////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///
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sábado, 27 de octubre de 2018

EL MARTIYO: DIEZ AÑOS DE PERIODISMO INDEPENDIENTE (ma´qué TN)…




A mediados de 2008 los sospechosos de siempre (la Sociedad Rural, los grandes medios, los sectores más reaccionarios de la Iglesia y las Fuerzas Armadas, la derecha de siempre, y desde luego la Embajada Norteamericana), una vez más intentaron un golpe de estado en la Argentina. La noticia no era esa: la noticia era que por primera vez las masas sin jardines ni macetas, salían en defensa de lo que creían “el campo”. 
Semejante confusión tenía un culpable: los grandes medios, el grupo Papel prensa, lo que nos gusta resumir como: Clarín, lo que es, supone y oculta. Decididos a enfrentarlos, hicimos de nuestra herramienta un arma. 
Nacía El Martiyo.


Las Jornadas de Octubre



"Prefiero ser martillo que yunque".
Julio Popper


El 4 de octubre del año 2008 El Martiyo irrumpía en el universo virtual.
Entonces se llamaba El Martillo y aparecía en la comunidad de Clarín.blogs, dispuesto a ser la quinta columna que los mordiera por dentro. Aquella convivencia se fue tensando a tal punto, que dos años después, el día que murió Néstor Kirchner, decidimos clonarnos en la comunidad Blogger ya bajo el nombre de El Martiyo. Apenas el 11 de noviembre, quince días más tarde, Clarín nos censuraba y nos clausuraba condecorándonos a la vez con la frase que hoy nos encabeza como una medalla: BLOG DISTINGUIDO POR EL GRUPO CLARÍN CON LA EXPULSIÓN Y PROHIBICIÓN ABSOLUTA EN SU COMUNIDAD, JAJÁ.
Nos gusta pensar que El Martiyo nació en octubre, como el peronismo, el 4 El Martillo, el 27 El Martiyo. Así que tomamos el año del primero y la fecha del segundo, para conmemorar hoy su primera década de periodismo de verdad independiente, libre, sin anunciantes ni patrones, sin intermediarios mercantiles entre mis ansias y mis lectores. Como si fuera posible la felicidad.
Por aquellos mismos días de 2008 nacía también el programa de la Televisión Pública 678. Vale mencionarlo porque en el fondo teníamos el mismo origen, las mismas necesidades, el mismo objetivo: denunciar, o más bien revelar la dinámica de la manufacturación de la realidad del periodismo hegemónico. Eso que nos jactamos de haber bautizado: el periodismo industrial.
Eran los días cuando la misma argentina que más tarde alucinaría en Macri al arcángel Gabriel, entonces le colgaba las patillas de San Martín al insustancial Cleto Clobos, hoy extinto político.
Pero la sorpresa no estaba, desde luego, en la traición de un radical asustadizo, ni mucho menos en la sempiterna codicia de la viejísima Sociedad Rural, ni en los cuatro machos del agraonegocio y su rancia oligarquía terrateniente, ni en la voracidad sanguinaria del Grupo Papel Prensa. La sorpresa, la única y grande, fueron aquellas multitudes sin macetas ni jardines que de pronto salieron a defender “al campo”.
Por primera vez desde no recordaban cuándo un gobierno nacional y popular los protegía y enfrentaba a los poderes concentrados en beneficio de las grandes mayorías, y sin embargo… Algo andaba mal, muy mal, y para mí, y no sólo para mí, el nudo del problema era Clarín, lo que es, supone y oculta.
Entonces por algunas semanas Magnetto & Co. alcanzaron el dominio de la situación nacional. Promovieron y celebraron el corte de rutas, el desabastecimiento, la confusión y la injuria, encubrieron el lock-out patronal como alguna vez el genocidio, y al fin, por un voto, lograron quebrar la voluntad del Gobierno.
A punto estuvieron de disponer su caída.
Fue una demostración de poder inédita, que bien supieron ocultar detrás de los títeres de la hora: el desdentado De Angelis, el bárbaro Hugo Biolcatti, la infaltable Carrió, Cobitos… Días de gloria cuando Magnetto todavía conseguía esconderse detrás de cualquier arbusto. Pero la victoria era suya, y lo sabia. Nunca había llegado tan alto, tan hondo. Era el mediodía de Clarín. Comenzaba su lento declinar hacia el ocaso.
Kirchner le preguntaba entonces si estaba “nerviosho”.
Se acuñaba y multiplicaba el eslogan Clarín Miente.
Nacía 678.
Nacían El Martiyo y tantos otros blogs y portales dispuestos a la tarea urgente de incendiar la caverna de Platón, de revelar el lado oscuro de la industria periodística argentina. De enfrentar al ventrílocuo y no perder más tiempo con muñecos.
De eso se trata El Martiyo, un blog argentino, hecho por un argentino, escrito en argentino, y dirigido a todos los argentinos de cualquier nacionalidad que fueran.
Urgidos por la urgencia, nunca nos planteamos un periodismo informativo o de investigación, eso lo dejamos para El Martiyo Plus. Aquí preferimos encuadrarnos en lo que nos gusta llamar periodismo de barricada, asentado en una serie de sobreentendidos, siempre cuidando la información consignada, pero sin pretensiones de objetividad porque elegimos la honestidad, y, pese a ser un blog unipersonal, ya de movida adoptamos la primera persona del plural para no abjurar de las responsabilidades que a todos nos caben por este mundo que supimos conseguir. Y por el cual instauramos la sección Mundo Mundial.
Porque como somos argentinos, ningún tema nos es ajeno. La política, el fútbol, el amor, la guerra, el arte, la música, el cine, las chicas, y sobre todo la Argentina, por eso nuestra sección más copiosa es La Patria Escrita.
Para que no falte el humor surgieron las secciones Anékdotas (“chiste” en griego moderno), Destellos Apócrifos, Aforismos, Los chistes de Perón y Los chistes de Borges, en una especie de contrapunto ideal entre esa Argentina posible, aunque imposible.
Nos permitimos la profecía en nuestra sección Europa en Guerra, donde advertíamos entonces lo que vemos hoy.
Pero en el fragor de la batalla, no olvidamos la canción. Nuestro objetivo siempre fue Clarín, lo que es, supone y oculta. Su historia (Papel Prensa, el genocidio encubierto, las AFJP, la fuga de divisas, le pesificación a costa de todos nosotros), su prepotencia monopólica, sus inciertos propietarios (Goldman Suchs, Barton Group), los  delitos de lesa humanidad de sus distinguidos directores: Bartolomé Mitre, Héctor Magnetto, Ernestina Herrera de Noble, la historia de sus hijos sin resolverse todavía… Golpeamos donde más les dolía y desde su propia comunidad… Entonces desplegamos nuestras secciones Medios Medios, La guerra con DOS medios, y El Martiyo contra Clarín, crónicas de algunas batallas muy puntuales; y desde luego, La Patria Escrita.
Para dar testimonio directo de algunos procedimientos habituales y repugnantes del periodismo industrial, nos inmolamos en nuestra sección Memorias de un mercenario (breves relatos de mis días de plomo).
Colorín colorado, la mañana del 11 de noviembre de 2010 Clarín nos clausuraba El Martillo: this blog has been archived or suspended, decía el cartelito en inglés, los muy cipayos…
Conocedores del Grupo -por dentro y por fuera-, quince días antes, precavidos, inaugurábamos El Martiyo con un posteo casi en crudo, urgente, sin arabescos ni copetes ni fotos y rápidamente titulado MURIÓ NÉSTOR KIRCHNER. Abajo Blogger consigna la fecha y la hora de su publicación: 27 de octubre, 15.40. Hora de afinar la resistencia.
Mucha web corrió desde entonces, desde aquél octubre de El Martillo y ese otro de El Martiyo. Diez años, mucha web…
En cuanto a nuestra guerra con el Grupo… A la luz de la actualidad podría pensarse en una inmensa derrota: Magnetto maneja la Corte Suprema y el Poder Ejecutivo, y el Grupo se convirtió en la empresa más grande del país, y el mayor conglomerado periodístico de la región, sí… Pero la victoria es nuestra: el diario, la marca, su prestigio periodístico, ya no existe.
Pagaron su codicia con los restos de su credibilidad. Ya nadie, ni los propios lo citan sin disculparse antes; vende menos que en 1963 cuando el país tenía 15 millones de habitantes, su edición digital sigue sin dar ganancias, Lanata pierde con Mirko, el eslogan de TN “periodismo independiente” se ha vuelto un chiste en sí mismo, y no hay político que al menos en público no luche por despegarse del nombre de Héctor Magnetto. Crecieron mucho, sí… pero hoy son sólo negocios, periodismo cero.
Periodismo es El Martiyo.
Periodismo libre, independiente de verdad.
Diez años.
LTA, Clarín.



