fuerzas de Seguridad descontroladas, y todos esos funcionarios capaces de encubrir y felicitar sus asesinatos, porque ellos también son asesinos.  


Cuatro de las víctimas de la seguridad de Cambiemos.

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domingo, 19 de mayo de 2019

MACRI LO HIZO: FERNÁNDEZ AL GOBIERNO, FERNÁNDEZ AL PODER




Campeón mundial de Tiro por la Culata, hundido en las encuestas, sin más rumbo económico que el abismo inminente, ni más opciones que el fraude o la derrota, perdido por perdido, el gobierno de la 2ª Alianza guardaba su última ilusión electoral en el juicio a CFK. Pero otra vez ella les corrió el arco, renunció a su candidatura, y desbarató la campaña oficial, reducida a tapar con la ajena, el magno desastre de la propia gestión. Los grandes medios agitaron los fantasmas de Cámpora y Perón. Pero esta vez el grito no les sirve.

FERNÁNDEZ AL GOBIERNO
FERNÁNDEZ AL PODER

Foto: Fabian Marelli



Varias veces medalla de oro en la disciplina Tiro por la Culata, el equipazo gobernante alcanza una nueva marca con los resultados obtenidos por la formidable persecución a CFK. Ella se baja de la candidatura presidencial, y ahora todo lo pensado para enfrentarla en campaña –lo único pensado- les explota en la cara como un chasco barato.
Argentina extraña. Mientras Mauricio Macri se defiende de los propios para imponer su candidatura, Cristina Kirchner renuncia a la suya pese al clamor de los propios.
En esa simetría perfecta que ofrecen ambos en todo (desde el sexo a la oratoria, pasando por las ideologías y la consideración en las encuestas), acaso representen la Argentina total, eterna, incesante. En términos prácticos: la del peronismo y el antiperonismo.
Las dos fuerzas que se enfrentan a lo largo de la historia aún antes de llamarse así, la que construye y la que destruye; la que amplía derechos y la que bombardea civiles; la que glorifica a los militantes, y la que los fusila, la que los multiplica, y la que los desaparece; la que se integra a Latinoamérica, y la que la desprecia; la que incluye y la que excluye; la de las multitudes en la Plaza, y la de las vallas en la Plaza; la que reclama Malvinas, y la que las entrega. Las dos se enfrentan otra vez.
Pero son días inéditos. La exitosa destrucción nacional llevada a cabo por la 2ª Alianza –superadora de la 1ª- no registra por lo tanto precedentes. El gobierno que viene no heredará un país en ruinas, sino una colonia sitiada. Su economía dirigida desde Washington, su aparato mediático-cultural alineado con la Embajada, un PBI ya embargado, su oro en Londres, y parte del territorio nacional ocupado por Gran Bretaña y las fuerzas de la OTAN. No habrá deja vu. Días inéditos.
Entre impericias y codicias hace rato que Macri ya no baila sino al borde del abismo que la historia le reserva a los peores, un abismo sin fondo y sin olvido. La web y sus redes volverán inmortales sus dislexias y sus fursios, sus mentiras y sus delitos, desde las cloacas de Morón a la entrega nacional. No será precisa la venganza, bastará con la justicia. No puede perder.
Centro solar del universo político argentino, Cristina Kichner volvió a sorprender como sorprenden siempre los distintos. Tan distinta que recupera el protagonismo con una renuncia sin embargo. Con la gracia de un paso de danza salta la grieta y pone en su lugar a uno de sus mayores críticos. Y como si esta vez sí fuera magia, convierte en un montón de dólares confederados todo el odio acuñado por el oficialismo.
