Se pudrió.
El día lunes, en nuestro post “Un charlatán de feria”, advertíamos sobre la importancia desmesurada que se le daba no sólo a la Feria del Libro, y al devaluado Premio Nobel, sino también a Mario Vargas Llosa. Hoy, dos días después, con similares razonamientos, e idénticas conclusiones, nos refrenda nada menos que la Universidad de Buenos Aires…
Ahora, agrandados, vamos por todo...
ALPARGATAS SÍ,
LIBROS TAMBIÉN
Con beneplácito leemos hoy en Página 12 que las opiniones vertidas por El Martiyo con respecto al escritor Mario Vargas Llosa el día lunes, son refrendadas ahora desde los claustros académicos, nada menos que por el señor Américo Cristófalo, director de la carrera de Letras de la Univerisdad de Buenos Aires, quien luego de similares razonamientos, arriba a idéntica conclusión: “los libros de Vargas Llosa, pienso, no han ido más allá de las formas convencionales de la literatura”.
Exáctamente eso decíamos el lunes en un "Un charlatán de feria": “Vargas Llosa no es un intelectual, es un escritor, muy bueno, pero tampoco un gran artista, No renovó las técnicas de su arte, ni las formas narrativas de su tiempo, no es Céline, Joyce, Faulkner, ni siquiera Hemingway; no es tampoco su compatriota Vallejo, no detonó la sintaxis de su lengua; ni es Pessoa, ni mucho menos Borges; escritores capitales a los cuáles se les deben dinastías de buenos escritores. Vargas Llosa es uno de ellos, un buen escritor, pero un escritor convencional. Como García Márquez. Uno de esos parido por los otros”.Luego de poner en duda, como nosotros, la importancia estrictamente literaria de Vargas Llosa, académicamente, hoy Cristófalo adhiere a nuestros razonamientos en un pasaje que vale la pena extractar:
"Refiero la ligera comparación "ideológica" entre Borges y Vargas, definidos según se dice por una común costumbre conservadora. Dicho muy rápidamente, Borges permaneció en la lengua Borges, permaneció irónicamente exterior a la lengua del espectáculo. Habló una lengua acriollada, una lengua reminiscente, que se estimó elegante en la elusión o la cita estereotipada de tonos plebeyos, una lengua que se presentó según linajes argentinos, una lengua escrita sobre una superficie muy delgada, que quiso arrogarse una vaga hazaña incorpórea. Esa lengua tan reconocible y problemática para los lectores argentinos, objeto discutible para el oído puesto en otros lenguajes argentinos, no está sin embargo arraigada en la difusión contemporánea de las reglas y ritmos de la industria editorial. Vargas Llosa, según esta somera hipótesis, se movió en el sentido de la nueva derecha cultural, se inclinó a su lengua, la propagó tanto en su catálogo de opiniones, como en su obra de narrador".
Como se ve, en términos más apurados, El Martityo dijo, antes, lo mismo.
No nos jactamos. Si lo hubiéramos dicho después, igual ahora recurriríamos a las palabras de Américo Cristófalo para sostener las nuestras. Pero si aquí lo comentamos, es por dos motivos puntuales.
Uno, para recordarles a nuestros lectores que pueden seguir confiando en las opiniones y visiones del Martiyo más allá de la forma a veces incluso brutal con que las presentamos. En tal caso, adherimos a Scalabrini: “son tiempos de biblias, no de orfebrerías”.
Y, dos, porque en su artículo Cristófalo va más allá de Vargas Llosa y los ribetes farandulescos de su visita, y se cuestiona algo sí de verdad importante: ¿Deben o pueden las instituciones públicas inmiscuirse en este tipo de cuestiones, que son, al cabo, emprendimientos privados?... En otras palabras: ¿Debe interceder el Estado en las políticas editoriales de los grandes sellos privados que operan en el país dominando algo más que una industria, sino también la literatura -incluso escolar- de una nación?...
En síntesis, una vez más, Cristófalo, de alguna forma, concuerda con nosotros, y la respuesta es “sí”.
Las grandes editoriales que operan en la Argentina –casi todas de capitales extranjeros-, imponen el precio de sus insumos, pero también el contenido de sus libros en forma y sustancia, promoviendo, incluso, un lenguaje, un castellano neutro ajeno al nuestro pero más exportable; y así, por carácter transitivo, inciden y deciden cómo debemos hablar y pensar más allá de lo que somos, mientras ahogan a nuestro escritores para salvar a los suyos …
El Martiyo conoce el medio editorial tan bien como cualquier escritor que lleve ya treinta años publicando libros, y no sólo en la Argentina , y no sólo en su lengua. Y conocemos muchos colegas igual de hartos que nosotros… De a poco le daremos forma a esta pelea, porque esta pelea recién comienza.
No vamos a extendernos acá, ahora, porque este post ya alcanza el límite que nos gusta, y porque esto es sólo el principio de un tema que nos importa y conocemos, mucho, y del que vamos a ocuparnos, y de variadas formas, en lo sucesivo.
Los grandes libreros y editores, organizadores y dueños del meganegocio de la Feria del Libro, quizá descubran de pronto que a lo mejoor no fue una buena idea tirarnos así con Vargas Llosa… que tal vez sin darse cuenta patearon un hormiguero que hasta hoy parecía sepultado, y ahora… Wikileaks, Mubarak, Kadafi, nos demuestran que rebeliones y derrumbes mucho más complejos y masivos empezaron así, con algunas palabras en la red…
Somos escritores y queremos comer. Queremos que se nos liquiden los derechos de nuestras obras, con fiscalización de algún ente oficial. Queremos que se controle, desde el Estado, la reedición sin acuerdo de nuestros libros agotados. Queremos los libros, sí, pero también las alpargatas…
Esto recién comienza…
“Volveremos”, pintaban alguna vez en las paredes los que al final volvieron un día.
...Y dale con los pobres...
* * *
(*) Recomendamos también la lectura del artículo de Américo Cristófalo, aquí: La feria de Vargas (Llosa)
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