* * *

sábado, 25 de agosto de 2018

BRULOTES BRUTALES - Hoy: Alfredo Casero, el hombre que se equivocó de público...




Surgido del humor absurdo que en los 90 vino a renovar la comicidad nacional, Alfredo Casero iba dirigido a un tipo de público, y terminó con el tipo opuesto, con ese público que nunca entendió sus chistes y ahora tampoco, y que para colmo se ríe de sus tristezas, sus amarguras y sus broncas

EL PAYASO RABIOSO




Nos autocitamos:
“El demonio existe: es el ego. Por eso está siempre a nuestro lado, y nos acecha.
Su mejor truco consiste en hacernos creer que nos elevamos mientras nos hundimos, que avanzamos cuando retrocedemos, que todo va mejor a un paso ya del abismo. Es la vanidad, la droga de la serpiente. La soberbia. Según La Biblia, el exacto instante previo a la caída.
En tal sentido nada como la televisión para detectar y contemplar fenómenos satánicos de esa índole. Pequeños seres humanos inflados hasta reventar. Periodistas baratos de dudosa formación y escasos recursos convertidos por un rato en grandes pensadores dueños de variadas verdades y pletóricos de sentencias. Presentadores impresentables con problemas de comprensión y de lenguaje; panelistas en bolsa repetidores de frases hechas y noticias improbables con el tono sin embargo de senadores de Roma; figuritas mediáticas como fuegos de artificio que suben, se encienden y se incendian, y viejísimas figuras que a fuerza de pura permanencia televisiva, adquieren un halo mítico de estatuas vivientes… Lo que podríamos llamar: un infierno encantador”.
Así comenzábamos el 13 de febrero un post dedicado a Roberto Petinatto en ocasión de su implosión pública (Ver aquí).
Como quien mata dos pájaros de un tiro, hoy recurrimos a las mismas palabras para referirnos al exgordo y excómico Alfredo Casero, típico payaso triste y ya patético, sino tétrico también.
Surgido del humor absurdo allá por los 90, quiso ser Diego Capusotto, y acabó en Fernando Iglesias.
Irrumpió dirigido a la juventud más roquera, contestataria y progre, y terminó frente al Congreso la otra noche con lo más vetusto y conservador del gorilaje porteño, reducido tan luego a esa gente que siempre despreció, de la que siempre se burló: el público de Mirtha y de Susana, la derecha cruda, pueril y bruta. Ahí su rabia, su espantosa frustración. El odio que se ve que lo consume.
Sus divagues, sus incoherencias, casi siempre graciosas en el contexto de sus programas, un día siguieron de largo más allá de sus programas, y ya nunca más fueron graciosas. Quienes alguna vez lo creyeron cómico, descubrieron entonces que no hacía reír, sino que más bien daba risa, lo que viene a ser todo lo contrario.
“El hombre está preparado para la muerte, pero no para la derrota”, supo afirmar el inmenso Ernesto Hemingway en una de sus sentencias más machas, y por lo tanto más inciertas. Sin embargo muy lejos y mucho después, el ínfimo Alfredo Casero viene a sostener con su entero ejemplo la lengua del gigante.
Como todo payaso triste, Alfredo soñaba ser un actor serio, y Suar -el Grupo- le dio la chance. El ego lo empujó, y el diablo le cobró su pacto. Fue su paso trágico.
Agradecido con el Grupo que le permitía soñarse otro, lo primero que hizo fue enfrentarse al kirchnerismo con todos los clisés del gorila 4x4. En busca de la originalidad perdida, probó el petardismo sin imaginación, y así a cada paso cayó en sexismos, machismos, racismos, y otros abismos de los que nunca más volvió.
Entonces supimos que su absurdo personaje no era un personaje sino apenas su absurda persona al fin descubierta. Y lo que ayer causaba risa, de pronto causó sorpresa y pronto rechazo. Alfredo no era gracioso, resulta, era tonto. El público que él tanto deseaba, de a poco pero enseguida empezó a apartarse.
Azorado, acaso asustado, por las dudas rabioso, no tuvo mejor idea que acelerar en la arena. El ego otra vez.
Con menos ingenio que vulgaridad, embistió al movimiento de mujeres, y rápido se ganó otra hinchada (en contra).
Como el diablo además de voltearte disfruta patearte en el piso, un día apareció alimentando los programas de chimentos con un video donde se lo ve confesándose cornudo a los gritos frente a la casa de su ex en una de sus escenas más tristes, patéticas, y por qué no tétricas también.
Perdido en sí mismo, quiso distinguirse de sus colegas y se enfrentó a la Asociación de Actores, y al final fue la Asociación de Actores la que ahora supo distinguirse de él con una nota de repudio, porque el diablo –que cuanto más le das, más quiere-, lo empujó a enfrentarse también con las Abuelas de Plaza de Mayo mientras reinvindicaba a las Fuerzas Armadas en el pico del desmadre de otro de sus brotes televisivos, cuando acabó repitiendo a los gritos “flan-flan” sin poder parar, cada vez más fuerte, más furioso, ya del todo tétrico.     
La tontería del flan le encantó al presidente –acaso atontado por su propio fracaso-, quien a su vez arrastró a todo su gabinete a otro desastre público, cuyas imágenes cargarán hasta el final de sus días, y con la actuación estelar del senador Esteban Bullrich, reconocido tonto de la Alianza gobernante.
Atontado por tanta tontería, Casero, sacado, apareció al fin gritando flan-flan frente al Congreso, junto a miles de ancianos que allí le daban su apoyo al gobierno que los saquea. 
Fue la noche de su mediodía, a partir de allí comenzaba su ocaso.
Atacar a las Madres y/o a las Abuelas de Plaza de Mayo, es posible, y hasta frecuente, tal y como han demostrado últimamente el gobierno y sus medios, (o los medios y su gobierno, como sea). “El curro de los derechos humanos”, la obsesión de Clarín contra Hebe de Bonafini, el fallido intento del 2x1… Atacar a las Madres y a las Abuelas es posible y ahora también frecuente. Pero nunca será gratis.
Sus desgraciados chistes sobre el trabajo de las Abuelas y la verdad de los nietos recuperados, no habían causado ninguna gracia. De pronto los shows comenzaron a caer. Rápido le cancelaron uno en Salta, y al toque otro en Tucumán, las manifestaciones de repudio empezaban a llover…
Como Roberto Petinatto, el viejo Castaña, el gurú palermitano Ari Paluch, el cantor callado Gustavo Cordera, el triste Tristán, y tantos otros en caída libre, Casero también se apuró a pedir disculpas… pero el abismo también es un viaje de ida.
Amargo payaso despintado, lo dicho dicho estaba y se viralizaba hacia el infinito. El rígido ayer, dijera Borges, ya rodaba por las redes para siempre. Ya está. Ya es imposible pasar por un exabrupto la incontinencia que una vez más dejó al aire los huesos descarnados de su conciencia. Ya no saldrá jamás de la plaza de la otra noche, del público de Mirtha y de Susana, de ese público que nunca entendió su humor, que ni siquiera entendió lo del flan, y que ahora confunde su rabia con un chiste, mientras él ve que de pronto hace reír al que nunca quiso, y rabiar al que tanto quería. Ahí su bronca, su furia, su inesperada derrota.
Otra clásica historia de payasos tristes.
A Lanata le pasó lo mismo: se equivocó de público, y se lo comió el odio.