La genialidad de la jugada la destacaron inmediatamente sus mejores detractores. Rápido se apuraron a criticarla Eduardo Duhalde, Guillermo Moreno, Julio Bárbaro, Miguel Pichetto, Elisa Carrió, Eduardo Feinmann, los portales de Clarín y La Nazión, Hernán Lombardi, y la izquierdita argentina. Sólo faltaba Spruille Braden. Ya todo estaba dicho.
En Olivos no comenzaba el sábado que ya el fin de semana se había terminado. Se frotaban las manos esperando el juicio por el cual tanto se las habían ensuciado manoseando a la Corte Suprema, cuando de pronto otra tormenta que tampoco vieron venir los sacaba de rumbo y los mandaba de vuelta contra los arrecifes ¿Y ahora? Macri y su muñeco Marquitos, de viaje el ventrílocuo oficial Duran Barba, apelaron a frases hechas hace mucho, de esas que se hacen cuando no se sabe qué hacer. La noticia saltaba como un sapo desde un pastel de bodas.   
Con los restos del odio y los medios que los encubren, enseguida probaron suerte con la teoría del títere; sacudieron los fantasmas de Campora-Perón –sin advertir que esta vez el grito sería “Fernández al gobierno, Fernández al poder”-, y hasta agitaron la sospecha de una posible conspiración vicepresidencial como la que tanto le aplaudieron, esos mismos sectores, al hoy inexistente Julio Cleto Cobos.
Pero nada de eso basta –saben- para cubrir el fracaso transversal obtenido en todos los planos de su gestión.
Tan solo resta la foto del banquillo que es toda su fortuna, el juicio a Cristina, un juicio literalmente flojo de papeles y basado de arranque en los testimonios de Daniel Santoro, Leonardo Fariña y Marcelo Dalessio. Tres tristes truchos.
Pero el “plan Lula” también se derrumbó. El candidato es otro, y aún si el gobierno consiguiera presionar a esos jueces hasta meter presa a Cristina, la jugada ahora sería más riesgosa que antes. Encerrada al cabo de un injusto proceso (el arrugue de la Corte el jueves no alcanzó para borrar con el codo lo escrito el miércoles y para siempre), su voz alcanzaría una potencia mayor y el caudal de votos para su candidato aumentaría. Y la Corte que no pudo soportar la presión de esas multitudes que el otro día ni siquiera Clarín pudo encontrar, tendría que enfrentarse a esas multitudes que el otro día coparon la Rural bajo la lluvia, y que ni siquiera Clarín pudo ocultar. Todas las encuestas y los hechos, el libro y las multitudes, demuestran el claro efecto rebote que tuvieron los ya más de once años de acusaciones y persecuciones mediáticas y judiciales ¿Por qué la cárcel funcionaría peor?
Pero no hay más. El resto es fracaso.
La lluvia de inversiones, los brotes verdes, la luz al final del túnel, la pobreza cero, la justicia independiente, la inflación, la deuda externa… y la causa de Dolores, donde el juez Ramos Padilla sigue hundiendo el escalpelo hasta el hueso presidencial del mejor equipo de los últimos 50 años. Vestigios de sí mismos, ellos también son los restos del odio.
Sin embargo están perdidos pero no vencidos, y cuanto más perdidos, más peligrosos, más feroces. Saben que la derrota entraña la cárcel y no están dispuestos.
En nuestro post del 23 de marzo, El final es inminente, advertíamos que tal y como iban las cosas las únicas esperanzas de reelección que le quedaban a Macri eran el fraude, o una oposición descompuesta.
La oposición se compone.
Mejor estar atentos.



