Senadores norteamericanos exigen a la FIFA expulsar a Rusia del
Mundial de Brasil, en tanto parlamentarios rusos le piden a la FIFA que mejor expulse a los
Estados Unidos. En simultáneo, tropas prorrusas ocupan otras dos bases militares
en Crimea, los heridos y los muertos suman y siguen, y Obama, Putin y la Merkel, cambian ironías,
amenazas y manotazos. China, apenas, como ajena, busca un avión perdido.
Infantiles y feroces como dementes peligrosos –mientras las
tropas rusas ocupan otras dos bases ucranias en Crimea, y los primeros muertos
suman y siguen-, senadores norteamericanos le pidieron a la FIFA que expulse a Rusia del
Mundial de Brasil, y en reciprocidad diplomática, senadores rusos le pidieron a
la FIFA que
expulse a Estados Unidos del Mundial de Brasil. Infantiles, feroces,
peligrosos.
Los dos senadores norteamericanos –Mark Kirk y Dan Coates, a
la sazón republicanos-, le escribieron a Joseph Blatter: “Tras la ocupación militar
de un territorio de Ucrania, solicitamos a la FIFA que excluya a Rusia el mundial y le retire la
organización de la Copa
del Mundo de 2018”.
Los parlamentarios rusos, por su parte –Alexander Sidyakin,
y Michael Markelov, en carta con membrete oficial del parlamento que preside
Vladimir Putin-, le exigen al mismo Blatter, que “A la luz de las agresiones de
Estados Unidos contra varios estados soberanos como Yugoslavia, sin una razón
particular; Irak y Libia, alegando la búsqueda de armas químicas, el intento de
invadir y ocupar Siria y los numerosos casos de violación de los derechos
humanos alrededor del mundo revelados por E. Snowden, solicitamos
respetuosamente que convoque una reunión de urgencia de la FIFA para tratar la expulsión
de los Estados Unidos de su organización y la exclusión de su selección del
próximo Mundial de Brasil”.
Rusos y norteamericanos, eso sí, coinciden en recordarle al
ahora apretado Blatter, que por razones similares se excluyó a Yugoslavia de la Eurocopa del 92 y del
mundial del 94. Entonces un distendido Blatter no tuvo problemas en justificar
la decisión diciendo que “no es bueno
mezclar política y deporte, pero la
FIFA tiene que respetar las decisión de Naciones Unidas”.
En la semana el gobierno norteamericano bloqueó los fondos
de más de 30 funcionarios rusos, exceptuando a Vladimir Putin, en respeto –o
por temor- a su estatus de jefe de estado. Inmediatamente, el gobierno ruso
bloqueó fondos de funcionarios norteamericanos. Uno de ellos, un senador,
lamentó por Twitter “ya no poder pasar mis vacaciones en la Siberia”. Putin, a su vez,
aprovechó la eximición para considerar públicamente depositar su salario en un
banco de Nueva York. Qué graciosos todos.
Mientras se escriben estas líneas, sábado 22 de marzo, tropas
rusas ocupan otras dos bases crimeas que eran de Ucrania, como toda la Crimea, pero ya tampoco.
Un comunicado del Ministerio de Defensa ruso informa a su
vez que de los 18 mil soldados ucranios apostados en Crimea, “sólo dos mil han
manifestado su voluntad de ser repatriados”. El resto –chocho- se unió al ejército
ruso.
La
Unión Europea y los Estados Unidos –a quienes de aquí en
adelante llamaremos Los Aliados (las cartas ya están sobre la mesa)- se
esfuerzan por mostrarle los dientes a Rusia… pero más de una vez el gesto bravío
degenera en la mueca de una trémula sonrisa. El gas, recuerdan. El gas ruso.
Hoy la UE
produce el 6 de la energía mundial, pero consume el 14. La diferencia es
dependencia.
En 2002 el gas ruso representaba el 45 por ciento del gas
importado por Europa. En busca de nuevos proveedores, en 2012 por primera vez
Noruega lideró las exportaciones de gas a la UE, pero en 2013 Rusia volvió al primer puesto
con el 30 por ciento.
Angela Merkel, con determinación germana, avisó ayer que
Estados Unidos podría ser un nuevo proveedor de gas para Europa. Pero al toque
admitió que eso llevaría a la creación de una red de regasificadores, que hoy
no sólo no existe, sino que llevaría muchos años construirla.
Hay quienes intentan restarle dramatismo a la situación
recordando que el gas no representa sino la tercera parte de la energía
europea. Pero a muchos la reflexión no les sirve de nada.
Más del 50 por ciento del gas que consume Alemania viene de
Rusia; el 100 por ciento del que consume Finlandia viene de Rusia; como el 93
por ciento que consume Eslovaquia; o el 83 de Polonia, el 82 de Hungría y el 80
de Grecia. Por ejemplo.
Por todo eso y más, Angela Merkel, mientras consideraba a
los Estados Unidos como un futuro posible proveedor de gas, confió expresamente
en que Rusia no cerrará la canilla de su gas, “porque aún en los momentos más
difíciles de la Guerra Fría,
Moscu supo cumplir con sus compromisos con la UE”.. Y así su rudo intento por mostrar los
dientes, degeneró en esta triste sonrisa lastimosa.
Como quien desespera entonces con un pomo de carnaval frente
el gran incendio, en pos de resolver la energía continental en 24 horas, comisiones
carísimas de funcionarios lerdos apuran ahora reuniones inútiles, o cuyas
conclusiones, tardías cuando no trágicas, alucinan soluciones para un futuro
que aún inmediato, no deja de resultar lejano… Que traer gas licuado de Estados
Unidos, que reducir el consumo un poco más, que extraerlo de África, que echar
a la chimenea todos los muebles…
Recién comienza la primavera en Europa, pero el invierno
volverá sin faltas cuando acabe el verano. ¿Y entonces?... ¿Las bravuconadas y
las ironías que hoy cruzan Obama y Putin, las amenazas de la Merkel y sus reugos, el
avance de las tropas rusas, habrán terminado?... ¿Todo se habrá resuelto? O por
el contrario Putin le habrá cortado el gas a Europa, recordándole así, como a
Napoleón y a Hitler, lo duro que suele ser el invierno ruso.
Mientras tanto, esto es lo que hay: muertos que siguen
muriendo, tropas de un lado y del otro que se desplazan y parapetan; parlamentarios
futboleros, jefes de estado que se burlan, cambian ironías, se empujan y se
amenazan, y dan marcha atrás y vuelven a empezar, sin encontrar nunca la
salida.
Ayer también, el severo Alfredo Grieco y Bavio, en un muy lúcito
artículo (ver aquí), recordaba -como El Martiyo siempre- las cada vez más y más
temibles analogías de este presente europeo, con aquel plácido verano de cien
puntuales años atrás.
Y China –a todo esto- busca el avión malayo. ¿Sí?...
* * *