* * *

sábado, 24 de febrero de 2018

REDES SOCIALES: EL ORIGEN DEL MAL...


Medios, magnates, gobernantes y políticos, intelectuales, periodistas y habladores en general, encontraron al fin el origen de todos los males del mundo: las redes sociales.
Se las acusa de propagar noticias falsas, orquestar o sabotear campañas políticas,  manipular al usuario, y otras lindezas hasta ahora exclusivas de los medios masivos.
La situación es grave. No sólo peligra el negocio, sino, y sobre todo, el monopolio de la realidad. 
Pero detrás de las redes, estamos nosotros.


ENREDADOS




Frente a la agonía imparable de los medios masivos de comunicación, sus dueños y sus políticos, identificado el enemigo que se los come, embisten contra las redes sociales, detrás de las cuales, claro, estamos nosotros. O sea…
El último 16 el portal de El País de España publica un artículo muy interesante, no tanto por lo que dice como por lo que calla.
Bajo el título Rebelión contra las redes sociales, se intenta instalar, expresamente, el “annus horribilis” de las mismas. Se invocan testimonios de impulsores o creadores arrepentidos, el repentino terror por las fakes news, la manipulación del usuario, y la culpa de todos los males modernos: el Brexit, Donald Trump, la secesión catalana, el calefón y La Biblia. Annus horribilis.
Firmado por Jesoba Ebola –cuyo nombre nos impide precisar su sexo -, allí se enumeran una serie de graves críticas contra las redes sociales, que sin embargo, bien leídas, les caben, todas y cada una, absolutamente, a los grandes medios masivos.
En su sinuoso artículo, Ebola, arrogándose algún tipo de representación popular, nos dice en un fragmento:
“La percepción que tenemos de las redes ha mutado. Nacieron como un instrumento para conectar con amigos y compartir ideas. Paliaban el supuesto aislamiento que generaba Internet. Se convirtieron en una fuerza democratizadora al calor de la primavera árabe. Parecían una herramienta perfecta para el cambio social, empoderaban al ciudadano. “Daban voz a los que no tenían voz”, recalca en conversación telefónica desde Reino Unido Emily Taylor, ejecutiva del Oxford Information Labs que lleva 15 años trabajando en asuntos de gobernanza en la Red. “En tan solo siete años, todo ha cambiado. Preocupan esas campañas políticas de anuncios dirigidas a alterar los procesos electorales”.
Vale preguntarle a Ebola: ¿los medios masivos de prensa nunca hicieron campañas políticas dirigidas a alterar los procesos electorales, Jesoba?...
Muy preocupada por la paja del ojo ajeno, al toque Jesoba nos advierte de otro peligro, oh, terrible también: “el efecto burbuja”. 
“El usuario lee lo que le mandan sus amigos y la gente que le es afín ideológicamente: un estudio publicado en la revista científica norteamericana PNAS y que analizó 376 millones de interacciones entre usuarios de Facebook concluyó que la gente tiende a buscar información alineada con sus ideas políticas. “Si Facebook te filtra la información”, opina la investigadora de redes Mari Luz Congosto, “al final solo te muestra una visión de los hechos, te la refuerza y, por tanto, te radicalizas”.
Lo más lamentable de este párrafo quizá sea ese tono de quien pretende descubrirnos algo que es más viejo que la espalda. Primero, porque dicha burbuja (se) la crea el propio usuario o lector, que ahora elige sus contactos, así como desde siempre eligió sus medios. Por eso existen, desde siempre, medios de izquierda para el público de izquierda, y medios de derecha para… Y por otro lado, tal ha sido también siempre el negocio de los medios masivos: captar un público propio, y “cultivarlo”, en el sentido más agropecuario de la palabra: sembrarlo, abonarlo, cuidarlo y cosecharlo. Eso es más viejo que andar a pie.
Sin embargo, por fin hacia el final, Jesoba nos revela cuánto calla con todo lo que dice:
“Es un hecho. Facebook es la plataforma líder en redirigir a los lectores hacia contenidos informativos desde mediados de 2015, cuando superó en esto a Google. Más de 2.130 millones de personas forman parte de su comunidad. Hay 332 millones en Twitter. Dos tercios de los adultos norteamericanos (el 67%) declaran que se informan vía redes sociales, según un estudio de agosto de 2017 realizado por el Pew Research Centre.”
Ahí la verdad, la gran tragedia.
67%.
Lo que significa que sólo el 33%...
Ahí el pánico de los grandes medios frente a las redes sociales que todos los días se los comen un poquito más, y más, y más…
Botón de muestra: en los últimos cinco años el diario New York Times mantuvo su mismo margen de renta, no subió, ni bajó. En el mismo lapso Facebook lo multiplicó año tras año.
