Hace un año moría Néstor Kichner y nacía El Martiyo. Esa misma mañana, apenas supimos la noticia, decidimos clonar El Martillo que hacíamos en Clarín blogs, previendo el error que al final cometieron: cerrarnos. Fueron horas inciertas, menos los buitres, claro, lloraban todos. Pero la alegría por su muerte, apenas un año después, acabó en la muerte de ellos y la alegría de todos.
Hace apenas un año moría Néstor Kirchner y la oposición se frotaba las manos.
La mujer que tanto habían ninguneado, subestimado, insultado y despreciado, ahora se quedaba sola. Pasado el “efecto viudez” sería pan comido, soñaban los buitres de siempre.
Las multitudes inesperadas que acompañaron los funerales, eran nada más otra muestra del morbo popular. Ya lo olvidarían. Todo significaba nada.
Los medios dueños de esa oposición, se mostraron incluso dispuestos a pagar el mármol de la estatua para Néstor Kirchner, si a cambio se reconocía que sin él ya no podríamos vivir. De pronto acérrimos enemigos de “Tristán”, vomitaban elogios y loas, y lamentaban su desaparición, porque ahora sí quedábamos en manos de nadie. No respetaron nada.
Aguantaron el duelo unas pocas semanas, y ya entraron a golpear por los costados.
Inventaron entonces el “Cuco Moyano”. Muerto Kirchner, ahora el Mal encarnaba en él, y Ella estaba en sus manos. Moyano era perfecto: negro, sin eses, camionero, ¡sindicalista! Suar no lo hubiese producido mejor.
En un primer momento la cosa pareció funcionar. El elenco estable de la oposición se alineó de inmediato. Algunos de sus integrantes -la Carrió, la Bullrich, Lanata- directamente mudaron sus domicilios a los estudios de TN. Resucitaba Cleto Cobos; Mario Das Neves hacía babear a Mirtha almuerzo tras almuerzo; y un radical de apellido Sanz o algo así, impresionaba como un gran estadista a Bonelli y Silvestre. Era la hora de “la guerra con los medios”, que fuera de Clarín y La Nación, el resto de los medios ni siquiera percibía. La canción de moda se titulaba “Viento de cola”, y el coro de niños habladores del Grupo la cantaba sin parar. Todo estaba mal, y los pocos aciertos del gobierno, eran apenas casualidad, pura suerte, oportunismo. Ella no servía para nada. La cosa parecía fácil. Cuando se pudo probar que sería muy difícil probar el verdadero origen de los hijastros de Ernestina Herrera de Noble, creyeron que el triunfo estaba ahí nomás... Y cuando Macri ganó la Capital, un pico de euforia los llevó al delirio. ¡Era posible mentir y vencer!
¡Ya nada ni nadie podría detenernos!, creyeron por un segundo, y allí fueron por todo.
Enceguecidos por la falsa victoria, encendidos por el odio, el miedo y la ignorancia, y abrazados a Sergio Shocklender, embistieron contra las Madres, contra las Abuelas, después contra Zaffaroni, ¡ya nada podía detenerlos!, ¡Ella estaba rodeada! Inmorales Solá y otros replicantes anunciaban con la suficiencia que los distingue el fin del kirchnerismo. ¡Viva!...
Pero entonces llegó aquel rosario de victorias en el interior y de remate las primarias del 14 de agosto como una guillotina que cayó del cielo.
Decapitado, rabioso, Magnetto descargó su rabia contra esos inútiles políticos que tanto había alimentado, y allí nomás les soltó los perros de sus periodistas, que rápido se los masticaron…
Durante algunos días, Van der Koy, Kirchbaum, Blanck, sólo reconocieron al viejo amo Duhalde, pero no dejaron nada de la Carrió, del hijo de Alfonsín… y cuando vieron que ya ni huesos quedaban, con la boca sucia de sangre, recurrieron de nuevo a Sergio Shocklender, como náufragos que enceguecidos por el pánico confunden un salvavidas con una llanta para camiones… De la mano de la pugilista Graciela Camaño de Barrionuevo, lo llevaron incluso hasta el Congreso, y en el desastre de la maniobra se cargaron un par de ignotos diputados… pero ya nada funcionaba. Ni las denuncias del parricida Shocklender, ni los inciertos prostíbulos de Zaffaroni, ni la Carrió ni Lanata, nada. La vieja fábula del pastorcito y el lobo, se los había devorado. En la inercia de la batalla perdida, algunos de sus soldados más conspicuos siguieron por algunos días balbuceando argumentos que explicaran la derrota sin admitirla, pero todos los razonamientos conducían sin solución a lo mismo: la subestimación del voto, el desprecio por la gente. Ya estaban solos.
Edición tras edición comenzó a notarse. En La Nación, y en Clarín. Sus tremendas bombas de títulos catástrofes, ya no hacían ni pif, y se perdían en el estruendo de los festejos de la victoria que se venía. Y la victoria llegó con octubre, y octubre se los llevó. Hace apenas un año moría Néstor Kirchner, y la oposición se frotaba las manos.
Hoy esa oposición ya casi no existe, y la mujer que ninguneaban, demostró que su marido vive en su pueblo, y que él, como tal, la acompaña.
Hace apenas un año moría Néstor Kirchner y la oposición se frotaba las manos y entonces nosotros nos clonamos en El Martiyo previendo la embestida final de Clarín contra El Martillo.
Hoy Clarín ya no casi no existe, y El Martiyo aquí está, en plena fiesta pese al dolor, porque al final el dolor se convirtió en fiesta.
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