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lunes, 14 de febrero de 2011

DUHALDE: ESCANDALOSAS REVELACIONES QUE LA NACIÓN NI PERCIBE.




Il Capo de Lomas de Zamora confiesa lo inconfesable en una crónica del diario La Nación, que hasta ahora no fue desmentida, ni por el diario, ni por el candidato del mañetismo. Esperamos novedades en las próximas horas, cuando alguno de ellos descubra lo que hizo sin querer, por querer lo que no se hace.


LA MALDITA LIEBRE DE LA VERDAD



Siempre es mejor decir la verdad, porque sino viene la verdad y se dice sola. Mentir es malo, pero sobre todo difícil. Allí tenemos sin ir más lejos al gran diario La Nación, que no para de intentarlo hace ya más de cien años, y aún así…
En su edición de ayer, por ejemplo, bajo el tremendo título "El día que Duhalde estalló de furia" (cheeee...), un cronista de nombre Juan Pablo Morales nos cuenta las horas más calientes del enfrentamiento al que llegó el citado Duhalde con el gobierno nacional en defensa de Gerónimo Venegas, sindicalista amigo –y socio- suyo
, representante de los trabajadores rurales (cuyo 75% está en negro, y muchos de ellos en estado de esclavitud), y que fuera detenido el último jueves en el marco de la investigación de la mafia de los medicamentos.
En su crónica Morales afirma sin vueltas, apenas comienza, que a través de emisarios Duhalde le hizo llegar al jefe de gabinete Anibal Fernández el siguiente mensaje, y encomilla Morales: “Decíle a Aníbal que se equivocaron (porque la justicia detuvo a Venegas), Y que no lo vamos a permitir. Vamos a movilizarnos en todo el país y esto va a terminar en una nueva 125. Y va en serio”.
Hasta ahí todo bien, o sea... ningún lector del Martiyo –entendemos-, descubre aquí quién es Duhalde; todos además vimos –queremos creer- El Padrino I, II y III, y  comprendemos sin extendernos la naturaleza de los métodos del capo de Lomas de Zamora, así como también, sin saber cuál exactamente es la relación de Venegas con la mafia de los medicamentos, sí sabemos, en cambio, cuál es su relación con el trabajo esclavo en el Planeta Biolcatti (hecho que además siguen sin conocer los principales diarios argentinos, así como insisten en ignorar también las relaciones de Duhalde y Barrionuevo con los hermanos Juliá y el avión de Medical Jet atrapado en Barcelona con mil kilos de cocaína). O sea: hasta ahí todo bien, ninguna sorpresa para nadie.
Pero seguimos leyendo y vemos que el tal Morales –La Nación, bah-, se extiende hasta el final del artículo detallando los pormenores de la negociación, sus dimes y diretes, las idas y vueltas, la frase de Duhalde a sus abogados cuando apenas detienen a Venegas  -“Si cuestionamos el procedimiento, hay que decir que el mensaje político de esto es inaceptable. Vamos con todo”-; se mencionan también la manifestación y las bombas de estruendo que enseguida mandaron contra el despacho del juez Oyarbide; se consignan las dos horas durante las cuales Duhalde se encerró a llamar viejos socios de los 90 y otras “influencias dormidas” (Morales dixit), y por supuesto se destacan también encomilladas sus infaltables amenazas de “se va a terminar la era kirchnerista”, que desde luego hacen las delicias del público de La Nación; y así marcha hacia el último párrafo, cuando ya liberado Venegas por el gran superhéroe de esta historia,  Morales nos informa, en un desenlace feliz como un beso de Hollywood, que el viernes los dos juntos -Venegas y Duhalde, (sin Morales, claro)- partieron en un avión privado para pasar el fin de semana en Necochea.
Y punto. Chau.
Eso es todo.
Ni una mínima reflexión -ya no una condena-, ni siquiera un recuadro aparte –ya no un título en tapa- comentando la confesión de parte de un candidato presidencial que sin ningún pudor amenaza al gobierno pero también al país, que allí nomás inicia una conspiración política sin eufemismos, y que en cada movimiento –siempre según La Nación -, despliega a la luz pública la magnífica dinámica de sus métodos mafiosos.
Y sin embargo Morales ni mu.
Al contrario, se despide de la historia saludando a los tortolitos…
Impresionante, claro… .
Sobre todo cuando pensamos que por mucho menos su compañero y casi tocayo Joaqu-Inmorales Solá se desgarra las vestiduras domingo a domingo, ¡y en el mismo diario!...  
Cualquier medio periodístico serio –con esa seriedad que La Nación reclama de los gobiernos (cuando no los manejan ellos, obvio) -, se haría un bacanal de venta y difusión con estas bestiales confesiones de un candidato presidencial que así nomás a lo macho pistolea sus contactos y sus influencias y su poder de movilización y de caos cuando le tocan un soldado suyo…
Pero La Nación ni mu.
La revelación, la escandalosa confesión de parte, pasa allí saludada por una crónica de tinte épico que pretende presentarnos a Duhalde como un hombre con el poder suficiente como para enfrentar al actual gobierno (a falta de algo mejor).
Sin embargo estamos convendicos (mentira) de que ni Morales ni La Nación concuerdan con tales métodos patoteriles, qué va. Simplemente no se dieron cuenta. Se les pasó.
Absorbidos por la impía tarea de tener que vendernos a Duhalde (una especie de shampoo que te deja calvo), no percibieron que en la maniobra se compraban alegremente un rosario de delitos.
Pobre Morales, no se dio cuenta.
Ni él ni sus jefes.
La Nación no se dio cuenta.
Pero sucede, a no desanimarse.
Así como al mejor cazador se le escapa una liebre, al  mejor mentiroso se le escapa una verdad, sucede.



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