Poco antes de aparecer ese artículo de El País, el mulitibillonario George Soros ya se había manifestado públicamente contra las redes, y con los mismos argumentos, oh casualidad, que luego difunde El País.
En paralelo y en Francia, Emanuel Macron también la embiste contra las redes y pretende que algún tipo de comisión integrada inexorablemente por seres humanos, interceda y censure lo que crea, le parezca, o se le ocurra falso. Annus horribilis.
La preocupación de gobernantes, magnates y políticos frente a las redes sociales, es razonable. Ya los motivos invocados, en cambio…  
Es razonable que se preocupen porque ya tenían consumado su matrimonio eterno con la prensa industrial, cuando se les aparecieron las redes y su prensa individual, multitudinaria, y por lo tanto incontrolable. Nacidas para el mejor control de las masas, de pronto son su herramienta de liberación. Hacen bien en preocuparse.
Ya que invoquen entre sus motivos la lucha contra las noticias falsas, el Santo Grial de una información veraz y objetiva, o el respeto al público; es menos un chiste que una burla.
La prensa grande, la industrial, la que les pertenece, los catapulta o los entierra, nunca dejó de mentir, de difundir noticias falsas, de radicalizar y manipular a su público, y ni Macron ni nadie dice ni mú cuando los catapultan, apenas, y a veces, cuando los entierran.
Lo que de verdad les importa, lo que está en juego, en peligro, es el monopolio de la realidad.
El principio de la Caverna de Platón que les permitió reinar hasta nuestros días, y que ahora ven, así, que se desbarata.
La realidad –esa percepción hecha de informaciones más o menos ciertas y no- ya no les pertenece. Peor, mejor: ya no es un monopolio. Dejó de ser un producto industrial, ahora es algo más artesanal. Todo está en peligro.
La construcción del sentido común, el arreo de las masas, la producción en serie de nuevos políticos más serviles, la justicia por encima de la Justicia que saben impartir con cuatro tapas, todo, todo lo serio, todo lo que importa, todo lo que justifica la existencia de un medio masivo, perdido por un montón de imbéciles que de pronto habitan una caverna propia donde proyectan su propia realidad.
Y entonces, aterrados, los grandes medios reclaman para sí la exclusividad de la información, o sea, de paso cañazo, el monopolio de las fakes news. Una licencia para mentir, dijéramos.
El último 12 de enero publiqué apenas en Facebook un texto titulado Escupidas al cielo. El texto se viralizó, luego alguien le puso voz y música, alcanzó la radio, y siguió rodando, cuando entonces Norberto Fortunato Diniro lo editó todo en un video que en pocos días superó las 25 mil reproducciones y sigue y suma… Hoy es imposible saber cuántas personas ya lo vieron o leyeron ese texto… una potencia de alcance directo que dudo me haya dado alguna vez alguno de los muchos grandes medios para los que trabajé en tantos años de oficio. Mucho menos con la absoluta libertad de decir lo que se me de la gana. Y nada de eso hubiera sido posible sin Facebook. Ahí el temor de Clarín, Le Monde, El País, Soros, Macrón, y sus otros empleados.
Lo decíamos hace poco en nuestro post Para qué queremos los diarios: los medios masivos se mueren pero el periodismo no. Por el contrario, el periodismo se diluye en la masa, y por eso justamente se mueren los medios masivos. Las redes, nosotros, los abatimos.
Como suele ocurrir con estas modas, a los magnates, sus medios y sus gobiernos, se les suman intelectuales, sociólogos, escritores y habladores en general que de pronto también han descubierto en las redes sociales el origen de todos los males del mundo.
Una campaña que recuerda a la que durante décadas sufrió la televisión cuando la televisión era la televisión. La caja boba, le llamaban, adjudicándole al soporte, la miseria de nuestros contenidos.
No, las redes no tienen la culpa.
Las redes no son ni buenas ni malas: son nosotros.
Y eso es lo que les molesta. No Facebook, ni Twitter ni Youtube, no les molestan las noticias falsas, ni la burbuja ni la manipulación del lector: nosotros, les molestamos. Nosotros los aterramos, y a por nosotros vienen.
Haríamos bien en preocuparnos. 

* * *

martes, 13 de febrero de 2018

BRULOTES BRUTALES - Hoy: Roberto Petinatto, un infierno encantador...


El triste Tristán, el astro retro Cacho Castaña, el gurú palermitano Ari Paluch, el cantor callado Gustavo Cordera, ambulan ya por ese raro limbo donde los famosos sueñan con el olvido, y al que acaba de ingresar ahora también Roberto Petinatto, con toda su leyenda ajena a cuestas, y su gracia tan habitual entre los habituales graciosos de la tele.
Encandilados por sí mismos, no advirtieron el final de una era, y siguieron de largo hacia el ayer.
Pero en su caída nos descubren el verdadero rostro del demonio. 


