Shockeado,
aturdido por la tremenda derrota, sin siquiera mentiras nuevas, como
abandonado hasta por sus propios guionistas, Mauricio Macri pretende que sigue
en campaña, insiste con la herencia recibida, y su dorado futuro sin presente posible. Como Alfonsín
o De la Rua en sus finales, mantiene la investidura presidencial.
Pero
nada más.
EL
TRONAR DEL ESCARMIENTO
Mago Sin Dientes... ahora sin presidente tampoco. |
El viento
nuclear de una bronca profunda se llevó anoche en pocas horas el país amarillo
con su flora y su fauna de ceos y especuladores, grandes medios y periodistas mediocres,
jueces y fiscales aventureros, duranes y barbas, caputos y bullrichs,
chocobares, lanatas, majules, bonadíos, extonerllis, dalessios y fariñas. No
quedó nada. Solo el Mago Sin Dientes, ya sin presidente tampoco.
Aturdido,
sin reacción, con los reflejos de un mueble, lo que restaba de Macri salió a tirar
la toalla aún antes de conocerse ninguna cifra oficial, en tanto insistía con
una campaña que acababa de acabarse. Y todos a dormir. Ya no había globos. Nadie
bailó. Si otra gracia le faltaba a la tragedia, la inestable Elisa Carrió salió
a subestimar el desastre augurando para octubre el triunfo de “la República por
más del 50%”, y anunciando a continuación la palabra de María Eugenia Vidal…
pero el hada, inmaterial, insustancial, ya era un fantasma, ni siquiera una
ilusión. Apenas un gas.
El
final tantas veces anunciado –y no sólo por El Martiyo- por fin surgía de las
profundidades y había llegado. Tres larguísimos años y medio de impericias y
mentiras, de persecuciones políticas, de espionaje ilegal, de falsas denuncias
y crecimientos invisibles, de marketing y puro marketing, de saqueo,
endeudamiento y miseria, reventaban en las urnas como un chasco barato, como un
viento nuclear. Nada quedó en pie.
La
revolución de la alegría, la pobreza cero, el mejor equipo de los últimos 50
años, la lluvia de inversiones, el semestre que viene, la herencia recibida, la
transparencia pretendida, los ricos no roban, un inmenso edificio de prejuicios,
falsedades y mentiras se derrumbaba de golpe sobre los mismos cuerpos de sus
albañiles, arquitectos e ingenieros. Qué risa.
La
mentada Smartmatic que tanta celeridad auguraba, seguía sin dar resultados
cuando ya nadie los precisaba. Todo había terminado. Los amigos de la barra de
la timba financiera ya habían comenzado su estampida, las llamas envolvían al
gobierno, Macri nos mandaba a dormir,
pero la fiesta recién empezaba. Todo era jauja. Un 70 por ciento del país reía,
el otro 30 daba risa.
Por los
canales del Grupo y sus satélites comenzaba un desfile de involuntaria
comicidad. En una galería de rostros desopilantes, se sucedían las caras de
Lanata, a punto de implosionar; Majul casi tan rabioso como asustado; Leuco
verde, Leucocito azul; Eduardo Van der Koy –ese duro de leer-, pretendiendo que
la alegría anticipada de Nilda Garré podía suponer “un vínculo secreto con Smartmatic”.
Genial. Enfrente, sonriendo nerviosa, perdida, desorientada, María Laura Santillán,
cual heroína del Titanic, quiso echarle una mano y le preguntó si estaba “mandando
fruta”. En El Trece a esa hora pasaban un capítulo de El Zorro. Mel Brooks ya
parecía un pelotudo.
En
competencia feroz, América salió con algo mejor que los Midachi.
Los
animales de la mesa de Fantino querían “incendiar el laboratorio del Pro”. Sí,
sic. Otros preferían linchar a los encuestadores al cabo de semanas de conjeturar
sobre cualquier encuesta que les gustara. Gorilas en la niebla, ya no sabían a
quién culpar, ni de qué vivir en lo sucesivo. Aterrado por la cotización del dólar,
Fantino hurgaba su celular, y a tal punto llegó su pánico, que en un momento se
agarró la cabeza poniendo en serio riesgo su nuevo peinado. Otra que Les
Luthiers.
Idiotas
y patéticos, inútiles y peligrosos, codiciosos y malvados, se van así, dejando
un país en llamas, un pueblo en la miseria, un futuro incierto, el inexorable fracaso del antiperonismo de siempre y su amor al odio.
A este
desastre que recién amanece llegamos por eso, por las tapitas de Clarín y los sketchs
de Lanata, por las ficciones de La Morsa y la Carrió; por Santoro y su Dalessio;
por el comando venezolano iraní que asesinó a Nisman y desapareció atravesando
las paredes; por la organización guerrillera mapuche financiada desde Londres; por la entonada Bullrich y sus amigos de la DEA y el State Department; por la
adorable Christine y su FMI; esta hecatombre se la debemos a ellos, a Macri y sus vivillos, a Magnetto y sus lanatas, a Mirtha y sus invitados, a Trump
y sus trampistas; ninguno es inocente.
Solito
con su Pichetto, inmune a la realidad, sin siquiera mentiras nuevas, como
abandonado hasta por sus propios guionistas, más de 20 horas le tomó a Macri
aparecer ante el país con su nuevo discurso que era el mismo de siempre. La
pesada herencia, el futuro sin presente, el Kuko Ka, el río que no terminamos
de cruzar, y lo mucho que nos quiere el mundo. Lo que se dice acelerar en la
arena.
Como De
la Rua en su diciembre, como Alfonsín después del triunfo de Menem, Macri
mantiene la investidura presidencial, y ya nada más.
La probada
insensibilidad de su gobierno no sólo le impidió sentir el dolor del pueblo, sino
también su hartazgo. Lo de ayer en las urnas no fue una paliza, fue una clara
patada en el culo. La paciencia abusada.
Falta
mucho para octubre, cien años para diciembre.
Anoche estalló
el trueno del escarmiento.
Su onda
expansiva recién comienza.
* * *