Apenas el lunes pasado avisábamos que algo muy en el fondo de la mente de Inmorales Solá, cedía, y se venía… Nadie hizo nada. Ni los dueños de La Nación , ni el Instituto Argentino de Lucha contra el Delirio, nadie. Así ayer, ido del todo, en su columna de los domingos, Inmorales como si nada nos narra experiencias extrasensoriales, habla de libros que nadie escribió, y cuenta qué le dicen los fantasmas.
BALADA PARA UN LOCO (II)
Es difícil escribir entre carcajadas, y no está bien reírse de la desgracia ajena, pero aquí otro anticipo del Martiyo que se cumple: Joaqu-Inmorales Solá perdió por completo el control de sus nervios, tal cual advertimos hace tan poco en nuestro post Balada para un loco.
Allí avisábamos apenas el lunes pasado, que Inmorales ya no estaba mentalmente entre nosotros, y nadie hizo nada, y por lo tanto, el cuadro, tal cual lo prevismos, se agravó, y ayer, desde La Nación –cuyos dueños también parecen shockeados o aturdidos- nos narra sus raros contactos con no menos raras disciplinas y entidades simplemente inexistentes.
De arranque titula "El manual de estilo kirchnerista", manual que, como todo el mundo sabe, no fue escrito ni publicado nunca, y por lo tanto, sencillamente, no existe.
Así nomas entonces, a partir de un libro irreal, allí nos habla de una ciencia que debemos colegir idem: La kirchnerología.
Y como si nada pasara, dice Inmorales:
“La kirchenerología sostiene que un gen suicida convive con los gobernantes de los últimso años”, luego allí, a continuación de esta premisa de incierta realidad, se despacha con una serie de conjeturas, inválidas por lo tanto.
Más abajo, al cabo de no pocos párrafos similares -donde afirmaciones no demostradas dan lugar a razonmientos no demostrables-, en un momento Inmorales, siempre en defensa exclusiva de “los principales medios”, declara, entre solitarios redobles, cual Napoleón de hospicio: "El kirchnerismo es una cantera inagotable de fanáticos que andan sueltos (o no tan sueltos), dispuestos a perpetrar la venganza personal en nombre de modelos, de líderes fundacionales o de cruzadas ideológicas”.
Y eso lo dice porque el ministro Randazzo le pidió al maleducado cronista de La Nación que lo trate con respeto. (Ver El soldadito desconocido).
En otro párrafo… después... hablando de…
(se hace difícil escribir entre carcajadas)
En otro párrafo, ya fantástico, nos revela que en realidad La Política no es una práctica, una actividad, un abstracto, no: ¡es un ente!, un ente que habla, y que habla con él y le cuenta cosas, le dice por ejemplo que bautiza sus propias creaciones de él, ¡oh!: “La política le ha puesto un nombre al proyecto oficialista de domesticar a los críticos”, (no queremos imaginar la preocupante sonrisita que esboza mientras escribe), y allí nomás, fuera de sí por fin, histérico, despechado, tracionado, la embiste contra el presidente de la Unión Industrial Ignacion Mendiguren, y publica sin más el nombre que "La Política ” le contó que le puso a lo que él inventa: “Lo llama la mendigurización de todos los discursos públicos”.
Desatado sigue y se va, nos habla de un país que se hunde, sueña con un porvenir de espanto, el desmoronamiento de toda la realidad que él dice que no es, y así, envuelto en sus propias visiones, se nos deshace en un amasijo informe de miedos, odios, mentiras y delirios… pobre Inmorales... de pronto ve cosas, niega lo que sucede mientras describe lo que no ocurre, muerde la mano que recién besaba, conversa con fantasmas…
Está mal reírse de la desgracia ajena, es cierto… pero es que se hace muy difícil escribir entre carcajadas...
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