UNA LECCIÓN PARA TODOS





"Venía rápido, muy rápido
y se le soltó un patín"
Carlos Alberto Solari



El demonio existe: es el ego. Por eso está siempre a nuestro lado, y nos acecha.
Su mejor truco consiste en hacernos creer que nos elevamos mientras nos hundimos, que avanzamos cuando retrocedemos, que todo va mejor a un paso ya del abismo. Es la vanidad, la droga de la serpiente. La soberbia. Según La Biblia, el exacto instante previo a la caída.
En tal sentido nada como la televisión para detectar y contemplar fenómenos satánicos de esa índole. Pequeños seres humanos inflados hasta reventar. Periodistas baratos de dudosa formación y escasos recursos convertidos por un rato en grandes pensadores dueños de variadas verdades y pletóricos de sentencias. Presentadores impresentables con problemas de comprensión y de lenguaje; panelistas en bolsa repetidores de frases hechas y noticias improbables con el tono sin embargo de senadores de Roma; figuritas mediáticas como fuegos de artificio que suben, se encienden y se incendian, y viejísimas figuras que a fuerza de pura permanencia televisiva, adquieren un halo mítico de estatuas vivientes… Lo que podríamos llamar: un infierno encantador.
En ese infierno encantador arde desde hace unos días Roberto Petinatto, víctima de un ego que antes o después se veía reventar. 
Y bastó el palito pisado de una frase infeliz, para abrir la caja del pasado de una fila de Pandoras malheridas.
El palito pisado ya no importa, su pasado es lo que pesa. Como en el caso del hoy fantasmal Ari Paluch o el espectro de Tristán, los testimonios que lo condenan tienen esa exactitud de coincidencias que los vuelve veraces, y por ello lapidarios. Todas cuentan lo mismo. Todo, evidentemente, es verdad.
De Sumo con Luca Prodan, a La Noche del Domingo con Gerardo Sofovich, hay una distancia tan grande como el ancho vacío de un ego levantado a fuerza de banalidades constantes, pretensiones insustanciales, y una obra inexistente más allá de sus viejas payasadas ochentistas, sus estrafalarios disfraces de dudoso gusto, sus estupidos muñequitos, y sus repetidas y fallidas imitaciones del show de David Letterman.
El petardismo impensado, la ironía incesante frente a cualquier tema como quien está por encima de todo, el repentísmo reducido a rapidísmo, la burla hacia el otro con su insalvable carga de desprecio, no alcanzan, en su conjunto, a ser un estilo, apenas son características, en estos casos, defectos. Sin embargo así, con todo eso y sólo eso, más cuatro gotas de leyenda lateral (ya que tampoco hablamos de Luca Prodan o Ricardo Mollo), Roberto Petinatto, empinado por las circunstancias de un medio mediocre, adquirió con los años un aura indiscutido de artista transgresor, sinónimo de vanguardia, y palabra santa.
Es ahí cuando el Demonio ve que su fruta está madura y le clava los dientes.
Bastó la pequeña victoria de la fama y sus mieles, un rating pobre en un contexto paupérrimo, una claqué a sueldo que acaso creyó espontánea, un desfile de figuras sumisas que preferían simular admiración antes que exponerse a sus burlas, más las groupies infaltables de las puertas de todos los canales, y ya nuestro pequeño héroe estaba inflado para reventar.
Entonces lo dijo. Pisó el palito de una palabra inoportuna, soltó una de esas frases que dice siempre porque no piensa nunca, y estalló en el aire. Pudo haber sucedido antes, pudo suceder después, pero se lo veía venir.
En marzo del año pasado, tras los sucesos de Olavarría durante el recital del Indio Solari, Petinatto sorprendió por fin después de tanto abriendo su programa con un show inédito de resentimientos, envidias y otras miserias. Más de un cuarto de hora con la boca llena de espuma descargando contra el ausente, sin disimulos, su tremenda frustración como rock-star sin banda, sin recital, sin público, y sin canciones.
Antes de un año aquél demonio suyo volvió a por él, lo emboscó entre sus propias palabras, y se lo llevó hacia ese limbo donde ahora ansían el olvido absoluto Ari Paluch, el triste Tristán, Cacho Castaña, Gustavo Cordera… y algo nos dice que pronto seguirán los nombres…
Pero que nadie se engañe: el palito pisado no fue una frase infeliz, ni un “give me five”, ni un chiste viejo del viejo Castaña… Todos ellos y los que vengan, no son sino lo que siempre fuimos. Ningún machista es generación espontánea. Diría Sartre: “cada hombre es lo que hace consigo de lo que hicieron con él”. Y eso es culpa de todos y de nadie y fue así desde siempre. Sólo que un día se terminó. Como la esclavitud o la inquisición y tantas otras cosas que un día se terminaron. 
Y ese, en tal caso, fue el palito pisado. No advertir que una historia se acabó. Que lo que nos parecía normal, estaba mal. Que vivimos equivocados y que es posible y necesario y urgente mejorar.  
Ejemplos de lo que ya no sirve, Petinatto, Castaña, Paluch, Tristán, Cordera, no son sino los famosos de una legión de retrasados que no pueden, no quieren, o no les importa entenderlo. Pero nada de eso detiene el final de una era que se termina, y que así se los lleva. Simplemente no supieron bajarse a tiempo y siguieron de largo hacia el ayer. Con sus chistes vencidos, con sus gracias gastadas, con sus manías viscosas, soportados demasiado por un entorno que no otorgaría pero callaba, ebrios de espuma, mejores que nadie, encandilados por el demonio que tiene cara de espejo.
No dejan de ser una lección para todos. 

* * *

jueves, 1 de febrero de 2018

¿PARA QUÉ QUEREMOS LOS DIARIOS?

Concentrados en Facebook, Twitter, Instagram, Youtube, Netflix –y siguen las firmas-, asistimos con alegre indiferencia a la agonía de los medios de comunicación masiva. 
Como quien los ve morir sin mirarlos siquiera. 
No hay noticia. 
Pero nos llueve en la cabeza una pregunta impostergable…


¿PARA QUÉ QUEREMOS LOS DIARIOS?