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viernes, 26 de abril de 2019

45ª FERIA DEL LIBRO: LA VIGENCIA DE UN FRACASO...


AVISO AL LECTOR: 


Este artículo fue publicado el año pasado en ocasión de la 44ª edición de la Feria del Libro (ver aquí). Como desde entonces nada ha cambiado, apenas empeorado, lo reeditamos hoy con las pequeñas actualizaciones correspondientes (en vez de 44ª, 45ª, y eso es todo). 
En lo que va del gobierno de Macri, las ventas de libros bajaron un 48%, y de los 84 millones de ejemplares impresos en 2017, se cayó a 43 en 2018. 
El impresionante fenómeno editorial provocado por el libro Sinceramente de Cristina Fernández de Kirchner, representa una magnífica golondrina, que de forma alguna deberá confundirse con ningún verano.

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Ajena a su propia realidad, comienza una nueva edición de la Feria del Libro de Buenos Aires. Alrededor agoniza la industria porque ya no existe el mercado, cierran las librerías, funden las editoriales, se extinguen los lectores y no importan los escritores. Pero la Feria como si nada. Como un oasis ilusorio en el ancho desierto de los desastres.


HAMBURGUESAS SÍ
LIBROS NO



Cantidad de libros publicados en caída libre, ventas ídem, librerías que cierran, editoriales que se funden o en el mejor de los casos se reconvierten en meros importadores de trabajo extranjero… En dicho catastrófico contexto transcurre la 45º edición de la Feria del Libro de Buenos Aires. 45 años de grandilocuencia inocua. 45 años de un negocio bueno aunque breve –y justamente por ello no dos veces bueno- de libreros y editores, con algunos escritores de relleno. 45 años durante los cuales los lectores argentinos no hicieron más que mermar, extinguirse. 45 años y cada vez se vende menos, cada vez se publica menos, cada vez se lee menos, y si por acaso cada vez se escribe más, cada vez importa menos.
Ajena a su propia realidad, y contrariamente a todas sus pretensiones y su marketing, la Feria del Libro de Buenos Aires no es un evento destinado a difundir la literatura en sus variados géneros, ni la lectura como un hábito básico y a la vez distintivo; eso, a lo sumo, dura lo que dura la Feria, y se va con ella. Mucho menos pretende alentar, sustentar o cuando menos proteger a los escritores argentinos que siguen sin cobrar sus derechos, que ya ni anticipos reciben, que jamás podrán controlar por sí mismos la veracidad de las liquidaciones que les hacen, mientras ven sus obras pirateadas con total impunidad. Ni siquiera es tampoco para defender cuando menos a los editores y libreros que dicen organizarla… nada de eso.
La Feria del Libro de Buenos Aires es cada vez más un negocio exclusivo de las megaeditoriales y las grandes cadenas de librerías, un albur para las medianas y pequeñas que junten la guita para el stand, un programa de atracciones que asegure la concurrencia, algunos autores locales vendiendo sus novedades, renombradas estrellas importadas relanzando sus grandes hits, y sobre todo, fundamentalmente, un evento político. El resto, la sustancia, es sólo excusa.
Durante unos días una vez más algunos pocos de los escasos lectores argentinos que van quedando, se mezclarán, amontonarán, empujarán con ese gran público “que siempre algo te compra”, aunque después nada te lee.
Los sellos más poderosos presentarán sus novedades mejor publicitadas. Autores de moda, libros de coyuntura. La última investigación de algún periodista de la tele, las confesiones de una vedetonga, las memorias de un chismógrafo, y en tal caso y con suerte, algún que otro narrador o poeta en la línea “que alguien se haga el ebrio pa´disimular”.
Las hamburguesas y las birras se venderán más que los libros.
Luego todo habrá terminado, una vez más.
Las fulgurantes estrellas importadas se habrán ido, como apagado.
Los libros volverán a sus sótanos o a sus mesas de ofertas, y entonces sí serán verdaderas ofertas las falsas ofertas que sobraron de la Feria.
En los bares, el subte, los trenes, veremos cada vez más gente con su celular o su tablet, y menos con un libro.
Un mes de Netflix seguirá siendo más barato que la edición más barata de Los Miserables.
Las editoriales publicarán cada vez menos, importarán cada vez más, y algunas ni siquiera eso.
Los escritores seguirán escribiendo, total...
Las librerías seguirán cerrando, total...
O vendiendo otras cosas. Juguetes, pastillas, cigarrillos.
Reconvirtiéndose.
Y el año que viene asistiremos a la 46º edición de la Feria del Libro de Buenos Aires.



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Desstellos Ajenos – Hoy: CRISTINA…



Destellos Ajenos:

"Me cuesta entender racionalmente los agravios de la clase media aspiracional. Elisa Carrió es el perfecto ejemplo: quiere parecer lo que no es, pertenecer a donde no pertenece. Me recuerda a las costumbres de algunas clases acomodadas provincianas, que no llegaban a ser aristocracia en la época de los Luises, y que ansiaban conocer Versailles o soñaban con vivir allí, pero no podían. Ella me da esa impresión. Y es una pena que, justo ahora que concretó su aspiración y forma parte del gobierno que siempre vivió en Versailles, la crisis que provocaron está destruyendo al resto y las llamas se acercan al palacio. Para colmo, ella no vive en Versalles, solo la invitan, pero ni siquiera a dormir. La dejan ir a comer o a tomar el té, pero después se tiene que ir".

Cristina Fernández de Kirchner

lunes, 22 de abril de 2019

INLA: LIBROS SÍ, ESCRITORES NO…



Entusiasmo y alegría, cómo no, por la inminente sanción de la ley que creará el Instituto Nacional del Libro, cuyo objetivo es no sólo recuperar sino tambien fomentar la lectura, reactivar la industria editorial, y facilitar el comercio en todo el país. Alentador panorama para el libro.
La suerte del escritor, en cambio, te la debo.

