Mientras
rápido y furioso el gobierno avanza y avasalla, se queda con
todo, y entrega el país; los políticos de la oposición se mastican entre ellos,
los capos de los sindicatos se abrazan con la patronal, y los grandes
medios nos cantan mil versiones del arrorró.
¿Qué hacer?
El Martiyo arrima un
plan.
Porque se habla de resistencia, se agitan las plazas y las calles, pero
son esos mismos resistentes los que todos los días le dan de comer al chancho que
tanto combaten.
LA
CULPA NO ES DE MAGNETTO
Dicen
los italianos que una cosa è morire, e
altro piú differente è parlare di morire.
Lo
mismo ocurre con la resistencia. Una cosa es resistir, y otra… parlare.
En dos
meses de gobierno, Macri no se privó de nada, censuró periodistas, avasalló
leyes, ignoró al Congreso, manoteó la Corte Suprema, se realineó con el
Departamento de Estado, consiguió su primer preso político, desató a la
policía, reprimió protestas -hasta disparó contra una murga hiriendo niños-;
instauró la pena de muerte sin juicio previo, y le devolvió a las Fuerzas
Armadas el control de la seguridad interior; devaluó la moneda y desató la
inflación; rompió todos los récords en DNU, levantó las retenciones para las grandes
agroexportadoras pero ahogó a los pequeños productores; despidió más de
cincuenta mil personas y suma y sigue; se abrazó a David Cameron pero obvió
hablar de Malvinas; elevó en 16 mil millones de dólares la deuda externa; aceptó el retorno del FMI para revisarnos las cuentas y darnos
consejos; sentó a su perro en el sillón de Rivadavia, descolgó los cuadros de Hugo
Chávez y Néstor Kirchner –como un vampiro frente a dos crucifijos-, y nos puso
en cuatro ante los fondos buitre.
A todo
esto los capos sindicalistas ya ni siquiera disimulan que no representan más
que sus propios negocios, los peronistas se mastican entre sí los pedacitos de
la derrota, el resto de la oposición resultó oficialista, los traidores se
multiplican, y nadie hace nada.
Exceptuando
algunas honrosas excepciones, pero excepciones al fin, de los grandes y no tan
grandes medios ya no hay nada que esperar. Son todos de Magnetto.
Si
alguna esperanza, posibilidad de resistencia queda, está en el pueblo, en ese
colectivo repleto de individuos. En uno. En cada uno de nosotros.
No
tenemos los medios, pero tenemos medios: las redes sociales, las plazas, y la
calle. Y sobre todo, un arma poderosísima: la billetera.
No
enfrentamos un partido, una ideología: enfrentamos un monopolio económico que
sólo tiene intereses. Una bestia de cien mil cabezas y ningún corazón. El mayor
conglomerado periodístico de América Latina. El único Grupo periodístico en la
historia del mundo, que se adueñó de todo el papel para diarios de un país. Un
monstruo incomparable, y sin embargo…
Decía
Perón: “una hormiga no puede matar a un elefante, pero muchas pueden
comérselo”.
Cada
uno de nosotros debe entender, aprehender, que el enemigo es, se hace, vive de nuestro
dinero. Esa es su sangre, y su sangre por lo tanto es nuestra. No se la demos
más.
¿Qué
pasaría, vale preguntarse, si por un año, o menos, ese 49 por ciento que no
votó a Magnetto, renunciara a sus productos completa, absolutamente?...
Un año
o menos de no consumir ninguno de los productos del Grupo: ni comprar el diario
Clarín, ni visitar su portal Clarín.com, ni Olé, ni diario Muy, ni La Razón, ni
la revista Genios, Guapas, o lo que sea. No mirar Canal 13 (ni siquiera el fútbol),
ni TN ni Metro, ni sus repetidoras; no escuchar radio Mitre ni las incontables
radios del Grupo en todo el país. No comprar, no leer ni repetir los diarios
Los Andes de Mendoza, ni La Voz del Interior de Córdoba, ni la revista Rumbos, todos
productos de CIMECO, propiedad del Grupo Clarín. Y tampoco los diarios La Nazión, Perfil, sus portales, sus revistas, y otros satélites secundarios del Grupo.
No usar
Fibertel ni contratar Multicanal, Cablevisión o Nextel.
No
asistir a sus producciones teatrales, musicales o “culturales”.
Mucho
menos a Expoagro.
No
comprar sus libros.
No
comprar ningún libro en las librerías Cúspide.
Nada.
Una
comisión especial del gobierno de los Estados Unidos se dedicaba
específicamente a controlar cada producto que se comerciaba en el mundo entre
sus socios, y/o, colonias. Si en alguno detectaban aunque más no fuera un tornillito
de origen cubano, allí también ejecutaban su bloqueo.
¿Por
qué no hacer lo mismo y mantenerse siempre atentos a cualquier producto que
pudiera incluir alguna partícula del Grupo Clarín, y evitar su consumo, bloquearlo
también?…
Porque
de qué valen las plazas abiertas y las redes sociales, si todos los días
alimentamos a la Bestia, vamos con nuestro platito, y le damos de comer.
Si el
49 por ciento que no lo votó aguantara un año o menos esta acción colectiva, los
ingresos del Grupo mermarían fatales, pero su fuerza política desaparecería
casi por completo. Entonces el escarmiento popular tronaría materialmente, se
derrumbarían las ventas y la publicidad, y la eficacia electoral de sus medios
se licuaría inexorable.
Un año,
menos.
Pero el
49%.
Todos.
Sin
fallar.
Ninguno.
Eso sí
sería resistir, más que hablar resistencia.
* * *