Que asistimos a la hora terminal de los medios masivos de comunicación, ya no es un delirio recurrente de este blog, es un grito planetario, una realidad cada día más evidente tal y como lo demuestran, además de los hechos, la profusión de ensayos, libros, informes y artículos sobre el tema. Todo concluye al fin.
Cae el encendido de la televisión abierta y satelital, caen y se cierran cada vez más revistas, caen las ventas de las ediciones en papel de los diarios, y con un agravante: todavía ningún diario en el mundo consiguió hacer rentable su edición digital, por lo cual todos aún se financian con la de papel, cuyas ventas, fue dicho, caen y caen. Algo se acaba, todo lo indica.
Si alguna vez no hace tanto el fin de los medios masivos de comunicación sonó a delirio, fue porque nacimos en esto, con ellos. Pero la cruda realidad es que esos medios masivos, tal y como los conocemos, aún no cumplieron ni siquiera cien años de existencia. Vale decir, la humanidad vivió toda su vida sin ellos. Perfectamente. Progresando incluso.
Sin embargo nada de esto significa que se acabe el periodismo, al contrario. Se diluye en la masa, ahí el final.
Hoy cada individuo lleva en sus manos un medio masivo de comunicación gráfico y audiovisual, con distribución propia, gratuita, mundial, intantánea. Puede filmar, fotografiar, relatar, escribir y publicar en directo para todo el mundo. Hoy no es periodista el que no quiere.
Maravillados por dicha maravilla, y siempre listos para abaratar costos, los dueños de los medios van reemplazando así la producción propia por la réplica de lo que produce y difunde su propio público. Como en un raro restorante donde te cobran lo que comés porque lo llevaste vos. Eso no dura mucho.
Desde el nuevo romance de Pampita a la muerte de Nisman, desde las filtraciones de Wikileaks hasta los Papeles de Panamá, hace rato que las grandes noticias que difunden los famosos grandes medios ya no surgen de investigaciones o fuentes propias, sino de las redes, de la web… que se lo come todo. Todo.
Cada día cada vez más vemos cómo la televisión, los diarios, los portales, replican lo que se viraliza en las redes sociales, convirtiéndose así, en el acto, en meros intermediarios. Lo que en sí fue la esencia del periodismo: llevar las fuentes al público, o viceversa. Sólo que ahora el público tiene acceso directo a esas fuentes, y entonces aquellos intermediarios se vuelven también innecesarios ¿Cuánto aguantarán así?
Porque a los tremendos cambios de paradigmas que supone la actual revolución tecnológica, se agregó la inercia de una desidia inexorablemente trágica.
Los diarios, sus ediciones en papel, envejecieron en una sola noche el día que se inventó la radio. Sufrieron otro golpe mortal cuando nació la televisión. Fueron arrasados por las cadenas de noticias de 24 horas, y ahora llegó la web con todas sus redes para darles el tiro de gracia.
Sin embargo, aún así, aún hoy -como esos japoneses del Pacífico que ignorantes del fin de la guerra se mantuvieron durante décadas en sus posiciones-, aún hoy los diarios en papel anuncian en sus títulos. Renunció Mengano, Murió Zutano, Ganó Perengano. Como si ni siquiera la radio hubiese nacido. Es decir: diarios cerrados anoche gritarán mañana lo que la tele ya dijo ayer ¿Cuánto más podrán durar?
Este cronista vivió los últimos años de una era de gloria cuando la redacción proponía y la administración pagaba.
Días dorados cuando los medios tenían dueños, personas con nombre y apellido, cuerpo físico y vida propia, y por consiguiente, un prestigio en juego. El Crónica de García, el Ámbito de Ramos, la Atlántida de los Vigil, la Abril de los Civitta, el Clarín de Noble, La Nación de los Mitre, La Prensa de los Gainza Paz... Pasado pisado: hoy son todos propiedad de sociedades anónimas como tales anónimas.  Detectamos más o menos en el horizonte el perfil de algún CEO, sí, pero nunca queda claro quiénes son sus verdaderos dueños. Son conglomerados. Holdings. Grupos. Asociaciones privadas con fines de lucro, y nada más. Días finales.
Porque en esa avanzada las administraciones ganaron por fin su batalla y sometieron a las redacciones imponiendo los números por encima de las letras, el presupuesto por encima de las ideas, y el negocio por encima del oficio. Entonces la obediencia relevó a la eficiencia, y el mejor periodista pasó a ser el más barato.
Con honrosas excepciones que no hacen más que confirmar la regla, toda la técnica periodística actual fue reducida al “corte y pegue”. La mejor investigación de los grandes medios rara vez trasciende las barreras de Google, cuya fuente nos pertenece a todos. Y por el mínimo trámite de un rápido un clic.
Entonces la nube de la duda rompe, y llueve la pregunta impostergable: ¿Para qué queremos los diarios?



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lunes, 27 de noviembre de 2017

ARA SAN JUAN: LA TRAGEDIA PERIODISTICA…




La era de los medios masivos está por terminar.
La revolución tecnológica se lleva muchas cosas –el teléfono fijo, el taxi, la agencias de viajes, etc-, y con la misma fuerza se lleva también, y en todo el mundo, a la industria del periodismo.
En la Argentina, uniformes cuando no hegemónicos, los medios cada vez se distinguen menos entre sí, mancomunados en una decadencia general que las grandes tragedias revelan en toda su desgracia.
En la lucha contra las redes por el minuto a minuto, la emoción vale más que la información, pero está claro que los muertos nunca importan.



