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miércoles, 2 de febrero de 2011

SARKOZY, LOS GITANOS Y CÉLINE: VIAJE AL FONDO DE FRANCIA...



Entre la xenofobia. la hipocresía y el humanismo…




CONTRADICCIONES DE UN PAYASO


Nicolás Sarkozy, censor literario.




En un despliegue de alta hipocresía, con la misma cara con que deporta gitanos, ahora el gobierno de Francia pretende ser de vuelta lo que nunca fue por el simple trámite de abolir de su lista de conmemoraciones nacionales para este año 2011, al escritor Louis Ferdinand Céline, quien en julio cumplirá medio siglo muerto, y que es una de las pocas verdaderas glorias de Francia, de verdad francesa. ¿Los motivos? El mítico antisemistsmo de Céline, su relación con el gobierno de Petain, y bla bla blá.
En principio Céline sí estaba en dicha lista, pero luego, el ministro de cultura, Frederíc Miterrand –sobrino del otro- descubrió, ¡de pronto!, que Céline había sido antisemita, y bla bla blá.
Sin chocolates por la noticia, los lectores asiduos del Marityo, saben que Céline ocupa un puesto principal en el top five del olimpo de nuestro escritores más admirados. De hecho, con él inauguramos la sección Escritor por escritor, no faltará nunca en nuestros Destellos Ajenos, y es suya tan luego la frase que actualmente nos sirve de acápite: "era un ser sin importancia colectiva, apenas un individuo".
La cita pertenece a su obra de teatro La Iglesia, y no somos nosotros los primeros en recortarla para un epígrafe. Jean Paul Sartre lo hizo hace mucho para su libro La náusea. Lo admiraba tanto como toda su generación y las que vendrían, una vez leída su primera novela Viaje al fin de la noche. Un libro aún demoledor.
Y no sólo Sartre quedó descoyuntado al leerlo, preguntándose hasta  hoy qué más se podía decir despuès de eso. Blaise Cendrars cayó de rodillas, Elsa Troilett lo tradujo al ruso, y los rusos redescubrieron la novela. Henry Miller reescribió completo su Trópico de cáncer aún inédito; y luego Saroyan y Kerouac y Bukowsky no hubiesen sido sin él, y tantos otros que a su luz se levantan y a su sombra se extienden más allá de su muerte y sin superarlo nunca…
Despuès, con el tiempo, el mismo Sartre, desde los micrófonos de la BBC, para todo el mundo, lo iba a declarar enemigo público número uno, y allí nomás le echó todos los perros de la victoria… Más que su rabia, odiaban su genio.
Céline huyo, dejó París, cruzó Alemania hasta Dinamarca  bajo el diluvio de escombros del Tercer Reich en su derrumbe, y una vez en Copenhague por fin lo detutvieron, lo encerraron, y condenaron a muerte.
Hombre de su tiempo, escritor pero médico, encarnó su tiempo, y lo diagnosticó. Pero su tiempo no quiso verse, y lo rompió como un espejo.
Acaso alguna vez nos demoremos en su historia, vale la pena. Pero sí: Céline fue un antisemita, y el mejor narrador de su siglo (dicho esto por mucha gente más y mejor que nosotros, no sólo por nosotros), y aún, quizá, sigue siendo el mejor del siglo que andamos.
Pero ahora aquì nos importa más la no menos extraña historia de su actual censor circunstancial: Nicolás Sarkozy, hoy presidente de Francia.
Porque resulta que en medio de la polémica desatada por el descubrimiento sorpresivo del ministro de cultura sobre la fama política de Céline; justo ahora sale a la venta, y bien que se vende, un libro titulado El Caso Céline, escrito por un comisario, Philipe Pichón, quien no sólo tuvo acceso al expediente político-policial del escritor, sino que en su búsqueda se topó además con viejos reportajes a propósito de Céline, donde el actual presidente, ¡Nicolás Sarkozy, sí!, se evaporaba en elogios a toda su obra; y hasta retrata allí una cena con sus testigos, durante la cual un eufórico Sarkozy bramaba que Céline era su “biblia”, y se quejaba porque “no había una calle, un hospital, una plaza con su nombre”, y allí nomás juraba que cuando él fuera intendente de Neully, “remendaría eso en un parpadeo”, y bla bla blá y bla bla blás, hasta que también él lo abolió.
De más está decir, ja ja, que Céline no precisa que Sarkozy y sus alcahuetes le soplen las velitas con 50 años de muerto, cuando ya ni en vida le hubiese gustado ver a ninguno de estos. Qué va.
Al igual –aunque en su mínima escala- que la proscripción del Martiyo por parte del Grupo Clarín, este gesto del gobierno francés, que se pretende también en sí mismo un castigo, no es sino otra cicatriz de esas que esplenden como medallas.
El día que los sarkozy de la tierra reconozcan en público lo que dicen en privado, y se rindan ante su genio, quizá la humanidad sea mejor y Céline ya no haga falta...
Mientras tanto no hay trato con él. Inmortal y maldito, más vivo que los fantasmas que lo acosan, Céline, más allá de sí  mismo, denuncia como siempre a los hipócritas y los mentirosos y los envidiosos de siempre.
A 50 años de su muerte, le deseamos salud, maestro… los políticos pasan, los hombres pasan, incluso los artistas pasan también… pero las grandes obras todavía no, maestro…
Salud y gracias.

Louis Ferdinand Céline, escritor inmortal.

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