El hombre que está solo y escribe




Cualquier cosa a favor del libro tendrá siempre nuestro apoyo, por caso la inminente aprobación de la ley que creará el Instituto Nacional del Libro. Por lo mismo saludamos a sus creadores, gestores, impulsores, difusores, y demás deudos. Bravo por todos. Pero es también una buena ocasión para recordar que debajo de las leyes está la gente, y detrás de los libros, los escritores, cuya humana existencia el saludable proyecto ignora por completo.
Por ello también saludamos el reclamo formal de la Unión de Escritoras y Escritores que advirtió en la aplaudida ley la ausencia total de la problemática laboral del escritor, a quien apenas se lo menciona como sujeto lateral, beneficiario último de un eventual, futuro, posible, incierto “derrame”.
El bienvenido proyecto nada dice de alentar o mejor financiar, sustentar o cuando menos proteger al escritor argentino que sigue sin cobrar sus derechos, que ya ni anticipos recibe, que jamás podrá controlar la veracidad de las liquidaciones que le hacen, que no encuentra ninguna institución que proteja sus derechos -mucho menos si publica en el exterior o es traducido-, mientras ve cómo todos los días sus obras son pirateadas en la web con total impunidad. De eso, la ley, ni mú.
En el año 2009 la Legislatura porteña aprobó la Ley 3014/09, conocida como Ley de Reconocimiento a la Actividad Literaria y que, con toda justicia -aunque más no fuera para el ámbito de la CABA-, disponía un beneficio mensual y vitalicio para todos los autores mayores de 60 años que cumplieran algunos requisitos, por otro lado muy sensatos. La ley fue aprobada con la previsible oposición del bloque del Pro, y hace ya por lo menos dos años que no se cumple como parte del ajuste, de la desidia oficial, y/o de la discrecionalidad con que se maneja. Pero de eso tampoco se habla.
Mientras tanto la mayoría de los escritores argentinos sobreviven como pueden. Mal. En agonía la industria periodística –uno de los grandes rebusques del escritor-, se reduce su campo de acción y queda a merced de colaboraciones aisladas, inestables, insuficientes, marginales, o de cualquier otra changa y oficio, las más de las veces en negro, siempre a la intemperie social, en síntesis: abandonado a su suerte según pasan los años.
Y salvamos El Libro, pero su libro no vale nada.
Desde hace años las editoriales argentinas impusieron con fuerza de ley un hecho hasta no hace tanto inconcebible: no se pagan anticipos. Tu libro no vale nada. Sí, bueno, en el muy mejor de los casos el 8 o 10% del precio de venta al público, aunque nadie pueda explicarte cómo harás para cobrarlo, ni mucho menos para controlarlo. Anticipo no hay más.
El escritor, así, entrega su trabajo de meses y acaso años, su lucro cesante mientras tanto, las horas y los días consumidos en alimento y energía, y todo a cambio de nada. De una promesa. De un albur. Siempre y cuando, claro, el editor esté más o menos a mano para controlarlo cuerpo a cuerpo. Ya si vive en otro país, mejor olvidarlo todo.
No existe Institución, Cámara, Asociación, ONG, Estado ni sociedad de fomento que en tal caso lo defienda, le acerque un abogado, alguien que lo guíe. No hay tiniebla legal más densa que la de los derechos internacionales del autor. Mejor olvidarlo. En tal sentido, en tal situación, desde el punto de vista laboral, todo su trabajo fue sencillamente al pedo.
Sin embargo no hay nada personal. No es él ni su obra las que ya no valen nada. Más allá del libro urgente, la biografía de algún famoso, las oportunas “investigaciones” coyunturales esponsoreadas por la política, o las confesiones de algún chimentero televisivo; Borges, Arlt, Bioy, Cortazar, la gloria universal de la escritura artística argentina es lo que ya no vale nada, la más miserable de las apuestas.  
“No hacemos publicidad porque la narrativa no se vende”, repiten como un mantra los gerentes editoriales argentinos sin considerar jamás la posibilidad de que “la narrativa no se venda porque no hacemos publicidad”. Que ni aún hoy la Coca Cola se permite esa osadía. Ni la droga se vende sin publicidad, para eso está la prohibición.
Pero es que el negocio de la industria ya no es la literatura, es otro. No venden narrativa, ficción. Venden autoayuda, manuales, o la novela de una actríz o un cantante que de pronto se anima a todo, y sin falta, claro, la novedad importada que les impone su casa matriz. Eso venden, ese libro defienden. La literatura argentina, lo que ellos mismos llaman con mayúsculas La Literatura Argentina, les importa nada. Un par de narradores locales más o menos ilustran el catálogo y no dejan de ser un lance gratis. Como un billete de lotería regalado, si sale, ¡bingo!… pero en los hechos su publicación se reduce a una acción de marketing, las ventas no importan, los costos se amortizan con el volumen editorial, el insumo básico está asegurado, y lo mejor de todo: ¡es gratis! De qué vive su productor, es un problema del productor. Qué come la gallina que pone sus huevos, es un problema de la gallina. Que se arregle.
Para eso allí nomás desborda el cuarto de los originales, una zafra que no para de crecer sin que la rieguen, ¿por qué pagarla?... Ninguno de ellos venderá nada porque no haremos ninguna publicidad, ¿para qué un anticipo? ¿a cuenta de qué?... Si el autor se retoba, si el muy escritor se pone difícil, para eso justamente está ese cuarto que desborda de originales, qué importa si el que pedía anticipo era mejor, si igual ninguno venderá nada porque la narrativa no se vende, y listo.
Así se cierra el círculo que estrangula al escritor. Del valor del libro, en el mejor de los contratos, le tocará ese 8, 10 % del precio de tapa. No importa que sin su trabajo el libro quedaría en blanco y por lo tanto no sería. Ni siquiera importa si ese 8, 10% es mucho o es poco, porque tampoco eso recibirá. Nada importa.
El libro importa, el autor no importa.
Es nada más el tipo que lo escribe.



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