VERÁS QUE TODO ES MENTIRA






Frente a las grandes tragedias, prácticamente a coro, el periodismo nacional muestra sus grandes miserias, la asombrosa extensión de sus carencias.
Lugares comunes a repetición, escasez de imaginación y de vocabulario, la imitación de la competencia como todo argumento, la osadía del ignorante, la hegemonía de sus dueños, el apetito por las ventas, el apuro, la impericia y la desidia, acaban en un show casi constante, uniforme, hueco, y tragicómico… Trágico porque se origina en una tragedia, cómico porque el ridículo ajeno es una de las bases del humor… Chaplin, el Gordo y el Flaco, los Tres Chiflados, Eduardo Feinman, Alejandro Fantino, Santiaguito del Moro y el Payaso Firulete, son algunos pocos pero buenos ejemplos.
Desde que el desastre del ARA San Juan alcanzó la luz pública, los medios se frotaron las manos con las altas marcas de encendido, y salieron a pelear el share… Esperanzados –comercialmente esperanzados- con un final feliz, empaquetaron la tragedia con el título de “Los 44”, rápida remake de “Los 33” mineros chilenos, porque a falta de imaginación, siempre nos queda el plagio.
Así se daba comienzo al impúdico manoseo de un desastre inédito. El vacío de información rellenado con la hipótesis personal, el augurio, el rezo, la sospecha, la mentira simple, la improvisación constante, la indignación pasajera, el falso lamento, el golpe bajo, el chiste desubicado, la paparruchada, un cacareo agotador hecho de frases hechas, de lecturas leves, de urgencias publicitarias… periodismo cero.
Como un sarampión que anoche no parecía, brotan por todas partes repentinos especialistas en navegación de submarinos, inmersiones y sumersiones, operaciones de rescate y secretos militares, vientos, corrientes, océanos y ballenas.
En competencia desigual contra las redes sociales, se busca el impacto "minuto a minuto" y así la espectacularidad de una noticia, importa más que su veracidad. En esa disputa se licua el oficio, y lo que sobrevive es otra cosa… el histrionismo, la osadía, el delirio…
Entonces todos y cualquiera se permiten opinar, explicar –improvisar- sobre temas que desconocen –básicamente porque no les importan-, sin siquiera saber, en la mayoría de los casos, de qué están hablando. Hablan de un submarino, pero no perciben que entonces hablan de defensa militar, de secretos de Estado, de geopolítica, de alta diplomacia, del presupuesto nacional, de pactos internacionales que también ignoran… 
Así por ejemplo Alejandro Fantino –periodista deportivo devenido en analista político por el simple efecto de un corte de pelo-, Eduardo Feinman, desde la vulgaridad de su resentimiento, o Santiaguito del Moro, insustancial y sonoro, le explican al gran público lo que no tuvieron tiempo de entender. Y a toda esa nada se le llama periodismo.
Como el final feliz al final no llegó, la misma jauría se lanzó a buscar un culpable, y como suele ocurrir, inmediatamente lo encontró: el gobierno anterior. Y ya iban a por sus miembros más notorios, cuando el propio Macri los paró conciente de que Cristina pudo haberle dejado el submarino todo roto, pero el que lo llenó de gente y lo mandó abajo del agua, era él.
“¡No hagamos política con esto!”, gritó inmediatamente el Coro de Niños Audiovisuales, y allí nomás recogió el espantasuegras que acababan de soplar. No hay dirección, intención de informar, investigar, nada… hay otra cosa: hay el minuto a minuto… la guerra que ven que tienen perdida contra las redes sociales, y en esa desesperación, claro, se desesperan…
El periodismo tal y como lo conocemos, el periodismo de los medios masivos, agoniza en todo el mundo. Últimamente esos grandes medios no hacen más que replicar y correr tras lo que se viraliza en las redes sociales, o a partir de las grandes filtraciones (Wikileaks, Panamá Papers, Paradise Papers), todas fuentes a las que el gran público tiene acceso por un mínimo clic… La pregunta es: ¿cuánto puede sobrevivir, en cualquier negocio, un intermediario ya innecesario?…
El periodismo de los medios masivos se extingue porque se diluye en la multitud. Cada individuo lleva hoy en sus manos una estación portátil de producción y emisión de noticias. Puede filmar, fotografiar, escribir y publicar, simultánea e inmediatamente, en todo el mundo. Y sin proponérselo, y acaso sin pensarlo siquiera, allí produce periodismo. 
Si la noticia es buena, impacta, se viraliza… y allí detrás vienen los grandes medios a levantarla o comentarla… pero ya detrás… ya intermediarios innecesarios… ¿cuánto podrán sobrevivir?
En los últimos cinco años The New York Times consiguió mantener su renta, no subió ni bajó. En el mismo lapso, Facebook la aumentó año tras año.
Hay otro hecho sustantivo: ningún medio del mundo, por famoso, antiguo o prestigioso que sea, consigue todavía hacer rentable su edición digital. Todos viven, sobreviven, aún, de la edición en papel. Que cae sin parar año tras año en todo el mundo. Otro hecho.
Desde luego, conforme caen las ventas, y por efeccto simpatía, caen los ingresos publicitarios, en paralelo la inversión interna, y por lo tanto los recursos, el personal, los sueldos… las redacciones se achican, se comprimen, se “ajustan”, el redactor acorralado acapara cada vez más trabajo, en tanto cede medios y tiempo para realizarlo, y así el producto se apura y se resiente, se abarata… En consonancia, la caída en los sueldos vuelve demasiado caros a los buenos, y la hechura de los medios cae cada vez más en manos de los principiantes, siempre tan voluntariosos, con tantas ganas de aprender, y tan económicos. Es la tormenta perfecta.
Tal es la situación actual de la industria periodística en todo el mundo. Pero en la Argentina es aún más grave. Lo que hasta ahora llamamos “el periodismo argentino” agoniza aplastado entre ese cambio de paradigma histórico que lo vuelve obsoleto sin solución, y un monopolio donde la esencia del buen oficio ya no importa nada. Otra tormenta perfecta.
Y entonces basta una gran tragedia para revelarnos las grandes carencias de una industria en su agonía. La impericia, la desidia, la inmoralidad acaso involuntaria en el apuro por el rating, el cronista que repite la pregunta porque no escucha las respuestas, el movilero que insiste en revolver la herida de su entrevistado porque “el llanto garpa”; el panelista que se anima a una hipótesis que ni siquiera terminó de pensar; el conductor que hoy nos explica un submarino y ayer nomás el último romance de Pampita.
Es la tragedia periodística en la que día a día nos ahogamos todos. 

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martes, 22 de agosto de 2017

DIEZ CONSEJOS PRÁCTICOS PARA LEER LOS DIARIOS, revistas y afines...

DECÁLOGO DEL LECTOR AVIVADO


  1. Antes que los titulares de un medio, lea siempre sus avisos publicitarios. Si tiene Internet a mano, puede mejor informarse sobre la composición societaria del medio, todo lo cual le dará sin error su orientación política.
  2. Distinga así fuera en un rápido giro o adjetivo la opinión o el vaticinio, de lo que es información concreta.
  3. Ante cada información concreta, intente establecer la fuente citada, y revise si dicha fuente está de alguna forma ligada, asociada o enfrentada –política o económicamente- al medio que la difunde, o al hecho que se comenta. Si no consigue precisar la fuente, dude de la veracidad de esa información.
  4. No fije en su mente como “información”, rumores, suposiciones y/o chismes. Cuando se tope con expresiones como “fuentes allegadas”, “un funcionario cercano”, o cosas así, considérelas como lo que son: rumores, especulaciones, chismes, etc.
  5. Esté atento a cada potencial: habría, diría, sería, podría, etc. La falsa información, la intencionalidad política, lo que en periodismo se llama “pescado podrido”, suele envolverse así.
  6. Separe como la paja del trigo lo que son puras especulaciones subjetivas del autor de la nota, tipo “fulano querría”, “mengano piensa que”, “zutano intentaría”, etc. No olvide que el redactor periodístico no es un narrador omnisciente que habita la mente de sus personajes. Nada que ver.
  7. La objetividad de un medio será siempre imposible, pero su coherencia no. Si saludan en un funcionario la misma actitud que critican en otro, es claro que están haciendo negocios, no periodismo.
  8. No deje de sopesar en sus conclusiones, ante cada cosa que se dice, cuánto se calla con respecto al mismo tema. En los silencios de los medios, muchas veces, queda atrapada la verdad.
  9. Cuando una frase, enfoque o razonamiento se repite sistemáticamente en distintos articulistas de un mismo medio, o de medios asociados, no descarte la posibilidad de una campaña de prensa decidida más arriba, mucho más arriba del autor del artículo.
  10. No olvide nunca el comportamiento histórico de cada medio en los distintos momentos del país. Y recuerde: especialmente en la Argentina, cuanto más antigua la trayectoria, más sospechoso el medio. Una historia como la nuestra no se atraviesa impunemente.


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miércoles, 26 de julio de 2017

15 CONSEJOS PARA UN ESCRITOR DESESPERADO (por publicar)

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En 1992 se publicó mi primera novela, (La curva de la risa, De la Flor, Buenos Aires). Pasaron el tiempo y muchos libros, he publicado en el país y en el exterior, fui traducido a otros idiomas, escribí por encargo, soy el ghost writer de ya ni sé cuántos libros, firmé más contratos que Ruggeri, trabajé y publiqué con grandes, medianas y pequeñas editoriales, editores, agencias, agentes, emprendedores y embaucadores. De esa extensa y extenuante experiencia extraje estos 15 consejos 4X que espero alumbren al principiante y consuelen al colega. 
Scott Fitzgerald diría: “hablo con la autoridad que da el fracaso”.



15 CONSEJOS PARA UN ESCRITOR DESESPERADO
(por publicar)



  1. Escribir es necesario, publicar no es necesario.
  2. Se escribe por amor, pero se pública por dinero. El editor que decida publicarte, no lo hace por amor a lo que hacés. Ya sé que te dice eso, pero no. Ni ahí.
  3. Creer que publicar un libro te convierte en escritor, es como creer que un curso de karate puede convertirte en valiente.
  4. No publiques sin anticipo: lo que no cobres por adelantado, no lo cobrarás nunca. Jamás.
  5. No publiques gratis. Cuando aceptás publicar gratis, aceptás que tu obra no vale nada. (La de los otros tampoco, pero queda claro que los otros no te importan).
  6. Tu ego y tu editor son socios. No les creas. A ninguno.
  7. Desoye los elogios de tu editor: son a cambio de dinero. Cuanto más te elogie, menos piensa pagarte.
  8. Desoye los lamentos de tu editor: el imprentero, el distribuidor y el librero, tampoco los oyen.
  9. La sustancia de un libro es su contenido, si tuviera todas sus páginas en blanco hablaríamos de un cuaderno y no de un libro. Sin embargo, y con suerte y presión, a vos te van a dar apenas el 10% de su precio de tapa. No lo entregues.
  10. El escritor también es un laburante. Que disfrute de su laburo no implica que se lo castigue con la gratuidad. Resistí.
  11. Publicar no es simplemente imprimir. Es también, y sobre todo, difundir y distribuir. Sin publicidad ni distribución, publicar es un hecho íntimo cuya repercusión difícilmente trascienda el ámbito familiar. No seas cachivache.
  12. Cuando los editores te expliquen que “no invertimos en publicidad porque la narrativa no se vende”, vos recordales que “la narrativa no se vende porque no invertimos en publicidad”.
  13. Cuando los editores te digan que tu libro no vende, vos recordales que tu trabajo consiste en escribir los libros, que venderlos es el trabajo de ellos.
  14. Cuando tus editores te digan que tu libro vende bien, vos nunca olvides  preguntarte comparado con cuál. Ubicate.
  15. Publicar un libro es echar una escupida en el océano de las librerías, las bibliotecas, las mesas de saldo, las librerías virtuales, las ferias y los depósitos de libros acumulados a lo largo de la historia por todo el mundo. No esperes nada. Nada. 

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miércoles, 12 de agosto de 2015

DIEZ CONSEJOS PRÁCTICOS PARA LEER LOS DIARIOS, REVISTAS Y AFINES...

DECÁLOGO DEL LECTOR AVIVADO


  1. Antes que los titulares de un medio, lea siempre sus avisos. Si tiene Internet a mano, puede mejor informarse sobre la composición societaria del medio, todo lo cual le dará sin error su orientación política.
  2. Detecte y distinga, así fuera en un rápido giro o adjetivo, la opinión o el vaticinio, de lo que es información concreta.
  3. Ante cada información concreta, intente establecer la fuente de origen, y revise si dicha fuente está de alguna forma asociada o enfrentada –política o económicamente- al medio que habla, o al hecho que se comenta. Si no consigue precisar la fuente, dude de la veracidad de la información.
  4. No fije en su mente como “información”, rumores, suposiciones y/o chismes. Cuando se tope con expresiones como “fuentes allegadas”, “un funcionario cercano a”, o cosas así, considérelas como lo que son: rumores, especulaciones, chismes, etc.
  5. Manténgase atento a cada potencial: habría, diría, sería, podría, etc. La falsa información, la intencionalidad política, lo que en periodismo se llama “pescado podrido”, suele envolverse así.
  6. Separe como la paja del trigo lo que son puras especulaciones subjetivas del autor de la nota, tipo “fulano querría”, “mengano piensa que”, “zutano intentaría”, etc. Nunca olvide que el cronista periodístico no es un narrador omnisciente que habita la mente de sus personajes. Nada que ver.
  7. La objetividad de un medio será siempre imposible, pero su coherencia no. Si saludan en un funcionario la misma actitud que critican en otro, es claro que están haciendo negocios, no periodismo.
  8. Nunca deje de sopesar en sus conclusiones, ante cada cosa que se dice, cuánto se calla con respecto al mismo tema. En los silencios de los medios, muchas veces, queda atrapada la verdad.
  9. Cuando una frase, enfoque o razonamiento se repite sistemáticamente en distintos articulistas de un mismo medio, o de medios asociados, no descarte la posibilidad de una campaña de prensa decidida más arriba, mucho más arriba del autor del artículo.
  10. Mantenga siempre presente el comportamiento histórico de cada medio en los distintos momentos del país. Y recuerde: especialmente en la Argentina, cuanto mayor es la trayectoria, más sospechoso es el medio. Una historia como la nuestra no se atraviesa impunemente.

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